25 octubre 2024

Trumposo y mentiroso

(Publicado en Brújula Digital, ANF, Público Bo y EjuTv el sábado 2 de noviembre de 2024)

Si fuera una comedia los espectadores repudiarían los chistes de mal gusto. En lugar de reír lanzarían tomates podridos al comediante, y en lugar de aplaudir lo silbarían cada vez que abre la boca. Sin embargo, aquel que miran todas las noches en la televisión los ciudadanos de Estados Unidos no es un actor (como lo fue Ronald Reagan) sino un expresidente que pretende repetir el guion que inventó años atrás: llegar a la presidencia como sea, a la mala, a trompadas, o en este caso a “trumpadas”.

El “Donald”, como lo llama socarronamente el expresidente Obama, es un personaje siniestro que tiene todas las calificaciones para estar preso de por vida y proscrito de ejercer cargos públicos. Sin embargo, se ha impuesto como candidato de un partido republicano sin líderes, deteriorado y desmantelado por el propio Trump durante sus años en la presidencia de Estados Unidos. Las credenciales de Donald no son motivo de risa sino de honda preocupación para el mundo, y no sólo para los estadounidenses. Más allá de ser un empresario fallido y tramposo, que dilapidó la fortuna de su padre en negocios que fracasaron y se derrumbaron como castillos de naipes, es un mal tipo, así de simple: una mala persona.

Como empresario creó casinos, hoteles y empresas que quebraron en poco tiempo, y como ser humano es un mentiroso compulsivo. El Washington Post contabilizó con pruebas irrefutables 30.573 mentiras que dijo durante su presidencia, y desde entonces la cifra se ha duplicado. A pocos días de las elecciones del 5 de noviembre de 2024, afirmó que nunca en la historia de Estados Unidos la economía estuvo mejor que durante su mandato. Sin embargo, todos los analistas serios han demostrado que eso es falso, completamente falso.    

Steven Rattner, de la cadena televisiva MSNBC, se tomó el trabajo de comparar las cifras del crecimiento económico y de empleo durante la presidencia de Trump, y demostró que quedaron por debajo de lo logrado durante la presidencia de Joe Biden. Trump tuvo un crecimiento promedio de 2.6 % anual y Biden de 3.5 %. En cuanto al empleo, Trump logró crear 182 mil nuevos empleos por mes, mientras Biden creó 278 mil empleos (promedio mensual en ambos casos). Sus afirmaciones de que los inmigrantes son la causa principal de la violencia y de los crímenes en la nación norteamericana, son también falsas. Rattner hace añicos la verborrea xenófoba demostrando con datos que durante la presidencia de Trump el crimen aumentó en Estados Unidos, y disminuyó significativamente con Biden. Los robos, los crímenes violentos o relacionados con las drogas fueron cometidos en su gran mayoría por ciudadanos nacidos en Estados Unidos, en menor proporción por inmigrantes legales y aún menos por los indocumentados. Su frase referida a los inmigrantes haitianos en Springfield (Ohio): “Se están comiendo a los perros, a los gatos, a las mascotas…” lo hizo quedar en ridículo, pero no afectó mucho las intenciones de voto, aunque parezca irracional.

La estrategia de Trump es repetir mentiras de manera tan persistente que se conviertan en verdades en el imaginario colectivo de sus seguidores. “Miente, miente, que algo quedará…” Miente con el peso de su lengua, miente con todos sus dientes y una cara inmutable, de una manera delirante. Nunca antes un presidente o expresidente de Estados Unidos había sido un mentiroso tan grosero y contumaz. Comparativamente, Nixon o George W. Bush quedan en la historia como caballeros ejemplares.

En sus discursos de campaña, incoherentes porque es incapaz de hilar una oración completa (Obama dice que son “ensaladas de palabras”), sigue repitiendo que Joe Biden “le robó” la elección de 2020 (su propia hija Ivanka declaró que eso no es cierto), e insulta a la candidata demócrata Kamala Harris con expresiones que serían motivo de censura e indignación en cualquier país civilizado, pero en Estados Unidos se toleran y enardecen de complicidad a sus violentos seguidores, esos que compran armas y matan en las escuelas, odian a los negros, latinos, judíos y todo lo que se mueve a su alrededor.

El sujeto ha practicado el engaño toda su vida. En los negocios engañó a los bancos y al gobierno inflando su fortuna para obtener préstamos (que no ha pagado hasta ahora) o achicándola convenientemente para pagar menos impuestos. Fue el único presidente en la historia de Estados Unidos que se negó a dar a conocer su declaración de impuestos (tax returns) algo que todos los ciudadanos están obligados a hacer. Creó una institución de beneficencia y fue condenado por fraude porque los recursos que conseguía iban a su bolsillo. Fue condenado a pagar 454 millones de US$ al Estado de New York por prácticas de negocios fraudulentas, pero hasta ahora no lo ha hecho. Si gana, ¿gobernará desde la cárcel?


