Raúl Teixidó en Barcelona |
El cine se ha convertido a lo largo de
los años en una pasión que podemos convertir en palabras, él a través de sus
notas de blog y yo en mis comentarios críticos.
Las distancias geográficas fueron
dibujando mapas de interlocución en nuestra amistad que nos han permitido
reunirnos de tres maneras. Una manera tradicional, la de la correspondencia
escrita a máquina o a mano, que ocupó por lo menos dos décadas de intercambios
entre París (donde yo vivía) y Sucre (donde Raúl vivía), o entre Igualada,
cerca de Barcelona (donde Raúl se estableció desde 1975) y las diferentes
ciudades por las que me tocó peregrinar.
La segunda manera de reuniros fueron los
encuentros personales, lo que mi amigo John Perry Barlow llama encuentros en el
meatspace (el espacio carne) en
oposición a los espacios virtuales. Los primeros y más lejanos se dieron, creo
recordar en Sucre y en La Paz, y los recuerdo en blanco y negro, contactos formales
para seguir escribiéndonos. Pero años después nos empezamos a ver con más
frecuencia en Barcelona, y luego en México donde pasó un par de semanas, y todo
ello lo recuerdo “en colores” como una etapa renovada de nuestra amistad,
cruzada por la amistad compartida con Renato Prada Oropeza y también con las
circunstancias de su muerte en 2012.
Alfonso Gumucio, Renato Prada Oropeza y Raúl Teixidó |
Todo lo anterior es para reafirmar que
Raúl Teixidó es mi amigo y que por ello cada vez que escribo sobre alguno de
sus libros me veo ante la situación de leerlo como amigo y de escribir sobre él
como crítico literario o comentarista improvisado que he sido durante muchos
años. Hay cierto grado de dificultad para mantener la distancia crítica cuando
la generosidad de Raúl hace que yo conozca algunos de sus libros antes de que
pasen por las prensas y las guillotinas de las imprentas.
Eso sucede con Viajeros del atardecer (2014) una de las novedades de la Editorial
Plural en la Feria Internacional del Libro en La Paz. No solamente he leído el
manuscrito más de un año atrás sino que he sido parte del proyecto editorial.
Raúl escogió para la portada una foto que tomé en Praga, la ciudad de su
admirado Franz Kafka, en un amanecer brumoso y mágico. Luego escribí el breve comentario
que aparece en la contraportada del libro y que resume lo que pienso de su
prosa.
Viajeros del atardecer comienza con ese título melancólico
que evoca al menos dos leit motiv en
la obra de Raúl Teixidó: por una parte la inefabilidad de los itinerarios que
juntan o separan, a la manera de los personajes de las películas de
Angelopoulos, director griego que a ambos nos encanta, y por otra la
inevitabilidad de los días que acaban, que terminan precipitándose en la noche,
es decir, el tiempo finito de los seres humanos.
Como otros libros anteriores este es
parte de ese mundo tejido laboriosamente por Teixidó (teixidor es, en catalán, “tejedor”). El escritor teje sus relatos
como un artesano con fiebre de perfección porque le dedica el tiempo necesario a
cada palabra, a la manera como las palabras dialogan entre sí, se ordenan y se
apoyan para darle sentido a una idea y belleza a una expresión.
De los tres relatos largos que componen
este libro, en el primero, “Malos presagios”, el eje es el tiempo: “Existe un
tiempo real y un tiempo mental, pero, a la postre, el primero es el único que
cuenta”. Dos personajes, un profesor y un
ex comisario de policía convertido a la política conversan con extrema
formalidad sobre sus familias y personas que conocen, pero también sobre
literatura, filosofía y política local. Por a poco es este último tema el que anuncia
un desenlace revelador de las artimañas políticas que convierten en víctimas a
los inocentes.
En el segundo, “London, UK 1985” un profesor
de inglés ha logrado establecer con la vida real “un pacto de mínimos” para
preservar su indispensable espacio de privacidad “sosegada, autocomplaciente”. Para
combatir la “fatiga ambiental” que lo consume y deprime, aprovecha la
oportunidad de viajar con un beca a Londres durante unos meses y deambular allí
por un itinerario jalonado por referencias literarias. El encuentro con Vicky,
bailarina de cabaret, trastorna su vida de lobo estepario durante ese periodo.
El tercer relato transcurre en la localidad
amazónica de Moxenes, “35º a la sombra”, a donde llega de la capital un joven abogado
de oficio para cumplir su “año de provincia” y defender a acusados carentes de
recursos, algunos de ellos rufianes conocidos. El abogado asume su “destino”
con resignación, como todos los personajes de Teixidó, pero un juicio penal
altera la vida apacible que lleva en el pueblo.
Entre el relato y el cuento se
establecen dos maneras de narrar y dos concepciones de la literatura. Teixidó
ha elegido el relato porque le permite extenderse y dar a conocer en detalle a sus
personajes a través de la vida cotidiana, en lugar de ejercer la contundencia
del cuento, breve y tajante, destinado a cautivar por su intensidad y por su
final generalmente sorprendente.
En sus relatos el autor despliega una fina
capacidad para construir diálogos y descripciones que permiten al lector adoptar
una atmósfera e imaginar su propia película: sentir el calor o la humedad,
vislumbrar un rostro de mujer o dibujar un árbol en una esquina. Son relatos
pensados como secuencias de films. Además el relato le permite a Teixidó volver
a sus orígenes, hacer disquisiciones filosóficas y literarias que no tienen
otro objetivo que revelar su posición ontológica e invitar al diálogo.
Los protagonistas de Teixidó son una
suerte de alter ego del autor. En
todos reconocemos, como en Kafka, rasgos comunes: el amor por la literatura y
el pensamiento, la idealización de una mujer joven, la incertidumbre frente a
las decisiones que el destino parece tomar por uno, y la idea de que las cosas
cambian para seguir igual, plus ca change...
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Un mar infinitamente
azul y una blanca vela en lontananza: a lo largo de mi vida he soñado muchas
veces con ese mar y esa vela a lo lejos. ¿Se trató de un sueño, solamente, o de
una señal del destino que no supe interpretar? —Raúl Teixidó