29 junio 2024

Golpes como el odio de Dios

(Publicado en Brújula Digital, Público Bo y ANF el sábado 29 de junio de 2024)

Aunque el título pueda confundir, no voy a referirme aquí al fallido mamertazo escenificado con el objetivo de postergar las elecciones judiciales, prorrogar a magistrados espurios y sabotear el proceso electoral de 2025. En apenas dos días ha corrido bastante tinta y abundancia de ingeniosos memes alusivos al golpe teatral, de manera que el tema ya está saturado.

Quiero referirme a otro golpe que me afecta hondamente y me lleva a recordar los versos tan sentidos de César Vallejo: “Hay golpes en la vida, tan fuertes…¡Yo no sé!” El que recibí es el fallecimiento de mi amigo Edgar Arandia el mismo día miércoles 26 de junio en que se produjo el burdo sainete de títeres.

Edgar tenía la misma edad que yo, con apenas unas cuantas lunas de diferencia. Fuimos amigos y colegas desde la década de 1970, es decir más de medio siglo. Formamos parte de un grupo de artistas y escritores entre ellos René Bascopé, Jaime Nisttahuz, Manuel Vargas, Ramón Rocha Monroy, Félix Salazar, el propio Edgar y yo, y solíamos realizar actividades culturales a puro pulmón. Inventamos las ferias de autores en El Prado de La Paz, donde la condición era que cada escritor se presentara con sus propios libros. Eso degeneró más adelante cuando ingresaron los libreros e incluso vendedores de libros pirateados.

Jaime Nisttahuz, Edgar Arandia, el “Chijlloso” y Alfonso Gumucio

En la imprenta de la Universidad Mayor de San Andrés, con el apoyo de nuestro querido Pepe Ballón, publicamos un libro colectivo de cuentos: 6 nuevos narradores bolivianos (1979). Para publicar nuestros libros individuales creamos un humilde sello editorial “Palabra Encendida”, con el que llegamos a publicar seis o siete títulos, entre ellos dos de Nisttahuz: El murmullo de las ropas (1980) y Palabras con agujeros (1983), y tres míos: Antología del asco (1979), Razones técnicas (1980) y Sobras completas (1984). Mi primer poemario, Antología del asco, lleva en la tapa un dibujo de Edgar: un rinoceronte encorbatado que era parte de su exposición “Zoociedad” (Galería Emusa), en la que retrató a la burocracia, a los militares, etc. Varios libros de nuestro grupo, sobre todo los de Manuel Vargas, llevan en la tapa o en páginas interiores dibujos de Edgar Arandia, pero curiosamente en dos de los poemarios que publicó años más tarde: Chuquiagu Blues (1994) y El paisaje en los ojos de la iguana (1999), no incluyó dibujos suyos en la portada, aunque sí en páginas interiores del primer título, una edición artesanal de autor (Ediciones del CaraXo).

A fines de la década de 1979 solíamos hacer presentaciones de libros y exposiciones en un pequeño local en la calle Bueno, que denominamos “Puerta Abierta” (alquilado por Edgar y Silvia Peñaloza). Ahí presenté el poemario Razones técnicas. Posteriormente Manuel, Jaime y René crearon la revista Trasluz, en la que aparecían con frecuencia los dibujos de Edgar. Antes incluso, publicábamos nuestros poemas y cuentos en la revista Difusión que dirigía Pedro Shimose con el apoyo de Jorge Catalano, gran amigo editor y librero, nuestro mentor en aquel momento inicial de actividad literaria.

El año 1979 aparece varias veces en este relato, porque fue central en nuestras vidas por varios motivos. Uno de ellos explica el título de este texto: Edgar Arandia fue una de las víctimas en el golpe militar del coronel Alberto Natusch Busch, el 1 de noviembre de 1979, cuando una ráfaga del regimiento Tarapacá lo alcanzó en las inmediaciones de la plaza Pérez Velasco, cuando Edgar participaba en la resistencia a los golpistas. Temíamos por su vida, ya que fue llevado a la clínica de la Policía cerca de la plaza España, por lo que decidimos ingresar con mi cámara escondida, para tomar unas fotos de Edgar y ofrecer la prueba de que estaba vivo. Esas dos fotos, en las que aparezco con él malherido en la cama, agarrando su mano, se publicaron al día siguiente en el vespertino Última Hora y en el semanario Aquí. Por suerte, luego de extraerle un pedazo de intestino salvaron su vida y se recuperó. O quizás no del todo.

De la exposición “Retrato hablado” (1990) 

En febrero de 1990 incluí un retrato suyo en mi exposición “Retrato hablado”, entre 50 retratos de artistas, escritores, cineastas y otros personajes de Bolivia y de otros países. La fotografía lo muestra como era, trabajador incansable, con su overol manchado de pintura, rodeado de dibujos, objetos diversos y libros apilados unos sobre otros, antes de que dejara definitivamente la pequeña habitación en la que había vivido humildemente y trabajado caóticamente durante más de doce años. 

Su sentido del humor era, por decir lo menos, ácido. Lo expresaba siempre con una media sonrisa sardónica y su voz inconfundible. También era agradable leerlo (no siempre), en mensajes como el que me envió en mayo del 2009: “Moro: Borraré tu nota porque si se entera mi camba me capa. Estuve leyendo una entrevista a Cabrera Infante y ratifica mi opinión sobre la falta de humor de la literatura boliviana. En los últimos años la producción literaria es enorme, sobre todo narrativa y poesía, amén de las ciencias sociales que son el boom de la literatura nacional. Ahora que estás en la Tierra aprovecha para munirte de literatura. Espero que los dibujos te gusten cada día un poco más. Te escribo esto porque sigo preguntándome sobre ese Felisómetro, si nuestra literatura es así ¿cómo es posible que ocupemos el tercer lugar en pasarla bomba. Yo, por mi parte, creo estar en primer lugar, me gusta mi trabajo, lo disfruto y no me saco la mostaza porque no me hace falta, todo lo que haces con alegría se contagia y no requieres putear a nadie para que todo funcione. Abrazos”.

