La escritora Giancarla de Quiroga fue la primera lectora de Cruentos que escribió un comentario sobre el libro. La reseña, transcrita a continuación, se publicó en la revista boliviana Nueva Crónica y Buen Gobierno (Nº 120, marzo 2013).
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Femme couchée, de Luis Zilveti |
Cruentos
(La Paz, Plural 2012) de Alfonso Gumucio Dagron ofrece cuentos, relatos y microcuentos
inspirados en una serie de temáticas realistas o fantásticas que muestran la versatilidad
del autor, desde relatos mineros, de represión política, violencia, sueños,
ensueños, fantasías, humor negro, hasta cuentos de literatura fantástica, erótica
y un relato escrito a cuatro manos con Carlos D. Mesa, Descenso, que combina la preocupación futbolística, casi obsesiva,
con la evocación de un golpe de estado inscrito en la historia boliviana. Además
de su mérito literario, este libro tiene el valor agregado de presentar
hermosos dibujos de Luis Zilveti, dando como resultado una feliz combinación:
el placer de la lectura con el goce estético visual.

No todos los cuentos son cruentos, tal como lo
sugiere el título con una “R” roja, ni todos los cuentos son tales, ya que
algunos responden más al género del relato- según algunos críticos existen
matices que diferencian el relatar y el contar, pero ése es otro cuento…
Un
recurso que utiliza con frecuencia el narrador es el tratamiento del lenguaje
de los objetos, como en Abarca o en La subida. Los microcuentos, algunos con
una capacidad de síntesis plasmada en pocas líneas, están muy bien logrados. El
que —en mi opinión— se lleva la flor es Portal,
capaz de arrancar una sonrisa en 17 palabras. La hermosa
ilustración de Zilveti convierte al artista prácticamente en coautor. A modo de
citar algunos microcuentos menciono a Cianuro
—de humor negro—, El camino —de denso
dramatismo— y El espejo.

En el capítulo titulado Desenlace sorpresivo, Anderson Imbert se refiere al final ambigüo,
abierto, o al cuento aparentemente inconcluso. En muchos cuentos el Moro utiliza
este recurso: el final que no narra, no lo dice todo, sugiere. A través del
poder de la alusión el primer cuento del libro, El asalto, alude al ritual que precede a la muerte del
protagonista. Otros cuentos tienen un final intencionalmente ambigüo, que exige
la lectura participativa, una suerte de complicidad entre autor y lector, como Secuestro.

Al analizar los cuentos Edgar Allan Poe sostenía
que lo importante es que podían leerse “de una sola sentada”, lo que alude no
sólo a la brevedad y el tiempo que demanda el acto de leerlos, sino
principalmente, al interés que despierta su lectura.
Ricardo Piglia -citado por Gabriela Ovando,
fuente no identificada- afirma que el cuento actual siempre cuenta dos
historias: una clara y abierta, otra cifrada y secreta, como si fueran una
sola. La historia secreta se construye con lo no dicho, con lo sobreentendido,
con la alusión sutil, y éste es el desafío que plantean los Cruentos de Alfonso Gumucio.
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Porque en verdad es duro estar a medias con el alma
y estar a media sangre con el odio
y a medio amor apenas con la rosa.
—Alejandro Aura