Werner Herzog |
Es uno de los grandes cineastas del mundo
pero solamente ve tres o cuatro películas al año (lo mismo me comentó una vez
Luis Buñuel). Sugiere a los aspirantes a cineastas: “leer, leer, leer, leer,
leer y leer…” y declara que su inspiración procede más de los libros que de las
películas. Werner Herzog duda que nadie pueda llegar a ser un gran cineasta si
no lee libros. Cita a Virgilio, Hölderlin, Joseph Conrad y Hemingway como
algunos de sus autores favoritos.
A los jóvenes que se consideran genios en
potencia pero se quejan de que carecen de recursos y de apoyo estatal para
hacer cine, les dice que basta de quejarse, que ahora es mucho más fácil hacer
cine que hace dos o tres décadas, y que se puede hacer una película “con mil
dólares” porque la tecnología lo permite. “La cultura de quejas en el cine
nunca me ha gustado”, dijo, pero a pesar de decirlo el tema volvió varias veces
en las preguntas de los aspirantes a cineastas con proyectos geniales pero sin
dinero. A los que insistieron en ese
tema les dijo lo mismo: “hagan cine, no se quejen”. Y narró que cuando él
comenzó, trabajaba en las noches como soldador en una fábrica, para poder hacer
cine durante el día.
Diego Mondaca y Werner Herzog |
Con esas y otras sugerencias el cineasta
bávaro orientó su conversatorio (en el Cine-Teatro 6 de Agosto, el viernes 10
de abril), bien moderado por el cineasta boliviano Diego Mondaca. En un castellano impecable, bien estructurado
aunque sin perder su acento alemán, respondió a las preguntas de jóvenes que se
dedican al cine en Perú, Chile, Colombia, Ecuador, Argentina, Brasil y por
supuesto Bolivia. Algunos llegaron hasta allí para declararle efusivamente
admiración y amor por su obra cinematográfica, otros para pedirle consejo.
Herzog está en Bolivia para filmar Sal y fuego, un nuevo proyecto de
largometraje cuyo escenario principal es el salar de Uyuni. No quiere dar
muchos detalles sobre el film porque aún está escribiendo el guión, y según su
estilo de trabajo, este evoluciona constantemente. Sin embargo adelantó que el
personaje protagonista de la historia será una mujer.
Autodidacta, recuerda que “no sabía lo
que era el cine hasta los 11 años de edad”. A los 14, cuando su madre se
trasladó a Munich, conoció a un joven actor desaforado que aterrorizaba al
barrio y que lo fascinó: Klaus Kinski. “Era como un huracán humano, vivo”,
recuerda Herzog. Veinte años más tarde lo llamó para protagonizar Aguirre, la cólera de dios y Fitzcarraldo.
Klaus Kinski |
Sobre esta última contó varias anécdotas
que yo había escuchado antes en boca de mi amigo Jorge Vignati, que fue su
camarógrafo. El personaje de Fitzcarraldo no le había interesado cuando se lo
contaron, hasta que le dieron el dato de que el barón de la explotación de
caucho había desarmado un barco para llevarlo a través de un istmo a otro río y
armarlo nuevamente allí. Eso motivó a Herzog a mostrar en su película el
esfuerzo titánico de llevar un barco entero, de un río a otro. Quizás esa
anécdota simboliza mejor que ninguna otra la actitud de Herzog en el cine:
buscar el camino más difícil, no el más fácil, y hacer películas como él las
quiere, aunque nadie la valore o las entienda.
Solo un loco como Kinski podía
representar a un loco como Fitzcarraldo.
La película entera se organizó en torno al actor que, irascible,
amenazaba con abandonar la filmación, destruía escenarios y se enfrentaba una y
otra vez al director, al extremo de que ambos especulaban sobre la posibilidad
de asesinarse el uno al otro, al mismo tiempo. Tan fuerte era la presencia de
Kinski en el film, que Herzog no dudó en eliminar completamente todo lo que
había filmado con Mick Jagger (The Rolling Stones) antes de la incorporación de
Kinski.
Kinski en Fitzcarraldo |
Herzog es un poeta del cine que busca
cada vez desafíos de expresión que otros cineastas generalmente evitan para no
salir de su zona de confort. Tanto en sus largometrajes de ficción como en los
documentales, Herzog filma en las condiciones más difíciles, y busca esa
dificultad como una manera de penetrar en la realidad y plantear las preguntas
que quiere hacer. Para él son más importantes las preguntas que las respuestas:
“si tuviéramos todas las respuestas no existiría el cine ni la poesía”. Por ello
se desmarca del cine de denuncia y de documentales que muestran hechos, porque
lo que quiere es ir detrás de lo aparente en busca de la verdad. “En el cine
actual hay que luchar por la realidad, porque todo tiende a ser artificial
ahora”.
Son los poetas los que hacen las
preguntas: “sólo los poetas pueden unir a la gente”, y Herzog es uno de ellos.
Un poeta caminante que no “hace camino al andar”, la frase tan manoseada de
Machado, sino que busca los derroteros que presentan mayor esfuerzo, para que
el resultado valga la pena. El camino es un desafío, no solamente un trayecto. Lo
importante es la búsqueda y lo que lo anima es “una visión del horizonte, sigo
una estrella que es claramente para mi pero no para los demás”. Pero reconoce
que el camino está lleno de dificultades: “Yo soy el resultado de mis
derrotas”. Y agrega: “Hasta cierto punto mi trabajo ha sido la conquista de lo
inútil”.
Lotte Eisner y Werner Herzog |
El caminar por la vida es tan importante
para Herzog, que preferiría perder uno de sus dos ojos, pero no una pierna: “Si
perdiera una pierna dejaría de hacer cine”. En 1974 cuando su mentora Lotte
Eisner estaba muy enferma y aparentemente a punto de morir, Herzog decidió
caminar desde Alemania hasta París para despedirse de ella con un homenaje
personal. Por suerte para ambos, Lotte vivió 8 años más, falleció a los 88 años
de edad, 8 días después de que Herzog, viéndola muy enferma y débil, le dijera:
“Lotte, ya puedes morirte”. Cuando se refiere a su propia muerte, Herzog se
imagina recibiéndola en una montaña o en una selva: “Parte de mi alma pertenece
a la selva”.
“Los cineastas no mueren bien, son muy
frágiles”, dice, y recuerda a Orson Welles o a Griffith, que no pudieron
concluir algunos de sus proyectos. “La historia del cine está llena de
catástrofes.
Fascinados por el personaje que es
Herzog, los cineastas jóvenes le preguntan cómo se busca una buena historia, y
él responde: “Las historias me encuentran a mi, yo no las busco. Llegan como ladrones a las tres de la
madrugada, lucho cuerpo a cuerpo con ellos, y uno me gana. Esa es la historia.”
Pero sobre todo quiere que los jóvenes busquen un camino propio y no de
imitación: “No quisiera ver películas hollywoodenses llegando desde Bolivia,
sino películas sobre esta cultura”.
Pocos realizadores de cine tan versátiles
como Werner Herzog, y pocos tan arriesgados y temerarios. Más allá de la
fantasía de sus films, sus proezas como director de cine empecinado e intrépido
nutren una leyenda que se prolonga a través del tiempo y de cada uno de las 66
películas que ha realizado desde 1962. Y ahora filmará en Bolivia, tierra de
cineastas frustrados.
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El cine no es un arte
de cultos, sino de iletrados.
La cultura fílmica no
es análisis sino agitación de la mente.
—Werner Herzog