25 octubre 2010

Alebrijes

La Real Academia Española debería revisar su diccionario, pues define el mexicanismo alebrije como una “figura de barro pintada de colores vivos, que representa un animal imaginario”. En realidad los alebrijes no son de barro sino de madera (los pequeños),  y de alambre cubierto de papel maché y cartón (los grandes). Si bien solían representar animales imaginarios cuando fueron inventados en 1936 por Pedro Linares López, hoy son una forma de representación artística que no admite restricciones temáticas, incluye personajes reales o ficticios, y se mezcla –sobre todo en estas fechas próximas al Día de Muertos- con la calavera Catrina creada por José Guadalupe Posada.

Una prueba de ello está en el 4º Desfile de Alebrijes Monumentales, organizado por el Museo de Arte Popular, que ocupó la tarde del sábado 23 de octubre el trayecto desde el centro histórico, entre el Zócalo y la Avenida Reforma en la Ciudad de México.

Luego del desfile, los 164 alebrijes participantes, fueron estacionados a los dos lados de la amplia avenida, entre dos glorietas con mucha historia: la que ocupa la sensual Diana la Cazadora, y la del Ángel de la Independencia. Y esto no fue casual, pues este año los alebrijes tuvieron todo que ver con los 200 años del grito de la Independencia de México y con los 100 años de la Revolución Mexicana. Hay una manera oficial de celebrar las fechas, y una popular. Incluso cuando son instituciones oficiales las que promueven actividades como estas, los ciudadanos se apropian.

Cerca de dos centenares de grupos culturales y familias de artesanos se hicieron presentes con alegorías en las que aparecen versiones zoomorfas de Morelos, Hidalgo, Zapata, Villa, Madero y otros personajes icónicos de las gestas independentista y revolucionaria. Los mexicanos tienen entre sus muchas virtudes esas maneras de celebrar a sus héroes, despojándose de toda solemnidad y más bien acudiendo al humor y a la fantasía. Los Emiliano Zapata transfigurados en esqueletos, y las calaveras que adornan casi todos los alebrijes son una celebración de la muerte desde la vitalidad de la existencia.

Ese mismo espíritu picaresco está en el “pan de muerto” o en las calaveras de azúcar que están en todas las tiendas de alimentación, y por supuesto en los altares de muertos que en esta época elaboran desde las familias más empobrecidas hasta las empresas más grandes, pasando por todo museo que se respete. Uno de los más célebres altares se exhibe en la ex hacienda La Noria, el Museo Dolores Olmedo en Xochimilco, creado por la que fue amiga y modelo privilegiada de Diego Rivera. La colección permanente del museo incluye numerosas obras de Rivera, de Frida Kahlo y de otros grandes de la pintura mexicana.

“Llamas de libertad” (elaborado por un grupo de personas con discapacidad visual), “El que se comió mi historia”, “El Zapatije”, “Antorcha de la Revolución”, “Tierra y libertad”, “La güera Rodríguez”, “El último caudillo”, “La Adelita”, “Axolotl insurrecto”, “El relinchido chido del norte”, “Devorador del sueño de Revolución”, son los nombres de algunas de las obras, unas mejor acabadas que otras, pero todas evocando episodios de la historia mexicana y desafiando la imaginación con humor y color.

Y todo esto expuesto al aire libre, no entre los muros de un museo, sino en un espacio público y accesible para quien quiera, el magnífico Paseo de la Reforma, la amplia avenida cuya belleza y diseño supera con creces el cacareado renombre de los Campos Elíseos parisinos, y desde lejos la 5a Avenida de New York.

Pancho Villa con cuernos de carnero, Morelos transfigurado en dragón, el cura Hidalgo como insecto gigante y Zapata en todas las versiones posibles. Aquí no se salva nadie del humor ácido de los grupos de artistas que .

Las mujeres de la historia mexicana están mejor servidas, como la “Güera” Rodríguez o Adelita, la soldadera, ya que los artesanos se esfuerzan en mantener su belleza, probablemente inspirados en la representación femenina de la Nueva Democracia, de Siqueiros, en el Palacio de Bellas Artes, o aún más cerca, en las figuras emblemáticas del Angel de la Independencia o de la Diana Cazadora.

Esta es una de las muchas cosas que uno puede disfrutar en este país con una cultura tan rica y tan apropiada por los ciudadanos, además de apoyada y promovida desde las instituciones del Estado.