


Una mañana de octubre me senté junto a Lennon mientras esperaba a un amigo cubano, y me puse a pensar en los cambios que he visto en Cuba en estos breves retornos. Sería irresponsable emitir juicios de valor al cabo de visitas tan breves, pero puedo referir ciertas impresiones que me marcaron y que están fundamentadas en lo que me cuentan amigos que viven allá lo cotidiano.
Una de las cosas que llama la atención en Cuba es el empecinamiento por mantener un modelo económico cerrado a la iniciativa privada, algo que ya se ha superado en otras economías socialistas de Asia, como China y Vietnam. Años atrás se abrió un poquito la puerta permitiendo que las familias pudieran legalizar pequeños negocios que antes existían clandestinamente, como los restaurantes familiares con un máximo de 12 sillas (los "paladares") o los alojamientos con una o dos habitaciones. De alguna manera esa apertura de mano durante el "periodo especial" que fue muy duro, permitió que la propia población solventara sus carencias (además de las divisas recibidas de familiares que viven en el exterior).

Un alto dirigente del gobierno dijo en los días en que yo estuve en Cuba: "No esperen que el Estado les resuelva todo"… ¿Entonces quién?, pensé. Me pareció un exabrupto: en un país donde no se permite la iniciativa privada, quién más puede resolver los problemas de la población? El Estado vive del trabajo de la gente pero es mal empleador, pues paga poco y destruye la motivación: "hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo" dicen los cubanos. Y lo que se ve es que la mayoría trabaja en cámara lenta, haciendo el mínimo esfuerzo, o no trabaja.
La política económica conservadora y la falta de visión tienden a aislar aún más a la isla. Uno de los temas pendientes, por ejemplo, es internet, cuyo acceso es restringido por el alto costo que tiene. Internet no está prohibido, hay lugares públicos para acceder, pero a un costo que comparado a los bajos salarios, es excesivo. Tiene más banda ancha de internet cualquier universidad de México que toda la isla de Cuba. No se ha entendido todavía que las nuevas TICs son un factor indispensable para el desarrollo económico. No es casual que algunos países europeos están legislando el acceso gratuito a la banda ancha como un derecho ciudadano. Y Uruguay es un ejemplo en nuestra región, con el Plan Ceibal que está transformando la educación en ese país.

Lo que preocupa en Cuba es la falta de horizonte. Los cubanos tienen asegurado lo esencial, es decir la salud y la educación (aunque hay problemas serios en ambos servicios) pero no tienen asegurado el horizonte, el futuro, porque no existe un camino de superación individual que vaya más allá del techo que está impuesto por el Estado. Nadie puede soñar su propio camino, porque no hay espacio para ello. Por eso algunos se van, y no me refiero a los contrarrevolucionarios, sino a aquellos que tienen ambiciones profesionales más grandes, y que al salir triunfan porque dan rienda suelta a su talento.

En una de las avenidas en camino al aeropuerto, una pancarta ostenta dos grandes palabras junto a la bandera cubana "Vamos Bien". Me pongo a pensar que si fuera cierto no habría que anunciarlo en una valla publicitaria. Pienso en mis amigos cubanos, que están allí firmes aunque críticos de lo que sucede. Quiero creer que Fidel no sabe lo que está pasando, y que una burocracia indolente encaramada en el Estado está llevando el país a la deriva. Me voy con cierta tristeza esta vez, recordando la frase que me dijo días antes un amigo que, como todos los cubanos, ama su país: "Nos hacen tanto daño los enemigos de la Revolución como aquellos amigos que la idealizan y no le ven defectos".