22 julio 2018

Marcelo Quiroga en el cine

Mauricio Souza, Soledad Quiroga, Alfonso Gumucio y Fernando Lozada
   Nunca había estado antes en la Casa del Poeta, que ha vuelto a abrir sus puertas luego de muchos años, para convertirse en un lugar de encuentros culturales propiciados por Fernando Lozada, editor también de la hermosa revista cultural Jiwaki. En la Casa del Poeta vivió Jaime Sáenz hasta su muerte, pero yo solía visitarlo antes, en la casa de su tía al final de la Avenida Saavedra, con un balcón con vista al Illimani.

Fui invitado el 17 de julio para recordar a Marcelo Quiroga, junto a Mauricio Souza y María Soledad Quiroga. Mauricio habló con mucha autoridad sobre la novela Los Deshabitados (1959) y yo, que tenía que hablar de El combate (1959) la película que realizó Marcelo Quiroga Santa Cruz, me fui por las ramas.


Me fui por las ramas de la memoria porque es inevitable. El 17 de julio de 1980 estábamos en CIPCA, en la calle Sagárnaga, escuchando la transmisión en vivo de la conferencia de prensa del Consejo Nacional de Defensa de la Democracia que tenía lugar en la Federación de Mineros en El Prado. Los dirigentes sindicales y de partidos políticos del CONADE (Juan Lechín, Simón Reyes, Oscar Eid, Marcelo Quiroga Santa Cruz, entre otros) daban lectura al comunicado de rechazo al levantamiento militar contra el gobierno de Lydia Gueiler, iniciado esa mañana en Trinidad.

Las noticias eran inquietantes: sabíamos que lo de Trinidad era una suerte de balón de ensayo. Quienes éramos de la redacción del Semanario Aquí, sabíamos que el golpe del General Luis García Meza se preparaba desde hace meses. Nos habían puesto una bomba en la puerta del Semanario y el 22 de marzo habían secuestrado, torturado y asesinado a nuestro director y amigo, Luis Espinal.  El golpe estaba “cantado”, lo único que no se sabía era la fecha.

Cinco semanas después del asesinato de Espinal publiqué un breve texto, “La mesa de García”, donde en forma jocosa narraba la gestación del golpe. En la última línea escribí: “La mesa de García, por supuesto, es cuadrada y tiene cuatro patas”.

Sentados: Oscar Eid, Simón Reyes, Juan Lechín, Julio Tumiri,
Oscar Sanjinez, Marcelo Quiroga Santa Cruz
 
Simón Reyes concluyó en la COB la lectura del documento de CONADE. Los dirigentes se aprestaban a salir pero llegó mi amigo Milton Guzmán con un equipo de Televisión Boliviana y se decidió que Marcelo Quiroga Santa Cruz leyera de nuevo el documento para que tuviera difusión en el canal estatal. La cámara y las luces estaban en posición y Marcelo se aprestaba a leer el pronunciamiento cuando ráfagas de ametralladora rompieron los cristales superiores de las ventanas y medio centenar de paramilitares comenzaron su asalto.

Cuando los militares no quieren dar la cara, envían a paramilitares
En CIPCA escuchamos en la radio esas ráfagas y decidimos ir a la COB con el peregrino propósito de “defenderla”, armados de buena voluntad más que de otra cosa. Recorrimos las cinco cuadras de la calle Sagárnaga hasta San Francisco y de ahí por la Avenida Mariscal Santa Cruz hasta la Plaza Venezuela al local de la COB. Cuando llegamos, ya habían desaparecido los paramilitares, llevándose muchos presos y los cuerpos de quienes habían sido heridos. Se salvaron dos o tres que se escondieron en el baño y que salían cuando nosotros llegábamos. Nos estaban narrando lo sucedido cuando nos percatamos de que una fila de tanquetas del ejército se acercaba por El Prado. La consigna fue “hacerse humo hasta contar cero”. Luego vino la clandestinidad, el asilo en la Embajada de México y el exilio.

Con Marcelo tuvimos una relación episódica a lo largo del tiempo. Fui su estudiante en la Carrera de Filosofía y Letras de la UMSA donde también enseñaba Jaime Sáenz. Luego nos vimos en algunas reuniones políticas. Nunca milité en ningún partido, pero lo más cerca que estuve de hacerlo fue cuando me sumé al Grupo Octubre, que apoyaba la posición de Marcelo de recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales. Alguno de mis amigos que estuvo en el Grupo Octubre se fue luego a la guerrilla de Teoponte y allí terminó su vida.

