El cine es un cristal con el que se mira
la realidad para ofrecer una versión de ella que siempre corresponde a una
visión personal. La realidad objetiva no existe en el cine (como no existe en
el periodismo tampoco). Ficción o documental, la mirada del cineasta es una
interpretación que dice tanto de lo que se mira como del que mira. Los
realizadores de cine saben que cada decisión que toman durante la filmación y
la edición es parte del proceso de construcción de un discurso único. La
posición y los movimientos de cámara, los encuadres (primer plano, plano
general, etc.), la ambientación, las actuaciones, la banda sonora y por supuesto
el estilo de la edición, son los elementos que interrelacionados expresan esa
mirada creativa. La mirada del cineasta, como de cualquier persona, está
determinada por su conocimiento y su experiencia, es decir por su vida
cotidiana, sus relaciones sociales, en otras palabras por su cultura.
Todo esto para abordar El cine según Eguino, un libro de entrevistas
con Antonio Eguino, uno de los realizadores bolivianos más importantes, un
texto que expresa la posición del cineasta no solamente en relación con la
cinematografía del país, sino con la vida misma. El libro ha sido publicado por
el Gobierno Municipal de La Paz, como parte de una serie en la que ya se había
publicado antes El cine según Agazzi
(2011), otro realizador fundamental en nuestra cinematografía. La edición sobre
Eguino incluye 101 significativas fotografías impresas en papel couché. El ejemplar que tengo adolece,
sin embargo, de problemas de compaginado, páginas duplicadas y páginas que
faltan, además de erratas en nombres propios tan conocidos como René “Zabaleta”,
Luis “Silvetti” o “Francisco” Solanas.
El autor de estas obras es Fernando
Martínez (aunque su nombre no figura en la portada), cineasta de la nueva
generación cuya actividad se truncó al fallecer de manera trágica el 27 de
diciembre de 2013, el día que celebraba el término de la filmación de su primer
largometraje de ficción, Cuando los
hombres se quedan solos. A Fernando lo conocí durante la presentación de su
libro sobre Antonio Eguino, en la XVIII Feria Internacional del Libro de La Paz.
Además de los libros, inició la producción de una serie de 13 programas en video, incluyendo además de Agazzi y Eguino, a Juan Carlos Valdivia, Gerardo
Guerra, Tomás Bascopé, Elías Serrano y Rodrigo Bellot.
Es una pena que las ediciones del
Gobierno Municipal de La Paz tengan una distribución tan limitada, porque El cine según Eguino es una obra
reveladora de la personalidad y de la trayectoria de este cineasta nacido por azares de la vida en la
mina de Viloco. El recorrido cronológico lleva al lector a través de episodios
de la vida de Eguino: la salida de su familia a Estados Unidos, sus estudios y
trabajos en ese país, su matrimonio con Danielle Caillet (cineasta, fotógrafa y
escultora francesa), el azaroso viaje por tierra de ambos desde New York hasta La Paz en
1966, su trabajo como jefe de fotografía en las películas de Jorge Sanjinés, los
inicios de la Productora Ukamau, su salto a la dirección cinematográfica con su
primer cortometraje, Basta, sobre la
nacionalización de la empresa petrolera Gulf en 1969, sus cuatro largometrajes,
cada uno un hito de gran significación en el cine boliviano.
Siento especial predilección por Chuquiago (1977), esa radiografía social
de la ciudad de La Paz, en parte porque estuve involucrado en la preproducción
de este largometraje, su segunda obra de ficción y la película más taquillera
en la historia del cine boliviano: medio millón de espectadores Escribí el guión original de la cuarta
historia, “Patricia”, sobre la burguesía paceña, mientras Luis Espinal, que
también era parte del grupo de guionistas, escribió el primer guión de “Isico”,
un niño campesino que llega a La Paz. Luego, Oscar “Cacho” Soria se encargó de
la versión definitiva de las cuatro historias. Hace poco encontré entre mis
antigüedades la copia mecanografiada de ese guión que escribí en septiembre de
1975. Cuando Chuquiago se estrenó
escribí un extenso comentario, quizás el más minucioso análisis
de todos los que se publicaron en torno al film. Se publicó en el
suplemento “Semana” de Última Hora, y luego, en octubre de 1980, en inglés, con
el título “X-ray of a city” en la revista de cine Jump/Cut, que afortunadamente
se puede aún consultar en la red.
A lo largo de las 242 páginas del libro Antonio
revisa en detalle cada una de las películas de Jorge Sanjinés en las que
participó como jefe de fotografía y las que hizo como director. Su testimonio
es sumamente rico, una especie de “detrás de las cámaras” con la ventaja de que
se trata de una mirada retrospectiva, hecha años más tarde y desde una posición
reflexiva que ya no está limitada por el contexto de la época.
Su amistad con Jorge Sanjinés desde muy
jóvenes, las anécdotas de producción de Los
caminos de la muerte que nunca pudo terminarse porque todo tornó mal
durante la filmación y los negativos fueron mal revelados en un laboratorio de
Alemania, sus recuerdos de Oscar Soria, la aparición de Paolo Agazzi en La Paz
(de la que fui testigo cuando estábamos reunidos en la oficina de la Productora
Ukamau frente a la UMSA), la exhaustiva investigación histórica que se hizo
para realizar Amargo mar (1984) sobre
la guerra contra Chile, su paso por la gestión pública como Oficial Mayor de
Cultura en el Municipio de La Paz, luego gerente general del Canal 7 (estatal)
y más tarde como Viceministro de Cultura, el enorme esfuerzo de producción
invertido en Los andes no creen en dios
(2007), además de sus reflexiones finales sobre el cine boliviano y sobre su propio papel en
esa aventura caracterizada tanto por sus crisis existenciales como por sus
sorprendentes logros.
Al final, en el último párrafo, hace un
balance modesto de su propio aporte cuando se define como “un cineasta que ha contribuido
con unas cuantas obras al panorama del cine boliviano” y afirma que le habría gustado involucrarse en otros temas: “No me lancé más a menudo en estas
aventuras cinematográficas. Aún así yo sé que tengo todavía el empeño para hacer
por lo menos una película más”.
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Ningún gran artista
ve las cosas como son en realidad;
si lo hiciera,
dejaría de ser artista.
—Oscar Wilde