Caminando por Praga uno fortalece los
músculos del cuello, además de las piernas, de tanto levantar la cabeza para
ver las fachadas de los edificios y las sorpresas que aguardan en las alturas.
Lo más probable es que si uno caminara las calles de Praga sin mirar hacia
arriba, podría perderse una decena de obras de David Černý, uno de los artistas
más conocidos y controvertidos de la República Checa.
Las obras de Černý se fueron apareciendo
en el camino a lo largo mi estadía en Praga, en los barrios de Stare Mesto
(Ciudad Vieja) y de Mala Strana (Barrio Menor). Sin quererlo, mientras buscaba
las huellas de Kafka, fui también uniendo con mis pasos los puntos que llevan a
la obra pública de David Černý en la capital checa. La primera vez que las topé
en mi camino no reparé en el nombre del artista (algunas no tienen una placa
que explique su origen), pero poco a poco descubrí que Černý se ha apropiado
con su arte provocador de las calles de esta magnífica urbe.
En la Ciudad Vieja, a la altura del último
piso de un edificio en la calle Husova, está “Hanging out” (1996), la figura en
tamaño natural nada menos que de Sigmund Freud, el padre del sicoanálisis, colgado
de un palo sobre la cabeza de los pasantes que ni cuenta se dan de la
existencia de esta instalación de David Černý, exhibida antes en Berlín,
Londres y Estocolmo.
No muy lejos, también tuve que levantar
la cabeza en el hall del clásico Cine Lucerna para apreciar la extraña
escultura “Montando al caballo muerto” que representa a San Wenceslao, patrón
religioso de los checos, montado en un caballo que está al revés, colgado por
las patas. Es una parodia cruel de la estatua original que se
encuentra muy cerca del Palacio Lucerna, en la Plaza Wenceslao. Se ha dicho que
la estatua de Černý es un ataque frontal al presidente Vaclav (Wenceslao en
castellano) Klaus, de quien ha dicho que es un “cretino integral”. Klaus
entregará el poder en marzo a Milos Zeman, vencedor de las elecciones de 2012,
luego de 10 años de gobierno. Probablemente esto alegrará a Černý.
Si uno se distrae –como me pasó la
primera vez que crucé la Plaza Anenske, cerca del Puente Carlos- se olvida de
levantar la cabeza para descubrir “Embryo” (1996), un embrión de acrílico
translúcido y metal, de 120 cm de altura, adosado a una tubería en la esquina a la altura del segundo piso de una casa. Es una escultura curiosa, sobre todo
de noche cuando filamentos de neón rojos y amarillos la iluminan por dentro. Parece
una imagen tomada de una película de ciencia ficción, de alienígenas. La instalación
es un enigma para mí, pero de eso se trata el arte, de provocar preguntas.
Ya con el cuello acostumbrado al
ejercicio de mirar hacia arriba, a dos cuadras de la Plaza Anenske, en el patio
central del Museo AMoYA (Artbanka Museum of Young Art) descubro la escultura
“Guns” (1994), cuatro pistolas gigantescas tipo Browning que cuelgan sobre la
cabeza de los visitantes, quizás para subrayar la desproporción y círculo
vicioso del armamentismo. Esta instalación no parece tener relación con las
otras obras de Černý aunque lo cierto es que desde el punto de vista estilístico
muy pocas se parecen entre sí. Lo que tienen en común es sin duda su carácter
provocador. Černý es un artista conceptual que expresa su posición estética y
política a través de sus instalaciones, generalmente esculturas
gigantescas.
Sobre el mismo patio de AMoYA se abre una
puerta a un semisótano ófrico en el que se encuentra “Saddam en el tanque de
tiburones”, una gran pecera que contiene el cuerpo sumergido de Saddam Hussein,
el dictador de Irak que fue destronado, perseguido y ajusticiado por Estados
Unidos en una de esas acciones que sirven para recordar quién domina el mundo.
Saddam aparece desnudo, flotando en formol con las manos atadas atrás, una
clara alusión a la tortura que podría interpretarse de dos maneras: la tortura
que practicó cuando ejercía el poder absoluto en su país o la revancha que se
tomaron quienes lo apresaron y ajusticiaron. Lo cierto es que no es algo que
uno disfrute mirando, a menos que uno tenga escondida en alguna parte del
cuerpo la vocación de verdugo.
