Mi amigo fotógrafo "Pecas", alias Cristóbal
Corral (o viceversa, es igual), presentó en Quito en diciembre 2011 su más
reciente libro sobre el pasado, Quimeras
del tiempo – Los años setenta, con introducción, textos y complicidad de Alejandra
Adoum, otra amiga querida. Durante el lanzamiento e inauguración de la muestra
de fotografías, la presentación la hizo Pocho Álvarez, el tercer amigo de ese
trío ecuatoriano. De esa manera fotógrafo,
escritora y cineasta se unieron otra vez en una confabulación creativa que
tiene como amalgama una profunda y proverbial amistad. Falté, pero el Pecas,
Alejandra y Pocho me hicieron sentir como que allí estuve.
Recién ahora, con el libro en mis manos (fue
publicado por el Instituto Metropolitano de Patrimonio de Quito), puedo
apreciar el valor de cada imagen y cada texto: 103 fotografías en blanco y
negro, y un relato que de a poquito reconstruye la memoria de los años 1970.
La mirada de Cristóbal Corral es
horizontal y dialógica, no busca efectismo alguno ni exageración de la
realidad. El fotógrafo es un testigo discreto, no un protagonista
grandilocuente. Los protagonistas son los otros, los mineros, los indígenas
marginados, la propia ciudad de Quito que respira con su ritmo histórico, o los
que luchan por la justicia social. Entre estos destaca el “obispo de los
indios” Monseñor Leónidas Proaño siempre en diálogo con las comunidades
indígenas.
Las fotos de Cristóbal Corral dan
testimonio tanto del crecimiento de Quito como de la participación ciudadana en
la política, y de la vida cotidiana de hombres y mujeres en diferentes espacios
de la geografía diversa del Ecuador. El libro está dividido en secciones sobre
la ciudad capital (“El damero del cerro”), los movimientos sociales (“El sueño
del grito en calles y plazas”), la migración interna (“Migrantes se llaman, por
si acaso”); la población de la costa (“Guadúa, mangle y piel morena”), los
indígenas de la sierra (“Runa, el ser humano”), y la minería (“Adentro donde no
hay luz”).
Alejandra Adoum (foto Politi) |
En el prólogo, escrito con esmero poético
y memoria histórica, Alejandra Adoum se muestra otra vez acuciosa exploradora
de las palabras. Comienza citando una frase de Roland Barthes, “lo que la
fotografía reproduce no tiene lugar sino una sola vez: repite mecánicamente lo
que no podrá repetirse existencialmente”, para decir que en Ecuador, la
historia sí se repite.
Los años 1970, tumultuosos en todos los
países de nuestra región, fueron aquellos cuando en Ecuador “de dictadura
amaneció vestida la década y encinta de quimeras”. Las fotos de Cristóbal
Corral son “gritos de multitud” en las palabras de Alejandra Adoum, quien
conoce bien ese periodo histórico y supo aportar a la reflexión sobre la
sociedad como artífice en aquellos años de la revista Nueva.
Alejandra re-mira las fotos con ojos memoriosos de historiadora porque en
cada foto revive episodios políticos o momentos de crisis social que para los
que no somos ecuatorianos -o para los ecuatorianos sin memoria- podrían pasar
desapercibidos.
Sus brevísimos textos dialogan con las
fotos, no tienen existencia propia sino que las acompañan con textos propios o expresiones
prestadas de autores como Jorgenrique Adoum o Eloy Proaño. Este último escribe
sobre Quito: “Dicen que te están urbanizando / y en tus faldas de grama y de
tomillo / el mal gusto ha clavado cuatro casas / como dientes podridos”.
Entre los textos propios los hay tan visuales
como “Quito se ha empeñado en treparse por los montes como queriendo tomarse
permanentemente el cielo por asalto y acaso, por eso mismo, las únicas montañas
que la fe no ha logrado mover son las que permanecen impávidas viéndola
crecer”, o refiriéndose a la sierra, “… donde el tiempo corre
pero no empuja, como si transcurriera en otra dimensión, y en las que sólo el
viento parecería alzar la voz”.
La frase con la que Alejandra cierra sus
comentarios pertenece a la vida –o muerte- de los mineros, que en la fotografía
aparecen parados en boca de mina: “Y acaso lo sea contra la vida. Porque a la
entrada ¿o a la salida?... ¿se va al suicidio o se ha vuelto del infierno?”
Mientras Alejandra Adoum ofrece en el
libro el contexto histórico, el día del lanzamiento del libro Pocho Álvarez se
refirió a la mirada del fotógrafo:
Pocho Álvarez (foto Rafa Politi) |
“Los grises de las fotografías y sus
amplias gamas, los negros y los blancos en contrastes, dibujando rostros
permanentes como los tutelares de la geografía andina de cerros y
volcanes, las texturas del paisaje
y su piel de fechas llevan la impronta de la ilusión de una década y su
historia que nos dijeron redentora. Pero en otro siglo y milenio, en una
extraña ecuación de tiempos que solo la fotografía permite hacer, es
decir, juntar presentes y pasados
en un solo instante; en el cuadro impreso, adentro de la imagen, calladamente y
en una alquimia secreta, dos universos conjugan, desde el ahora y hacia el
mañana, la cromática feliz de un encuentro necesario, la imagen y la palabra
nacida de esos calendarios, los tiempos de quimeras”.
Para que el texto de Pocho no quede
sólo en la memoria de quienes lo escucharon ese día, me he
permitido ponerlo al alcance de todos los lectores, a la distancia de un clic.
Cristóbal Corral (foto Rafa Politi) |
Cristóbal tiene una trayectoria muy rica
en la fotografía, como ya lo he mencionado en algún otra nota que publiqué
sobre él. A través de los años ha desarrollado series de fotografías sobre
temáticas muy diversas, y con una mirada adecuada a cada temática. Su estilo es
diferente en la serie de retratos que hizo de Jorge Enrique Adoum o cuando
fotografía una ciudad, un río o los animales de la selva.
Además de los prójimos, Baco y el calendario, Pecas le dedica el libro a sus
“otros ojos”, las cinco cámaras de fotografía que lo han acompañado en
diferentes etapas de su vida profesional. Más que un tributo a la tecnología,
es una manera de agradecer a esos aparatos que son fieles aún en las
circunstancias difíciles en las que trabaja un fotógrafo de temas sociales.
El libro está pues en circulación, tiene
vida propia, y la muestra fotográfica permanecerá abierta hasta el 13 de marzo
2012 en el Centro Cultural Itchimbía, luminoso palacio de cristal encaramado sobre
una de las colinas de Quito, donde a mí también me tocó presentar uno de mis
libros hace un par de años.
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