Muñecos de trapo hechos en Sucre |
Una vez más estuve en la Feria de Alasita,
con la esperanza de encontrar la tradición rediviva, animado por lo que había
leído acerca de la recuperación de la tradición y de las innovaciones que
podría encontrar. Estimulado, también, por la coreografía ideológica que suele
desplegarse alrededor de la feria. Los “especialistas” ofrecen en la TV su
versión sobre el remoto origen del dios de la fortuna, en estos tiempos en que es
políticamente correcto remontarse más allá de la época colonial para explicar
la tradición.
Esos discursos entusiasman por su
atractivo histórico, místico y cultural, pero cuando uno llega al lugar de los
hechos se topa con un gran mercado donde los artesanos brillan por su ausencia,
pero abundan los comerciantes que un mes más tarde venderán otras cosas en
cualquier otro lugar.
Son pocos los verdaderos artesanos que ofrecen
directamente sus productos, este año apenas pude hacerme de un minúsculo batán
de piedra, algún soldadito de plomo, un perol de cobre y una muñeca de trapo
hecha en Sucre. Solo entonces tuve la certeza de estar dialogando directamente
con los artesanos, pues cada uno vendía lo suyo y me hablaba orgulloso de la
calidad de su trabajo.
Artesano con una habilidad única: soldaditos de plomo |
Estos auténticos artesanos son casi
invisibles en la masa de comerciantes que venden las miniaturas hechas por otros
artesanos anónimos que replican en grandes cantidades los mismos objetos. Alasita se ha convertido en una feria de
intermediarios.
La innovación tan publicitada brilla por
su ausencia. Antes de ir, leí que habría billetes con los rostros de Jaime
Sáenz, de Marina Núñez del Prado y de otros personajes, y que algunos artesanos
habían creado miniaturas de Evo cabezón, de cholets,
teleféricos, satélites y buses Puma Katari… Pero una vez en la feria vi muy poco
de lo nuevo que con tanto entusiasmo se anunciaba, era como buscar una aguja en
un pajar.
Elefantes y sapos chinos |
Hace un lustro, junto a colegas especialistas
de la comunicación (Karina Herrera-Miller, Erick Torrico, José Luis Aguirre y
Cecilia Quiroga) organizamos un evento internacional y se nos ocurrió diseñar
algo especial para regalar a nuestros invitados: el “ekeko de la comunicación”.
Quedó muy bonito. Pensé que el artesano que lo fabricó iba a tener el alcance
creativo de seguir produciendo otros, más aún, de inventar el ekeko de la
medicina, el ekeko de la arquitectura, quizás también el ekeko de la fertilidad,
como fue en su origen, con un falo prominente. Pero nada pasó, los artesanos se
han instalado en el mínimo esfuerzo, sin creatividad. Solo Mujeres Creando ha estado
produciendo una ekeka desde hace algunos
años.
Innovar es importante. Ninguna costumbre
se mantiene intacta. Toda tradición evoluciona incorporando nuevos elementos pero
deja de ser una tradición viva cuando pierde la capacidad de innovación y
simplemente incorpora en bloque elementos ajenos como los gallos y sapos chinos,
y peor aún, la parafernalia de Barbie.
Una de las tradiciones más arraigadas,
los “periodiquitos”, pervive no gracias a los artesanos, sino a la iniciativa
de cada diario de La Paz. Hace un año me invitaron como jurado de la Alcaldía y
fue un placer revisar los textos y fotos cargados de humor.
Cuatro generaciones en Alasita, artesanos de verdad |
Ahora, más de un centenar de técnicos del
Ministerio de Culturas, artesanos y “actores sociales” preparan un nuevo
expediente de postulación de Alasita a la Lista Representativa de Patrimonio Cultural
e Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Hace un par de años Bolivia decidió
retirar el dossier porque recibió de Unesco información extraoficial de que no
iba a ser admitido.
Para todos lo que tenemos memoria,
Alasita es la feria de las miniaturas y del ekeko. Esos dos elementos son
esenciales y si ahora se pretende darle otro disfraz para esconder lo mucho que
ha cambiado en una o dos décadas, probablemente no se tenga éxito en la
postulación ante la Unesco. ¿Por qué no hacen otras ferias que den cabida a los
invasores de Alasita? Una feria de comidas tradicionales, una feria de juguetes
importados, una feria de joyería…
Rocha el Breve, alcalde interino de La
Paz, utiliza el tema demagógicamente y pretende organizar una “votación”
absurda y sin validez. La Unesco no funciona con presión de firmas, no es así.
No es un negocio como las “7 ciudades maravillosas” donde media la campaña y el
dinero. Para inscribir un patrimonio
material o inmaterial en la lista de la Unesco, los gobiernos nacionales (y no
los municipales) presentan un expediente realizado por expertos y con el apoyo
de la comunidad que es objeto de la
inscripción, en este caso serían los artesanos de alasitas.
Pretender que la comunidad es toda La
Paz, es bastante absurdo. No puede una comunidad de consumidores y de
mercaderes sustituir a la comunidad de artesanos. Los ritos que se practican
durante la Alasita, sobre todo a medio día del 24 de enero, cuando se inaugura,
son parte de la tradición, pero no tendría ningún sentido sin las miniaturas y
sin el ekeko, aunque ahora la Illa del ekeko haya tomado el protagonismo, de
acuerdo a la demagogia de estos tiempos. Hace unos años nadie sabía siquiera de
su existencia.
Dibujo de Abel Bellido (Abecor) |
El ministro de Culturas, Pablo Groux conoce
muy bien el tema pues cuando fue embajador de Bolivia ante la Unesco, los
países lo eligieron presidente de la Comisión de Patrimonio Mundial. Él debería
explicarle a Rocha, con dibujitos, cuál es el procedimiento que hay que seguir
ante la Unesco.
La feria de Alasita se ha desnaturalizado
de tal manera, que si no se hacen cambios radicales va a ser muy difícil probar
ante la Unesco que es una tradición que merece protección. Lo esencial está en
riesgo pues ha sido acaparada por mercaderes y ha perdido su capacidad de
innovar. ¿Habrá que presentar el nuevo expediente junto a China, en
reconocimiento a su “participación”? Un acertado dibujo editorial de Abecor (Abel
Bellido) muestra a un ekeko cargado de cosas importadas, con el letrero “No a
lo ajeno”. Por algo será.
____________________________
La tradición es un reto para la
innovación.
—Alvaro Siza