Alguna vez mi amigo y gran acuarelista
Ricardo Pérez Alcalá me dijo que lo más difícil en la acuarela era pintar los
pisos, el suelo, y que en hacerlo bien o hacerlo mal estaba la diferencia entre
un acuarelista maduro y otro con menos dominio de la técnica.
Ese mismo consejo, y seguramente miles
más, le ha dado a lo largo de varios años a su discípula Mónica Rina Mamani,
una joven pintora de El Alto cuya exposición visité, guiado por ella, en estos
días en la Galería Arte 21, en calle Pankara No 1002 entre 21 y Montenegro zona
San Miguel. La muestra cierra el 15 de agosto, razón para visitarla cuanto
antes.
Hace poco más de un año Mónica Rina
Mamani presentó su muestra anterior en las salas del Tambo Quirquincho, en La
Paz, 41 cuadros reunidos bajo el título “Mi tiempo”. Estuve la noche de la inauguración, acompañando a Mónica y a
Ricardo Pérez Alcalá, su maestro y mentor, y escribí una nota saludando la
emergencia de la joven pintora de El Alto. Ahora vuelvo a hacerlo para celebrar
su consolidación como una de las pintoras más importantes de la novísima
generación.
No quiero decir mucho sino a través de
las palabras de la propia Rina y de las imágenes de sus obras en esta muestra
que reúne por una parte paisajes bucólicos, por otra naturalezas muertas y
finalmente dos acuarelas que representan mujeres, una de ellas un desnudo muy
bello. En el breve video Rina habla de su camino en la pintura y de las enseñanzas
de su maestro, Pérez Alcalá.
Tal como lo señalé en 2012, en los
cuadros de Mónica Rina Mamani es clara la influencia de Ricardo Pérez Alcalá
cuya tutela le ha permitido alcanzar la excelencia técnica, trabajando en un
universo temático que sin duda está todavía contaminado por la mirada de su
mentor. Al igual que Ricardo, Rina rehúye el facilismo de una pintura de poco
detalle y técnica precaria, que con frecuencia esconde la arrogancia o la inseguridad
de los artistas que comienzan con ganas de “cambiar la pintura” o de "cambiar el mundo". Como su maestro,
Rina prefiere hacer un camino más pausado y más firme, y así ha logrado establecerse
como una artista que domina la técnica y que puede pintar en acuarela ya sea
un paisaje, una naturaleza muerta o un desnudo. La experimentación estilística
y temática más allá de estas fronteras clásicas vendrá en su debido momento, una vez que los desafíos técnicos hayan
sido dominados.
Las mazorcas de maíz, los viejos baúles
de cuero, las marraquetas de pan, los quirquinchos o el brillo intenso amarillo
de los membrillos o rojo de las granadas en una naturaleza viva aunque
estática, guían el recorrido por la muestra. Quizás lo que más sorprende a los
visitantes son los dos cuadros que representan a mujeres, los únicos donde los
personajes son centrales. En esos dos cuadros se despliega la imaginación de Rina
y trasluce su necesidad de no solamente representar la realidad como es sino de
interpretarla con rasgos oníricos.
La trayectoria de Mónica Rina Mamani continua
fortaleciéndose en la medida en que ella adquiere un mayor dominio la técnica.
Sobre la solidez que ha mostrado hasta ahora en su pintura tendrá que ir
construyendo paulatinamente una obra propia, como un gajo independiente que brotará
en el terreno fértil abonado por Pérez Alcalá. Ambos son conscientes de que el
tiempo los irá separando estilísticamente, poco a poco Mónica encarará los
temas que prefiere y lo hará con su manera personal y única de mirar y pensar
la realidad.
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Yo no pinto lo que veo, pinto
lo que pienso
– Pablo Picasso