Gumucio, Arandia y Cavour 

Nos reuníamos alguna vez para tomar un café o nos veíamos en su tienda y galería de la calle Jaén. Conservo algunas fotos en su galería con el músico y maravilloso charanguista Ernesto Cavour, otro querido amigo que gozaba de excelente sentido del humor.

Nuestra relación fue cordial, pero como en toda amistad hubo un momento de quiebre, sobre todo cuando el MAS llegó al poder y Edgar se acercó a esa tienda política. Más allá de su simpatía por el gobierno masista, hizo una excelente gestión como director del Museo Nacional de Arte. Por ejemplo, concretó la donación de 58 dibujos y dos cuadros (“Diálogo del tiempo y la muerte” y “La diana cazadora”) de Arturo Borda, que habían sido adquiridos por mis amigos franceses Michel y Monette Servant, muy querendones de Bolivia. Fue precisamente en ese periodo cuando estuvo como funcionario y funcional, que algo cambió en su actitud, ya que pude notar cierta agresividad hacia los artículos que yo publicaba.

En cierta ocasión, a principios de abril de 2011, mencioné cuan penoso me parecía atravesar la ciudad caótica de El Alto para bajar hacia la ciudad de La Paz. Me escribió un correo donde me decía que yo no entendía la fealdad de El Alto: “Tal vez tu alejamiento de Bolivia, te ha creado un tamiz, lo físico que mencionas, no lo entiendes. La fealdad es un valor, no es un principio”, me decía entre otras cosas. Respondí con mis argumentos y él volvió a escribirme con los suyos. Así intercambiamos varios correos en un debate interesante y respetuoso, pero Edgar transgredió la privacidad de nuestros intercambios, cuando en su columna “A fuego lento” (La Razón, 8 de mayo de 2011) me atacó frontalmente citando nuestros correos personales y, peor aún, atribuyéndome entre comillas frases que yo nunca había escrito. Le escribí pidiéndole que por honestidad y ética rectifique aquello que me atribuía arbitrariamente, pero sólo obtuve una respuesta ambigua: “Moro: Me alegro mucho que hagas sentido el detonador. Me encantan las polémicas y utilizaré tus mismas armas para responderte. En este momento estoy alistando maletas y te contestaré como a mi ‘dilecto adversario político’ cuando regrese…”  

Intercambiamos un par de correos más sobre el tema, pero no rectificó, por el contrario, me envió otro mensaje con descalificaciones personales que me pareció degradante responder. Eso quedó ahí.  Yo nunca hice público el debate, y este no es el lugar para hacerlo, pero me sorprendió el resentimiento que expresaba, que nunca antes en cuatro décadas de amistad, había expresado. Por suerte ese roce y algún otro fueron episódicos y nuestra amistad se renovó después de un tiempo, cuando regresé a Bolivia y pudimos conversar cara a cara.

“Time for tea"

Hace exactamente un año, a fines de junio de 2023, conversamos en la Galería Municipal Cecilio Guzmán de Rojas, en la calle Colón de La Paz, donde presentó “Andromaquia”, una muestra de pintura sobre la relación entre el hombre andino y el toro. Una propuesta novedosa no sólo por lo que simboliza, sino también por el trabajo en una técnica experimental desarrollada por Edgar: brea y bíster sobre plancha de vinilo. En esa ocasión me dijo: “El papel no aguantaría ese castigo que le doy a cada obra con esos materiales tan resistentes. Lo he hecho porque coleccionistas de mi obra en Santa Cruz me han dicho que allá, debido a la humedad del ambiente, las obras sobre papel, ya sea dibujo o acuarela, no se conservan bien. Con este material extraordinario la duración puede ser de doscientos años”.

Edgar con su muestra “Andromaquia” 

Creo que esa fue la última exposición que hizo de su pintura. Publiqué en Los Tiempos un reportaje con fotos, como lo había hecho otras veces en épocas anteriores para resaltar la importancia de su obra. Tuve el privilegio de contarlo entre los artistas plásticos amigos que colaboraron en uno de mis poemarios más queridos: Sentímetros (1995), donde contribuyó con cinco dibujos inspirados en los propios poemas que escogió. En mi casa tengo en un lugar prominente algunas obras suyas que compré cuando mi capacidad adquisitiva me lo permitía. Incluso llevé de regalo a mis hijos que viven en Europa algunos dibujos suyos. Gracias a esto Edgar estará presente en lo que me queda de vida cada vez que mi mirada recorra su obra.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! / Golpes como el odio de Dios…” Es una paradoja cruel que Edgar haya sobrevivido al sangriento golpe de Natusch Busch en 1979, y que haya fallecido justo el día de la pantomima de “golpe” en 2024. ¿Qué broma habría ingeniado su sarcasmo si hubiese estado todavía consciente el miércoles pasado?

___________________  
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios;
como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
—César Vallejo
 

22 junio 2024

Palo Salazar, hombre justo

(Publicado en Publico Bo, Brújula Digital, ANF e Inmediaciones el sábado 22 de junio de 2024)

Fernando Salazar Paredes

El miércoles 19 de junio de 2024, a los 81 años de edad, se despidió de esta existencia terrenal el amigo Fernando Salazar Paredes, a quien algunos llamábamos “Palo” por su estatura y su figura erguida. No tuve contacto con él desde antes de la pandemia, pero a través de su actividad en las redes virtuales estaba al tanto de su vida campestre, en Santa Cruz, de su amor por los caballos y por los libros. Vivía en armonía con la naturaleza y no olvidaba a los amigos.

Su preocupación por los demás era patente en su cuenta personal de Facebook. Luego del estallido de la pandemia publicó el 25 de mayo de 2020: “Con el corazón en la mano y con mi fe puesta en ti, Padre Celestial, hoy me arrodillo en oración ante nuestro señor Jesucristo pidiendo por la recuperación de los enfermos por el Covid 19 y protección para aquellos que aún no sufrimos el contagio. Les pido a todos que pongan este mensaje en su estado durante al menos un día. Piensa que alguien a quien amas o conozcas pudiera estar luchando una batalla por contagio de Coronavirus”. No sé si lo escribió, pero lo hizo suyo para compartirlo.