Su perfil ético y moral es degradante: por una parte, es xenófobo y no pierde ocasión de insultar a los inmigrantes (pero se casó con dos inmigrantes, Ivana y Melania), y por otra parte es misógino y lo ha demostrado no solamente cuando habla de las mujeres despectivamente sino cuando comercia sexualmente con estrellas porno. El juicio por el que ha sido hallado culpable con 34 cargos criminales, es por los pagos que hizo (y trató de ocultar) a Stormy Daniels, una prostituta de lujo. Tiene pendientes 26 acusaciones de acoso sexual. Los demás juicios (4 criminales y 1 civil) están todavía en proceso. El más grave es el haber instigado la violencia en la toma del Capitolio en Washington D.C., algo impensable en el país occidental que se vanagloria de ser un ejemplo de democracia. Pero para Trump, “fue un día de amor…”

Durante el periodo más álgido del Covid 19, en 2020, Trump tuvo un comportamiento errático (parecido al de López Obrador en México), ya que persistió en negar la gravedad de la pandemia de coronavirus. Llegó a afirmar que Estados Unidos tenía demasiados casos porque era el país que más pruebas hacía… Cuando le preguntaron por su oposición al aborto y a la Fertilización in Vitro (IVF), respondió: “Pero si yo soy el padre de la IVF”.

Tan desastrosa fue su actuación como presidente, que 40 de sus 44 colaboradores de alto nivel, los más cercanos, han hecho declaraciones públicas en sentido de que sería una desgracia para Estados Unidos que Trump vuelva a la presidencia. La lista de los exfuncionarios que lo aborrecen es muy larga: Mike Pence (exvicepresidente), Bill Barr (fiscal General), James Mattis y Mark Esper (ambos secretarios de Defensa), Nikki Haley (embajadora en Naciones Unidas), John Kelly (jefe de Estado Mayor), Rex Tillerson y Mike Pompeo (exsecretarios de Estado), John Bolton (Asesor de Seguridad Nacional), el general Mark Milley, Dick Cheney (exvicepresidente de George W. Bush), entre otros. Todos ellos han dicho sin pelos en la lengua que habiendo conocido muy de cerca a Trump, consideran que es un desaforado y que sería un peligro para su país y para el mundo. A pocos días de las elecciones, varios otros dirigentes del partido republicano se pronunciaron públicamente contra Trump y en favor de Kamala Harris.

Antes aún, el general Colin Powell (fallecido en 2021) jefe de la diplomacia de Estados Unidos durante el gobierno de George W. Bush, declaró que Trump era “una desgracia” y que él se alejaba por ese motivo del Partido Republicano. Aproximadamente un 9% del voto republicano se ha trasladado a Kamala Harris en esta ocasión, pero puede no ser suficiente.

Hay numerosos libros con testimonios críticos sobre la presidencia y la personalidad de Donald Trump, que desnudan al personaje no solamente como un mentiroso compulsivo sino como un psicótico y peligroso enfermo mental. Parecía increíble que un sujeto tan torcido tuviera una intención de voto de 47 % según las encuestas que se hicieron pocos días antes de las elecciones. Pero lo más sorprendente es que hay un segmento importante de la población negra y de inmigrantes latinos que votaría por él a pesar de la manera como los insulta. Es evidente que esos votantes son personas de bajo nivel educativo, fáciles de convencer con promesas delirantes y poco capaces de profundizar en los grandes temas de la sociedad gringa: la seguridad social, la violencia, las drogas, el empleo, la infraestructura, etc.

Prácticamente todos los intelectuales y artistas se expresaron en favor de Kamala Harris. Actores y actrices de Hollywood han sido también muy activos en la campaña contra Trump. Para citar unos cuantos nombres conocidos: Robert de Niro, Bruce Springsteen, Ophra, Taylor Swift, Lady Gaga, George Clooney, Barbra Streisand, Jon Bon Jovi, Natalie Portman, Tom Hanks, Beyonce, Julia Roberts, Meryl Streep y el plantel entero de “Los vengadores” (Avengers)… Un republicano de larga data, Arnold Schwarzenegger, que además de actor fue gobernador de California (2003-2011), anunció que votaría por Harris: “Antes de ser republicano, soy ciudadano de Estados Unidos”.

Las elecciones del 5 de noviembre afectarán no solamente a Estados Unidos sino a todo el mundo. Es pública la relación de Trump con dictadores como Vladimir Putin, Viktor Orban y el coreano Kim Jong-Un. Aunque en sus discursos promete una guerra comercial con China, en los hechos hace negocios con el gigante asiático. Incluso la “edición Trump” de la Biblia, se imprimió en China. Cuando le preguntaron qué pasajes de la biblia le gustaban más, no pudo responder. Para acorralarlo los periodistas insistieron: “¿Prefiere el Antiguo o el Nuevo Testamento?”, y él respondió: “Igual”, poniendo en evidencia que ni siquiera ha leído el libro por el que cobra 59.99 US$ dólares.

