Hace algunas semanas escribí un texto para el catálogo de exposición “Espejismos Nómadas” de Patricia Mariaca, centrada en sus “cuadernos del desierto’, páginas de color donde registró sus impresiones al descubrir el desierto de Mauritania, donde ahora reside. La muestra –curada por José Bedoya- se inauguró el 15 de junio en el Museo Nacional de Arte, en La Paz, y pude visitarla en días pasados en compañía de Patricia.
Cuando escribí el texto, yo había visto solamente las fotos de los cuadernos y de la obra gráfica sobre papel, pero ahora pude ver la instalación completa donde las obras interactúan entre sí y con el espectador. Además de los cuatro cuadernos (“Ciertos oasis”, “Construcción de la ilusión”, “Cuaderno de arena” y “Atlas personal”) y las diez obras gráficas de gran tamaño que cuelgan de las paredes, Patricia ha querido darle movimiento a su muestra, colgando algunos objetos que proyectan sombras sobre las obras, y ha colocado en el piso pantallas de video, semi-sumergidas en la arena, que muestran las páginas de los cuadernos.
Patricia Mariaca en La Paz |
Patricia Mariaca ha realizado 27 exposiciones individuales, además de 10 instalaciones y 6 performances. Su peregrinaje por varios países enriquece su expresión artística a través de la búsqueda. Esto tiene mucho de aventura y de riesgo, porque mientras hay artistas que se instalan indefinidamente en un estilo propio que ha tenido éxito, Patricia experimenta y arriesga. A veces gana la apuesta y a veces gana la experiencia.
La experiencia del desierto ha sido enriquecedora. En una entrevista para la revista Tendencias, Patricia afirma que “en el desierto mientras te vas moviendo aparecen en el horizonte espejismos. Las cosas se mueven, se acercan o se alejan. Por el efecto del calor, parece que flotan. Estás en un ambiente en el que no sabes lo que es real. Yo hablo de espejismos nómadas porque pienso que los espejismos no te los da el desierto, uno va al desierto con sus propios espejismos. Te mueves con ellos. Viajas con ellos. Cuando estás en el desierto, viene tu pasado, tus historias, las cosas que tienes que resolver. No es el lugar, eres tú.”
Esto es lo que escribí para su catálogo:
Pocas cosas se comparan con una noche en el desierto. Arena blanca alrededor y arena de luz en el cielo. Refulgen miles de puntos y filamentos con vida, estrellas fugaces en la bóveda oscura pero absolutamente nítida.
Al recorrer la obra que ha desarrollado Patricia Mariaca en su nueva etapa en Mauritania, no puedo sino recordar mi propia experiencia del desierto, en Gorom-Gorom, en el extremo norte de Burkina Faso, donde llegué acompañado por Felipe Ehrenberg, artista plástico mexicano, otra coincidencia.
Coincidencias de la vida y el arte. En este caso, el mismo cielo y la misma arena del desierto, cuyos ecos -aunque no tenga paredes- encuentro en el Espejismo nómada de Patricia Mariaca. El desierto, contra lo que generalmente se cree, tiene vida. A veces una vida avasalladora, puesto que avanza cada año cubriendo todo lo que encuentra a su paso. Vida también por todo lo que contiene y todo lo que sugiere. En Gorom-Gorom dormíamos al aire libre junto a un cuarzo del tamaño de una casa. ¿Seguirá existiendo? ¿Se lo habrá tragado el desierto?
¿Cómo se mira un artista en el espejo del desierto? ¿Qué es lo recoge y lo que añade de sí? El espejismo del desierto está creado por nuestros ojos que le dan vida, y se mueve a medida que uno se acerca a él, aprisionado entre el cielo y las dunas. Esas sensaciones las recobro mientras recorro la obra de Patricia Mariaca, que se mira en el desierto como mujer y como artista, como intrusa y como descubridora de una realidad diferente, tan ajena a la de Bolivia.
El trabajo artístico de Patricia se ha desplegado como un velero audaz a lo largo de sus años fuera de Bolivia, desbordando el espacio rectangular del lienzo. La madera del bastidor se ha abierto para dejar que formas y colores se apropien de espacios más amplios, en instalaciones en las que dialogan imágenes fotográficas o en movimiento, objetos, textos, dibujos y pintura.
Alfonso Gumucio y Patricia Mariaca, en La Paz |
Se ha dado el nombre de instalación a estas manifestaciones de arte, pero la de Patricia Mariaca no se instala, es una caravana en movimiento o un avión aterrizando en el desierto, como el de Mermoz. Sus visiones son íntimas: sol rojo, sol negro, sol verde que se mueve sobre el atardecer ensangrentado, como se mueven al soplo del Sahara las páginas de los cuadernos donde la artista ha capturado pedazos de experiencia.
El desierto está lleno de símbolos que Patricia en su calidad de artista-esponja y abierta a lo desconocido como una página en blanco, absorbe primero con la mirada, luego con las manos. Su instalación es un sendero de huellas que unen continentes, que hablan de revelaciones y descubrimientos, y cuestionan el lugar que la artista ocupa en los mundos que la vida le pone en el camino.