06 febrero 2014

El cristal con que se mira


El cine es un cristal con el que se mira la realidad para ofrecer una versión de ella que siempre corresponde a una visión personal. La realidad objetiva no existe en el cine (como no existe en el periodismo tampoco). Ficción o documental, la mirada del cineasta es una interpretación que dice tanto de lo que se mira como del que mira. Los realizadores de cine saben que cada decisión que toman durante la filmación y la edición es parte del proceso de construcción de un discurso único. La posición y los movimientos de cámara, los encuadres (primer plano, plano general, etc.), la ambientación, las actuaciones, la banda sonora y por supuesto el estilo de la edición, son los elementos que interrelacionados expresan esa mirada creativa. La mirada del cineasta, como de cualquier persona, está determinada por su conocimiento y su experiencia, es decir por su vida cotidiana, sus relaciones sociales, en otras palabras por su cultura.

Todo esto para abordar El cine según Eguino, un libro de entrevistas con Antonio Eguino, uno de los realizadores bolivianos más importantes, un texto que expresa la posición del cineasta no solamente en relación con la cinematografía del país, sino con la vida misma. El libro ha sido publicado por el Gobierno Municipal de La Paz, como parte de una serie en la que ya se había publicado antes El cine según Agazzi (2011), otro realizador fundamental en nuestra cinematografía. La edición sobre Eguino incluye 101 significativas fotografías impresas en papel couché. El ejemplar que tengo adolece, sin embargo, de problemas de compaginado, páginas duplicadas y páginas que faltan, además de erratas en nombres propios tan conocidos como René “Zabaleta”, Luis “Silvetti” o “Francisco” Solanas.

El autor de estas obras es Fernando Martínez (aunque su nombre no figura en la portada), cineasta de la nueva generación cuya actividad se truncó al fallecer de manera trágica el 27 de diciembre de 2013, el día que celebraba el término de la filmación de su primer largometraje de ficción, Cuando los hombres se quedan solos. A Fernando lo conocí durante la presentación de su libro sobre Antonio Eguino, en la XVIII Feria Internacional del Libro de La Paz. Además de los libros, inició la producción de una serie de 13 programas en video, incluyendo además de Agazzi y Eguino, a Juan Carlos Valdivia, Gerardo Guerra, Tomás Bascopé, Elías Serrano y Rodrigo Bellot.

Es una pena que las ediciones del Gobierno Municipal de La Paz tengan una distribución tan limitada, porque El cine según Eguino es una obra reveladora de la personalidad y de la trayectoria de este cineasta nacido por azares de la vida en la mina de Viloco. El recorrido cronológico lleva al lector a través de episodios de la vida de Eguino: la salida de su familia a Estados Unidos, sus estudios y trabajos en ese país, su matrimonio con Danielle Caillet (cineasta, fotógrafa y escultora francesa), el azaroso viaje por tierra de ambos desde New York hasta La Paz en 1966, su trabajo como jefe de fotografía en las películas de Jorge Sanjinés, los inicios de la Productora Ukamau, su salto a la dirección cinematográfica con su primer cortometraje, Basta, sobre la nacionalización de la empresa petrolera Gulf en 1969, sus cuatro largometrajes, cada uno un hito de gran significación en el cine boliviano.

Siento especial predilección por Chuquiago (1977), esa radiografía social de la ciudad de La Paz, en parte porque estuve involucrado en la preproducción de este largometraje, su segunda obra de ficción y la película más taquillera en la historia del cine boliviano: medio millón de espectadores  Escribí el guión original de la cuarta historia, “Patricia”, sobre la burguesía paceña, mientras Luis Espinal, que también era parte del grupo de guionistas, escribió el primer guión de “Isico”, un niño campesino que llega a La Paz. Luego, Oscar “Cacho” Soria se encargó de la versión definitiva de las cuatro historias. Hace poco encontré entre mis antigüedades la copia mecanografiada de ese guión que escribí en septiembre de 1975. Cuando Chuquiago se estrenó escribí un extenso comentario, quizás el más minucioso análisis de todos los que se publicaron en torno al film. Se publicó en el suplemento “Semana” de Última Hora, y luego, en octubre de 1980, en inglés, con el título “X-ray of a city” en la revista de cine Jump/Cut, que afortunadamente se puede aún consultar en la red.

A lo largo de las 242 páginas del libro Antonio revisa en detalle cada una de las películas de Jorge Sanjinés en las que participó como jefe de fotografía y las que hizo como director. Su testimonio es sumamente rico, una especie de “detrás de las cámaras” con la ventaja de que se trata de una mirada retrospectiva, hecha años más tarde y desde una posición reflexiva que ya no está limitada por el contexto de la época.

Su amistad con Jorge Sanjinés desde muy jóvenes, las anécdotas de producción de Los caminos de la muerte que nunca pudo terminarse porque todo tornó mal durante la filmación y los negativos fueron mal revelados en un laboratorio de Alemania, sus recuerdos de Oscar Soria, la aparición de Paolo Agazzi en La Paz (de la que fui testigo cuando estábamos reunidos en la oficina de la Productora Ukamau frente a la UMSA), la exhaustiva investigación histórica que se hizo para realizar Amargo mar (1984) sobre la guerra contra Chile, su paso por la gestión pública como Oficial Mayor de Cultura en el Municipio de La Paz, luego gerente general del Canal 7 (estatal) y más tarde como Viceministro de Cultura, el enorme esfuerzo de producción invertido en Los andes no creen en dios (2007), además de sus reflexiones finales sobre el cine boliviano y sobre su propio papel en esa aventura caracterizada tanto por sus crisis existenciales como por sus sorprendentes logros.

Al final, en el último párrafo, hace un balance modesto de su propio aporte cuando se define como “un cineasta que ha contribuido con unas cuantas obras al panorama del cine boliviano” y afirma que le habría gustado involucrarse en otros temas: “No me lancé más a menudo en estas aventuras cinematográficas. Aún así yo sé que tengo todavía el empeño para hacer por lo menos una película más”.  

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Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad;
si lo hiciera, dejaría de ser artista.
—Oscar Wilde