03 agosto 2018

La ascensión de Hans Ertl

 El personaje de Hans Ertl es uno de los más curiosos en la historia del cine en Bolivia. Los que trabajamos en cine lo sabemos, y los vinculados a la Guerrilla del Che también conocen el vínculo, pero el grueso de desmemoriados e ignaros de este país no tiene idea de quién era. 

El joven Ertl fue uno de los 47 camarógrafos de Leni Riefenstahl, la realizadora predilecta de Hitler, en Olympia, el documental sobre los Juegos Olímpicos de 1936. Aunque es difícil saberlo con certeza, habría aportado a esa obra con tomas subjetivas muy audaces y con algunas proezas técnicas y artísticas. Probablemente era el camarógrafo mimado de Riefenstahl por su habilidad técnica, pero también por su relación personal con la directora seis años mayor que él. “Leni fue el gran amor de su vida, mi padre lo contó hasta sus últimos días”, confesó al periodista Alfonso Daniels en 2008 su hija Beatriz. 

Con la misma cámara Arriflex (uno de los primeros modelos de la fábrica), con que Ertl filmó en Alemania, llegó a Bolivia hacia 1954 o 1955 para filmar con su hija Monika Hito-Hito (1958, 94 minutos) en la Amazonía boliviana y brasileña, y luego Vorstoß nach Paititi  (1962, 95 minutos) en castellano simplemente Paititi, un film de exploración.  


Hans y Mónica Ertl
Tengo en algún lado un libro que publicó Hans Ertl con fotografías sobre Bolivia, titulado “Arriba Abajo”, una edición cuyos textos están en castellano, alemán e inglés. En la introducción Ertl se dice maravillado por los contrastes geográficos y las bellezas naturales.  “Mi anhelo –dice- fue buscar maravillas y retenerlas en mis fotografías. Pero ni siquiera la selección más escogida puede dar una imagen justa de esa naturaleza grandiosa en la cual se hace patente la Creación”. Junto a una fotografía de sí mismo escribe: “Radiantes de optimismo brillan los ojos de ese joven que ha encontrado una nueva patria en esta tierra hospitalaria”.  Otra foto lo muestra barbudo, surcando las aguas de algún río del oriente de un pequeño bote sobre el que ha instalado su famosa Arriflex. 

Ertl decidió quedarse en Bolivia, compró una hacienda en Concepción en el norte de Santa Cruz, dejó el cine y entregó su cámara Arriflex a su hija Mónica, quien la vendió a Jorge Ruiz y a Nicolás Smolij cuando éstos formaban parte del Instituto Cinematográfico Boliviano (ICB) y tenían planes para fundar la empresa “Socine”. La cámara fue vendida más tarde a cineastas peruanos. 

Mónica Ertl era militante del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y ajustició al cónsul de Bolivia en Hamburgo, el Coronel Roberto Quintanilla, responsable de haber ordenado que le corten las manos al cadáver del Che. El 12 de mayo de 1973 Mónica murió en un enfrentamiento con las fuerzas de represión del gobierno del General Banzer. 

Todo lo anterior lo sabíamos, o lo saben quienes se interesan en estos temas.  Sin embargo, es menos conocida la aventura de Hans Ertl en el Himalaya. 


Contrariamente a lo que conocíamos, Hans Ertl no vino directamente de Alemania para quedarse en Bolivia a la caída del nazismo, sino que realizó en 1953 en el Himalaya un largometraje documental sobre el Nanga Parbat la novena montaña más alta del mundo (8 125 metros) acompañando la expedición austriaco-alemana integrada por varios científicos y alpinistas, entre ellos Peter Aschenbrenner, Karl Maria Herrligkoffer, Walter Frauenberger, Fritz Aumann, Albert Bitterling, Otto Kempter, Kuno Rainer y Hermann Buhl. 

Este film es importante por varias razones. Es la primera obra dirigida por Hans Ertl, quien asumió además la fotografía, el montaje, el diseño general y todo lo demás, menos la música que fue compuesta por Albert Fischer. La banda sonora es muy rica, porque incluye sonido de ambiente y sonido sincrónico en los diálogos de los expedicionarios, en las escenas de convivencia en los campamentos, las comunicaciones por radio, y otros momentos en cada etapa del ascenso. Muchas son escenas dramatizadas, que implican dirección de actores y puesta en escena que contribuye a subrayar el dramatismo. 


Hasta entonces Hans Ertl había trabajado en medio de grandes equipos de producción, junto a decenas de técnicos, pero esta vez enfrentaría un doble desafío: ser el único técnico y responsable artístico del documental, y por otra parte filmar en condiciones extremas de frío y de altitud con un equipo muy reducido, cargando las latas de película (con ayuda de los sherpas hasta cierto punto) a través de un empinado y difícil ascenso. 

Me atrevo a pensar que después de semejante experiencia, Ertl decidió vivir en una zona calurosa por el resto de sus días: el norte de Santa Cruz. 


