México, año 2166… Me lavo las manos veinte veces al día, durante un minuto cada vez, y salgo de casa con el barbijo puesto; en las calles casi vacías los transeúntes caminan con mascarillas y “cubrebocas” -como les dicen aquí en la megalópolis. Reina una tensa calma. Tomo fotos para la memoria. En la esquina de mi casa, incluso la estatua del gran Agustín Lara lleva barbijo. No se oye su voz, sólo se escucha el silencio.
Durante dos semanas están suspendidas las clases en todo el país. Los 30 mil restaurantes del Distrito Federal y todos los cines han cerrado sus puertas, y los partidos de fútbol se juegan en estadios vacíos, sin espectadores. Se ha prohibido el acceso a 175 zonas arqueológicas de la república mexicana. Las banderas están a media asta. Murió de pulmonía atípica el director del Museo de Antropología, y se dice que fue a causa del virus.
Los hospitales atienden gratuitamente a todos los enfermos, aunque no sean asegurados, incluso el hospital de la Fuerza Naval. En el metro, habitualmente repleto de gente, son pocos los que se arriesgan. Al aterrizar en el aeropuerto Benito Juárez, a los que llegan se les da una mascarilla y se les entrega información sobre un virus mortal que está en el ambiente y que se transmite por un beso, un estrechar de manos o un estornudo.
Monitores termográficos instalados en el aeropuerto y en las principales estaciones del metro detectan en sus pantallas a los viajeros con fiebre.
El gobierno del Distrito Federal emprendió este fin de semana un plan de contingencia para limpiar con agentes químicos todo el transporte público de la ciudad, así como 4500 planteles escolares, juzgados, mercados, restaurantes, museos, centros de recreación, etc.
Aunque los párrafos precedentes parecen el guión de una película de ciencia-ficción de los años sesenta (de esas que creaban suspenso sin necesidad de gigantescos monstruos creados digitalmente), lo descrito más arriba sucede en México, hoy, 1º de Mayo del año 2009. La mal llamada “gripe porcina”, científicamente el virus de influenza AH1N1 amenaza a una de las ciudades más pobladas del mundo, a los países vecinos y a cualquier otro con conexiones aéreas; es decir, a todo el planeta. USA, Canadá, Italia, entre otros, recomiendan cancelar los viajes a México que no sean “esenciales”. Cuba, Perú y Argentina, más radicales, suspendieron todos sus vuelos provenientes de México. El miércoles 29 la Organización Mundial de la Salud (OMS) elevó a 5 el nivel de alerta por la pandemia.
Cosa inusual, se ven nítidamente los cerros que rodean el valle de México. La tradicional y espesa capa de contaminación ha desaparecido, el cielo es intensamente azul en la moderna Tenochtitlán. El gobierno federal ha decidido que solamente una parte esencial de la administración pública y de las fuerzas armadas seguirá trabajando. El regente de la ciudad ha ordenado el cierre de las fábricas no esenciales. La Ciudad de México pierde cada día cerca de cien millones de dólares debido al cierre de empresas y negocios. Los más pequeños van directo a la quiebra y se espera un aumento del desempleo en los próximos meses. Y si aumenta el desempleo, aumentará el hambre y la violencia.
Circulan en Internet las habituales hipótesis de complots fríamente calculados. Uno dice que el virus fue producido en laboratorios militares de Estados Unidos (la CIA ya introdujo un virus porcino en Cuba, en 1971), y su propagación beneficia al ex Secretario de Defensa de Bush, Donald Rumsfeld, accionista del laboratorio Golead Sciences Inc. que tiene los derechos sobre la medicina retroviral Tamiflu. Otra teoría de conspiración sugiere que es una maniobra de los gobiernos del G7, para reactivar la economía de esos países mediante medidas financieras excepcionales. Otra, que el gobierno mexicano necesita unir a la población a su alrededor para las próximas elecciones legislativas.
El humor cáustico de los mexicanos se explaya como la misma pandemia. En la calle escuché a dos obreros conversando: “Con una botella de tequila al virus se lo lleva la chingada”. También circula por Internet el “nuevo billete de 20 pesos”, en el que aparece Benito Juárez con mascarilla.
En cualquier caso, desde la perspectiva de este ciudadano atrapado en el “ombligo de la luna” (eso quiere decir “México”), la gripe porcina está en la esquina, aunque según el portavoz del gobierno mexicano el genoma del virus es de origen euro-asiático. Dice en la televisión el Secretario de Salud del Gobierno Federal: “¿Entonces quién se lo trajo? Pos quien sabe…”