Nunca
sonrió. A lo largo de su vida como actor de comedias mantuvo su rostro a
primera vista inexpresivo, mientras su personaje enfrentaba todo tipo de
emociones, desde el enamoramiento hasta las aventuras más audaces. Las escasas
fotos que se conocen de él esbozando una sonrisa, dentro o fuera de la
pantalla, son curiosidades donde es apenas reconocible.
Buster
Keaton, contemporáneo de Charles Chaplin, empezó con sus primeros cortometrajes
en 1917 y trabajó de manera casi ininterrumpida durante cinco décadas hasta pocos meses antes de su
muerte, en 1966. Chaplin, que era seis años mayor, lo sobrevivió con 11 años, y
tuvo una vida de fortuna, que no fue el caso de Keaton. Chaplin realizó 86
películas como actor, 88 como escritor y 77 como director, mientras que Keaton
actuó en 148 filmes, escribió 42 guiones de las películas en las que participó,
y dirigió 42 de ellas.
El primero
tenía motivos para sonreír, el segundo para luchar. No le fue bien a Keaton en
su carrera. Tuve la suerte de ver sus películas en la Cinemateca Francesa
durante mis años como estudiante de cine en París, y recuerdo que los
espectadores en la antigua sala del Palais de Chaillot reíamos hasta las
lágrimas. Pero luego las películas desaparecieron, era imposible verlas en las
salas y en la televisión. Tampoco estaban disponibles en DVD cuando este
formato apareció. Un lamentable juicio de sucesión por los derechos de sus
películas las mantuvo alejadas del los amantes del cine durante varias décadas.
La cara
aparentemente inexpresiva de Buster Keaton decía en realidad mucho sobre este
gran actor y creador de comedias. En un rostro sin rictus, donde los labios se
mantenían cerrados en una línea recta, hablaban los ojos, hablaba la mirada. Y
hablaba también el cuerpo. El lenguaje corporal de Keaton es maravilloso. La
manera como camina pisando fuerte sobre la tierra, con la parte superior del
cuerpo tendida hacia delante, dice mucho de su carácter empeñoso, luchador.
Así aparece
en una de las últimas películas en las que apareció como actor, estrenada
apenas cuatro meses antes de su muerte: The
railrodder (1965, 25 minutos) dirigida por Gerald Potterton y producida por
el National Film Board de Canadá, supuestamente para promover el turismo en ese
gran país de Norteamérica aunque en realidad, se trata del último homenaje a este
gran cineasta y actor de comedias. Inmediatamente antes el escritor Samuel Beckett, Premio
Nobel de Literatura en 1969, realizó con Keaton la película Film (1965, 17 minutos), otro
extraordinario homenaje al actor.
Es difícil
de traducir The railrodder al
castellano. Si fuera railroader
significaría alguien que pasea por los rieles, pero rodder significa alguien que rueda o enrolla. En este film que
puede verse en internet, felizmente de manera gratuita, Keaton es el único
actor y el centro de atención. Comparte la estelaridad de la película con los
maravillosos paisajes rurales de Canadá. Los paisajes y él son grandiosos como
la vida misma, no se podía haber pensado en un mejor homenaje.
The railrodder es una rareza, un film casi desconocido, y
por eso quiere referirme a él dentro de la inmensa filmografía de Buster
Keaton, que incluye en la época de oro de su talento, entre los años 1923 y
1928, sus diez largometrajes más importantes, incluyendo La ley de la hospitalidad, El
navegante, El héroe del río, El maquinista de la General, El moderno Sherlock Holmes y Siete ocasiones. En esta última hay
escenas en la que es perseguido por las calles por dos mil mujeres en traje de
novia, listas para casarse con él que acaba de heredad una fortuna.
Todo
comienza en el puente que se encuentra frente a la Abadía de Westminister y al
Big Ben, en Londres. “El hombre” (the man,
es decir Keaton), lee en The Sunday Times un enorme anuncio que dice “Visite
Canadá”. Sin mediar ni tiempo ni palabra, se arroja al Támesis con su paraguas
y emerge, segundos después en la costa atlántica de Canadá, frente a un letrero
que anuncia que hay 3.982 kilómetros de distancia para llegar a la otra costa,
sobre el Pacífico. Con la decisión de siempre, comienza a caminar.
El film es a
partir de entonces un road movie o
más bien un rail movie, pues Keaton
tropieza con un pequeño carro de mantenimiento de vías del tren, o se lo lleva
inocentemente en su largo viaje donde no hay aventuras pero si magia a
raudales, a pesar de tratarse casi de
un documental. Documental en cuanto a los paisajes de Canadá, pero ficción en
cuanto al personaje, que resume la carrera de Keaton sin más artilugio que su
presencia.
A la edad
que tenía cuando hizo el film, no tenemos las acrobacias de El maquinista de la General pero mucha
poesía en la imagen. Como un prestidigitador, Keaton saca de una caja roja que
encuentra en el pequeño vehículo unipersonal, todo lo que va necesitando
durante el viaje. Ello incluye las cosas más sorprendentes: peines, jabón,
palangana y toalla para lavarse cuando despierta en las mañanas, un juego
completo de te de fina plata y porcelana para desayunar (incluyendo un mantel),
una almohada y un cobertor para hacer la siesta, un inmenso abrigo de piel
cuando atraviesa las montañas, una escoba para hacer la limpieza del reducido
espacio, una enorme cámara fotográfica con trípode para capturarla belleza de
los paisajes, mapas para guiarse en su lineal e inevitable recorrido, una
escopeta para cazar patos, una baraja de cartas para jugar solitario, lana y
agujas para tejer, una hornilla y huevos para cocinar un omelette, y su famoso sombrero plano…
Un gran
placer cinéfilo, es lo que nos proporciona este film raro y desconocido que
pinta de cuerpo entero a uno de los grandes del cine mudo mundial.
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A comedian does funny things.
A good comedian does things funny.
—Buster Keaton