26 noviembre 2012

Volver a nacer, Juan Díaz Bordenave

Con Juan en La Paz, noviembre 1988

“Ese día volví a nacer, y desde entonces vivo cada nuevo día como un regalo inesperado”, me dijo Juan Díaz Bordenave, el amigo pila-i, cuando me contó cómo lo habían asaltado en Río de Janeiro años antes, disparándole un balazo en plena cabeza. Salía del banco, donde había retirado una cantidad considerable de dinero, y su hijo lo esperaba en un escarabajo Volkswagen. Apenas se había sentado en el vehículo, colocando la bolsa con el dinero en el piso, cuando un brazo entró por la ventana y trató de arrebatarle el paquete.  Juan forcejeó, resistiendo al asalto, y entonces el agresor le disparó en la cabeza.

No murió entonces. La bala, con mucha suerte, no penetró en el cráneo sino que dio un paseo alrededor de la cabeza, y salió por el otro lado sin dañar su cerebro. “Ese día volví a nacer….” A partir de allí sintió que la vida le regalaba un tiempo extra, y lo aprovechó al máximo viviendo cada día para los demás. Su generosidad de antes se redobló, su buen humor de siempre siguió siendo contagioso, su capacidad intelectual y creativa se desplegó en los textos que escribía, en las ponencias que hacía en los congresos, en las iniciativas que tuvo para reforzar e institucionalizar el campo de estudio de la comunicación para el desarrollo, campo del que fue uno de los grandes exponentes latinoamericanos, junto a Luis Ramiro Beltrán, su más querido amigo boliviano, con quien compartió tantas peripecias intelectuales y personales a lo largo de cinco décadas.

La última vez que estuve con Juan Díaz Bordenave fue en mayo de 2012, en Montevideo, durante el XII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC), donde él era la estrella entre todos los presentes y tuvo a su cargo una de las ponencias magistrales. Me regaló su nuevo libro Aportes a la comunicación para el desarrollo, con una generosa dedicatoria. Los admiradores de su obra y de su pensamiento lo buscaban en los pasillos de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Uruguay para pedirle entrevistas, consejos o simplemente para conocerlo y saludarlo. Él mantenía un perfil bajo, como siempre, un tanto divertido de ver tanta algarabía en torno a su persona.

Juan era un hombre de una gran humildad y modestia. Le restaba importancia a los inmensos aportes que hizo a la comunicación para el desarrollo en América Latina. En una entrevista que le hicieron en mayo pasado, durante el congreso de ALAIC en Montevideo, decía:

“Yo no soy investigador en el sentido clásico de la investigación. La investigación  es una cosa formal, tiene rigor científico, yo no lo sigo. Mi misión es la divulgación, la interpretación que exige la creación de nuevos conocimientos. Hay mucha gente que está trabajando en comunicación, gente de diversas ramas de estudio que no necesariamente tienen alcance a los productos de investigación específicos de la comunicación. Yo no investigo, tomo los productos de la investigación, los simplifico y los divulgo. Creo que ese no es un papel  tan importante como el papel del investigador, pero  es necesario. Me defino como una especie de intermediario entre la ciencia y la necesidad.”

A diferencia de otros personajes que se sienten tan importantes que suelen desaparecer de los eventos inmediatamente después de hacer su parte del programa, Juan participó en todas las sesiones del congreso de ALAIC, y nos hizo el honor de asistir los tres días como un participante más en el grupo que yo coordinaba sobre comunicación y cambio social. Como la sala estaba atestada de gente, Juanito se sentaba a veces en el suelo y no permitía que nadie le ofreciera su silla. A sus 86 años, su salud le permitía eso y mucho más.

Cuando entre 2003 y 2006 nos embarcamos con Thomas Tufte en la aventura de producir la Antología de comunicación para el cambio social, un libro de 1.400 páginas con 200 textos de 150 autores, teníamos claro desde un principio que no podía faltar Juan Díaz Bordenave, quien aparece en el libro con dos textos largos y cinco selecciones más breves.

Con motivo de la presentación en Paraguay de la edición en castellano de la Antología, Juan mencionó un episodio que otras veces ha recordado en sus intervenciones públicas: la edición “pirata” que hice de uno de sus libros… con su autorización y su prólogo.

La anécdota, que es absolutamente cierta, me recordó los tiempos en que yo dirigía el Centro de Integración de Medios de Comunicación Alternativa, una ONG boliviana dedicada a la comunicación participativa. Juan fue de los primeros en visitar CIMCA el año 1988, y no dudó ni un minuto cuando le pedí reimprimir su libro Comunicación y sociedad anunciándole que no podríamos pagarle ni un centavo. En Asunción lo recordó una vez más, y alcancé a grabar un breve clip de ese momento, que puede verse en este enlace de YouTube

Erick Torrico, Juan Díaz Bordenave y Thomas Tufte, en Asunción, agosto 2009
En ese mismo encuentro en la capital paraguaya, Juan nos llevó a almorzar en su casa un “caldo de bolas”, junto a Thomas Tufte y Erick Torrico, y reiteró una vez más su invitación para que fuera a pasar unos días con él en su finca Namichai (“aro” de oreja, en guaraní), en Altos. Le prometí que lo haría en un próximo viaje, que no pudo ser. La situación política de Paraguay cambió tan radicalmente con el golpe constitucional en contra del presidente Fernando Lugo, que ni yo tenía ganas de volver por allá, ni Juan ganas de quedarse más tiempo en su propio país, al que tanto dio de la manera más desinteresada.

Si me pongo a recorrer el mapa de encuentros con Juan, tengo que incluir La Paz, Asunción, Río de Janeiro, Montevideo, Brasilia, Santa Fe, Maputo y Bellagio, entre otras ciudades que albergaron nuestra amistad a lo largo de casi tres décadas. 