La literatura y el cine me acercaban a Marcelo. Su cortometraje El combate había sido una incursión primeriza pero exitosa. Con muy pocos recursos creó una parábola sobre la lucha entre el bien y el mal y se ganó el derecho de figurar en la Historia del cine boliviano. Pero yo no había visto la película porque solo existía en 16mm y entonces no había video y menos digitalización. Por ello quería entrevistarlo, pero a lo largo de la década de 1970, durante el exilio de Banzer, no habíamos podido coincidir hasta que la ocasión se presentó en París, donde yo estudiaba cine y donde Marcelo aterrizó para participar en un encuentro internacional.

Le tomé unas fotos sentado en una banca de parque a media cuadra de la universidad de La Sorbona y en un café ruidoso del barrio latino grabé la entrevista, acompañados por Marcelo Quezada, con quien yo había publicado en la revista Cahiers du Cinema un artículo sobre El enemigo principal de Jorge Sanjinés. Esto fue al día siguiente de la muerte de Mao Tse Tung, el viernes 10 de septiembre de 1976. El barrio latino estaba empapelado con afiches de Mao, alguno se ve en las fotos que le tomé.

Mareclo Quiroga en el Barrio Latino de París, septiembre 1976 
Me dijo que no le daba mucha importancia a su incursión en el cine:

“Yo no sé que importancia puede tener mi película para la historia del cine que estás escribiendo, te lo digo con la mayor sinceridad, porque es una cosa muy modesta.(…)  Es hasta gracioso, la hice solo, todo, todo, todo. Es un niño que lleva su gallo blanco a una pelea contra un gallo negro a un reñidero. Como suele ocurrir el gallo blanco pierde y termina muerto. Entonces el niño entra al reñidero, levanta el cadáver de su gallo, se lo lleva afuera, se sienta e imagina otra pelea. En cámara lenta el gallo blanco se levanta, se reproduce la pelea pero esta vez el combate es distinto y el blanco vence al negro. Eso es todo. Es una cosa muy sencilla. Identificamos en nuestra civilización el blanco con lo positivo, con una tendencia progresista y lo negro con lo contrario. En la pelea en la realidad es vencido el blanco, pero en la otra que se quisiera como  proyección, lo inverso. No tiene ninguna otra pretensión. (…) Siempre me interesó el cine, siempre quise hacer cine.  Más de un proyecto quedó en nada.  No pierdo la esperanza de hacer alguna vez alguna cosa. Todo esto te lo digo solamente como información, es muy poca y casi no vale la pena mencionarlo, creo que no tiene por qué figurar en una historia del cine”.

El niño de El combate
Son algunas de las frases que grabé. Luego me pidió que apagara la grabadora porque quería comentar otra cosa. Luego de 42 años ya no recuerdo qué fue lo que contó. Después, he visto varias veces El combate, esos 25 minutos agónicos narrados con extrema lentitud y sin ahorrar ningún detalle, a la manera de los novelistas del nouveau roman, una forma de narrar que estaba en auge en aquellos años. Aunque el film es en blanco y negro, se huele la sangre de los gallos. La segunda parte es más interesante por su dimensión onírica y expresionista como por algunos planos subjetivos. La música de percusión exacerba la crudeza del enfrentamiento, apenas matizada por algo de Vivaldi en los momentos de reposo.

El Combate, cortometraje de Marcelo Quiroga
Hay dudas sobre la fecha de El Combate. Marcelo me dijo en la conversación que la había realizado en 1959, pero no estaba seguro de ello. En cambio, el testimonio que recibí de Luis Zilveti parece más cercano a la realidad. Lucho estuvo con Enrique Arnal en el gallero donde Marcelo estaba filmando, y eso fue "a principios de 1964" cuando Zilveti estaba "pololeando" con Marcela Saavedra, recién llegada de Santiago. Arnal hizo los dibujos de los créditos del film, que probablemente se terminó de editar en 1964. Así, con pequeños datos que aparecen, vamos mejorando nuestro conocimiento sobre la historia del cine en Bolivia.

Unas semanas después del golpe de 1980, luego de un periodo en la clandestinidad, me refugié en la Embajada de  México y allí corregí las pruebas de galera de mi Historia del cine boliviano que iba a publicar Los Amigos del Libro. Me trajo las pruebas el señor Flores, que trabajaba con don Werner Guttentag, y me pidió si podía suavizar las referencias a Marcelo Quiroga y a Luis Espinal, asesinados semanas antes. Me negué a hacerlo, y por ello el libro no se publicó hasta 1982 y salió casi al mismo tiempo que la edición mexicana de la Filmoteca de la UNAM.

(Publicado en Página Siete el domingo 22 de julio 2018)
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La búsqueda de la humildad es lo más importante,
especialmente si quieres edificar una ética,
si quieres alcanzar una cierta moral.
—Roberto Rossellini