Lo que está sucediendo en Nicaragua con la Victoria de Daniel Ortega (pero no del sandinismo) es lamentable. Ortega fue a las elecciones agitando banderines rosados, abandonando la bandera rojinegra del sandinismo de Sandino. Ganó las elecciones invocando a Dios y abrazándose con el reaccionario Cardenal Obando. Logró una mayoría simple de votos modificando la constitución de manera que pudiera ganar con apenas el 30% del apoyo de los electores. Llevó adelante la fórmula ganadora nombrando como candidato a la vice-presidencia a un dirigente de la Contra, que tantos jóvenes nicaragüenses asesinó durante la guerra. Llegó a las elecciones con un discurso ambiguo y traicionero, donde ofrece un país con ricos y pobres “que vivan en paz” y donde prácticamente pidió perdón a Estados Unidos y a la derecha de Nicaragua por haber liderado en el pasado un movimiento revolucionario que intentó transformar a ese país y acabar con la injusticia. Ahora, Ortega vestido de rosado, transa y traidor al sandinismo, asumirá la presidencia de Nicaragua para no cambiar nada.
Para la memoria, es imprescindible leer y guardar lo que escribió Celia Hart, lo que escribió Ernesto Cardenal, lo que escribió Sergio Ramírez y otra gente fiel al sandinismo de Sandino, no al oportunismo del danielismo. Yo mismo escribí algo sobre el tema: Ortega, el manipulador.
Algunos de mis amigos nicaragüenses tienen “esperanzas” de que Daniel Ortega volverá a ser el revolucionario de antes, se ilusionan con que Ortega cambio de discurso solamente para ganar votos, pero que su corazón sigue siendo sandinista. Creen que la bandera rojinegra volverá a ser enarbolada por el FSLN. Yo creo que se equivocan. Creo que en menos de un año se darán cuenta de la realidad. Los danielistas son ahora burgueses bien acomodados, han amasado fortunas y tienen intereses personales que defender. No les interesa más el cambio social y menos la revolución.