David Černý es un artista controvertido,
pero de todas sus obras esta es una de las que más polémica ha levantado, no
solamente por las referencias políticas (que las hay en casi todas sus otras
obras) sino por la crudeza de la representación. La instalación es una parodia de la obra “La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo” de
Damien Hirst, con la diferencia de que en la pecera de Hirst hay un tiburón. No
falta quien ha tratado de encontrar explicaciones en la comparación entre Saddam
y el tiburón y sin duda se podría especular indefinidamente, pero Černý se
limitó a decir sobre esta obra: “La provocación es una razón amplificada de
porqué el arte existe. Tiene que tener algo detrás a lo que supuestamente
llamamos ‘arte’ y no diseño. Tiene que tener un mensaje, lo que sea”.
Sólo se puede entender la obra
provocadora y poco convencional de Černý si uno toma en cuenta la historia de
su país, el paso de largas décadas de regímenes autoritarios a un clima de
libertad de expresión. A raíz de la “revolución de terciopelo” que derivó en la
caída del régimen comunista en Checoslovaquia el 17 de noviembre de 1989, surgieron
artistas como David Černý, producto y expresión de las transformaciones
sociales, políticas y culturales.
Del otro lado del Moldava, cruzando el
puente Carlos hasta Stare Mesto, hay cuatro obras más de Černý. Frente a la
entrada del Museo Kafka en Cihelna dos hombres desnudos, frente a frente, con
el pene en la mano, riegan un espacio que tiene la forma del mapa de la
República Checa. “Piss” (2004) es una escultura en bronce, con movimiento
programado por microprocesadores, que permite escribir con los chorros de agua frases
de residentes famosos de Praga y mensajes de SMS que la gente puede enviar
desde sus teléfonos inteligentes al número +420 724 370 770. Como es muy
difícil distinguir la escritura sobre el agua (menos aún en checo) no sé si
esa parte funciona todavía, pero la mitad superior de las figuras se mueve regularmente
a izquierda y derecha, mientras el chorro de agua que sale de los penes moja el
mapa donde algunos visitantes echan monedas para la buena suerte.
Dentro del Museo Kafka, en la sala
dedicada a En la colonia penitenciaria,
hay una pequeña escultura de David Černý, una máquina de tortura que fue usada en 1989 durante la realización de una
película basada en el cuento del escritor checo.
Hay en Mala Strana dos obras más de Černý,
una de ellas en el patio de la Galería Futura cerca del Parque Petrin y otra
en el hermoso jardín sobre la ribera del Moldava, junto al Museo Kampa. La
primera, “Brown Nosers” (2003), es otra obra polémica y provocadora, procaz
para algunos.
Se trata de una escultura gigante en acrílico blanco que muestra dos hombres sin torso ni cabeza, inclinados sobre un muro, con una escalera adosada al trasero que termina en el orificio del ano por donde los visitantes pueden asomarse y ver adentro la proyección de un vídeo que se burla de Milan Knizak, director de la Galería Nacional de Arte, y del presidente Václav Klaus, con quien Černý suele ser despiadado.
Se trata de una escultura gigante en acrílico blanco que muestra dos hombres sin torso ni cabeza, inclinados sobre un muro, con una escalera adosada al trasero que termina en el orificio del ano por donde los visitantes pueden asomarse y ver adentro la proyección de un vídeo que se burla de Milan Knizak, director de la Galería Nacional de Arte, y del presidente Václav Klaus, con quien Černý suele ser despiadado.
“Bebés” (2000) en Kampa Park es una obra
extraña, pero más amable: tres bebés enormes en actitud de gatear. Si bien los
cuerpos y las cabezas de bronce están bien proporcionados, los bebés no tienen
rostro, en su lugar hay un rectángulo hundido como si fuera resultado de un
golpe. Estos bebés, al igual que otras instalaciones de Černý, han sido
expuestos en varias ciudades europeas. Antes de gatear tranquilamente en Kampa
Park, estuvieron trepando la Torre Zizkov de telecomunicación y algunos edificios en
Rotterdam.
En la página de David Černý, donde lo primero que uno escucha es un
sapo que croa, hay información sobre otras obras del artista, en ciudades de
Europa y del mundo.
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Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores
quienes hacen los cuadros. —Marcel Duchamp