Otras iniciativas mercantiles de su campaña incluyen: agua embotellada, vinos, carne asada, zapatillas deportivas doradas, gorras, implementos de golf, relojes de oro, libros con sus fotos, platos y monedas conmemorativas, etc., todas comercializadas con el nombre de Trump. Estos negocios de campaña son una manera chusca de sacarle dinero a sus seguidores para pagar los costos legales de sus juicios. Trump se asemeja más a un vendedor puerta-a-puerta que a un líder político. Nunca antes ningún otro presidente ha puesto a la venta productos con su firma.

Su disputa con los medios de difusión de Estados Unidos ha llegado a tal punto, que incluso la poderosa y conservadora cadena Fox del multimillonario australiano Rupert Murdoch, ha tomado cierta distancia y suele editar sus declaraciones más controvertidas para que no quede en ridículo. Los demás canales de televisión y los periódicos más importantes están en contra de Trump, incluyendo el emblemático New York Times cuyo Comité Editorial emitió una declaración una semana antes del acto electoral: “Sólo hay una opción patriótica para la presidencia”, fijando la posición del diario y llamando abiertamente a votar por Kamala Harris.

Trump tiene el apoyo del hombre más rico del mundo, el sudafricano Elon Musk, dueño de SpaceX, de Tesla y de X entre otras empresas. Es un personaje extraño, que ha sido diagnosticado con el síndrome de Asperger (una forma de autismo que puede causar dificultades para la interacción social, repetición de conductas y torpeza). Musk apoya a Trump no sólo con su discurso sino comprando votos (así, literal y abiertamente) en los estados péndulo (Swing States) que tradicionalmente pueden volcarse a uno u otro lado del espectro político y de esa manera decidir el resultado de una elección. Esos estados son Nevada (6 votos electorales), Arizona (11), Wisconsin (10), Michigan (15), Pensilvania (19), Carolina del Norte (16) y Georgia (16). Desde mediados de octubre Musk sorteó 1 millón de dólares diarios en Pensilvania entre quienes comprometían su voto en favor de Trump. Las llamadas de atención de las autoridades electorales de Estados Unidos parecen resbalarle al que será en 2026 el primer trillonario del planeta (su fortuna aumenta en 480 US$ cada segundo que pasa).

Los candidatos demócratas han ganado casi siempre el voto popular de los ciudadanos, pero el sistema electoral de Estados Unidos es uno de los más tramposos del mundo porque el voto de un ciudadano no vale por sí mismo (lo cual explica en parte el alto porcentaje de abstenciones). Lo que define una elección son los votos de los “colegios electorales”. Es decir, si un determinado Estado logra una mayoría mínima de delegados republicanos (o demócratas), aunque sea por un solo voto, todos los votos de los delegados de ese Estado beneficiarían a uno de los dos candidatos. Ese esquema electoral tiene más de 200 años de historia y en el principio se diseñó para evitar la discriminación de los estados más pequeños y con menor población, pero se ha convertido en un instrumento que suele favorecer a los estados más conservadores, a los que se ha asignado un número de delegados mayor.

El riesgo de que una de las mayores potencias económicas y militares del mundo sea gobernada por un hombre que no está en sus cabales es real e inminente (“es un sociópata narcisista” dice Robert de Niro). Por el contrario, una victoria de Kamala Harris daría algo de respiro al planeta, aunque lamentablemente en la política internacional de Estados Unidos no se avizoran cambios fundamentales.

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In heaven, all the interesting people are missing.

—Friedrich Nietzsche

 

12 octubre 2024

Ligero de equipaje

(Publicado en jueves 26 de septiembre de 2024 en Brújula Digital, Público Bo y ANF)


El 22 de febrero de 1934, a los 63 cumplidos, murió Antonio Machado en el pequeño puerto de Colliure, “a tres pasos de España” (como cantó en un poema Louis Aragon). Llegó viejo, enfermo y “ligero de equipaje”, un verso suyo que rescató Ian Gibson, el gran biógrafo irlandés de García Lorca, para titular su biografía Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado (2006).

Machado, defensor de la República española con sus artículos y versos, y ferviente enemigo del fascismo, estuvo entre los últimos en abandonar Barcelona pocos días antes de la caída de la capital catalana. Lo hizo, más que por voluntad propia, para acompañar a su madre, muy enferma, y a José, su hermano menor, con su familia. La precipitación con que se produjo el exilio hizo que lo único que llevaba en manos, un maletín con papeles personales, entre ellos muy probablemente las cartas de su “diosa”, Pilar de Valderrama, se extraviaran definitivamente en el tumulto de quienes huían de la represión genocida del franquismo.

