26 enero 2019

Ratas con alas

Picasso
 Pablo Picasso solía dibujarla de un solo trazo, con un laurel en el pico.  A una de sus hijas le puso ese nombre: Paloma. Blanca, representó desde 1949 el símbolo de la Paz mundial. La primera versión de Picasso, realizada para el Congreso Internacional de la Paz,  era una paloma en pleno vuelo, salpicada de pequeños garabatos de colores que sugerían flores. Las que dibujó más tarde eran más depuradas, sin adornos. 

Es también señal de armonía en Navidad, no en vano ocupa uno de los vértices de la Santísima Trinidad y algunos maliciosos le atribuyen al Espíritu Santo la paternidad de Jesús.

Plaza Murillo, La Paz (Bolivia)
Pero no voy a referirme ahora a esa paloma tan blanca como una hoja de papel, tan desnuda y desprotegida como el concepto de la paz mundial. Quiero hablar de otras palomas, obesas, grises y cagonas, que abundan en la Plaza Murillo de la ciudad de La Paz, sede del gobierno boliviano (que muchos consideran la capital del país).

El Kilómetro Cero y epicentro político del país, ha sido invadido por estas ratas con alas. Gente ignorante les da de comer creyendo que es una buena acción, con lo cual la población se multiplica. Hay vendedoras ambulantes de granos de maíz que ganan unos pesos sin saber el daño que hacen. Mientras tanto las heces ácidas de esas ratas voladoras destruyen edificios patrimoniales y afectan la salud.

Plaza Murillo, La Paz (Bolivia)
Arquitectos y expertos en restauración explican que el excremento de las obesas palomas contiene compuestos químicos (nitratos, sulfatos y sulfitos), que son un caldo de cultivo para hongos, bacterias y microorganismos anaeróbicos capaces de deteriorar la piedra de los monumentos históricos. Prueba de la virulencia de la caca de palomas es la manera como puede corroer la pintura de un automóvil si no se limpia a tiempo.

Al mezclarse con la lluvia y gases de contaminación ambiental, favorece el desarrollo de microflora que produce ácidos que deterioran los materiales aparentemente más sólidos. Los elementos arquitectónicos de las fachadas (capiteles, remates, gárgolas, frisos, cornisas y nichos), ofrecen abrigo a las palomas para anidar, dormir y defecar.

San Miguel Allende
No solo dañan monumentos, sino también la salud de las personas, porque se convierten en focos de infección que favorecen la transmisión de enfermedades gastrointestinales y respiratorias, clamidiosis aviar, criptococosis, histoplasmosis, colibacilosis, y encefalitis, entre otras.

Para luchar contra esta plaga, en ciudades con cierto amor propio las alcaldías prohíben y sancionan con multas a quienes alimentan las palomas en lugares públicos, o por lo menos ponen letreros de advertencia. En México o en Ecuador, en ciudades de Europa que tienen monumentos valiosos, se cubren las esculturas de piedra y otros elementos arquitectónicos con una fina malla casi invisible y largas púas de acero para que las ratas con alas no se acerquen a defecar.

San Miguel Allende, México
En 2017 el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya declaró procedente la demanda de invalidez de una guía de turismo afectada por “fibrosis pulmonar grave causada por su exposición prolongada a los excrementos de palomas cuando trabajaba en la plaza Catalunya y en La Rambla de Barcelona”. Los ayuntamientos de Valencia y de otras ciudades de España usaron el caso como argumento para tomar medidas de protección. El doctor Jaime Signes-Costa Miñana, presidente de la Sociedad Valenciana de Neumología dice que “el pulmón se llena de cicatrices y se respira con dificultad”.

Entre las medidas que han tomado las alcaldías en otros países, además del cedazo y las púas, está el uso de venenos de contacto, repelentes en los lugares que se quiere proteger y dispensadores de pienso con esterilizantes.

Dibujo de Luis Zilveti
Me escribió el pintor Luis Zilveti al respecto, con una recisión muy significativa que hay en francés entre la paloma vulgar y la paloma blanca, y me mandó varios dibujos de ‘pájaros’ indeterminados. A propósito, tengo en mi casa un pequeño cuadro de Luis que representa una paloma (en el sentido de colombe), blanca y ligera:

“He leído esta mañana tu artículo Ratas con alas; muy bueno! Me causó mucha gracia porque allá lejos en los años que te conocí una vez estaba sentado en un bar frente a la Ópera de París con Jacques d'Arthuis a quien le causó mucha gracia que yo califique a los pigeons de ratas voladoras. En francés se diferencia pigeon de colombe… A propósito te envío fotos de algunos dibujos recientes de ‘pájaros’ como yo los llamo simplemente aunque no sea correcto lingüísticamente pero sí ‘pictóricamente’. 

La diferencia existe también en inglés, ya que se usan dos palabras para diferenciar a estos pajarracos: pigeon y dove. Esa sutileza no la tiene nuestro idioma.

Alkamari
Como Bolivia es un país patas arriba, aquí no se toman previsiones, no se reglamenta, y si acaso hay normas, nadie obliga a cumplirlas. El entusiasmo de la Alcaldía de La Paz por el Ovocontrol (un anticonceptivo) duró menos que un embarazo de rata.

Pedro Susz hizo en 1988 un cortometraje en Súper 8, “Transitar la retaguardia”, donde mostraba a un anciano excombatiente de la Guerra del Chaco, que atrapaba palomas en la Plaza Murillo y las llevaba a casa para comerlas.  Debería la Alcaldía declarar abierta la veda para que puedan cazar ratas con alas quienes quieran hacerlo. Podrían lanzar cien gatos voraces a la plaza para que se deleiten, y unos cuantos alkamari para que las arrinconen en los agujeros de los campanarios.

Las ratas con alas quizás encuentren ahora un escenario más adecuado a su naturaleza, ya que detrás del Palacio Quemado (y de toda su historia) se yergue el espantoso y fálico palacio mussoliniano del presidente Morales, con el que pasará a la historia como uno de los mayores depredadores del casco histórico de la ciudad de La Paz.

Debo reconocer que, comparativamente, las ratas con alas son un mal menor.


(Publicado en Página Siete el sábado 12 de enero 2019)

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La paloma es algo así como la rata del cielo,
una rata a la que se le hubieran atornillado unas alas
antes de pintarla de gris.
—Patrick Deville