Como dijo mi hermano Pedro el viernes 17
de octubre durante la inauguración de la Plaza “Alfonso Gumucio Reyes” en la calle
22 de Achumani, a mi padre le hubiera encantado este homenaje del Gobierno
Municipal de La Paz, en parte porque en sus años finales le gustaba salir a
caminar y sentarse a tomar el sol en alguna plaza, encorvado y con las piernas
cruzadas, con sombrero para protegerse y una vieja chompa beige que aún
conservo.
Denise Ostermann, Pedro Gumucio Dagron, Alfonso Gumucio Dagron, el Alcalde a.i. Freddy Miranda y Pedro Susz |
Por lo demás, no era afecto a los
homenajes. Como recordó mi hermano, dos veces rechazó la oferta que le hicieron
de colgar en su pecho la máxima condecoración que otorga el Estado boliviano:
el “Cóndor de los Andes”. Una de las
razones que esgrimía para rechazar ese honor tenía que ver con su natural vocación
de servicio: “lo único que he hecho es trabajar por el país”. La otra razón,
como me dijo alguna vez, es que el “Cóndor de los Andes” se ha devaluado
bastante desde que las dictaduras lo concedían con cualquier motivo a cualquiera.
Esto es fácil de comprobar si se revisa la lista de los recipientes a lo largo
de las cinco o seis décadas pasadas.
Este año ha sido y es todavía el año del
centenario del nacimiento de mi padre y gracias al Gobierno Municipal de La
Paz, su memoria ha sido honrada. El Alcalde Luis Revilla, el Director de
Gobernabilidad Pedro Susz y todo su equipo se han portado no solamente como
funcionarios responsables, sino como amigos, aunque Pero Susz me ha dicho
varias veces que lo que hizo la Alcaldía es lo que se debía hacer: un mínimo
reconocimiento al constructor del desarrollo económico de Bolivia a principios
de las décadas de 1950 y 1960.
Los homenajes han sido gratificantes para
la familia y los amigos, sobre todo porque son la prueba de que unos pocos en
este país tienen memoria. Lo dije con todas sus letras y sin ambages durante la
inauguración de la Plaza “Alfonso Gumucio Reyes” en Achumani: no han recordado
el centenario de mi padre los cruceños, por los que tanto hizo desde sus
funciones de Estado, ni los cochabambinos, y lo que es peor, no lo ha recordado
el gobierno nacional, tan auto-convencido de que la historia del país comenzó recién
hace nueve años. Parte es ignorancia, parte es arrogancia, pero el resultado es
el mismo: desmemoria malagradecida.
Tal como escribí en El ingeniero descalzo, el libro presentado en el homenaje que tuvo
lugar en el salón de Honor de la Alcaldía de La Paz, el 12 de agosto de 2014,
nuestro padre fue el impulsor del desarrollo económico de Santa Cruz, que hasta
mediados de los años cincuenta no era sino un pueblito aislado del resto del
país.
No me lo contaron, así recuerdo que era,
pues en la plaza principal todavía se arrastraban sobre el fango las carretas
tiradas por bueyes. Las carreteras que diseñó desde la presidencia de la
Corporación Boliviana de Fomento (CBF) y más tarde como Ministro de Economía
integraron el oriente de Bolivia al altiplano. Pero no fueron solamente los
grandes ejes viales de integración sino las carreteras de penetración que
permitieron el crecimiento de polos de desarrollo en torno al ingenio azucarero
de Guabirá y de Montero (donde hay un hospital que lleva su nombre), los
proyectos ganaderos en Todos Santos, y varios proyectos de agricultura
tropical.
Pedro Gumucio Dagron, Katherine Grigsby y Alfonso Gumucio Dagron |
El vivero de frutales de San Benito en el
valle alto de Cochabamba cambió la estructura de producción y la economía
familiar de los campesinos de la zona. No por nada la variedad más chaposa y
jugosa de durazno fue nombrada “Gumucio Reyes” por el ingeniero René Saavedra,
ese “loco por los duraznos” que mi padre buscaba y encontró para hacer realidad
ese proyecto. La semana pasada mi amiga Ximena Jáuregui me trajo de Cochabamba
unas plantas de esa variedad, que, espero, puedan echar raíces firmes en la
nueva Plaza “Alfonso Gumucio Reyes”.
Rolando Costa Arduz, Pedro Gumucio y Carlos D. Mesa |
La Alcaldía de La Paz colocó simultáneamente
una placa idéntica a la de la plaza de Achumani, junto al nicho de mi padre en
el Cementerio General. En ambas el
Alcalde Luis Revilla decidió recoger debajo de la declaratoria de “Hijo
Predilecto de la Ciudad de La Paz” (que se otorga solamente por segunda vez en
la historia de esta ciudad) una frase que incluí en el libro: “Los bolivianos
honestos y dignos lo recuerdan como un visionario de la economía de Bolivia, que
supo impulsar los grandes proyectos de desarrollo a través de una administración
rigurosa e impecable, guiada por la ética y por la noción de servicio al país”.
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Gumucio era por encima
de todo un creador que hizo posible que las ideas de transformación de la
revolución fueran una realidad. Será imposible entender varios de los
lineamientos y varios de los caminos que siguió el proceso de 1952 sin la mano
firme, clara y la iniciativa sin desmayos, y el estar siempre dispuesto a hacer
locuras de Alfonso Gumucio Reyes.
—Carlos D. Mesa