13 febrero 2012

Quimeras de Cristóbal


Mi amigo fotógrafo "Pecas", alias Cristóbal Corral (o viceversa, es igual), presentó en Quito en diciembre 2011 su más reciente libro sobre el pasado, Quimeras del tiempo – Los años setenta, con introducción, textos y complicidad de Alejandra Adoum, otra amiga querida. Durante el lanzamiento e inauguración de la muestra de fotografías, la presentación la hizo Pocho Álvarez, el tercer amigo de ese trío ecuatoriano.  De esa manera fotógrafo, escritora y cineasta se unieron otra vez en una confabulación creativa que tiene como amalgama una profunda y proverbial amistad. Falté, pero el Pecas, Alejandra y Pocho me hicieron sentir como que allí estuve.

Recién ahora, con el libro en mis manos (fue publicado por el Instituto Metropolitano de Patrimonio de Quito), puedo apreciar el valor de cada imagen y cada texto: 103 fotografías en blanco y negro, y un relato que de a poquito reconstruye la memoria de los años 1970.

La mirada de Cristóbal Corral es horizontal y dialógica, no busca efectismo alguno ni exageración de la realidad. El fotógrafo es un testigo discreto, no un protagonista grandilocuente. Los protagonistas son los otros, los mineros, los indígenas marginados, la propia ciudad de Quito que respira con su ritmo histórico, o los que luchan por la justicia social. Entre estos destaca el “obispo de los indios” Monseñor Leónidas Proaño siempre en diálogo con las comunidades indígenas.

Las fotos de Cristóbal Corral dan testimonio tanto del crecimiento de Quito como de la participación ciudadana en la política, y de la vida cotidiana de hombres y mujeres en diferentes espacios de la geografía diversa del Ecuador. El libro está dividido en secciones sobre la ciudad capital (“El damero del cerro”), los movimientos sociales (“El sueño del grito en calles y plazas”), la migración interna (“Migrantes se llaman, por si acaso”); la población de la costa (“Guadúa, mangle y piel morena”), los indígenas de la sierra (“Runa, el ser humano”), y la minería (“Adentro donde no hay luz”).

Alejandra Adoum (foto Politi)
En el prólogo, escrito con esmero poético y memoria histórica, Alejandra Adoum se muestra otra vez acuciosa exploradora de las palabras. Comienza citando una frase de Roland Barthes, “lo que la fotografía reproduce no tiene lugar sino una sola vez: repite mecánicamente lo que no podrá repetirse existencialmente”, para decir que en Ecuador, la historia sí se repite.

Los años 1970, tumultuosos en todos los países de nuestra región, fueron aquellos cuando en Ecuador “de dictadura amaneció vestida la década y encinta de quimeras”. Las fotos de Cristóbal Corral son “gritos de multitud” en las palabras de Alejandra Adoum, quien conoce bien ese periodo histórico y supo aportar a la reflexión sobre la sociedad como artífice en aquellos años de la revista Nueva.

Alejandra re-mira las fotos con ojos memoriosos de historiadora porque en cada foto revive episodios políticos o momentos de crisis social que para los que no somos ecuatorianos -o para los ecuatorianos sin memoria- podrían pasar desapercibidos.

Sus brevísimos textos dialogan con las fotos, no tienen existencia propia sino que las acompañan con textos propios o expresiones prestadas de autores como Jorgenrique Adoum o Eloy Proaño. Este último escribe sobre Quito: “Dicen que te están urbanizando / y en tus faldas de grama y de tomillo / el mal gusto ha clavado cuatro casas / como dientes podridos”.   

Entre los textos propios los hay tan visuales como “Quito se ha empeñado en treparse por los montes como queriendo tomarse permanentemente el cielo por asalto y acaso, por eso mismo, las únicas montañas que la fe no ha logrado mover son las que permanecen impávidas viéndola crecer”,  o refiriéndose  a la sierra, “… donde el tiempo corre pero no empuja, como si transcurriera en otra dimensión, y en las que sólo el viento parecería alzar la voz”.

La frase con la que Alejandra cierra sus comentarios pertenece a la vida –o muerte- de los mineros, que en la fotografía aparecen parados en boca de mina: “Y acaso lo sea contra la vida. Porque a la entrada ¿o a la salida?... ¿se va al suicidio o se ha vuelto del infierno?”

Mientras Alejandra Adoum ofrece en el libro el contexto histórico, el día del lanzamiento del libro Pocho Álvarez se refirió a la mirada del fotógrafo:

Pocho Álvarez  (foto Rafa Politi)
“Los grises de las fotografías y sus amplias gamas, los negros y los blancos en contrastes, dibujando rostros permanentes como los tutelares de la geografía andina de cerros y volcanes,  las texturas del paisaje y su piel de fechas llevan la impronta de la ilusión de una década y su historia que nos dijeron redentora. Pero en otro siglo y milenio, en una extraña ecuación de tiempos que solo la fotografía permite hacer, es decir,  juntar presentes y pasados en un solo instante; en el cuadro impreso, adentro de la imagen, calladamente y en una alquimia secreta, dos universos conjugan, desde el ahora y hacia el mañana, la cromática feliz de un encuentro necesario, la imagen y la palabra nacida de esos calendarios, los tiempos de quimeras”.

Para que el texto de Pocho no quede sólo en la memoria de quienes lo escucharon ese día, me he permitido ponerlo al alcance de todos los lectores, a la distancia de un clic

Cristóbal Corral (foto Rafa  Politi)
Cristóbal tiene una trayectoria muy rica en la fotografía, como ya lo he mencionado en algún otra nota que publiqué sobre él. A través de los años ha desarrollado series de fotografías sobre temáticas muy diversas, y con una mirada adecuada a cada temática. Su estilo es diferente en la serie de retratos que hizo de Jorge Enrique Adoum o cuando fotografía una ciudad, un río o los animales de la selva.

Además de los prójimos, Baco y el calendario, Pecas le dedica el libro a sus “otros ojos”, las cinco cámaras de fotografía que lo han acompañado en diferentes etapas de su vida profesional. Más que un tributo a la tecnología, es una manera de agradecer a esos aparatos que son fieles aún en las circunstancias difíciles en las que trabaja un fotógrafo de temas sociales.

El libro está pues en circulación, tiene vida propia, y la muestra fotográfica permanecerá abierta hasta el 13 de marzo 2012 en el Centro Cultural Itchimbía, luminoso palacio de cristal encaramado sobre una de las colinas de Quito, donde a mí también me tocó presentar uno de mis libros hace un par de años. 

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 Yapa: