Como sucedió con la Ley de Servicios
de Comunicación Audiovisual de Argentina, la Ley Orgánica de Comunicación ecuatoriana ha sido recibida
con alborozo, cautela o crítica cerrada, según quién se exprese sobre
ella. Me queda claro que los más
críticos son los que antes de leerla ya sabían lo que iban a decir, pero me
preocupa que esas críticas sean tan sesgadas, que por una parte distorsionan la
verdad sobre el proceso que se siguió para poder contar con la ley, y por otra
la interpretan a partir de suposiciones de lo que supuestamente se esconde
detrás del texto: la intención del gobierno de Correa de controlar a los medios
en su favor.
Por ejemplo se dice que el proyecto de
ley que se aprobó es un proyecto gestado por el oficialismo, pero yo recuerdo
que durante años las organizaciones de la sociedad civil llevaron adelante un
proceso de consulta para elaborar una propuesta. Eso no se menciona. ¿Se
ningunea el esfuerzo de concertación de la sociedad civil o realmente el
proyecto que se aprobó es un proyecto gestado en el oficialismo?
Sobre este tema sostuve hace poco un diálogo
con José Ignacio López Vigil que ha participado, junto a otros especialistas y
organizaciones de la sociedad civil, en el diseño de la propuesta de ley que,
con modificaciones, fue aprobada por la asamblea ecuatoriana. El diálogo completo se publicó en el número
128 de la revista Nueva Crónica. Para quienes no tienen acceso a la revista,
comparto el texto a través de este blog.
José Ignacio López Vigil |
AGD: Los comentarios de instituciones
y personas independientes, que son los que más me interesan por ser los más
serios y responsables, sugieren que algunos aspectos de la propuesta de la
sociedad civil fueron sacrificados.
JILV: El mayor vacío de esta Ley se refiere a las nuevas tecnologías, al
internet, a la telefonía que no ha sido incluido y lo han descoyuntado para una
“ley de telecomunicaciones”. Por más que peleamos, no logramos que se
entendiera la convergencia digital, que hoy día no se pueden separar contenidos
de soportes. Otro aspecto donde perdimos fue en la composición gubernamental y
no ciudadana del Consejo de Regulación de la Comunicación.
AGD: La Ley se aprobó sin que el congreso debatiera todos los
artículos, ¿cómo sucedió?
JILV: La Ley lleva más de cuatro años de gestación. En la anterior Asamblea
se discutió en dos debates el proyecto de Ley. Pero después cambió la Asamblea
(ahora tiene mayoría absoluta Alianza País). Y cambió también en varios
artículos el proyecto de Ley. Esos nuevos artículos (algunos bien sensibles,
como la composición del Consejo de Regulación y la introducción de una
Superintendencia de Comunicaciones) no se debatieron en la Asamblea. Se
aprobaron en un par de horas levantando manos de asambleístas.
AGD: El tema de la censura previa
suele ser el caballito de batalla de quienes defienden a los grandes medios y
atribuyen al Estado intenciones maquiavélicas. A mi entender la libertad de
expresión estará mejor cuidada, porque ya no dependerá del arbitrio y del humor
de personeros del gobierno, sino que tendrá que ejercerse responsablemente de
acuerdo al texto de la Ley. Toda vez que la Ley fija parámetros claros, no
debería existir autocensura pero si autorregulación responsable. ¿Hay algún
resquicio en esta Ley que permita que el gobierno ejerza la censura previa?
¿Hay riesgos de que el ejecutivo pueda sancionar al margen de los canales
judiciales que establecen las leyes?
JILV: Si el texto de la Ley se cumpliera, no habría riesgos de censura
previa. El problema es que quienes quedan encargados de hacerla cumplir no
tienen suficiente independencia, están nombrados por el Ejecutivo o son cargos
de su confianza. Algunos artículos medio ambiguos permitirían, sí, discrecionalidad.
Ahora bien, la tremenda campaña presentando la Ley como una “mordaza”, sin
duda, llevará a algunos periodistas a actitudes de autocensura. La Ley no
incluye sanciones penales, sino administrativas.
