10 agosto 2011

Cantinflas, 100 años


Da gusto ver cómo los mexicanos reconocen en vida, y también después, a sus figuras notables. Con motivo de cumplirse este 12 de agosto los 100 años del nacimiento de Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes, mejor conocido como Cantinflas, México ha organizado numerosos homenajes al gran cómico latinoamericano.

Cantinflas ya había sido inmortalizado en vida por Diego Rivera en el mural, en mosaico de vidrio veneciano, que hizo para el Teatro Insurgentes, donde representó al actor en el mero centro; y la Real Academia de la Lengua reconoce en su diccionario el verbo “cantinflear”: qué mejor manera de pasar a la inmortalidad que ser parte del lenguaje cotidiano.  

Este año, el Gobierno Federal emitió dos estampillas para celebrar el centenario del comediante, y la lista de eventos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) despliega sus alas durante todo el mes: sus películas se exhiben en la Cineteca Nacional y en el Canal 22, cápsulas de sonido con su voz se escuchan en Radio Educación y en los vagones del metro. Además, mesas redondas, publicaciones especiales, conciertos…

En la Avenida Reforma, a lo largo de la galería abierta de las rejas del Bosque de Chapultepec, un sitio privilegiado para exposiciones fotográficas, se han instalado 126 enormes reproducciones de fotografías de Cantinflas en diferentes etapas de su vida privada y de su cine. Los carteles de sus películas más famosas –hizo más de medio centenar desde 1936- alternan con algunas imágenes poco conocidas de su vida.

Todo esto viene a cuento porque conservo unas fotos de él y con él, tomadas en 1984 cuando tuve la oportunidad de conocerlo y entrevistarlo. Incluí una de esas fotos en mi exposición “Retrato hablado”, el año 1990, con un breve texto recordando las circunstancias de aquel encuentro. 

Que quede claro: entrevisté a Mario Moreno, no a Cantinflas. Lo visité en la Avenida Insurgentes, en las oficinas de la fundación a través de la cual realizaba obra social a favor de los niños, algo que él se tomaba muy a pecho, por lo que pude constatar. Al entrar a su fundación dejaba el humor en la puerta. En alguna parte leí que Chaplin era así. Nos recibió un hombre serio, respondía con el mínimo de palabras a las preguntas, sin humor y sin ironía; entendí que en la pantalla y en la vida se trataba de dos personajes distintos. Apenas esbozó una tenue sonrisa para la foto .

Mi amigo Juan Carlos Gato Salazar, estaba conmigo y tomó una foto con Mario Moreno. Yo le quedé debiendo la que le tomé a él, que nunca pude encontrar entre mis archivos de diapositivas cuando regresé a Bolivia después del exilio. Otras cosas más le debo a Gato Salazar, quien estaba entonces a cargo de un nuevo Servicio de Reportajes Ilustrados de la DPA (Agencia Alemana de Prensa) del que fui uno de los primeros colaboradores, según recuerda él en el libro “De buena fuente” que coordinó con motivo del cincuentenario del Servicio Internacional en Español de la agencia.   

Gracias a la DPA que los distribuía a un centenar de diarios, revistas, agencias, redes de radio y televisión de América Latina y España, hice a mediados de los 1980 varios reportajes sobre personalidades de la cultura de México. Así conocí al extraordinario Emilio “Indio” Fernández, al jefe de fotografía Gabriel Figueroa, al escritor José Agustín, y otros más. Recuerdo con placer esa época.

Juan Carlos Salazar es uno de los periodistas más importantes que ha dado Bolivia, cubrió durante siete meses la Guerrilla del Ché y salió al exilio con el golpe de Bánzer. Gato trabajó siempre con la DPA, y sigue con la agencia como consultor externo ahora que está jubilado. Ha pasado cuatro décadas con la agencia, de modo que algunos consideran que ya es parte del inventario.

Pero regresemos a Cantinflas, para concluir. Los homenajes por el centenario de Mario Moreno están manchados por la disputa, que ya dura 18 años, desde la muerte del actor, entre el sobrino y el hijo adoptivo, al cual más aprovechador y codicioso. Ambos pretenden quedarse con la herencia del actor, y pelean encarnizadamente por ella mientras, a la mala, hacen negocio con la imagen de Cantinflas, sin haber hecho mérito alguno en sus vidas para merecer ese dinero que les llueve del cielo.

El hijo adoptivo no oculta su codicia cuando resume la lista de “productos” que tiene pensado lanzar al mercado: “juguetes, vajillas, camisetas, chocolates, cuadernos, juegos de sábanas, juegos de baño, ropa infantil, la línea de cocina, salsas y chile en polvo…” además de “una botella de agua que te quita las ansias de fumar”.

Pero, paradojas de esta historia, al final un pirata más grande, Columbia Pictures, se quedó con los derechos de distribución de 34 películas de Cantinflas, mientras sobrino e hijo adoptivo continúan disputándose las migajas.