02 enero 2016

Diamante de luz

A fines de noviembre tuvo lugar en París la sesión 21 de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) y la 11ª Reunión de las Partes en el Protocolo de Kyoto. Me acordé que en 1998, hace 17 años estuve en la COP4, en Buenos Aires, en mi calidad de director del programa Tierramérica de Naciones Unidas, una plataforma de información sobre medio ambiente.

Entonces me parecía que esas reuniones servían para algo.  Quizás había mayor entusiasmo en la gente que participaba y los países no actuaban con tanta hipocresía.  O la hipocresía se limitaba a los grandes depredadores del planeta y no a los chicos. Pero ahora, es generalizada, y un ejemplo es el doble discurso del gobierno boliviano, que habla de la madre tierra en las reuniones internacionales, y es depredador en casa, con proyectos de energía nuclear y concesiones a empresas petroleras y mineras, a las que ha prometido no nacionalizar.

Pero no quiero hablar de eso ahora porque no vale la pena, es una batalla perdida con un gobierno autoritario como este. Prefiero hablar de energías renovables a las que apuestan algunos países tanto el norte como en el sur.

A mediados de julio estuve en España y al recorrer una parte de Andalucía entre Écija y Carmona (Sevilla) de pronto apareció en el horizonte un diamante de luz que refulgía entre las plantaciones de olivares, compitiendo con el sol como una estrella diurna, lo cual me pareció extraordinario. Cuando la cinta de asfalto nos acercó a Fuentes de Andalucía, descubrimos una enorme torre coronada por un captor de luz de cristal, rodeada por miles de espejos que reflejan la luz del sol sobre ese punto único en lo alto de la torre.

Me maravilló tanto que apenas pude, averigüé de qué se trataba: el complejo Gemasolar, la primera planta termosolar de España capaz de producir energía aún en días nublados y de noche. El megaproyecto fue construido por la empresa Torresol Energy, un consorcio de la empresa de ingeniería vasca Sener y la sociedad de energías renovables Masdar, de Abu Dhabi.  Constituye uno de los centros productores de energía solar más avanzados del mundo, con 2.650 heliostatos (espejos planos) dispuestos en anillos concéntricos para reflejar la luz en un receptor cilíndrico que puede alcanzar temperaturas de hasta 500 grados centígrados, colocado en la cúspide del faro de luz de 140 metros de altura, la estructura más alta de Andalucía. Cada 20 segundos los espejos se mueven adaptándose automáticamente al movimiento del sol.

Se trata de una tecnología extraordinaria, capaz de suministrar 110 GWh al año a una población de 27.500 hogares, lo que le ahorra al país y al medio ambiente 30 mil toneladas de CO2 por la importación de 28 mil toneladas de petróleo que contamina. Otros países están haciendo lo mismo. Chile está invirtiendo dos mil millones de dólares en el Proyecto Copiapó Solar, que podría ser en 2019 el más grande del mundo. Estados Unidos ya tiene el Crescent Dunes Solar Reserve, un proyecto modelo.

Además de olivares y viñedos, Andalucía siembra energías alternativas. ¿Cómo no hacerlo si dispone de dos ingredientes naturales necesarios: abundante sol y planicies propicias para capturar los vientos. 


Las torres de electricidad “antiguas” parecen espantapájaros enanos al lado de las hileras de majestuosos molinos de viento, impecablemente blancos y elegantes, que se yerguen a 50 metros de altura.

Pero no todo es luces.  Hay sombras tan absurdas como la que proyecta el gobierno español, que ha decidido ponerle un impuesto al sol… De eso hablaré en una próxima nota.

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Hay suficiente en el mundo para cubrir
las necesidades de todos los hombres,
pero no para satisfacer su codicia.

—Mahatma Gandhi