En otro post del 24 de abril de 2020 pegó una frase alusiva a ese terremoto mundial que nos tocó vivir: “El miedo no detiene a la muerte. Detiene la vida. Y la preocupación no elimina los problemas del mañana. Nos quita la paz de hoy”. Aunque hasta entonces no se había contagiado, tiempo después fue una de las víctimas y su proceso de recuperación no le permitió volver a ser quien fue.

Aficionado a las plataformas virtuales, las usaba con facilidad a diferencia de otros de su generación. Gracias a eso tenemos sus fotos (siempre sonriente), sus comentarios sobre diversos temas, sus menciones a los amigos, y también alguna nota de humor. Por ejemplo, cuando descubrió el 15 de marzo de 2020 que su nombre en japonés era Masao: “hombre justo”, que ahora puedo usar en el título de este homenaje.

No fui un amigo cercano de Fernando, pero lo conocí y aprecié. Escribo sobre él (como lo hago cada vez con más frecuencia sobre otros amigos fallecidos), porque me temo que no lo harán los que mejor lo conocen. Siento cierta impotencia que se mezcla con una dosis de responsabilidad memoriosa para ir más allá de un emoji o de cuatro líneas de comentario compungido en Facebook, pues a eso nos hemos reducido lamentablemente en nuestras capacidades de expresión. Además, este es un país malagradecido con aquellos que le han dado mucho. Claro, no podemos esperar que el gobierno al que criticó lo recuerde con respeto (aunque debería hacerlo el Estado), pero al menos los amigos podrían escribir sobre él venciendo la modorra y poniendo en marcha su memoria y su cariño.

Fernando fue un profesional de altura (en ambos sentidos), diplomático, político, periodista, escritor… no me atrevo a decir en qué orden. Él se definió así: “abogado por formación, periodista por vocación, internacionalista por afición, diplomático por casualidad, político por preocupación y siempre he escrito por pasión”. Fue diplomático en tiempos en los que serlo no era como ahora, cuando ponen de embajador a un fanfarrón cualquiera o militante de “movimientos sociales” inventados para manipular a grupos sumisos. Su peso intelectual y su larga experiencia lo hicieron alternar el periodismo con la cátedra, la investigación y una carrera internacional en la que mostró probidad y conocimiento en cada cargo que ejerció para representar a Bolivia.

Desde 1971, cuando salió del país a raíz del golpe del coronel Banzer, fue Representante Residente de Naciones Unidas en Ecuador, Cuba, Perú y República Dominicana. Hizo en años subsiguientes numerosas consultorías y asesorías con agencias de la ONU y organismos regionales. Fue ministro de Integración Económica (1980), secretario privado de la Presidencia (1985), embajador ante la OEA (1982-1985) y la ONU (1983), entre otros cargos que ocupó.

Aunque abogado de profesión (sentía orgullo de haber estudiado en la Universidad Mayor de San Andrés, de donde egresó en 1968), ejerció el periodismo con pasión, en medios impresos y audiovisuales como Presencia, Hoy, Prensa y RadioMar, además de revistas universitarias en las que colaboró mientras era estudiante. En el periodismo encontró “las mayores satisfacciones de mi existencia”. Sobre su experiencia como gerente en Prensa (semanario independiente del Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz) durante el gobierno de Ovando, escribió un capítulo en el libro coordinado por Juan Carlos “Gato” Salazar: El periodismo en tiempos de dictadura (2021), en coautoría con Harold Olmos, ambos cercanos amigos. Años antes, en su libro Cuando escribir es un solaz... (2009) homenajeó a 45 periodistas, amigos y colegas suyos en diferentes etapas de su vida. Colocó fotos de cada uno de ellos. “Ser periodista en Bolivia y escribir con la verdad a cuestas es enfrentarse a los riesgos de las amenazas en algunos casos, las agresiones en otros y, finalmente, a la intolerancia de quienes creen que el manejo de la cosa pública les otorga una impunidad permanente”, escribió en su muro.

En 1980, cuando tuvo lugar el sangriento golpe militar de Luis García Meza, se temía por su vida. Varias personalidades académicas de América Latina expresaron su preocupación, dirigiendo cartas y telegramas al dictador y a la Unión de Universidades de América Latina.

“Palo” Salazar con padre e hijo 

En su artículo “Cuarentena para cuatro… hace cuarenta años” (20 de abril de 2020), narra su experiencia de preso político de Luis Arce Gómez, el despiadado ministro del Interior: “Cuarentena es sinónimo de aislamiento, incomunicación, confinamiento, encierro, clausura. Esta cuarentena que vivimos ahora y la reciente muerte de Arce Gómez despertaron en mi memoria remembranzas sobre el encierro que experimentamos hacen cuarenta años cuatro personas en manos de cuatro diferentes carceleros. No había pandemia alguna, pero sí una desmedida ansia de poder, dinero y un total desprecio por la vida humana tanto de él, como de su jefe y cómplice, Luis García Meza y otros que los acompañaron en ese sombrío momento de nuestra historia. Junto con Óscar Peña Franco fui llevado a punta de fusil al Estado Mayor en una ambulancia. Allí nos separaron. Fui conducido a una habitación donde se encontraba Juan Lechín Oquendo. En la madrugada el Cnl. Rafael Loayza, nuestro primer carcelero, ingresó y nos enmanilló juntos, pero haciendo pasar las esposas por la cabecera de un catre que había en el recinto. Mas tarde apareció Luis Arce Gómez, el segundo carcelero, acompañado por nuestro tercer carcelero, el Cnl. Carlos Mena, y se dirigió a Juan preguntándole si estaba bien”.

