Sobre llovido, mojado. Cuando uno cree que las
malas nuevas van a terminar al día siguiente y cuando uno busca algo de descanso
después de tanta zozobra, siguen llegando esas noticias que uno no quisiera
leer ni escuchar. Por ello me ha tomado varios días vencer mi parálisis y
escribir lo que sigue.
Jean Douchet (1929-2019) |
En esa primera entrevista, luego de
interesarse en mi procedencia (fui el primer y único boliviano que
estudió en el IDHEC), me hizo varias preguntas, de las que me marcó una aparentemente
inocente, pero que no lo era en absoluto: “¿Para qué quieres estudiar cine”?” Ahí
empezó una larga amistad.
Jean Douchet me enseñó a ver cine. No a mirar cine, sino a ver. Es decir, me
enseñó a desarrollar la capacidad (o el instinto) de analizar una película en
toda su complejidad y en los niveles que un espectador normal no alcanza a
distinguir. Las clases con él eran deliciosas, porque nos sentábamos alrededor
de una mesa de edición y en la pequeña pantalla pasaban las escenas de grandes
clásicos del cine en copias en 16mm o en 35mm. Jean detenía la imagen cuando
era necesario, o volvía a mostrar una toma para revelar en un encuadre algo que
no habíamos notado. Con él analizábamos plano por plano algunas películas, con
especial atención al montaje, a la fotografía, a la luz, a las líneas de la
composición. En los grandes maestros, nada era gratuito. Todo lo que aparecía
en la imagen tenía una razón de ser. Después de cada clase con él, nos
sentíamos más inteligentes.
Nos decía que el conocimiento a través del
cine se hacía de adentro hacia afuera, en lugar de estudiar el objeto de arte
desde afuera hacia adentro. Y para demostrar aquello todas sus clases de
análisis de filmes, en grupos muy pequeños de estudiantes alrededor de la mesa
de montaje, tenían la misma estructura: ver una película y analizarla escena
por escena, plano por plano. Era la
escuela que había dejado Henri Langlois, el creador de la Cinemateca Francesa:
no fijarse tanto en los diálogos y en la historia, sino en la manera de narrar
a través de la imagen.
Douchet, profesor en el IDHEC |
En mis tiempos de estudiante de cine
(1972-1976), gracias a su estímulo comencé a escribir comentarios de todas las
películas que veía. Lo hice con férrea disciplina durante cuatro años, pero no
era una tarea fácil ya que en virtud de una tarjeta mágica que nos permitía
entrar gratuitamente a todas las salas de cine de París, veíamos entre 3 y 4
películas diarias. Solíamos terminar a media noche en la última proyección de
la Cinemateca Francesa, que entonces quedaba en el Palais de Chaillot. Antes de
acostarme, escribía varias páginas. Como resultado, tengo probablemente dos mil
comentarios de cine inéditos, en cuatro gruesos archivadores de palanca,
escritos de un solo golpe en una máquina de escribir portátil, Olympia.
Douchet nació el 19 de enero de 1929 en Arras,
la ciudad capital de Pas-de-Calais, y después de sus estudios de filosofía
comenzó a escribir en La Gazette du Cinéma fundada por Eric Rohmer, y
posteriormente durante la década de 1950 en Cahiers du Cinéma, la emblemática
revista especializada fundada por André Bazin. Jean Douchet ejerció la crítica
junto a François Truffaut, Jean-Luc Godard, Eric Rohmer, Claude Chabrol y otros
que en años siguientes se convirtieron en los grandes cineastas de la Nouvelle
Vague (Nueva Ola) del cine francés. Jean hizo también algunos filmes, pero lo
suyo era escribir sobre cine, analizar películas, desmenuzarlas, y eso es lo
que hizo a lo largo de su vida.
Su personalidad era la de un diletante, al
menos así lo recuerdo, un hombre grande y bonachón a quien le gustaba la buena
comida, el buen vino y por supuesto el buen cine. Nunca lo vi de mal humor, ni
durante mi periodo de estudiante ni años después, cuando me daba modos para
verlo un rato cuando regresaba a París.
Aunque menos conocido como cineasta, fue uno
de los autores de “Paris, visto por…” (1965), un largometraje de ruptura compuesto
por seis historias que suceden en diferentes barrios de París, dirigidas por Jean
Douchet, Jean-Luc Godard, Jean Rouch, Claude Chabrol, Eric Rohmer y Jean-Daniel
Pollet. Douchet hubiera querido dirigir el corto sobre el barrio de Le Marais,
más suyo que ninguno, pero aceptó desarrollar su historia al otro lado del
Sena, en St. Germain des Pres. Un dato no menor es que la fotografía del corto
la hizo Néstor Almendros, a quien Jean Douchet llevó como profesor al IDHEC,
donde fue un lujo tenerlo como maestro y amigo.
Sobre el IDHEC, ofreció en abril de 2018 una
larga charla que me ha traído a la memoria aquellos años. Esa conversación, en
francés, se puede ver en YouTube. Fue una de sus últimas apariciones públicas.
Douchet, con Agnes Varda y Jean-Luc Godard |
A pedido de sus amigos cineastas, hizo breves
apariciones (cameos) en películas emblemáticas de Godard, Truffaut, Rohmer,
Eustache y Rivette, y posteriormente interpretó papeles en películas de
directores de las nuevas generaciones que él había formado. Una tercera faceta
es su trabajo en la televisión, realizando el análisis de películas de grandes
realizadores.
Lo vi pocas veces en este siglo, por razones
de distancia mayor, pero lo extrañaré como si hubiéramos estado conversando
ayer en un café de Le Marais, su barrio, y el barrio donde nos encontramos la
última vez.
_____________________________
La critique est l'art d'aimer. Elle est le
fruit d'une passion qui ne se laisse pas dévorer par elle-même, mais aspire au
contrôle d'une vigilante lucidité. —Jean Douchet