El 2 de julio del 2012 acompañé una de
las marchas del movimiento #YoSoy132 en Ciudad de México. Estudiantes de varias
universidades se unieron para
manifestar, como lo habían hecho en las semanas anteriores, contra el
sistema político mexicano y las irregularidades del proceso electoral y contra
la distorsión de la realidad y el poder manipulador que ejerce sobre la
opinión pública el llamado “duopolio” televisivo: Televisa y Televisión Azteca.
Fotografié entonces pancartas en las que
se leía: “Las instituciones tienen precio, nuestra dignidad no. Conciencia
colectiva”, “IFE: Instituto de Fraude Electoral”, “Mexicanos al grito de
guerra”, “Un minuto de silencio por el pueblo mexicano que no se rinde”, “Un
pueblo ignorante es un pueblo sumiso”, “Los medios son de ellos, las paredes
son nuestras”, “Peña Nieto, no pasarás”, “Lo único que me mantiene en pie es la
conciencia”, “Un pueblo ignorante suele elegir a un gobierno ignorante”, “Si no hay pan para el pobre, no habrá
paz para el rico”, “Dejar de luchar es empezar a morir”, “Somos el pueblo
informado y estamos en pie de lucha”, “Hoy estoy de luto”, “Murió la
democracia, nació la revolución”, “No regresemos a la dictadura perfecta”, y
varias frases del Ché.
Pocos días antes de cumplirse el primer
año del nacimiento del movimiento #YoSoy132, a principios de mayo, pude
refrescar mi memoria de aquellos hechos cuando asistí a la presentación del
libro #YoSoy132 – Primera erupción visible, escrito a cuatro manos por mi cuate Jesús Galindo y José Ignacio
González-Acosta, el primer libro que se publica sobre ese fenómeno social,
político y cultural que durante algunos meses transformó a la sociedad mexicana. Hubiera querido escribir inmediatamente una crónica sobre el libro y su presentación, pero cinco semanas de viaje por cinco países y un virus porfiado e impenitente me lo han impedido hasta ahora.
La presentación se hizo en la Universidad
Iberoamericana, en Santa Fe, en las afueras de la Ciudad de México. No es
cualquier lugar para presentar una obra como esta, puesto que fue allí
exactamente un año antes, 11 de mayo de 2012, cuando entre los muros de esa
universidad privada y elitista germinó la semilla del movimiento de estudiantes
#YoSoy132. Fue entonces cuando los estudiantes “de la ibero” le hicieron pasar
un trago amargo al candidato a la presidencia, el priísta Enrique Peña Nieto,
quien tuvo que refugiarse en uno de los baños para escapar al acoso.
Los asesores del ahora presidente de
México cometieron el desliz de calificar a los estudiantes de agitadores
infiltrados y eso abrió las puertas para que los aludidos se identificaran uno
por uno con sus credenciales de universitarios, en un video que en pocas horas
se convirtió en un fenómeno viral y dio nacimiento a #YoSoy132. El descontento
de la población mexicana con el sistema político imperante fortaleció
rápidamente este movimiento que tuvo la capacidad –inédita en México- de
convocar a los candidatos presidenciales a un debate público en televisión.
Jesús Galindo Cáceres, Octavio Islas, José Ignacio González-Acosta y dos estudiantes de la Ibero |
La “primera irrupción visible” es
analizada por Galindo y González-Acosta en profundidad y en un lenguaje poco
convencional que se corresponde con la propuesta principal del análisis. Según
los autores el movimiento #YoSoy132 fue un movimiento “estético” diferente a
otros movimientos sociales territoriales que se han producido regularmente en
el país. Luego de una rigurosa investigación que acumuló 130 sesiones de grupo
y encuestas en 22 ciudades mexicanas, los autores trasladan sus observaciones
de marchas, entrevistas, testimonios y otras manifestaciones, a un texto
sencillo y directo, escrito en un lenguaje cándido y coloquial con preguntas
provocadoras y respuestas tajantes, como un diálogo de tú a tú –un tanto
fragmentado- que interpela al lector para sumarlo a la reflexión.
El movimiento político, social, cultural
y estético es abordado en 184 páginas por Galindo y González-Acosta, autores de
generaciones separadas por más de tres décadas de distancia, pero unidos en una
perspectiva renovadora de activismo intelectual del movimiento social que
transformó el escenario político mexicano.
Un libro escrito a cuatro manos
representa un desafío estilístico cuyo resultado es que algunos capítulos son
mejores que otros, tanto en la reflexión como en la escritura. Más allá de los
capítulos de análisis de contexto y de las descripciones detalladas de los
hechos, quizás el texto más interesante es el que plantea la tesis de #YoSoy132
como un movimiento estético, lo cual podría aplicarse también a los indignados
de España, a Occupy Wall Street, a los estudiantes chilenos, a los ciudadanos
de Gezi park en Estambul, y a muchos otros movimientos sociales, en su mayoría
constituidos por jóvenes, cuyo origen se remonta a los antiglobalizadores de
Seattle en diciembre de 1999 y mucho antes, a los movimientos estudiantiles
creativos de mayo 1968 en París.
