Sebastiana hoy y ayer |
Volvió Sebastiana, la tuvimos unos días
en La Paz y pudimos conversar con ella. Llegó porque la vida es dura y a veces un
homenaje tardío puede traducirse en algo de dinero para alimentarse durante
unos meses. Le han hecho homenajes antes, pero este era con una medalla, que
ella sostenía entre sus manos un tanto extrañada, quizás preguntándose cual era
el valor real, no el simbólico, de ese objeto circular, dorado y pesado. A sus
73 años (nació en 1942), poco les están importando los honores, pero sí los
recursos para mantenerse. Simplemente lo necesario para no pasar penurias, que
allá en su comunidad chipaya pasa con frecuencia, sobre todo cuando las ovejas
no tienen ya donde pastar.
Hago hincapié en esto porque ella me lo
dijo varias veces durante nuestra conversación. En pocas palabras expresa lo obvio,
lo que tantas veces le han preguntado: su participación, cuando era una niña de
diez años, en la emblemática película de Jorge Ruiz: Vuelve Sebastiana. Los recuerdos de esa experiencia que tuvo hace
63 años son escasos, o quizás le da pereza volver a repetir las mismas cosas.
"Me prestó el maestro..." |
“Me prestó el maestro, por mis buenas
notas”, dice, como si en aquel tiempo todo lo que tenía que hacer era obedecer.
No recuerda cuanto duró la filmación “una semana, dos semanas ¿o un mes será?”.
Todo eso que importa tanto a los cinéfilos, a ella la tiene sin cuidado. Si
viene a La Paz es con la esperanza de regresar a su comunidad con algo de
dinero contante y sonante, no con bellas
palabras.
No recuerda sino tres momentos de la
filmación: las escenas donde estaba pastoreando ovejas, aquellas que se
filmaron en Sabaya, y luego la escena de la muerte del abuelo que se aventura
en el altiplano para buscarla. Cuando le pregunto sobre la muerte del abuelo,
me dice que lloró de verdad, no fingió. “De verdad he llorado, pues”. ¿Por qué? le pregunto. “Porque se ha muerto”,
responde. Pero si no ha muerto de verdad, insisto. “Igual he llorado. Vas a
llorar me han dicho, entonces he llorado”.
La vida de Sebastiana no es glamorosa,
aunque a nosotros nos parezca glamoroso tenerla en La Paz, en el escenario de
la Cinemateca o de la Asamblea Plurinacional donde por iniciativa del diputado Santos
Paredes de la Comisión de Naciones y Pueblos Indígena Originario Campesinos,
Cultura e Interculturalidad de la Cámara Baja, se la ha homenajeado con la
medalla.
Una gran medalla dorada |
Sebastiana no había visto una película en
su vida, cuando filmó una como actriz a los diez años de edad. La primera vez
que estuvo en un cine fue tres años más tarde y curiosamente no fue para ver Vuelve Sebastiana, sino otra película
que no recuerda.
Ahora regresó a La Paz con su única hija
mujer. Además tiene un hijo varón y diez nietos. Dos de ellos viven en
Antofagasta, a donde ha ido a visitarlos varias veces. De allá trae algo de
dinero para comprar arroz en Oruro.
Vive de las 25 ovejas que tiene: “Yo sigo
pastoreando, llorando, llorando”, dice. Hace queso de la leche de las ovejas,
pero en marzo la tierra se seca y las ovejas ya no dan leche. Los meses buenos
son de junio a febrero, cuando llueve. Luego las ovejas se secan.
Jorge Ruiz, con quien conversé tantas
veces, me decía: “En toda mi carrera de cineasta, sólo he hecho, unas cuatro
películas de mi propia voluntad, todas las demás han sido encargos”. Entre ese
puñado de películas propias, Ruiz citaba Vuelve
Sebastiana considerada por muchos su obra más importante.
Comparando celulares |
“Bolivia Films” financió esta película de
31 minutos, realizada sobre un guión de Ramiro Beltrán, y con el asesoramiento
de Jean Vellard, con quién Ruiz había trabajado antes en la película Los Urus. Vuelve
Sebastiana es también resultado de esa primera experiencia de cine en una
de las más antiguas comunidades de América Latina. Augusto Roca colaboró con
Ruiz en la fotografía en color, y una vez terminado el montaje se añadió la
música de Jorge Eduardo, de los Hermanos Aramayo y de Nicolás García, además de
un comentario leído por Eduardo Lafaye y Armando Silva. El film no existiría sin Sebastiana Kespi, la
niña chipaya protagonista, y sin Esteban Lupi, Paulino Lupi, Irene Lázaro y
otros miembros de la comunidad chipaya.
Ruiz era joven, tenía todavía el impulso
de juventud que lo animaba a hacer cine escogiendo sus propios temas,
preocupándose por el contenido, por la estructura, por lo que representaba como
búsqueda y como descubrimiento en un país que había que revelar porque la gente
de la ciudad no lo conocía, más bien lo ignoraba. Ruiz pasó de sus balbuceos iniciales,
a una obra mayor, el film social- antropológico que crearía un nuevo referente
para el cine boliviano.
El estilo de filmación es el de un film
etnológico que centra su atención en una
comunidad chipaya, mostrando su habitat,
su organización familiar y sus costumbres sociales. Esta “penetración” a través
del cine fue posible gracias a la sencillez de medios cinematográficos que
utilizó Ruiz, a la manera de los pioneros del cine directo. Ruiz llegó a Santa
Ana de Chipaya con Augusto Roca y el chofer que los conducía, nadie más. Cuenta
que “no se podía filmar así nomás, había que vivir un tiempo allí, hablar
solamente aimara, sacar poco a poco la cámara para pasearla por la comunidad,
pero sin filmar”. Todo esto hasta lograr un clima de confianza, período que
además servía para recolectar información adicional, historias que los chipaya transmitían
oralmente. Luego, la filmación se hizo en apenas una semana.
Durante la proyección de la película Sebastiana
se mantiene atenta, con la vista fija en la pantalla. Al finalizar le pregunto
qué impresión tiene ahora al ver de nuevo la cinta, y me responde: “Ahí vive mi
papá, ahí vive mi mamá, por eso estoy llorando”. Sus padres viven todavía en la
pantalla. Para ella, eso es magia.
Sebastiana retoma el hilo de la
conversación que más le interesa. “Algunos me dicen, usted tendría que tener sueldo,
por qué no tiene sueldo”. Es difícil
responderle. “No tengo sueldo, quiero
morir”, me dice, pero riéndose.
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Quien busque la
injusticia
no necesitará lámpara.
—Lichtenberg
no necesitará lámpara.
—Lichtenberg