En junio de 1999 coincidí con Carlos Nuñez Hurtado en La Habana, en el Primer Congreso Internacional sobre Cultura y Desarrollo. Ambos regresábamos a Cuba luego de unos diez años de ausencia. Yo desde el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en 1989, y él probablemente desde que nos vimos allí mismo en 1988 en el Encuentro Latinoamericano de Educación Popular organizado por Casa de las Américas. Nos habíamos visto también en Panamá en 1989, tres meses antes de la invasión gringa, en ocasión de un encuentro de la red de comunicación popular de CEAAL donde también estuvo Eduardo Galeano.
Luego, vino ese lapso de diez años en los que yo anduve por África, y él hizo política como diputado independiente en México. Estuvimos sin vernos y lejos de Cuba justo el tiempo que duró el “periodo especial” que estoicamente aguantaron los cubanos, sobreviviendo, contra todo pronóstico, con su sistema social y su modelo político. Por ello, regresar a Cuba luego de diez años tenía para nosotros un significado especial.
La primera noche nos invitaron a una cena que ofrecía Fidel a todos los participantes, y nos dieron cita a cierta hora en el lobby del Hotel Nacional. Igual que yo, Carlos había desempolvado una bonita guayabera de manga larga para esa ocasión, comprada en algún viaje anterior. Pero cual sería nuestra sorpresa cuando en la cena encontramos a todo el mundo de traje y corbata… Aparte de Ernesto Cardenal, que llevaba su tradicional cotona, los únicos que vestían guayabera éramos Carlos, yo… y todo el personal de seguridad de Fidel. Los tiempos habían cambiado, sin duda más rápido que nosotros.
Ahora me entero que Carlos falleció el 10 de abril, a causa del cáncer que lo tenía jodido desde hace tiempo. Otros escribirán sobre su trayectoria profesional como fundador del IMDEC, sus aportes a la educación popular latinoamericana, el ITESO y la cátedra Paulo Freire, su libro La Revolución Ética…
Las imágenes que yo conservo son más bien de momentos de convivencia, por ejemplo en Guanajuato en 1987 (Graciela, su compañera, vivía todavía) cuando nos contaba sus chistes predilectos, como el de la lógica y la pecera, que muchos de sus amigos recordamos.
Ahora me dan ganas de escribirle de nuevo a carlosn@iteso.mx