AGD: Quienes se oponen a la ley y en general a cualquier
mecanismo que regule el funcionamiento de los medios de información consideran
que el establecimiento de normas deontológicas es un dispositivo de censura,
pero no tienen la honestidad de reconocer que esas normas existen en todos los
países que cuentan con leyes de servicios de comunicación, por ejemplo en
Europa y en América del Norte.
JILV: Las normas deontológicas que se enumeran en el artículo 10 de la Ley
son correctas, bien orientadas, casi diría elementales para el buen ejercicio
periodístico. Personalmente, no veo ningún problema en ellas.
AGD: Me ha sorprendido también en las
críticas que se hacen a la Ley, la oposición a la promoción de producción y
contenidos nacionales. Me recuerda el debate sobre la excepción cultural que
libró Francia contra Estados Unidos, que pretendía que la cultura sea un bien
comercial como los jabones o los automóviles. Francia y otros países europeos
defendieron la diversidad cultural y la necesidad de proteger la producción de
bienes culturales nacionales. Lo que algunos aplaudieron en la posición
europea, ahora critican a la Ley ecuatoriana que establece tiempos mínimos para
la difusión de producción nacional.
JILV: La Ley establece un 60% de producción nacional en los canales de TV. Un
10% de producción independiente. Un 50% de música nacional. Todas estas cuotas
son estupendas normas para fomentar la identidad nacional, para salir de la
programación gringa enajenada en que nos movemos. Creo que estas cuotas son de
las mejores cosas que incluye la Ley y los artistas, en general, están
contentos con ellas.
AGD: Quizás los aspectos más
importantes una vez que la Ley ha sido aprobada por amplia mayoría en la
Asamblea Nacional son dos que tienen que ver por una parte con la conformación
de un ente especializado y descentralizado encargado de tomar las decisiones y
con la elaboración de disposiciones concretas que lleven a la práctica los
lineamientos legales. ¿Existe el riesgo de que el Consejo de Regulación y
Desarrollo de la Comunicación sea copado por el Estado?
JILV: El Consejo está conformado por cinco miembros. El primero y que lo
preside es nombrado por el Ejecutivo. Después está un representante de los
Gobiernos locales, otro del Consejo de Participación ciudadana, otro de los
Consejos de Igualdad y un miembro de la Defensoría del Pueblo. En sí misma,
esta conformación no sería rechazable. Pero, en la práctica, el Ejecutivo
controla la mayoría de esos cinco puestos. Ese es el riesgo, sí.
AGD: La pregunta que se impone es si Ecuador
está mejor ahora con Ley que antes sin Ley. A pesar de sus lagunas la Ley, establece límites a los monopolios
mediáticos, favorece a los medios públicos y comunitarios de una manera equilibrada y justa, y
protege la cultura nacional frente a la invasión de productos enlatados de
pésima calidad. Ojalá la televisión comercial, que es
una basura como en la mayoría de los países de la región, mejore en los
próximos años.
JILV: La Ley que acaba de ser derogada con la nueva venía de los tiempos de
la dictadura de Rodríguez Lara, luego maquillada en el 95. Era una Ley
discriminatoria, mediocre, obsoleta. Claro que Ecuador necesitaba una Ley de
Comunicación y está mejor con esta Ley que con la anterior, o sin ninguna. La
limitación de los monopolios (sólo se puede tener una concesión para FM, una
para AM y una para TV) es digna del mejor aplauso. Igualmente, la distribución
tripartita del espectro entre el sector público, el privado y el comunitario.
Creo que hemos dado un gran paso de avance. Pero hay lagunas, hay artículos que
deben ser mejorados. Y sobre todo,
la ciudadanía, gestora en buena parte de esta Ley, debe estar vigilante
para que los funcionarios públicos la apliquen con transparencia y honestidad.
Ese es el desafío para esta nueva etapa.
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Muchas veces las leyes son
como las telarañas:
los insectos pequeños
quedan prendidos en ellas;
los grandes la rompen. —Anacarsis