Nanga Parbat (90 minutos) comienza con un homenaje a las expediciones de 1895, 1934, 1937 y 1950 que intentaron alcanzar, sin haberlo conseguido, la cima de la montaña. En esos intentos murieron 31 alpinistas. Los expedicionarios de 1953, presentados al principio del film con su nombre, foto y función, se embarcan en el “Victoria Roma” con destino a Karachi. A partir de allí el relato transcurre según la cronología del viaje, pues no había mejor manera de hacerlo para convertir al espectador en un cómplice de la aventura. 

Luego de desembarcar en Karachi los expedicionarios atraviesan en tren una parte de Pakistán, hasta Rawalpindi, donde toman un avión que los llevará hasta Gilgit, a los pies del coloso.  Son interesantes las tomas que hace Hans Ertl de la arquitectura milenaria y de la población, a la que filma con admiración y respeto, muy lejos de aquellos preceptos de la raza aria “pura” que promovía el nazismo pocos años antes. 

Por el peso que significaba llevar los rollos de película y el material de filmación, Hans Ertl fue muy cuidadoso con todo lo que filmaba.  Cada plano fue meticulosamente pensado y preparado. El montaje hacía en cámara a medida que filmaba el recorrido. Como se sabe, es el trayecto el que importa y no solamente la llegada a la meta. 


El documental incluye escenas del recibimiento caluroso del presidente y otras autoridades de Pakistán que apoyan con una caravana de jeeps para llevar la carga (711 cajas de madera) hasta Talichi y luego en mulas hasta el primer campamento al pie del Nanga Parbat, que se convertirá en la base de operaciones. 

A partir de allí todo es esfuerzo humano, tanto de los expedicionarios como de los sherpas que los acompañan y que conocen el camino, aunque no haya propiamente camino sino un pesado manto de nieve que lo cubre todo y refulge con tanta intensidad que quema la vista y también las tomas de la película. La habilidad técnica de Ertl sale bien librada en todo momento con el uso de filtros especiales que a veces cambia en el curso de una misma toma. 


A medida que la expedición sortea obstáculos topográficos, Ertl muestra en una gráfica la altitud de cada etapa y la distancia hasta el siguiente campamento (cinco en total, el último a 6 900 metros), y en algunos descansos aprovecha para describir la cultura de los sherpas (su música, sus bailes) y la convivencia cotidiana con ellos, aunque a partir de cierto momento los sherpas ya no aparecen y solo quedan frente al coloso del Himalaya los expedicionarios alemanes y austriacos.  Ertl aparece poco, pero gracias a esas apariciones podemos deducir que llevaba dos cámaras Arriflex 35mm y varios lentes especiales. 

Es a partir del minuto 30 que el grupo se adentra en la parte más desafiante de la expedición, y cada metro que avanza multiplica los riesgos y el esfuerzo. En esa inmensidad blanca los hombres aparecen como pequeños puntos oscuros y frágiles. No son menores las proezas del propio Ertl para filmar desde lugares de difícil acceso y en ángulos que muestran la peligrosidad del trayecto. Hay planos magníficos que es difícil de explicar cómo los logró. Incluso hay escenas con montaje en paralelo, perfectamente coordinadas. 


Paso a paso, hundiéndose hasta las rodillas en la nieve, la expedición asienta etapas de avance en los campamentos en el camino de subida. Cuando las avalanchas de nieve se precipitan sobre ellos, Ertl no deja de filmar, se expone. De alguna manera organiza su propia expedición individual, para lograr tomas del grupo desde lejos. Logra transmitir así con la composición de primeros planos y de planos abiertos del paisaje, la sensación de inmensidad sobrecogedora. 

La última etapa es dramática y está ficcionalizada en un estilo expresionista. Exhaustos y afectados severamente por el frio y la altitud, los expedicionarios desisten de llegar a la meta que tienen al frente, a 1 300 metros de distancia, aparentemente muy cerca, pero en realidad todavía muy lejos en el esfuerzo necesario para coronarla. Mientras todos regresan a los campamentos más seguros, solo Hermann Buhl persiste hasta el final y logra llegar a la cima a las 7 de la noche, sin oxígeno pero ayudado por metanfetaminas y mate de coca (que Hans Ertl había traído de una primera visita a Bolivia), grabando así su nombre en la historia como el único hombre en coronar un pico de 8 mil metros en solitario, y sin oxígeno. Tardaría luego 24 horas en regresar al campamento, con los dedos de los pies necrosados. Perdió dos dedos para culminar su hazaña. 


Hans Ertl narra de manera magistral esta aventura del hombre frente a la naturaleza. Encuentro un gran paralelo entre esa actitud frente al cine y a la vida, con Werner Herzog, que suele encarar desafíos similares. Ambos cineastas alemanes hubieran tenido mucho que hablar. 

Dato curioso: en 1986 se hizo The Climb un largometraje de ficción dirigido por Donald Shebib, donde se reconstruye la expedición de 1953. El personaje de Hans Ertl fue interpretado por Guy Bannerman, actor canadiense de televisión.


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La cima es la mitad del camino.
—Ed Visteurs