Escribía regularmente la columna “Precisiones” en Página Siete, y mantenía un perfil alterno de Facebook con ese nombre (desde el 29 de septiembre de 2015 y hasta el 8 de marzo de 2021), sobre política internacional, sobre todo las relaciones con Chile en el periodo de la frustrada demanda boliviana. Como lo hizo también en sus libros sobre el tema marítimo, su propuesta pedía dejar a un lado la demagogia y los mitos tan manoseados tanto por militares como por gobiernos populistas, y encarar la relación con Chile de una manera gradual y respetuosa. Fue crítico de las payasadas triunfalistas y de las torpezas de Evo Morales que acompañaron el proceso en La Haya y concluyeron con Bolivia mordiendo el polvo de la derrota.

Cuando en 2015 estaba presto a presentar en La Paz su libro El mar dentro de nosotros con (dedicado a Edgar Camacho Omiste, Juan León Cornejo y la UMSA) sucedió algo que sin duda lo irritó. El 13 de octubre publicó la foto de la invitación para la presentación de la obra en el hall de la Vicepresidencia de la República, pero dos días más tarde, volvió a publicar otra invitación de la Asociación de Periodistas de La Paz, donde se haría la presentación el mismo 20 de octubre: “Por razones que no alcanzo a comprender, me he visto forzado a cambiar el lugar de la presentación de mi libro El mar dentro de nosotros que debía realizarse el próximo martes 20 a horas 19:00 en el Hall de la Vicepresidencia del Estado”, escribió sin más detalles, pero podemos suponer lo que había sucedido. El suplemento Animal Político del diario oficialista La Razón le dedicó ese 25 de octubre de 2015 un reportaje con una gran foto en la portada.

El prólogo del libro lo escribió mi primo Jorge Gumucio Granier desde su exilio en Pittsburg. No era difícil atar cabos entre el contenido de la obra, crítico de las acciones del gobierno, y el acto de censura que obligó a cambiar el lugar de la presentación. A tiempo de hacer un apretado repaso de anteriores negociaciones con Chile en las que Fernando fue partícipe, Jorge Gumucio escribe: “Por disposición del canciller Mario Velarde Dorado, acompañé en 1982, en los pasillos de la OEA, a las conversaciones entre Fernando y el canciller chileno Rojas Galdámez, y fui testigo de cómo la delegación boliviana logró reponer los principales términos de la resolución del tema marítimo cuando el país se reincorporaba al sistema democrático del hemisferio. Es más, me tocó apreciar la contribución de Fernando al éxito boliviano en la Asamblea de la OEA de 1983, cuando él, con solvencia profesional, junto al canciller José Ortiz Mercado, pudo lograr el reconocimiento y el apoyo chileno a la resolución marítima de ese año. Su capacidad de persuasión logró que la representante chilena, Mónica Madariaga Gutiérrez, convenciera a su gobierno de acompañar esa resolución, que se ha convertido en la única con la que Chile estuvo de acuerdo”.

Es seguro que frases como las que siguen irritaron a los prepotentes autócratas bolivianos, Evo Morales y García Linera (en campaña electoral continua: “Juntos vamos bien para vivir bien”…), embarcados en un juicio a Chile sin más sentido que su repercusión en la política interna: “Salazar Paredes señala que no hay desarrollo sin paz y no hay paz, sin justicia. La superación del injusto enclaustramiento geográfico de Bolivia será un acto de justicia internacional que contribuirá a la paz. Con precisión, identifica claramente que el problema marítimo es bilateral, su solución es trilateral y lo multilateral es solamente coadyuvante”, escribió Jorge. Y esta otra frase, un gancho al hígado demagógico del MAS: “Salazar Paredes reafirma que los grandes éxitos en materia internacional no son producto del protagonismo desmedido, sino de la sagacidad, habilidad, idoneidad y hasta la discreción de los estadistas que saben desenvolverse en un ámbito donde los altos intereses de un Estado son más transcendentales que los discursos o las frases de impacto.

Es sabido que la política marítima del MAS carecía de “rigurosidad científica y calidad académica” que reclamaba entonces Fernando Salazar, aunque Carlos D. Mesa trató de darle ese contenido durante su conflictuado paso por La Haya. Fernando celebró, el 30 de septiembre de 2015, la reputada entrevista del expresidente Mesa en la televisión chilena, que dejó en alto la dignidad boliviana: “Gracias Carlos. Tu intervención causó una inmodestia positiva por parte de todos, pues a todos nos hizo sentir bien. Y, seguramente, muchos chilenos han debido ponerse a pensar -como no lo hacían antes- sobre la necesidad y oportunidad de reparar esta injusticia para que su vida también valga la pena ser vivida”.

Imagen del banner en su perfil de Facebook

“Fue una década perdida”, “un periodo de estancamiento y a menudo de retroceso”, dijo Fernando en una entrevista (en 2016) al referirse a las negociaciones del gobierno de Evo Morales con Chile. La “falta de idoneidad” y de oficio tenían mucha responsabilidad porque “la diplomacia es el arte de la persuasión, no es el arte de la amenaza”. Más adelante, sus opiniones a lo largo del proceso de La Haya (algunas forman parte de su libro El mar dentro de nosotros) van en la misma línea. Para él, la demanda marítima era como “un partido amistoso, que no aporta puntos, ni es clasificatorio”, y no lo que nos hizo creer el líder cocalero.

Lamentablemente, casi todos los enlaces que compartió en “Precisiones” (su muro en Facebook), ya son enlaces muertos, tanto los de Página Siete, como los de La Razón, El Deber y otros medios, lo cual prueba que “papelito habla”: lo peor que uno puede hacer es confiar en esa “nube” de internet que no aguanta nada y que al cabo de un tiempo se disipa. Las ediciones impresas sobrevivirán a esa nube que no es otra cosa que un servidor en Virginia o en Seattle. Las columnas que publicó en Página Siete son inaccesibles debido a la mezquindad del dueño que decidió no solamente cerrar el mejor diario independiente de Bolivia, sino además ponerle candado a los archivos de internet. En un país donde reina la posverdad las cosas (y las personas) desaparecen como por arte de magia. Por suerte algunos de esos textos fueron reproducidos en el portal de Inmediaciones, y están todavía en línea.

