Mi primo hermano Mariano Baptista Gumucio, a quien todos conocen como “Mago”, exhibió hace poco en La Paz su colección de “Chola Lisas” que viene juntando con increíble paciencia y devoción desde hace varias décadas. Mago es uno de los escritores más prolíficos que ha tenido Bolivia, con más de 70 libros publicados sobre una gran diversidad de temas, pero se da tiempo para ese gusto aparte.
Las irreverencias no hacen sino más atractiva la historia todavía brumosa de la modelo que posó para Da Vinci, Lisa Gherardini. Buscando en Internet se encuentran miles de adaptaciones que ahora son muy fáciles de hacer usando los programas de computación al alcance de todos.
He encontrado Mona Lisas con barba, calvas, con la cara al revés, con cuernos, o turbante. Las hay con el ojo en tinta, dormidas, japonesas o sin cabeza. He visto Giocondas con la cara de Groucho Marx, de Bin Laden, de Frida Kahlo, de Dalí, de Hitler, de Marylin Monroe o de la dulce Venus de Boticelli. Hay Mona Lisas planchando, tocando batería, o fumando mariguana. Abundan las Giocondas sensuales, mostrando los senos o en poses sexualmente explícitas. Las que más me gustan son las que mantienen el formato y el diseño original, y hacen alteraciones mínimas pero muy significativas.
La colección de Mago es especial, no se encuentra a través de Internet. Es una colección de obras originales de artistas bolivianos entre los que figuran Roxana Crespo, Medina Mendieta, Roberto Valcárcel, Rossana Baptista, Mario Conde, Tomás Achá, Ejti Stih, Agnes, y Fabricio Lara, entre otros. Ese es su principal valor. La Mona Lisa se transfigura en palliri en el contexto de las minas, o en una sensual chola paceña o cochabambina. ¿Qué más se puede pedir?