19 abril 2019

Curva apetecible

 Tengo debilidad por los títulos de mis artículos y de mis libros. Me gusta que respiren algo de humor y que sacudan la imaginación de los lectores más conservadores y formales. 

Suelo pensar el título de mis textos antes de ponerme a escribirlos. En este caso dudé entre “Curva peligrosa” y “Curva apetecible”. Opté por el último porque las curvas apetecibles suelen ser las más peligrosas. Si no, que lo diga el Alcalde Revilla, ya que la curva peligrosa a la que me refiero es la curva de Holguín, que ha estado hace poco en las noticias, y no por buenas razones. 

Para los obrajeños como yo, la curva de Holguín fue un  punto de referencia tan emblemático como la gruta de la virgen o la subida a Miraflores “por el desecho”.  Dicen que Melgarejo exclamó: “a Francia por el desecho”, pero probablemente se refería a otro atajo y no al que yo solía recorrer a pie los viernes a las 6 de la mañana cuando estudiaba medicina, para llegar a tiempo a las prácticas de histología del implacable Ferdín Humboldt Barrero. 

Durante décadas el paso por la curva de Holguín era el único que existía. No había ni Avenida de Los Leones, ni la Avenida “Zabaleta” (Zavaleta, ignorantes), ni la Avenida del Poeta, ni la serpentina de la Kantutani que se prolonga en la Costanera. Solo se podía llegar a Obrajes o salir de Obrajes a la ciudad pasando por la curva de Holguín. 

En mi infancia, allí empezaban las carreras de cochecitos de rodamientos, ocupando toda la avenida Hernando Siles, mientras en el rio, cerca de la Casa de Holguín, todavía lavaban oro. Hoy es una cloaca inmunda que transfigura las prístinas aguas de los manantiales de montaña, en un torrente nauseabundo. 

La curva de Holguín no era tan “apetecible” como ahora porque la lógica del negociado no prevalecía. Hace un par de décadas vimos cómo rebanaban el cerro frente a la Casa Holguín. Esa ya fue una mala señal: el terreno aplanado anunciaba la llegada de buitres en pos de negocios. 

¿Cómo llegó Edwin Saavedra a apropiarse de ese espacio público municipal? Es uno de los temas que habrá que indagar. Dice el ex alcalde Juan del Granado que el año 2000 encontró la curva de Holguín, con una extensión de 84.426,28 metros cuadrados, “propietarizada” a favor de Edwin Saavedra, como consecuencia de Resoluciones y Ordenanzas Municipales anteriores “claramente ilegales e irregulares". 

Luego llegó el Teleférico Amarillo, una obra de gran utilidad (aunque nunca logrará ni amortizar la inversión ni cubrir sus costos de mantenimiento), y la negociación con el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz para construir la estación más grande, que conecta tres líneas de teleférico. Hasta ahí, vaya y pase: son partos de la modernidad, dolorosos pero necesarios. 

Mirando desde la altura ese magnífico terreno, publiqué el 28 de septiembre de 2014 en esta misma página editorial, un artículo sugiriendo que en el terreno ocupado por la empresa Toyosa como garaje se hiciera un gran parque, una arboleda acogedora con paseos donde la gente pudiera ir a caminar, a leer, a encontrar paz y tranquilidad. Mi campaña no tuvo ningún efecto, por supuesto, y coincidió con el lanzamiento de la maqueta del World Trade Center (WTC), proyecto que seguramente hizo temblar de envidia a Wall Street. 

Para llegar a esa maqueta tuvo que firmarse un acuerdo (de dudosa idoneidad) entre el poder central gestor del Teleférico, Edwin Saavedra y la Alcaldía. Esa curiosa juntucha entre la empresa privada, el poder municipal y central debía llamar la atención, porque todos sabemos que Toyosa (Tersa, WTC) y Saavedra están muy ligados al gobierno de Evo Morales, al extremo de que el dueño de Toyosa fue Embajador en Japón por su amistad personal con García Linera. En 13 años Toyosa le ha vendido al gobierno centenares de vehículos de lujo (sin licitación) y Saavedra se ha enriquecido notablemente con el “proceso de cambio”. 

El Gobierno Municipal otorgó facilidades de excepción para el World Trade Center, calificadas por la Concejal Cecilia Chacón como “irregularidades” que deben ser investigadas. La lógica del comercio, de la rentabilidad y de la especulación inmobiliaria se impuso sobre consideraciones de impacto ambiental (uso de agua potable y energía eléctrica, espacio para estacionamiento y circulación de vehículos, disposición de basura, etc). Basta ver la maqueta con enormes edificios de centenares de oficinas, para decirse: torcieron todas las normas. 

Por mi parte, sigo pensando que la Alcaldía de La Paz debe recuperar esos terrenos que fueron de propiedad municipal (es decir de la ciudad y de los ciudadanos quienes nunca fueron consultados), para crear ahí un hermoso parque urbano que sería el equivalente del Montículo de la zona sur, un espacio verde de los que escasean cada vez más en la ciudad. 

Ciudades europeas con mayor presión demográfica y donde el metro de terreno suele ser muy valioso, hacen esfuerzos para recuperar áreas urbanas y convertirlas en parques, en pulmones verdes.  En La Paz, que tanto los necesita, hacemos al revés. Pura especulación con aquiescencia municipal. 

(Publicado en Página Siete el sábado 6 de abril 2019)
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El hombre ha fijado para sí mismo el objetivo de conquistar el mundo,
pero en el proceso pierde su alma. —Solzhenitsyn