Las últimas veces que conversamos, un par de meses antes de la pandemia, fue a raíz del apoyo desinteresado que brindaba desde su casa en Santa Cruz a la canciller Karen Longaric, para armar un equipo diplomático que pudiera representar dignamente a Bolivia después del fraude electoral que provocó el abandono del poder de Evo Morales y de todo su equipo.

A principios de mayo de 2021 publicó un artículo titulado: “¿Qué me tocará escribir todavía…?”, donde mira retrospectivamente su trayectoria: “En lo que podría considerarse el otoño de mi vida, repasando nostálgicamente todas las primaveras vividas, los inviernos de adversidades experimentadas y los veranos con realizaciones satisfechas, no puedo contentarme frívolamente con el simple relato de pasajes buenos o malos. Es preciso hacer un alto en el camino, mirar hacia atrás, también para adelante, y afinar el rumbo. Es preciso dejar el ejemplo de una vida plena para poder traspasar la posta…” Ese fue su artículo final: “He escogido este momento para concluir una etapa”. Bueno… casi el último. No pudo resistir la tentación de publicar “Si un Mandela fuera presidente de Bolivia…” el 29 de junio de 2022, en el portal Inmediaciones.

El último post en su cuenta personal de Facebook, el 9 de abril de 2023, reproduce la canción del MNR, “Siempre”, no porque él siguiera siendo militante (fue diputado del MNRI entre 1985-1989) sino como reconocimiento a una generación que condujo profundas transformaciones sociales.

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Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza,
recordarán estos días extraños
en los que la honestidad más simple era calificada de coraje.
—Yevgeny Yevtushenko
 

15 junio 2024

Genio y figura

(Publicado en Brújula Digital, ANF y Público Bo el sábado 15 de junio de 2024)

El 12 de febrero de 1976, en Ciudad de México, el escritor peruano Mario Vargas Llosa le dio una trompada tan fuerte en el ojo izquierdo a su colega y amigo colombiano Gabriel García Márquez, que lo tiró al suelo. Quizás si el autor de Cien años de soledad no lo hubiese recibido con los brazos abiertos, el daño hubiese sido menor, pero Vargas Llosa no estaba para abrazos y luego de asestar su golpe sin contemplación, espetó: “Eso es por lo que le hiciste a Patricia”.

Con el ojo en tinta García Márquez buscó a su amigo fotógrafo Rodrigo Moya para inmortalizar su rostro sonriente. Tomó el incidente con un humor inversamente proporcional a la ira incontrolable del autor de La ciudad y los perros, “el cadete”, y a partir de allí ha pasado casi medio siglo de intriga alrededor del hecho, hasta que el también peruano Jaime Bayly publicó Los genios (2023), una novela que especula en torno a los motivos de Vargas Llosa, quien (dicho sea de paso) había abandonado a su esposa Patricia Llosa por una modelo de la que estaba fulminantemente enamorado.

Jaime Bayly

Confieso que, al igual que otros lectores, me he zampado la novela de Bayly con curiosidad chismosa, antes que por su calidad literaria. La novela no tiene en realidad otro valor que no sea la posibilidad de acceder a información “íntima”. La conocida amistad de Bayly con Álvaro, el hijo mayor de Mario Vargas Llosa y de Patricia Llosa, se ofrecía como una garantía adicional para avalar las revelaciones del libro, que en realidad no son tales puesto que su autor anuncia de entrada que se trata de una novela en la que nunca sabremos qué corresponde a la historia real de los personajes, y qué a la imaginación telenovelera de Bayly.

El lector termina con más preguntas que respuestas. 

¿Es verdad que el título inicial de La tía Julia y el escribidor era Vida y milagros de Raúl Salmón? ¿García Márquez le propuso a Vargas Llosa escribir juntos una novela? ¿Es cierto que Susana Diez Canseco, la amante de Vargas Llosa, lo hizo circuncidar porque tenía “la pinga encapuchada”? ¿Será verdad que cuando el peruano ganó el premio Rómulo Gallegos en Venezuela, Fidel Castro le envió a través de Haydée Santamaría y de Alejo Carpentier un mensaje pidiéndole que donara los 22 mil dólares del premio a la revolución cubana? ¿Gabo enviaba los originales de sus libros a Fidel para que los leyera y “corrigiera” antes de publicarlos? ¿Se encontró Vargas Llosa casualmente con su padre, al que odiaba, sirviendo como mozo en un lujoso restaurante en Los Ángeles? ¿Y será verdad que el padre, Ernesto Vargas, se presentó armado en plena boda religiosa de Mario con su prima Patricia? 

¿Quemó Patricia uno a uno los libros más preciados de su esposo cuando éste la abandonó por la modelo Susana Diez Canseco? Y diez años antes, la tía Julia Urquidi, despechada por el amorío de Mario con su sobrina, ¿tiró al Sena lo más valioso de la biblioteca del autor de La casa verde? ¿Será cierta la tierna anécdota de Neruda que al llegar a Barcelona a casa de los García Márquez a las cinco de la mañana les pide dormir con Mercedes, la esposa de Gabo? ¿Existió el brevísimo encuentro de García Márquez con Faulkner en Memphis? ¿Y la ceremonia religiosa en la que el presidente peruano, general Velasco Alvarado, entierra en su jardín la pierna que le habían amputado? ¿Y la anécdota sabrosa de Vargas Llosa de rodillas frente a la actriz Katy Jurado, depilando su “selva negra” con tijeritas para su papel en la primera versión de Pantaleón y las visitadoras, película que, al decir de Bayly, el propio Vargas Llosa hizo desaparecer?

Mario Vargas Llosa y su prima/esposa Patricia

El libro está sembrado de anécdotas como éstas y de afirmaciones intrigantes que mantienen al telespectador (perdón, al lector) en vilo. Algunas están narradas con humor y proporcionan buenos párrafos, pero la mayoría puede leerse como un bilioso ajuste de cuentas post-mortem, como si Bayly se convirtiera en el justiciero que reivindica a García Márquez (de hecho, trata de imitar su estilo en muchas páginas) y lapida a Vargas Llosa. Un ajuste de cuentas no solamente con Vargas Llosa, sino con su hijo Álvaro a quien un perro dogo blanco le habría arrancado un testículo de un mordisco, y con Julio Ramón Ribeyro, de quien afirma que rogó a Velasco Alvarado que lo nombrara diplomático en París, donde permaneció 20 años a pesar de varios cambios de gobierno.

