Abrir el jueves por la mañana la
computadora y enterarme de sopetón que murió Rubén Vargas (a quien sabíamos
hospitalizado desde hace un mes), me dolió como una puñalada trapera. Yo estaba
seguro de que Rubén iba a salir airoso de este bache. Merecía salir, porque no
hay derecho que una persona relativamente joven (nueve años menor que yo),
talentosa, con una trayectoria impecable, honesta, abierta al diálogo y
generosa, tenga que irse cuando no había dado sino un poco de todo lo que podía
dar: dos libros de poemas, muchos excelentes artículos literarios, sus
enseñanzas en la universidad y esa capacidad sorprendente como gestor cultural.
Cuando pienso en él lo recuerdo casi
siempre caminando como si estuviera llegando tarde a una cita, preocupado por
la falta de tiempo, como si en el fondo de sí mismo una campanilla de cristal
le estuviera recordando constantemente que la vida es breve, y que puede
abreviarse incluso más cuando los astros se alinean perversamente.
Cada vez que nos encontrábamos en la
calle o en algún evento, tenía alguna propuesta nueva: una revista
(Alejandría), una colaboración, un evento. También por correo electrónico
recibí sus requerimientos y le ofrecí algunas contribuciones. El último
contacto que tuvimos fue a raíz del artículo y de las fotos de Líber Forti que
me pidió para el suplemento "Tendencias" de La Razón, que dirigía con
gran criterio. El suplemento se convirtió en sus manos en una referencia
indispensable en el mundo de la información y debate sobre la cultura en
Bolivia.
Rubén pasó por varios diarios de La Paz,
antes de llegar a La Razón estuvo en La Prensa y en Presencia, y dejó en cada
espacio una huella profunda entre sus colegas y entre sus lectores. Andrés
Gómez Vela, el exdirector de ERBOL considera que fue el mejor periodista que
conoció en el área cultural.
En 2012, con Beatriz Rossells y Mabel Franco |
Escribo estas líneas mientras escucho a
Leonard Cohen, que tanto le gustaba a Rubén. Cohen poeta esencial que podía
expresar en su propia voz los versos profundos que escribía. Pienso que
seguramente Rubén estará escuchando ahora la voz grave de Cohen en canciones
tan desgarradoras como Almost like the
blues, o aquellas hermosas baladas clásicas que nos llenan de nostalgia de
juventud, como I’m your man o Bird on the wire donde uno de los versos
dice: “He tratado de ser libre a mi manera”, algo que podría definir al propio
Rubén.
No es fácil despedirse. Hay despedidas de
las que uno no quisiera ser parte. Alentado
por su compañera, me acerqué con esa mezcla de sentimientos de dolor,
incertidumbre y culpa para ver a Rubén dormido para siempre, y me llevé la sorpresa
de encontrarlo perfectamente rasurado y peinado hacia atrás. No lo hubiera
reconocido en la calle, desprovisto -por el cuidado de las enfermeras- de su
cabello alborotado y de su barba rebelde. A su hijo Julián, que se le parece
tanto, le dije al abrazarlo que conservara esa melena tan parecida a la de su
padre.
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I got no future,
I know my days are few.
I know my days are few.
The presence not that pleasant,
Just a lot of things to do.
I thought the past would last me
But the darkness got that too.
—Leonard
Cohen