No se puede uno ir de Guatemala sin despedirse de La Antigua. La mañana soleada del último día, poco antes de ir al aeropuerto, recorrimos por centésima vez los 40 kilómetros que separan la capital actual de la antigua capital de Guatemala, accediendo a ella por la empinada bajada que lleva a su incesante redescubrimiento. Uno no se cansa de visitar La Antigua, porque cada vez hay algo nuevo, aunque la ciudad colonial no cambie y se mantenga suspendida en el tiempo.
Lo nuevo, esta vez, justo antes de transitar por las calles empedradas de la ciudad, fue la visita a Santo Domingo El Cerro, una colina propiedad de Jorge Castañeda, además dueño de muchas cosas en la Antigua, y como en otros proyectos urbanísticos en este ha asociado también al arquitecto Amerigo Giracca, para crear un espacio escultórico abierto con el nombre Parque Cultural Efraín Recinos, en homenaje al gran muralista, escultor, ingeniero y arquitecto guatemalteco, autor –entre tantas otras obras- del conjunto arquitectónico del Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias.
Cuento con los dedos de una mano (y me sobran un par de dedos) los amigos que he tenido en Guatemala, y sin duda Efraín Recinos es uno de ellos. El otro fue Mario Monteforte Toledo.
En su taller del Teatro Nacional, rodeado de dibujos, cuadros y cuadernos, visité a Efraín dos días antes para despedirme. Me contó que había descubierto bocetos de murales que daba por perdidos, y me habló del parque escultórico de Santo Domingo El cerro, donde la pieza central es una curiosa escultura suya, hecha de un escarabajo Volkswagen (que fue suyo durante el tiempo que duró la construcción del Teatro Nacional, de 1971 a 1978) y una “guatemalita”, mujer de ojos grandes que es uno de los leit-motiv en la obra escultórica de Recinos. Los ojos grandes y las piernas carnosas caracterizan a las mujeres de Efraín.
La charla con él me animó aún más a visitar Santo Domingo El Cerro, y hacerlo fue un regalo, porque esa colina desde la que se divisa La Antigua, está sembrada de arte. La presencia de Efraín es sin duda la más notoria, por los murales y esculturas, pero también hay obras de Luis Díaz, y Mariadolores Castellanos (casualmente, la nueva propietaria del departamento que acababamos de dejar en Guatemala).
La serie de murales de Efraín Recinos sobre el tema de la comunicación es una de las atracciones del parque. Me mostró dos días antes los bocetos originales, antiguos, que forman parte de un proyecto que nunca llegó a realizarse, como tantos de Efraín. Ahora, finalmente ven la luz como murales en mosaico donde predomina el color azul. Seis ya están terminados y colocados en su sitio definitivo. Aluden a la comunicación en todas sus formas y a través del tiempo: el tam-tam, las palomas mensajeras, la telegrafía, la radio, la televisión… Al diseño original sobre los satélites le añadió hace poco un teléfono celular en la mano de una “guatemalita” sentada sobre la esfera del globo terráqueo. Habrá un panel que todavía no ha sido realizado, pero que Efraín mencionó dos días antes cuando nos vimos: “La forma más antigua de comunicación, la más íntima: el beso”.
No podía yo encontrar una manera más conciliadora de dejar Guatemala. La obra de Efraín Recinos y de otros artistas y emprendedores del arte, tiene la capacidad de enterrar siquiera por unas semanas los recuerdos dramáticos de un país sumido en la violencia y en la injusticia, un país corrupto hasta la médula, donde todos los ilícitos son el pan cotidiano: tráfico de drogas, de obras de arte colonial y pre-hispánico, de influencias, de especies animales vivas en riesgo de extinción, de inmigrantes, de bebés vendidos para adopciones, de maderas preciosas, de órganos para transplantes, y todo cuanto la imaginación más perversa pueda imaginar.
En este país los pobres son muy pobres y los ricos son muy ricos. Y son indolentes, indiferentes a la realidad que los rodea, sobre la que se desplazan en helicópteros para no contaminarse. Los ricos de Guatemala se han hecho ricos especulando por igual en tiempos de democracia y de dictadura, apadrinando el Estado que conviene a sus intereses. República bananera (cafetalera, petrolera, azucarera…) donde 50 familias controlan el 80% de la riqueza nacional, esa es Guatemala, feudal como cien años atrás.
Hombres como Efraín Recinos –muy pocos frente a tanta adversidad- nos reconcilian con el mundo, no solamente por su inmensa creatividad como artista, sino por su sencillez como persona y por su generosidad con Guatemala. Por ello, irse con una despedida del hombre y de su obra, es una manera de llevarse un buen recuerdo al cerrar una etapa más en mi vida de gitano.
10 abril 2009
Ultimo día en La Antigua
Posted by Alfonso Gumucio hora 10:37 p.m.