Qué poco conocemos de lo que creemos conocer y en realidad ignoramos. Al leer las 840 páginas (con abundantes notas y bibliografía) de Gibson, concluyo que quienes citamos impunemente los famosos versos “Caminante no hay camino | se hace camino al andar…”, no hemos asomado siquiera las narices en el umbral de una vida compleja y rica en matices.

Mi afinidad con Machado data de más de cinco décadas, pero aún así parezco descubrirlo recién. En mis tiempos de estudiante en París, una de las canciones de Jean Ferrat que más me gustaba era la que cita los versos de Aragon: “Machado duerme en Colliure | Tres pasos bastaron fuera de España | el cielo para él se hizo pesado | se sentó en este campo | y cerró los ojos para siempre”. Mi emoción fue grande cuando visité su tumba en Colliure, allá por 1974 o 1975. Mucho más tarde, en 2010, me topé en Baeza con la escultura que lo inmortaliza sentado en una banca, con el bastón a su lado.

Leyendo la biografía de Gibson cada uno de los lugares donde vivió Machado adquiere una fisonomía nueva: Sevilla, Soria, Segovia, Baeza, Madrid, Valencia. Dan ganas de regresar los pasos a las calles de esas ciudades transitadas otras veces impunemente.  

Antonio Cipriano José María y Francisco de Santa Ana y de la Santísima Trinidad (Antonio, para todos), nació el 26 de julio de 1875. Por el lado de la familia paterna y materna Antonio Machado heredó el amor por las artes y por la naturaleza, y un fuerte sentimiento republicano, anticlerical y antifascista. Tanto su abuelo Antonio Machado Núñez, defensor de la naturaleza, como su padre Antonio Machado Álvarez (“Demófilo”), impulsor de la cultura popular y el folklore, investigaron y publicaron libros. Fueron en su momento respetados intelectuales que dejaron una impronta en Antonio y su hermano mayor Manuel.

El quehacer intelectual del abuelo irritaba a la ultraconservadora iglesia de España porque abrazó las teorías evolucionistas de Darwin, mientras que el padre, promotor de la identidad nacional a través de la educación laica, erosionó el poder absoluto de la iglesia al crear el Instituto Libre de Enseñanza, una experiencia revolucionaria para su tiempo. 

La vida y la poesía de Antonio Machado obedecen a la noción de un camino que hay que recorrer sin detenerse. Lo resume muy bien Gibson: “Vivimos inmersos en el tiempo, en el cambio constante e inevitable, y la vida no es más que un interminable ir caminando hacia la muerte…”

Eran otros tiempos, los poetas eran importantes en la sociedad, ocupaban las primeras planas de los diarios. El nicaragüense Rubén Darío se paseaba por España y Francia como un prócer, y Antonio Machado ya era conocido antes de publicar su primer libro. A diferencia de Darío y de su propio hermano mayor, Manuel, Antonio no era muy sociable, aunque mantenía una rica correspondencia con quienes admiraba: Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, entre otros.

No pudo evitar participar en eventos sociales cuando él y Manuel se convirtieron en aclamados autores de teatro de no menos de siete obras. Los hermanos incluso asistieron al homenaje que les ofreció el dictador Primo de Rivera luego del estreno de La Lola se va a los puertos.

Desde muy joven Machado muestra el empeño de hacer una obra sin imperfecciones y se dedica a corregir y reeditar los mismos poemas y libros, quitando o aumentando versos. Influenciado al principio por el modernismo, Machado encuentra su propia voz en una expresión más directa y sencilla, sin juegos de luces sin florituras del lenguaje, en una España que se desmorona moralmente después de la Gran Guerra.

La erudición de la que hace gala Gibson, siguiendo la veta de cada verso, de cada encuentro y de cada publicación, corre el riesgo de saturar al lector porque ofrece un excesivo detalle. El afán de desmenuzar los versos los deja desprovistos de magia y misterio. El detective es riguroso, no da nada por cierto, su pesquisa cruza datos y llega a poner en duda lo que otros biógrafos han dado por sentado, por ejemplo la datación de poemas del propio Machado o la memoria caprichosa de la “diosa” Valderrama, que acomoda a su conveniencia la memoria del poeta. Para escribir la enésima biografía de un personaje famoso se necesita el rigor de un investigador científico y cierto poder de deducción.