Al final de cuentas, la anécdota del puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez no es sino el gancho para relatar todas esas anécdotas, reales o inventadas. Quizás en entrevistas y artículos se hayan conocido ya algunas, puesto que ambos autores han hecho correr mucha tinta a lo largo de sus vidas. En todo caso, el que lleva las de perder es Vargas Llosa, como si Bayly quisiera manifestar el resentimiento de una parte de los peruanos hacia su escritor más importante. En el libro muestra a un Vargas Llosa egoísta, faldero, machista, vanidoso y altanero, que antepone en su vida su oficio literario por encima de la amistad, del amor de pareja o de la familia. Sería interesante saber lo que piensa y dice el premio Nobel peruano del libro de Bayly, si es que se ha tomado la molestia de leerlo.

Vargas Llosa y García Márquez

El título de la novela (creo que con cierta sorna), se refiere a la calidad creativa de ambos escritores, pero extrapolando podría referirse también al genio irascible de Vargas Llosa y al buen genio de García Márquez. El primero siente por el segundo una admiración que raya severamente en la competencia, mientras el segundo vive la vida despreocupadamente, escribiendo cada día una página maravillosa. Carmen Balcells, agente literaria de ambos, solía decir que Vargas Llosa era el primero de la clase, mientras que Gabo era el genio.

Lo rescatable son los apuntes, comprobables, sobre la relación pública entre los dos escritores de enorme talento, amigos tan diferentes entre sí. Por una parte, García Márquez muy seguro de sí mismo, tanto, que no se toma en serio: “Soy sólo un hombre que cuenta anécdotas. Soy muy bruto para escribir”. Por otra, el esforzado y riguroso Vargas Llosa, a quien cada párrafo le cuesta un enorme esfuerzo, solemne e inseguro de sí mismo, que tiene que probarse a lo largo de su vida no sólo como escritor sino como hombre, aun representando papeles frívolos en sus relaciones con las mujeres. Así los describe Bayly.

Vargas Llosa en París 

Hay algunas descripciones luminosas, como el primer encuentro entre García Márquez y un joven cantante desconocido, Joaquín Martínez, que años después tomaría el apellido de su madre: Sabina. Hay una buena escena, jocosa, de Vargas Llosa visitando por primera vez a los padres de la modelo Susana Diez Canseco, para pedirla en matrimonio. Ellos lo reciben con severidad y le dicen que no puede casarse con Susana porque es su media hermana… Al cabo de unos segundos en los que Vargas Llosa piensa “trágame tierra”, rompen en risas muy contentos de haberle hecho una broma pesada. Cierta o no esta anécdota, le sirve a Bayly para encajar un puntapié en la entrepierna del estupendo narrador que vivió su infancia en Cochabamba.

La novela termina exactamente donde empezó: la descripción reiterada de la escena del puñete y la especulación de los motivos. En suma, 238 páginas más tarde, quedamos en lo mismo, con la única certeza de que después de la muerte de García Márquez, el secreto ha quedado en manos de Patricia Llosa, y que su (otra vez) esposo pródigo, no tiene más remedio que quedarse con la duda.

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En el trabajo literario uno siempre está solo. Como un náufrago en medio del mar. Sí, es el oficio más solitario del mundo. Nadie puede ayudarle a uno a escribir lo que está escribiendo.
—Gabriel García Márquez 
 

08 junio 2024

La forma del agua

(Publicado en Brújula Digital, Público Bo y ANF el sábado 8 de junio de 2024)

El agua es caprichosa e indócil, adquiere la forma que su entorno le permite adoptar. A veces se muestra pacífica y otras violenta. En pocos minutos estalla colérica cuando no encuentra una salida. El agua es imprevisible, sobre todo cuando no se han tomado las medidas de previsión necesarias para domarla, encaminarla, apaciguarla.

Desborde de ríos en Calacoto

Me presto el título del filme de Guillermo del Toro para referirme otra vez a la dramática situación que vivieron algunas ciudades Bolivia como consecuencia de las lluvias (y de la torpeza edilicia), y en particular La Paz, “maravillosamente” frágil y descalabrada, surcada por más de 250 ríos de diferente caudal, que confluyen en una misma cuenca, afectada en meses pasados como no se había experimentado antes.

Tiene suerte la alcaldía de La Paz porque, al parecer, ya pasó la temporada de lluvias, pero miente groseramente cuando dice que “en 60 años no se habían producido lluvias tan torrenciales”. A todos nos consta que fueron lluvias cortas, pero destructivas porque en la época seca no se habían tomado las medidas de prevención necesarias. El alcalde andaba de parranda durante dos años, en campaña de mil colores y guirnaldas demagógicas, poniendo su penosa foto en todas partes (como hacía el autócrata Evo Morales).

Demagogia y guirnaldas 

Nos consta a los ciudadanos que no se hicieron labores de limpieza de alcantarillas, de rejas, tragantes y sumideros del sistema de desagüe. De hecho, como cualquiera puede constatar, siguen obstruidos, aunque la propaganda municipal dice que (finalmente) se les ha ocurrido limpiarlos. No lo hicieron cuando debían hacerlo, y pudimos sufrir las consecuencias.

El alcalde estaba más ocupado en pavimentar de nuevo avenidas ya pavimentadas, dejando en el abandono las que realmente necesitan una capa de asfalto, o en maquillar plazas que no necesitan maquillajes, empeorándolas con “árboles” de cemento (esa adicción estúpida al cemento) en lugar de dejarlas como estaban. Dicen que ahora quiere estropear la plaza Bolivia, persiste en sus majaderías mientras es incapaz de pintar los pasos de cebra fuera de las avenidas principales. Sólo hace “obras” en los lugares más visibles (y donde es menos necesario).

