17 febrero 2017

Monumento al despilfarro

Museo de Orinoca
De gastos reservados a gato encerrado. Se ufana el régimen de Morales Ayma de haber eliminado los “gastos reservados” que eran supuestamente una forma escondida de corrupción en los gobiernos ‘neoliberales’, pero en cambio parece haber ‘gato encerrado’ en el uso de una caja chica que no tiene fondo, de la que se sirve el presidente como quiere y cuando quiere. Caja chica con un presupuesto mayor al de los ministerios.

Con la inauguración del Museo de Orinoca, el pasado 2 de febrero, culmina una más de esas muestras de exceso autoritario y megalómano. Hace unos años nos sorprendía la ligereza con que compró el lujoso avión presidencial o el satélite chino, pero luego se fueron añadiendo el Palacio Presidencial (que ha destruído la fisonomía del casco antiguo de la ciudad de La Paz) y ahora el Museo de Orinoca hecho a medida de las ambiciones y de la megalomanía presidencial, con un costo de 7 millones de dólares. 

La casa de Evo Morales en Orinoca
Para quienes nos leen fuera de este feudo presidencial, el Museo de Orinoca (“patrimonio de la humanidad” según el canal de televisión del gobierno) está situado en la localidad donde nació Evo Morales. El pueblito no estaba en el mapa hace algunos años, pero ahora tiene una carretera asfaltada que lo vincula al resto del país. Según datos estadísticos del 2012, de las 243 viviendas de la localidad solamente 77 cuentan con servicio de agua potable y 12 con alcantarillado.

No es un lugar de importancia histórica, allí no ocurrió ninguna batalla emblemática, ni fue el lugar de origen de una cultura ancestral. Su único mérito es ser la cuna de un dirigente autoritario y soberbio que paradójicamente cuando amenaza con dejar la política habla de irse a su “chaco” en el Chapare y no a Orinoca, muy a pesar de las emotivas lágrimas que derramó en el terruño el día de la inauguración de su museo.

Emocionado hasta las lágrimas
Rodeado de aquellos que “chupan sus tetillas” (según sus palabras del día anterior) y ataviado de un sombrero con un cintillo que anuncia sus pretensiones presidenciales de 2020-2025 (contra la constitución y contra el referendo del 21 de febrero de 2016), Morales inauguró “el museo más grande el país” (y “de Latinoamérica” según el comentarista del canal de televisión gubernamental).

El enorme museo cuenta con tres bloques, en el primero hay un recorrido por las culturas indígenas de Bolivia, pero lo más ostentoso y lo que más espacio ocupa en todo el museo está dedicado a su majestad presidencial. Allí se exhiben entre otros objetos una colección de fotos históricas (falta la foto con Goni Sánchez de Lozada), videos laudatorios y muchos regalos que ha recibido el presidente en sus once años de ejercicio. 

Más apropiado sería escribir once años de ‘ejercicios’, porque incluye una colección de camisetas de fútbol que ha vestido con el número 10 en sus frecuentes viajes internacionales, donde un punto infaltable en la agenda ha sido siempre jugar fútbol, hasta que se lastimó una rodilla, la misma con la que a principios de octubre de 2010 golpeó rabiosamente a otro jugador que le quitó la pelota (tampoco está ese video en el museo histórico, pero aquí se los dejo para la memoria). 

Evolatría
Los museos y bibliotecas presidenciales constituyen una práctica común en países como Estados Unidos, pero no le cuestan al Estado y a los contribuyentes, como sucede aquí. Eso sería escandaloso e inmediatamente sancionado. Las bibliotecas presidenciales de Estados Unidos se alojan en universidades y tanto los edificios, la museografía como su mantenimiento son responsabilidad de donaciones privadas. No tendrían por qué costarle al Estado, no sería ético. Pero en Bolivia la noción de ética la ha perdido hace tiempo el gobierno y quienes por sus contratos con el Estado justifican lo injustificable.

Su gran motivación, el fútbol
En la era de la ‘evolatría’ la ética es lo último que importa, ya que el presidente está seguro de que el país es su feudo y de que en su espacio territorial él puede decidir y hacer lo que le venga en gana sin pedir permiso a nadie. Basta expresar un deseo para que se cumpla. No hay mecanismos de control ni de mitigación de desastres, como vemos ahora en Estados Unidos donde Donald Trump no logra convalidar sus tropelías como flamante presidente de Estados Unidos.

Lo triste en Bolivia es que hay demasiadas necesidades no satisfechas en el campo de la cultura. Mientras que el museo del sitio arqueológico de Tiwanaku muestra carencias evidentes por falta de mantenimiento, aquí tenemos un costoso museo que reverencia a una persona como si fuera la culminación de todas las culturas ancestrales. Es bochornoso.

Número 10, como Messi
Dicen que gestionarán que el museo sea “patrimonio de la humanidad”… O están soñando o es otro ardid publicitario. La Unesco no declararía jamás patrimonio de la humanidad a este museo ni a ningún otro, porque no le corresponde hacerlo. Los sitios patrimoniales de la Unesco corresponden a criterios y requisitos que este museo de culto a la personalidad no llena. Sería como declarar patrimonio de la humanidad las estatuas de Kim Il-sung en Corea del Norte.

Junto a su estatua
También levantaron el nombre de la Unesco cuando años atrás el gobierno dijo que la organización de las Naciones Unidas había “certificado” a Bolivia como territorio libre del analfabetismo, al cabo de la aplicación del programa cubano “Yo sí puedo”, diseñado para la alfabetización en castellano y no en idiomas originarios. Por supuesto que todo fue un ardid de propaganda electoral.

La Unesco no ha otorgado nunca semejante distinción, sencillamente es un invento del gobierno.  Lo que puede darse es una carta donde “felicita” o “celebra” los esfuerzos realizados, pero no existe un sistema de certificación como afirmó en su momento el gobierno boliviano. Mal quedaría la Unesco otorgando semejante certificado cuando sabemos que el analfabetismo no fue erradicado en Bolivia, ni mucho menos. Ahí está, a la vista de todos.

La actitud presidencial de disponer de fondos públicos para ejecutar cualquier capricho personal es proverbial. Habrá que hacer una lista de esas decisiones autoritarias que le han costado al país tanto dinero, y algún día el presidente Morales tendrá que rendir cuentas a la nación por su manejo arbitrario y personalista de la cosa pública. 

(Publicado inicialmente en Página Siete, el sábado 11 de febrero 2017)
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El megalómano se diferencia del narcisista 
en que desea ser poderoso antes que encantador, 
y prefiere ser temido a ser amado.

—Bertrand Russell