08 abril 2013

Una lectura de Cruentos



La escritora Giancarla de Quiroga fue la primera lectora de Cruentos que escribió un comentario sobre el libro. La reseña, transcrita a continuación, se publicó en la revista boliviana Nueva Crónica y Buen Gobierno (Nº 120, marzo 2013).

Femme couchée, de Luis Zilveti
Cruentos (La Paz, Plural 2012) de Alfonso Gumucio Dagron ofrece cuentos, relatos y microcuentos inspirados en una serie de temáticas realistas o fantásticas que muestran la versatilidad del autor, desde relatos mineros, de represión política, violencia, sueños, ensueños, fantasías, humor negro, hasta cuentos de literatura fantástica, erótica y un relato escrito a cuatro manos con Carlos D. Mesa, Descenso, que combina la preocupación futbolística, casi obsesiva, con la evocación de un golpe de estado inscrito en la historia boliviana. Además de su mérito literario, este libro tiene el valor agregado de presentar hermosos dibujos de Luis Zilveti, dando como resultado una feliz combinación: el placer de la lectura con el goce estético visual.

El hecho que Alfonso Gumucio, alias el Moro, además de cuentista – o “cuentólogo”, como definía Julio de la Vega a los “militantes” de este género- sea poeta, comunicador y cineasta, contribuye a forjar historias bien urdidas, bien tramadas y un estilo impregnado de todos las vetas de los diferentes oficios: desde la narración objetiva y realista de la crónica periodística, hasta “tomas” de imágenes propias del cine; o relatos poéticos inscritos en una atmósfera fantasmal, nebulosa y lunar, bajo el silencio de las estrellas, donde por momentos se confunden sueño y vigilia.

No todos los cuentos son cruentos, tal como lo sugiere el título con una “R” roja, ni todos los cuentos son tales, ya que algunos responden más al género del relato- según algunos críticos existen matices que diferencian el relatar y el contar, pero ése es otro cuento…

Un recurso que utiliza con frecuencia el narrador es el tratamiento del lenguaje de los objetos, como en Abarca o en La subida. Los microcuentos, algunos con una capacidad de síntesis plasmada en pocas líneas, están muy bien logrados. El que —en mi opinión— se lleva la flor es Portal, capaz de arrancar una sonrisa en 17 palabras. La hermosa ilustración de Zilveti convierte al artista prácticamente en coautor. A modo de citar algunos microcuentos menciono a Cianuro —de humor negro—, El camino —de denso dramatismo— y El espejo.

El crítico uruguayo Nicasio Perera San Martín en Semiología de los géneros narrativos (1983:52) sostiene que las características principales del cuento son: la brevedad, la ambientación en un lapso de horas o días y la tensión que se resuelve en el final sorpresivo, en un desenlace impactante. Coincide con este criterio Enrique Anderson Imbert que en su Teoría y técnica del cuento (1979) afirma que la trama del cuento debe “construir tensiones y distensiones graduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector” (1979:52), tal como lo logra, magistralmente, Gumucio en el cuento erótico Manual del violador y en Chez papá.

En el capítulo titulado Desenlace sorpresivo, Anderson Imbert se refiere al final ambigüo, abierto, o al cuento aparentemente inconcluso. En muchos cuentos el Moro utiliza este recurso: el final que no narra, no lo dice todo, sugiere. A través del poder de la alusión el primer cuento del libro, El asalto, alude al ritual que precede a la muerte del protagonista. Otros cuentos tienen un final intencionalmente ambigüo, que exige la lectura participativa, una suerte de complicidad entre autor y lector, como Secuestro.

Varios relatos atrapan al lector narrando sucesos y situaciones verosímiles o fantásticas, sin que la falta de un final sorpresivo les reste interés, entre ellos destaca Rally Dakar-París que se inscribe en el género de la literatura erótica junto con la pregunta: ¿realidad o fantasía?

Al analizar los cuentos Edgar Allan Poe sostenía que lo importante es que podían leerse “de una sola sentada”, lo que alude no sólo a la brevedad y el tiempo que demanda el acto de leerlos, sino principalmente, al interés que despierta su lectura.  

Ricardo Piglia -citado por Gabriela Ovando, fuente no identificada- afirma que el cuento actual siempre cuenta dos historias: una clara y abierta, otra cifrada y secreta, como si fueran una sola. La historia secreta se construye con lo no dicho, con lo sobreentendido, con la alusión sutil, y éste es el desafío que plantean los Cruentos de Alfonso Gumucio. 




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Porque en verdad es duro estar a medias con el alma
y estar a media sangre con el odio
y a medio amor apenas con la rosa.
                             —Alejandro Aura