Sin embargo, vayamos más lejos en la distribución de responsabilidades, ya que hay quienes con poca visión y mucho oportunismo, sacan réditos políticos echando toda la culpa a este alcalde (ya desahuciado políticamente), cuando los problemas son de larga data.

Derrumbes en Río Abajo

1. Es cierto que el Negro Arias tiene mucha responsabilidad. No hizo trabajos de mantenimiento, se dedicó a inaugurar tonterías, no hizo obras de envergadura que podían quedar como un sello de su gestión. Sus “súperobras” son bobadas. Carece de visión de largo plazo, sólo estaba pensando en una reelección de la que ahora puede despedirse, porque no llegará con los huesos sanos a ningún otro destino político. En el manejo de cuencas, Arias pudo hacer lo que hizo Luis Revilla en el rio Choqueyapu (doble embovedado) o en el rio Irpavi (muros de contención) de manera que el agua no erosione los márgenes y se desborde. En dos temporadas secas pudo colocar por lo menos gaviones en los lugares de mayor fragilidad. Pudo entubar las partes más peligrosas o reforzar los puentes y pasarelas en riesgo. No lo hizo y como alcalde ha quedado muy por detrás de Revilla.

2. La ciudad de La Paz se ha fragilizado por muchos años debido a su crecimiento caótico, a los avasallamientos, a los cerros que han sido aplanados, a los miles de árboles que han sido cortados, a todas las construcciones ilegales, a veces barrios enteros que emergen en suelos que no son aptos para construir. La responsabilidad no es de un solo alcalde, sino de la corrupción generalizada en la sociedad. Los propios concejales del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (por ejemplo, bribones como Sogliano y Chaín, que pretendían autorizar construcciones sin normas, de cualquier altura y en cualquier lugar, un cheque en blanco para traficantes y estafadores).

Mentiras después del desastre 

Sucesivos alcaldes y funcionarios de Palca, trúhanes y corruptos, especulan desde hace muchos años con terrenos en Chasquipampa, Achumani y Calacoto. A cambio de coimas otorgan permisos para edificar, sin respeto de las normas, a constructores que especulan y lavan dinero mal habido (Loritas y otros). Tampoco son inocentes los ciudadanos que actúan en la ilegalidad, y encima reclaman con prepotencia el “derecho” de instalarse en cualquier terreno baldío, ya sea municipal o privado, para construir sin planos, sin normas, sin permisos. Basta abordar el teleférico para ver desde arriba el caos negligente que reina en la “ciudad maravilla”, un caos indefendible. Por encima de los corruptos mencionados está el gobernador de La Paz, dipsómano empedernido cuya gestión es la más nefasta en la historia del departamento.

En un nivel más amplio, desde el Estado nacional, la política abiertamente ecocida de los gobiernos del MAS ha derivado en la destrucción de varios millones de hectáreas de bosques y el envenenamiento y desvío de cauces naturales de agua por la minería ilegal, con consecuencias para el equilibrio ambiental y las comunidades indígenas o urbanas. La pérdida de cobertura vegetal altera las condiciones climáticas regionales, no solamente locales. El calentamiento global es una realidad apremiante: los fenómenos de El Niño (tormentas y vientos hacia sur cuando las aguas del Pacífico se calientan), y su violento retorno, La Niña (vientos tempestuosos hacia el norte cuando esas aguas se enfrían), responden a procesos de deterioro ambiental causados los seres humanos en el poder o en la sociedad.

3. Nuestra vida cotidiana también es responsable de todo lo malo que está sucediendo con el medio ambiente. Más allá de los grandes villanos que destruyen bosques, aplanan cerros y envenenan ríos, y de los especuladores angurrientos de dinero fácil (narcotraficantes, avasalladores, loteadores, constructores, contrabandistas, chuteros, ganaderos, soyeros, etc.), están los ciudadanos irresponsables e inconscientes.

Derrumbes en Irpavi 

Todos somos culpables del deterioro del medio ambiente. No somos conscientes de la manera como disponemos de la basura ni del uso indiscriminado de bolsas y botellas de plástico de un solo uso (plástico que no se destruirá en 120 años y que terminará en el mar). Cada vez que consumimos carne vacuna deberíamos al menos sentir un poquito de culpa por los bosques destruidos para el pastoreo y los miles de litros de agua dulce desperdiciados por cada kilo de carne que se produce. El agua que dejamos correr en la ducha o en el lavamanos, los detergentes químicos que usamos, los alimentos ultra procesados envasados que compramos en los supermercados, el motorizado que utilizamos en lugar de caminar unas pocas cuadras, el envoltorio estañado que tiramos en la calle… todos esos actos cotidianos nos están matando. (Además de los pésimos alcaldes).  

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Le meilleur gouvernement est celui où il y a le moins d'hommes inutiles.
—Voltaire  


01 junio 2024

Observar el cielo

(Publicado el sábado 1 de junio en Brújula Digital, ANF y Público Bo)

A fines de la década de 1970 y primeros años de la década de 1980, el cine en formato Súper 8 estaba en boga por varias razones.

Mario Piazza

La primera es que por primera vez aparecía en el mercado de consumo familiar un formato de cine accesible y de bajo costo: una cámara pequeña que se sostenía en la mano, con un casete de película reversible de tres minutos de duración que se insertaba fácilmente y contaba con una pista para la grabación de sonido. Esto significaba un salto cualitativo tan importante como en su momento fue el uso profesional de las cámaras en 16mm, durante la Segunda Guerra Mundial (aunque el formato había sido creado en 1923).

Hoy es difícil de imaginar lo complejo que era hacer en 1980 cine independiente sin recursos, porque cualquier celular de media gama puede producir magníficas imágenes (y la IA lo hace sin necesidad de cámara), pero en aquel tiempo no sólo no existía la telefonía celular, sino que tampoco había computadoras personales ni procesos de digitalización de la imagen. Esto lo recordarán quienes tienen más de 50 años de edad, pero para los más jóvenes sonará a ciencia ficción al revés.