En Santa Fe (Argentina), mayo del 2005: Alfonso Gumucio, Washington Uranga, Frank Gerace, Luis Ramiro Beltrán,
 Juan Díaz Bordenave y Daniel Prieto Castillo
Uno de los encuentros más agradables fue en Santa Fe, la ciudad argentina donde Daniel Prieto Castillo tuvo la brillante idea de reunirnos a Luis Ramiro Beltrán, Juan Díaz Bordenave, Francisco Gutiérrez, Washington Uranga, Frank Gerace, y mí, en un evento de comunicación para el desarrollo con participación de las mujeres de la organización de los Sin Techo. Entre otras actividades, tuvimos un divertido paseo por el río Paraná y una fiesta en la que Luis Ramiro y Juan entonaron canciones en guaraní.

En el timón: Beltrán, Díaz Bordenave, Prieto Castillo
Juan tenía muchos amigos en América Latina, y Bolivia era quizás el país donde se sentía más a gusto por el cariño con el que cada vez se lo recibía. Su amigo del alma, Luis Ramiro Beltrán, era una de las razones de esa proximidad afectiva. Cuando el presidente Lugo le propuso ser embajador de Paraguay en nuestro país, nos avisó inmediatamente y manifestó su alegría por esa posibilidad.  Sin embargo, el congreso vetó su designación. El grupo parlamentario que le ponía trancas al presidente Lugo y que ahora gobierna gracias a su golpe de estado “legal”, hizo de Juan otro chivo expiatorio.

Era generoso con los investigadores bolivianos.  En la misma entrevista que le hicieron en ALAIC en mayo de este año, que puede leerse completa en este enlace, destacó:

“Bolivia es uno de los países dónde  más investigaciones hay. En Bolivia siempre se le dio prestigio a la investigación por razones históricas. Cuenta con siete universidades que tienen canales de televisión. Es un país que vibra con la comunicación. Otros no tanto”.

En Bellagio, mayo 2002: Gumucio, Díaz Bordenave, Fraser y Prieto Castillo
Otro gesto de su generosidad fue escribir un prólogo (“prólogo de ternero profano”, como lo nombra en un mensaje) para un libro de comunicación que aún no he publicado. “Sobre ti escribiría desde una tesis de doctorado hasta una telenovela brasileña, cuanto más un inocente prólogo”, me dijo en un mensaje. En ese prólogo aún inédito recuerda Juan la vez que lo invité a una reunión del Consorcio de Comunicación para el Cambio Social –organización de la que fui director ejecutivo- en Bellagio, Italia, en mayo del 2002, donde tuvimos el acierto de reunir a varios grandes de la comunicación. Además de Juan estaban Everett Rogers, Alfred Opubor, Colin Fraser (ya fallecidos), John Downing, Jan Servaes, Nabil Dajani, y Daniel Prieto Castillo, entre otros.
Juan Díaz Bordenave junto a Alfred Opubor, Daniel Prieto, Colin Fraser, John Downing, Alfonso Gumucio, Everett Rogers, 
Jan Servaes, Nabil Dajani y otros especialistas de comunicación para el desarrollo reunidos en Bellagio, en mayo 2002
También recuerda nuestra experiencia común en Mozambique, cuando lo invité durante unos días a Maputo en abril del 2003 para que diera un taller sobre comunicación, educación y salud, en el marco del proceso estratégico de comunicación para el desarrollo y de lucha contra el SIDA, que yo asesoraba en ese momento. Pasamos unos días agradables conversando en Maputo, pero con la mirada puesta al otro lado del atlántico.

En años recientes usábamos el “chat” de Gmail para conversar. En junio y julio de 2012  tuvimos varios intercambios sobre la situación que vivía Paraguay, Juan no era nada optimista sobre lo que estaba sucediendo. Unos días antes me había enviado su artículo más reciente, titulado “El golpe en Paraguay”, donde denuncia la maniobra congresal para eliminar al Presidente Lugo en un par de horas de “juicio” sumario. En su mensaje me dice que es un “texto de desahogo de la tristeza”.

En Brasilia, abril 2005
A fines de octubre leí varios mensajes de colegas paraguayos sobre el deterioro de la salud de Juan y su traslado en avión privado el 10 de noviembre de Asunción para reunirse con su esposa, María Cándida en Río de Janeiro. Hubo un emotivo homenaje el día anterior en el Café del Teatro Municipal, para el que los amigos enviamos breves mensajes de solidaridad; Juan participó por Skype desde el hospital donde se encontraba internado.

Una de las últimas fotos, con María Cándida ©Thomas Tufte
Fue Thomas Tufte quien me hizo llegar las últimas noticias. Lo visitó en su casa en Río a mediados de noviembre.  Esto me cuenta Thomas: “Cuando llegué estaba sentado tranquilo en su sala. María Candida me recibió, y yo me fui a conversar con Juan. Estaba contento por recibir mi visita; se puso a hablar, a pesar de su cansancio, pues le costaba hablar por mucho tiempo. Tuvo que hacer unas pausas. Aún no estaba claro que tratamiento que iba recibir, estaba aguardando respuestas. Tiene un cáncer de pulmón, así que la situación es bastante grave. Vinieron hijos y nietos a visitarlo, así que después de una hora y media, me retiré. Te mandó muchos saludos. Te adjunto una foto.”

El siguiente mensaje de Thomas, apenas una semana más tarde, me anunciaba que Juan había fallecido en la madrugada del jueves 22 de noviembre.

Cada vez me cuesta más escribir sobre los amigos que fallecen, se está convirtiendo en una epidemia, en estos dos años he perdido una decena.

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Muchos tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.
                          —Miguel Hernández