13 marzo 2016

Década opaca

Prometió ganar a mano alzada con el 70% de los votos pero perdió la sonrisa en el canto de las urnas. Se le cayó el blindaje y ahora, en lugar de pedir explicaciones a otros como suele hacer siempre, tendrá que darlas él pues el mal resultado del SI en el referendo tiene sobre todo un responsable: Evo Morales.

No me refiero únicamente a las causas más recientes: el escándalo de los oscuros contratos con la empresa china CAMC y las mentiras sobre su vida privada, que ha hecho que el colega Rafo Archondo sugiera en un artículo una operación de vasectomía. La “doble moral” que Morales atribuye el ex presidente Carlos D. Mesa se aplica bien al ámbito público y privado del presidente boliviano.

Más allá de la coyuntura que cada día nos trae sorpresas y disgustos, todo lo que pasa en el país bajo este régimen autocrático, todo lo bueno y todo lo malo, es responsabilidad directa del presidente, porque nada hace el gobierno y sus instituciones, sin la venia y el conocimiento de Evo Morales. Por ello, es hora de rendir cuentas y de no seguir exigiendo explicaciones a otros.

Por su investidura y por su estilo de conducción del gobierno, Morales es el director de escena en este periodo histórico. Así como sus acólitos reclaman para él los méritos y la autoría de obras públicas como si las hubiera hecho con sus propias manos (“Evo cumple”), así tiene que asumir ahora la responsabilidad de todo lo sucedido durante la década opaca: diez años sin transparencia, diez años sin rendición de cuentas, diez años de autoritarismo y centralismo exacerbado, y diez años de culto a la personalidad como no se había visto en toda la historia de Bolivia.

La opacidad de la gestión de Evo Morales ha favorecido que en la sombra que proyecta desde su prominencia autocrática, se teja como una hiedra de turbios negociados, tráfico de influencias, desvíos de bienes públicos para campañas partidarias, y todo aquello que se genera cuando se saltan las trancas de la transparencia, se eliminan los controles y los contratos sin licitación pública pasan a ser la norma, y no la excepción.


Todo comenzó cuando Morales firmó un decreto autorizando al presidente de YPFB, el “hermano” Santos Ramírez, a firmar contratos directos por encima del monto permitido por la superintendencia de hidrocarburos y por la Ley SAFCO, mecanismos de control de gastos del Estado considerados “neoliberales” porque vigilaban la transparencia de la gestión pública.

Ya sabemos lo que pasó con Santos Ramírez, preso por recibir cuantiosas coimas de un empresario que acabó asesinado. La primera reacción de Evo Morales fue salir en su defensa (como hace ahora con implicados en otros casos de corrupción), pero la evidencia era aplastante.

De ahí para adelante una espiral de corrupción. Desaparecieron de hecho las superintendencias, la Contraloría no cuenta (ocupada ya seis años por un “interino” del MAS) y otros mecanismos de control del Estado resultan superfluos. Los contratos sin licitación pasaron a ser la norma en lugar de la excepción: avión presidencial, satélite millonario, teleférico, vehículos de lujo de una marca cuyo gerente fue nombrado embajador en Japón, y todo lo demás.

Así llegamos a los escándalos de corrupción de estos meses, que dañan no solamente la economía del país sino los valores de su gente. El mecanismo de depositar en cuentas privadas el dinero del Fondo Indígena supuestamente destinado a proyectos productivos, laceró la moral y ética de toda una camada de dirigentes de los llamados “movimientos sociales”. La estrategia de corromperlos para someterlos funcionó.

La responsabilidad mayor no puede ser solamente atribuida a Nemesia Achacollo, al canciller Choquehuanca, o al ministro de finanzas, sino al propio presidente que supo tiempo atrás lo que estaba pasando.

Hay mucho más en la punta del iceberg: narcotráfico galopante (el Chapare, San Matías, narco-amauta y narco-alcaldes), tráfico de influencias y mentiras presidenciales (CAMC y Zapata), contrabando masivo y burbuja de construcciones que se pagan en efectivo con maletas llenas de dólares. Mucho, mucho más que lo que sabemos hasta ahora.

Así es la década opaca, autoritaria y sin transparencia. Pero se cayó el blindaje presidencial. El rey está desnudo.

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La lucha del hombre contra el poder
es la lucha de la memoria contra el olvido.

--Milan Kundera 

(Artículo publicado en Página Siete el sábado 27 de febrero)