En esos años el competidor más cercano del cine Súper 8 (heredero del 8 mm y del 9 mm) era el video, pero no el que conocemos ahora, sino el analógico (magnético), que ofrecía imágenes de precaria calidad que se iban deteriorando al desmagnetizarse a medida que pasaba el tiempo y seguía girando la tierra. Todavía hoy las imágenes filmadas en Súper 8 son de mejor calidad y muchas de las filmadas en video se han desvanecido.

Alfonso Gumucio, Michel Payette,
Mario Piazza y Rodrigo Vidal en 1981

El Súper 8 era un formato tan apreciado que incluso cineastas profesionales de Estados Unidos o de Europa lo usaban para hacer producciones de bajo costo. Tuve en mis años de estudiante en París mi primera cámara Súper 8, aunque en la escuela de cine no faltaban cámaras profesionales en 35mm y en 16mm. Con esa cámara filmé no sólo imágenes de la familia, sino también otras que atesoro, por ejemplo un breve encuentro con Julio Cortázar o una visita en Houston a don José María Velasco Maidana.

En América Latina el formato entró con fuerza y al poco tiempo empezaron a realizarse festivales de cine Súper 8 en México (propiciados por mi amigo Rafael Rebollar, en la Filmoteca de la UNAM) y en Venezuela (Julio Neri, Carlos Castillo), pero también en Canadá (Toronto y Montréal), Bruselas, Túnez, entre otros lugares. La red internacional de entusiastas cineastas y promotores del cine Súper se reunía en el circuito festivalero dos o tres veces por año. Asociaciones culturales y universidades financiaban nuestros traslados, alojamiento y comida, y nosotros llegábamos con nuestras películas bajo el brazo.

Madres con ruedas (2006)

En ese circuito uno de los más jóvenes era el rosarino Mario Piazza, que destacó con una producción que había realizado con mucho amor y dedicación: A bordo de un carrito (1981), que años después crecería en otro documental, Madres con ruedas (2006) sobre las mujeres en sillas de ruedas, a partir de la experiencia de su propia compañera de vida,  Mónica Chirife.

Podríamos decir que luego de algunos cortos humorísticos y experimentales, como El hombre de acero (1976), Sueño para un oficinista (1977), Historia de un pintor (1980) o Savoy (1980), Mario entró al cine por la puerta de su sensibilidad social que mantuvo a lo largo de las siguientes tres décadas y proyectos como Papá gringo (1983), La escuela de la señorita Olga (1991), Cachilo, el poeta de los muros (1999), El pionero olvidado (2000) y Acha Acha Cucaracha: Cucaño ataca otra vez (2017). No fue una producción abundante, porque Mario dedicaba tiempo de calidad a cada película independiente que realizaba, y no tenía ninguna prisa en terminarla. Al morir a los 67 años de edad el pasado 23 de mayo, dejó inconclusa El sombrero de Greca, y Araldo, cineasta obrero, postergadas por la enfermedad que lo aquejó en sus últimos años.

La escuela de la señorita Olga (1991)

En el mediometraje La escuela de la señorita Olga (1991) Piazza realizó un homenaje y reivindicación histórica, a través de testimonios, antiguas fotos y filmaciones, de Olga Cossettini, directora durante 15 años de la escuela primaria Gabriel Carrasco, quien en el barrio de Alberdi (Rosario, Argentina) aplicó nociones avanzadas de educación y pedagogía. “Barrio, paisaje y escuela vivían en una armoniosa fraternidad”, afirma su hermana Leticia. Ya adultos, sus ex alumnos recuerdan esos años de educación que transformaron sus vidas y los hicieron mejores personas. Una de ellas recuerda que el primer día de clases la actividad principal fue “observar el cielo celeste”, de alguna manera lo que hizo Mario Piazza en su humanismo comprometido, con una pequeña cámara en mano.  

Cachilo (el nombre de un gorrión urbano) es el retrato del “croto”, linyera, grafitero y poeta Alberto Fontanares, o Alberto Ortiz Montané, ex empleado del servicio postal que decidió dar un giro a su vida, vivió durante doce años en las calles de Rosario escribiendo en las paredes versos y mensajes que hacían reflexionar a los pasantes, hasta convertirse en un personaje mítico y apreciado por todos.

Cachilo (1999)

En 1983 Mario filmó en Bogotá un cortometraje sobre Ward Bentley, un estadounidense jubilado que recorría la ciudad asistiendo con medicinas y sobre todo cariño a niños de la calle, los “gamines”, quienes afectuosamente lo bautizaron “Papá Gringo”. En dos años de trabajo con esos niños, sufrió la muerte de 16 de ellos.

Acha Acha Cucaracha cuenta la historia de Cucaño, un grupo de arte alternativo que se desarrolló entre 1979 y 1982. Treinta y cinco años después, ya cincuentones, reivindican aquellas acciones y persisten en la brecha, cada cual a su manera.

Las obras de Mario se hicieron con muy pocos medios y por ello algunas parecen precarias y pequeñas en su factura técnica, pero son muy grandes en su contenido.

Mario Piazza en 2024

A menos que la memoria me traicione, no volvimos a vernos desde la década de 1980 pero mantuvimos contacto esporádico por correo electrónico hasta el año 2017, cuando me anunció el estreno de su película más reciente: 

“¿En qué gélidas alturas estarás ahora? ¿Québec? Se me ha pasado si informaste tu última mudanza. Quería comentarte yo que en seis días, el jueves 20, se estrenará en el marco del Bafici, Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, mi nuevo film, el documental Acha Acha Cucaracha: Cucaño ataca otra vez, que espero que alguna vez tengas ocasión de ver. Quedo pendiente también de que me recomiendes posibilidades para su difusión, siempre recordando aquel dato que oportunamente me pasaste y que nos posibilitó conseguir el apoyo de la Unesco para hacer el film que hicimos con mi siempre amada Mónica, Madres con ruedas”. 

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Ayer estuve buena parte del día dentro de un quirófano, filmando una operación.
Es otra forma que tengo yo de retratar el interior de las personas.
—Mario Piazza