Ya no era muy joven Antonio Machado cuando se enamora perdidamente de Pilar de Valderrama, que lo buscó cuando él enseñaba en Segovia. Su admiradora se convirtió en musa y “diosa”, y Antonio cayó rendido a sus pies, aceptando una relación platónica que ella fijó como condición. Una posición desventajosa que lo hizo sufrir mucho en silencio, pues no podía compartir con nadie el secreto de su vínculo con una mujer casada a la que veía a escondidas en un café de Cuatro Caminos, por entonces lejos del centro de Madrid. Gibson estima que ella se aprovechó de él y no correspondió en igual medida al amor desmedido que el poeta profesaba por ella. Peor aún, a la muerte de Machado ella alteró las pocas cartas que había conservado de Machado y arguyó que las demás las tuvo que quemar cuando huyó de la guerra y se refugió con marido e hijas en el Portugal del dictador Salazar. No es exagerado afirmar que a Machado le dolía tanto su España avasallada por el fascismo, como esa relación amorosa en la que él aceptó una posición sumisa.

Otro aspecto fascinante que Gibson explora en la biografía son los heterónimos creados por Machado para ventilar su filosofía y su acción poética mediante interlocutores inventados. Abel Martín y Juan de Mairena eran versiones alternas de Machado, alter ego más públicos que secretos. Machado se refería a ambos como autores que habían existido realmente, no los usaba para publicar, como hizo en Portugal el gran Fernando Pessoa con varias decenas de nombres supuestos, sino para dialogar consigo mismo como quien lo hace frente a un espejo, y con la sociedad española como quien desea compartir procesos reflexivos inacabados. El carácter apócrifo de esos autores y su supuesta obra, estaba enunciado de entrada. 

Los días finales de Antonio Machado son terribles, toda la carga del mundo pesa sobre sus hombros cansados y su envoltura descuidada. La guerra civil en su etapa más cruenta, la “diosa” huida y desvanecida, el fusilamiento de García Lorca, la muerte de Unamuno, la conversión relámpago al fascismo de su querido hermano Manuel, en Burgos, la pérdida de papeles, poemas, libros y salud. ¿Qué podía ser peor? 

Machado había criticado acremente la complicidad tácita de Inglaterra y Francia con el fascismo montante en España. El “pacto de no agresión” con Hitler cerraba los ojos a los bombardeos de Alemania e Italia sobre las ciudades españolas. En Madrid no se libró ni la Biblioteca Nacional ni el Museo del Prado. Es quizás una cruel paradoja que por una cuestión de distancia y supervivencia el poeta haya terminado sus días en Francia, aunque muy cerquita de España, el 22 de febrero de 1934, menos de un mes después de haber cruzado la frontera en medio de un río de refugiados que huían del fascismo. A su lado agonizaba su madre, que abrió los ojos solo para darse cuenta de que su hijo predilecto había muerto, y que ella haría lo propio tres días más tarde.  

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Castilla miserable, ayer dominadora,

envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.

—Antonio Machado

 

07 octubre 2024

Invasión de cuatro ruedas.

(Publicado en Brújula Digital, Público Bo, ANF y Cabildeo Digital el sábado 7 de septiembre de 2024)

Qué maravilla despertar en silencio un domingo, por lo menos un día al año, sin el estruendo de alguna volqueta destartalada y ruidosa que pasa por la calle, sin las bocinas estridentes de los enfermos del volante que siempre salen tarde a algún lado y se ponen histéricos como si estuvieran a punto de parir. La mañana del 1 de septiembre se escuchaba incluso el canto de los pájaros y la música de la flauta de pan del afilador. Paz y tranquilidad, finalmente, alguna vez.

Recordé los días silenciosos y las calles tranquilas de la pandemia de la que por desgracia no hemos aprendido nada, retornando a nuestros hábitos ensordecedores y alienados. Vivimos en una sociedad extraviada y hemos olvidado que la vida cotidiana podría ser menos fea. Hans Magnus Eszenberger escribió en 1997 que uno de los “lujos del futuro” sería la tranquilidad: “La quietud y la falta de ruido son valores en alza, pero suelen pagarse caros”. Tal cual.

Deberíamos conmemorar con más frecuencia los derechos de los peatones, todos los domingos como se hace en ciudades civilizadas. En Bolivia sucede una vez al año, pero aun eso provoca la indignación de los adictos al volante que deberían inyectarse por vía intravenosa una dosis de gasolina para no sufrir tremenda crisis de abstinencia.

Durante la administración municipal de Luis Revilla, se cerraba todos los domingos el tráfico de motorizados en la avenida Costanera de La Paz, y la gente aprovechaba para caminar, trotar o andar en bicicleta. No entiendo por qué la alcaldía ha suspendido esa posibilidad de esparcimiento en una ciudad tan amarga.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció el Día Mundial del Peatón cada 17 de agosto, pero muchas ciudades ponen en práctica de manera continua esa fecha simbólica, ya incorporada a la vida cotidiana.

