Ricardo Bajo, periodista cultural, es uno
de los colegas que se han tomado el tiempo de leer Cruentos, y además, ha tenido la iniciativa de escribir sobre mi
libro. Ricardo no es ajeno a mi proceso de escritura, de hecho gracias a una invitación
provocadora que me hizo a principios de noviembre del 2008 es que escribí a
cuatro manos con Carlos D. Mesa el último cuento del libro: “Descenso”.
Y ahora que lo pienso, “Descenso” no es
el único cuento en este libro cuyo nacimiento se debe a la invitación de algún
amigo. Uno de los que menciona Ricardo, “Rally Dakar-París”, surgió de una
conversación en París con Pierre Kalfon. Pierre, autor de una de las dos
mejores biografías del Ché entre otros libros, me pidió un texto testimonial
para una antología de relatos eróticos que quería compilar. Otro cuento,
“Música de penumbras”, lo escribí para atender la invitación de Manuel Vargas
para su revista Correveydile. De alguna manera todo lo que uno escribe surge
cuando uno se siente provocado o interpelado, ya sea por un amigo o por una
imagen.
Esto es lo que Ricardo publicó en La
Razón el 25 de abril pasado:
Los cuentos de Gumucio están de vuelta, nos sumergen en un mundo maduro y crepuscular inundado de frustraciones, pesadillas, venenos, muerte, aviones y fusilamientos. Y sin comerlo ni beberlo, el autor nos narra sus soledades y amarguras de todas maneras. De postre: sus sueños surrealistas con serpientes de plata y muros sin puertas.
Cruentos trae un par de buenos cuentos políticos (de pasado guerrillero); otro par de relatos mineros; una sabrosa narración erótica (Rally Dakar-París); y un excelente cuento futbolero-político: Descenso, escrito a cuatro manos junto al expresidente Carlos Mesa (texto ya publicado en la antología Warikasaya, cuentos stronguistas, Letralia).
La literatura breve-sugerente de Gumucio nos deja la vida picando (como todo buen cuento corto), nos asoma al precipicio del miedo, se mira en el espejo sutil de la vejez y desconfía de dios, ese hombre con minúsculas que está sentado en un parque alimentando a las palomas en su día libre.
Y para concluir, uno de los cuentos más
breves del libro:
Desierto
Soñé que las arenas del desierto se fundían bajo un sol intenso hasta convertirse en una superficie pulida y cristalina, un espejo ondulado y destellante. El cielo se miraba en él. Las dunas de plata adquirían de pronto movimiento, se quebraban en olas frescas, el desierto se convertía en un mar súbitamente poblado de peces y aromas salinos. Desperté y a lo largo de mi vida sucedió todo lo contrario.