Jesús Galindo Cáceres y José Ignacio González-Acosta |
Los autores consideran que un movimiento
social estético se diferencia de los movimientos tradicionales porque sus
reivindicaciones tienen significan una elección entre “lo sublime y lo vulgar;
lo honesto y lo deshonesto; lo bello y lo repugnante; lo legítimo y lo
ilegítimo; lo justo y lo injusto; lo digno y lo indigno; la libertad y la
opresión; lo moral y lo inmoral; la libertad y la coacción; la conciencia o la
ignorancia; lo que ofende o enaltece; más de lo mismo o cambio; lo moderno y lo
fuera de moda”.
Por ello, afirman, las comunidades
estéticas no exigen exclusividad total sino que establecen relaciones con otras
comunidades “pero no de modo rígido, exclusivo”. Por esas mismas
características, las comunidades estéticas “son muy abiertas, muy inestables,
frágiles…” Suelen potenciarse por el uso intensivo de múltiples sistemas de
información y comunicación, tal como sucedió de manera viral y gracias a
internet con #YoSoy132, y como había sucedido antes con el movimiento global de
IndyMedia resultante de las manifestaciones de Seattle.
¿Ha sido #YoSoy132 un movimiento fundador
o una llamarada de petate? En cuanto la fragilidad de los movimientos estéticos
los autores son radicales en su análisis cuando afirman que el movimiento ya
murió, a menos de un año de haber nacido, porque se institucionalizó: “… pasa a
ser un movimiento social político, con fines y objetivos políticos definidos en
la forma que lo conocemos aun hoy en día”.
Pero más allá de desaparecer como
movimiento estético (lo que explicaría por ejemplo la poca asistencia de
estudiantes durante la presentación del libro en la Universidad
Iberoamericana), uno se pregunta si el movimiento #YoSoy132 no desapareció como
tal al terminar la coyuntura electoral. “… la coyuntura política apagó parte de
lo que se había encendido, y la forma del movimiento fue menor de lo que pudo
llegar a ser. (…) … un movimiento así es posible, pero no tiene condiciones
para poner en riesgo al sistema de orden y control vigentes de manera
permanente o definitiva”.
La denominación de “comunidades
estéticas”, con guiños a Oscar Wilde o a Lord Byron (también a Baudelaire y
Rimbaud aunque pertenecen a la categoría de poetas “malditos”), es sin duda una
apuesta arriesgada porque lo que cuenta desde el punto de vista histórico no es
solamente la figura del dandy que sacude a la sociedad (épater la burgeoisie) sino la permanencia de su obra. Ninguna de
esas “figuras” existe al margen de una obra importante que trasciende la manera
de actuar coyuntural.
Queda también por verificarse la distinción
generacional tajante que se hace entre “jóvenes” y “adultos” en el libro, no
verificable en la realidad puesto que hay tantos jóvenes conservadores y “plásticos”
para quienes lo mejor es que nada cambie, como adultos que sueñan y se
comprometen día a día, sin aspavientos, en la transformación de la sociedad.
Marcha del movimiento #YoSoy132, el 2 de julio de 2012 en Ciudad de México |
Durante la presentación del libro
pregunté a Chucho y a José Ignacio cual era el “clic” que les había permitido
recorrer juntos esta aventura editorial y ellos recordaron que fue una fortuita
conversación de sobremesa (poco tiempo después de los eventos sucedidos en la Universidad
Iberoamericana), cuando el editor del libro lanzó el desafío que ambos autores
decidieron aceptar. José Ignacio (23 años de edad), estudiante de antropología
y medios en la Universidad de Goldsmith en Londres, y Jesús, académico y
promotor cultural con una trayectoria muy extensa, unieron fuerzas para sacar
adelante el proyecto en menos de un año. A pesar de haber reunido miles de
páginas de información y encuestas, el resultado es un libro relativamente
breve, de fácil lectura, que consecuentemente con el aporte que representa,
está disponible de manera gratuita en PDF a través de la revista Razón y Palabra que dirige Octavio Islas.
Para Jesús “Chucho” Galindo, este es el
libro número 30 que publica. No entiendo cómo administra su tiempo para hacerlo
tan rentable intelectualmente, porque entre su trabajo en la Universidad de
Puebla y todo lo que publica en una cantidad de redes sociales de las que forma
parte (jazz, cocina, diseño, moda, deportes…), mi amigo Jesús Galindo Cáceres
todavía se da tiempo para investigar y escribir libros.
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En los ojos del joven, arde
la llama; en los del viejo, brilla la luz. —Victor Hugo