Uno de los mayores atractivos de Ámsterdam es que la ciudad de los canales es en gran parte peatonal y ciclista. Y no es la única en el mundo: Helsinki, Oslo, Vancouver, Canberra, San Francisco, Berlín, Múnich, Milán, Varsovia y otras urbes amplían cada vez más los espacios destinados a peatones y ciclistas. La calle Strøget, en Copenhague, es la peatonal urbana más larga del mundo, con 3,2 kilómetros de largo.

Más cerca de nosotros, en Bogotá se han habilitado de manera permanente 392 kilómetros de ciclovías y además todos los domingos se cierran a los motorizados varias avenidas troncales para que la gente salga a pasear con tranquilidad y sin contaminación. Según los datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), le sigue Rio de Janeiro con 307 km de ciclovías y Santiago de Chile con 236 km.

En Bolivia algunos intolerantes están lloriqueando porque en la zona de San Miguel, en La Paz, se van a habilitar 10 km de ciclovía…  Una bicoca, por comparación.

“No hay espacio para estacionar” dicen los incapaces de caminar cuatro o cinco cuadras, y los comerciantes que también nos invaden se quejan de que los autos no pueden estacionar delante de sus puertas. Qué alquilen pues estacionamientos, como hacen las tiendas en todas partes. Las calles no deberían ser propiedad de los comerciantes.

Es para no creer la resistencia de cierta gente a vivir una vida menos saturada de ruidos y de contaminación atmosférica. Una ciudad pequeña como La Paz, atiborrada de motorizados. En la avenida Ballivián de Calacoto hay más de 12 concesionarias de vehículos (¿de dónde sacan la plata para comprar tantos?) Es una aberración en una ciudad que además de ser pequeña, es un embudo atravesado por ríos malolientes. Los mismos intransigentes que se quejan del tráfico insoportable y se ponen histéricos detrás del volante, pegados a sus bocinas (como si eso sirviera para avanzar), luego se quejan de los planes para reducir el número de vehículos y peatonalizar algunos sectores.

Dibujo de Graciela Rodo Boulanger

Quienes afirman que no hay suficientes bicicletas para las ciclovías, se equivocan. Lo que no hay es suficientes ciclovías. El Día del Peatón demostró con creces que cuando tiene la oportunidad, la gente saca sus bicicletas a la calle. Había miles de bicicletas ese día, fue muy estimulante ver la zona sur de la ciudad repleta de ciclistas y peatones, familias enteras, y al final de la tarde largas colas de ciclistas en el teleférico verde para regresar a sus casas. Bastaba salir a la calle para constatar el éxito de esa jornada sin autos, pero muchos maniáticos del volante ni siquiera se tomaron la molestia de salir a caminar y algunos carcamanes llegaron a decir que prohibir la circulación de autos un día al año es “autoritarismo” (una sandez de campeonato), y que ejercer el derecho de tener calles libres de autos debería ser un acto “voluntario”. Es decir: yo voluntariamente salgo a caminar y tú voluntariamente me lo impides con tu auto.  De necedades está hecha el alma conservadora.

Lo que sorprende es la hipocresía de quienes se dicen defensores del medio ambiente, pero están bien instalados en sus autos. Con frecuencia hay una sola persona por auto, lo cual debería ser considerado un crimen contra la sociedad. En ciudades civilizadas los vehículos con más de dos pasajeros pueden beneficiarse de las vías rápidas. En otras, como Londres, el ingreso a la ciudad se paga: hay cámaras que registran los números de placas y cobran por el derecho de invadir la ciudad. (Aquí no se podría, con tantos autos chutos, placas clonadas y policías corruptos).

Mientras en el mundo entero la tendencia es que las ciudades se tornen amables, con más bicicletas y peatones y menos automóviles, en Bolivia la resistencia al cambio y la voracidad de los consumidores de gasolina es estremecedora.

No sólo necesitamos más ciclovías para alentar el uso de bicicletas, sino un servicio público y de bajo costo de alquiler de bicicletas compartidas, como los que he podido disfrutar cuando vivía en Ciudad de México (EcoBici), pero también en París (Vélib), Copenhague (Bycyklen), en Sevilla (Sevici), en Montreal (Bixi), No hay ciudad ordenada en el mundo que no tenga un servicio público o privado de bicicletas compartidas con un costo de utilización asequible. No estamos hablando de 20 0 30 ciudades sino de varios centenares. En América Latina hay 9 ciudades argentinas, 3 chilenas, 6 mexicanas, 4 colombianas y varias capitales más que ofrecen ese servicio público municipal. Nosotros, como en todo, somos los últimos.

La organización europea Bable ha realizado estudios en profundidad sobre los costos, funciones, requisitos legales, administración, modelos operativos y perspectivas de desarrollo de estos sistemas de fomento del transporte público sostenible, con una mirada de futuro que pretende resolver seis problemas: congestión vehicular, calidad del aire, cambio climático, colisión, espacio de aparcamiento y actividad física insuficiente.

