Las malas noticias vuelan.
Cuando Jimmy Zalles hizo la opción de salirse de cura para formar una familia, no abandonó de ningún modo los ideales cristianos de solidaridad y amor al prójimo que lo animaron precisamente a hacerse cura.
Recuerdo una anécdota, entre las muchas. Cuando estábamos asilados en la Embajada de México en La Paz, luego del golpe de García Meza, me enseñó a doblar billetes de una manera que quedaban reducidos a un pequeño y compacto rectángulo, que podía esconderse fácilmente en la ropa. Yo escondí seis billetes de 100 US$ en la costura de mi pantalón la noche que decidí abandonar el asilo mexicano y escapar por la frontera hacia el Perú, a principios de octubre de 1980.
Jimmy era uno de los mayores expertos bolivianos en medicina tradicional. Escribió libros y folletos, mantuvo un consultorio en San Francisco (en La Paz), y fabricó medicinas caseras a base de plantas medicinales (en una ocasión me recetó una pomada de caléndula). Conocía perfectamente las propiedades de todas ellas, como el más ducho kallawaya.
A ratos, me parece que exageraba en su opción por la medicina natural, y en su rechazo por la medicina occidental. Quizás lo tendríamos todavía entre nosotros si hubiese equilibrado ambas con más flexibilidad.
Murió a los 71 años y dejó memorias y afectos regados en muchos amigos que lo quisimos. Su muerte fue repentina, a las 5 de la mañana, y no se la esperaba ni él ni nadie. Hace pocas semanas todavía intercambiamos algún email.
Aquí le rindo un pequeño tributo personal, y me valgo para ello de una caricatura que le hizo Ricardo Pérez Alcalá en México, y que Jimmy nunca llegó a ver.