Recuerdo con mucho placer Brisbane (Australia) con más de dos millones de habitantes, donde por diseño y voluntad estratégica se privilegia a los peatones y a los ciclistas: la circulación de vehículos es por debajo mientras arriba la gente camina en espacios peatonales hermosos llenos de parques y ciclovías. En Guanajuato (México) no es por diseño sino por herencia histórica: se han aprovechado los amplios socavones que dejó la minería, por donde ahora circulan los vehículos motorizados, mientras en la superficie el centro de la ciudad es totalmente peatonal y sumamente agradable.

La tendencia en el mundo civilizado es darle prioridad a los peatones y ciclistas y extender cada vez más los espacios sin vehículos, pero en Bolivia existe la enfermedad del cemento y vamos a contracorriente. En ciudades que son amables con sus habitantes se retira el pavimento para colocar adoquines, ciclovías y parques. Cada vez hay más calles peatonales, sobre todo en el casco antiguo de las ciudades inteligentes.

Mientras tanto en nuestra ciudad, La Paz, se cubre el histórico adoquinado de piedra de Comanche con una capa de pavimento. Para las mentes obtusas, eso es “progreso” (las momias de Guanajuato son menos retrógradas). La plaza Murillo, en el centro histórico de La Paz, se ha convertido en un estacionamiento público de vehículos oficiales de todos los burócratas de ministerios, diputados y senadores incapaces de caminar hasta un parqueo donde estén sus lujosos vehículos todo terreno (que sólo usan en la ciudad con sirenas y luces para darse importancia). Todo el cuadrante histórico de la sede de gobierno debería ser exclusivamente peatonal (aunque lo hayan ya arruinado con edificios tan feos como el fálico palacio de Evo o la oscura Kaaba del nuevo congreso).  

Cada 7 de septiembre se celebra el Día Internacional del Aire Limpio por un Cielo Azul, para alentar “la investigación, desarrollo, mejora y la puesta en marcha de nuevas prácticas que permitan mejorar la calidad del aire y que a la larga, esto contribuya con el bienestar de la población mundial, así como erradicar los altos índices de contaminación atmosférica”.

Obviamente que la calidad del aire no depende solamente de los vehículos motorizados sino de la ganadería y los chaqueos incontrolados porque son parte de la estrategia criminal del gobierno del MAS, para expandir la frontera agrícola y beneficiar a las grandes empresas productoras de carne, de soya o de palma africana para biodiesel.

Estamos así, caminando hacia atrás en la historia, con una mentalidad cerrada, egoísta y retrógrada. Cada vez menos ciudadanos del futuro y cada vez más anclados en la resistencia al cambio positivo.

Cuando las ciudades del mundo civilizado hayan conquistado las cosas elementales que permiten que nuestra vida cotidiana sea agradable y llevadera, en Bolivia estaremos en el polo opuesto: rodeados de autos, de basura, de cloacas abiertas, de aceras rotas y manchadas de grasa, de comercio informal invadiendo todas las esquinas. Seremos oscuros habitantes de ciudades envenenadas.

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Lo que más odia el rebaño es a quien piensa diferente;

no es tanto la opinión en sí, sino la audacia de querer pensar por sí mismos, algo que no saben hacer.

—Arthur Schopenhauer

 

03 octubre 2024

El mapa del tesoro

(Publicado en Brújula Digital, Público Bo, y ANF el jueves 5 de septiembre de 2024)

El médico y el aventurero (2013) es la primera novela que leo de Raúl Rivero Adriázola, escritor de Cochabamba que ha publicado otras novelas como El conjuro juliano y la falsificación de Leonardo (2010), Los constantinopolitanos (2011) y La segunda ley (2012). Todas son narraciones con asidero histórico ya que el autor es historiador (aunque economista de profesión).

La novela, por suerte, es un género que se contiene a sí mismo, de manera que los lectores no necesitamos ser expertos historiadores para apreciar sus cualidades. Grandes novelas en la historia de la literatura se han basado en hechos históricos (con gran hache), pero lo que las hace trascender en el tiempo no es el episodio histórico sino la maestría narrativa.

Vargas Llosa es un ejemplo paradigmático de novelista que sitúa sus novelas en el contexto de grandes lienzos de la historia latinoamericana (Brasil, Perú, República Dominicana o Guatemala), pero no destacan por los hechos ocurridos sino por la manera de contar. El arte de contar incluye la creación o recreación de personajes y episodios, pero sobre todo la belleza y precisión del lenguaje. Muchas malas novelas se han escrito sobre episodios históricos que solo algunos buenos escritores han narrado con excelencia y verosimilitud.

De ahí que es un desafío riesgoso lograr un equilibrio entre la ficción y lo real en una novela, sobre todo si esta está escrita por un historiador que incursiona en la literatura. En todo caso, la ventaja para el lector es que puede aproximarse a la obra como una ficción total, sin otras consideraciones que la calidad narrativa. Se ha dicho muchas veces que una buena novela puede decir más que varios libros de sociología o de historia, y ese es el desafío.

A primera vista la novela de Rivero Adriázola tiene todos los ingredientes para ser leída como una aventura, y no sólo porque la palabra “aventurero” destaca en el título, sino porque desde el inicio anuncia la búsqueda de un tesoro mediante un mapa rescatado casualmente del olvido. Ese punto de partida ha sido prometedor en muchos relatos sobre exploradores y aventureros que recorren el mundo en busca de riqueza, pero también de aventura. Muchas veces no hay un tesoro al final del camino, pero el camino es la recompensa, por muy arduo que sea. La leyenda de El Dorado y personajes tan cinematográficos como Lope de Aguirre han alimentado la imaginación de escritores y cineastas, no todos con éxito.

Esa es la propuesta de Rivero Adriázola: la búsqueda de un tesoro en territorio boliviano, y no en la inexpugnable Amazonía, sino en los valles subtropicales del norte del departamento de La Paz, en un punto colindante con el departamento de Cochabamba. No es casual que ambas ciudades estén unidas por la búsqueda de un tesoro (que no es secreto), porque una segunda línea narrativa de la novela, recrea personajes que constantemente transitan entre ambos departamentos, por razones a veces ajenas al argumento principal.

Dos protagonistas destacan en el relato. Por una parte, Edgar Sanders, un intrigante bielorruso que junto a un avezado grupo de aventureros y científicos ingleses llega a Bolivia para emprender la búsqueda del tesoro, y por otro el médico cochabambino César Adriázola, desahuciado en Europa, pero milagrosamente curado en Cochabamba, cuya apacible vida se ve afectada por su relación con Sanders. Naturalmente, entendemos que existe una relación de parentesco entre el autor del libro y el personaje que lleva el mismo apellido, pero esa consideración no debería influir en el lector, por mucho que la obra entreteja episodios reales con otros inventados. Se nota obviamente el deseo del escritor de poner en relieve los lazos familiares, como un guiño de homenaje a sus antepasados, pero al final de cuentas en la la novela predomina la voz del aventurero antes que la del médico. El personaje de Sanders tiene más espesor pues muestra contradicciones, áreas oscuras y secretas, mientras que el discreto médico, siempre puntual en sus compromisos e intachable en todos los aspectos de su vida, no es tan interesante. Sanders lleva el relato, aun cuando a veces, cuando no está presente, es un narrador en tercera persona (el propio autor de la novela) el que describe los hechos e incluso asume posiciones. No es en realidad un narrador “neutro”.

De alguna manera el relato me recordó ese maravilloso cuento de Augusto Céspedes, situado en la guerra del Chaco. En “El pozo” la búsqueda desesperada de un objetivo (agua) es tan ardua e infructuosa como la búsqueda del tesoro en la novela de Raúl Rivero Adriázola. Y es precisamente en ese proceso de búsqueda donde debemos buscar si la obra logra su objetivo de atrapar al lector. Es el camino el que cuenta, ya no tanto el resultado. Es el mapa el que adquiere valor, el recorrido, la aventura de vencer a la naturaleza agreste, atravesar desfiladeros con abismos peligrosos, cargando dos toneladas de equipamiento (la novela dice 200, pero debe ser una errata teniendo en cuenta el número de expedicionarios).

Sin ánimo de ofrecer demasiados detalles a los lectores, diré que la novela se teje con la situación política de Bolivia en varios periodos de su historia, el más antiguo se remonta a Melgarejo y los más recientes al estallido de la guerra del Chaco. El desarrollo de la línea argumental de ambos personajes transcurre por lo general en paralelo, salvo cuando se encuentran en La Paz, tres o cuatro veces en toda la novela.

El esqueleto de la historia del tesoro podría ser la base de un guion de película, ya que mientras uno lee la novela imagina los lugares y los episodios narrados. La lectura se dificulta por las reiteraciones y algunos problemas de verosimilitud (nuestra percepción de la verdad interna del relato). A veces, en párrafos largos sin puntuación que permita respirar, abundan detalles que no son esenciales en el desarrollo de la narración, pero a pesar de ello no deja de ser apasionante la lectura que nos hace cómplices.

Esta es una edición de autor y, como suele pasar con ediciones de autores, adolece de algunas erratas que podrían haberse salvado publicándola con un sello editorial reconocido. Además, su circulación se ve lamentablemente limitada.

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No basta saber dónde está el tesoro, hace falta trabajar y sacarlo.
—Francisco de Quevedo