16 junio 2023

La vida de un electrón libre

(Publicado en el suplemento Letra Siete de Página Siete el domingo 30 de abril de 2023)

 Toda vida es fascinante, ningún ser humano pasa por el mundo como un ventarrón, pero pocos pueden narrar su propia historia de manera atractiva para los demás, en apenas 263 páginas. Es lo que hace Matthias Preiswerk en sus memorias tituladas “Travesías – Itinerario pedagógico, teológico y político” (Plural, 2022), que he leído con inmenso placer no solamente porque conozco a Matthias desde hace muchos años, sino porque es un libro impecablemente escrito, en perfecto y delicioso castellano, a pesar de no ser el idioma materno de su autor.

 Hay otro motivo íntimo: empecé a leer el libro en voz alta cuando acompañé a Xavier Albó en sus últimas horas de vida en Cochabamba. No sé si Xavier oía (la enfermera dijo que sí), pero ojalá hubiera escuchado algunas páginas de la vida de su amigo suizo, compañero de aventuras de investigación. Temprano al día siguiente, Xavier expiró en tranquilidad. Quizás el testimonio de Matthias fue lo último que resonó en su espíritu.

 El libro cautiva desde la introducción. El autor explica la naturaleza de sus itinerancias narradas para sí mismo, para su familia, para sus amigos y para un público más amplio que puede beneficiarse de la extrema sinceridad y compromiso comunicativo: “Partir para aprender, atravesar y dejarse atravesar”, dice parafraseando a Michel Serres.

Matthias Preiswerk

 En seis capítulos esculpidos con voluntad de perfección y a la vez de amenidad, Matthias narra su existencia desde su juventud en Suiza hasta su jubilación en Bolivia. Es un balance lúcido de una vida dedicada a los demás, aunque como señala al final: “Al compartir mis travesías he renunciado a toda pretensión edificante porque el itinerario recordado quiere ahorrarse enseñanzas y conclusiones”. Pero sí las hay, y muchas, si el lector aborda el testimonio con apertura intelectual y deseo de aprender.  

 Lo que marca la vida de Matthias es “la cadena de producción teológica”. Desde muy joven en una familia “protestante intercultural”, participa en grupos parroquiales, en círculos de oración y comunidades de base que buscan una iglesia diferente, orientada hacia el ecumenismo y alejada de las imposiciones institucionales. Ahí se inicia el recorrido exterior, físico, pero también interior y reflexivo, que incluye la “aventura y riesgo” de optar por nuevos rumbos y raíces.

 Antes de dar el salto a América del Sur, hay vivencias que marcan esa etapa felizmente influenciada por la juventud que emerge de los movimientos estudiantiles de mayo de 1968 que proponen “cambiar la vida”. Sus apuntes son muy interesantes sobre el diálogo entre diferentes confesiones, reinventando a nivel local las prácticas religiosas que derrumban los muros que separan a los jóvenes motivados por ideales de justicia social: “No somos los últimos cristianos de un mundo que se agota, somos los primeros cristianos de un mundo nuevo”.

Su resistencia a las imposiciones institucionales tiene una primera prueba durante su servicio militar en 1972, donde inicia su activismo antimilitarista en un comité de soldados. Aún cuando el ejército suizo es uno de los más abiertos y pacifistas del mundo, “no tolera el diálogo ni cuestionamiento alguno”, por lo que trató de impulsar cambios desde adentro.

 Dice el autor que su partida a América del Sur “se parece más a una evasión” y que llevaba entonces la maleta cargada de estereotipos y de mitos. Muy rápidamente se produjo una “conversión” -como él mismo dice, porque su llegada en 1975 a Argentina, en tiempos que preludian la dictadura militar después de la muerte de Perón, significó aterrizar de panzazo en una realidad política que ya caracterizaba al cono sur de América Latina. Su experiencia de vida comunitaria le sirvió bastante, pues encontró espacios similares que le permitieron iniciar su aprendizaje. Matthias nos hace descubrir a muchas personas religiosas, de extraordinaria calidad humana, que dedicaron su vida a la causa de la libertad, cruelmente desaparecidas o exiliadas por la dictadura. Habla con generosidad de quienes inspiraron sus pasos y confiaron en él.

 El testimonio remite a episodios de hace 50 años como si fuera ayer, lo cual muestra la excelente memoria selectiva de su autor. La abundancia de nombres, circunstancias y fechas le otorgan verosimilitud al relato: esta es una vida vivida plena y conscientemente, no es una vida novelada. Para separar los párrafos informativos y menos personales (sobre instituciones o personas que conoció), utiliza un margen y una tipografía diferente.

 “Una credulidad proporcional a mi ingenuidad” lo lleva a aceptar en 1976 una vaga invitación a Bolivia, donde se inicia la etapa definitiva de su vida, no solamente por su mayor implicación política e institucional, sino porque descubre el amor (Carmen Bilbao), determinante en su decisión de optar por nuestro país como segunda patria.

 Así se vincula “al mundo de la espontaneidad y de la informalidad bolivianas”. Su amor por Bolivia, que él adopta y que lo adopta, no es sin complejos. Por donde va arrastra la marca de ser suizo, que algunos le hacen sentir y otros no. Su voluntad se impone y su contribución al país, aunque él la describa de manera autocrítica y humilde, es grande, tanto en la construcción de espacios de reflexión y educación teológica, como de investigación en temas sociales y culturales.

Xavier Albó 

 No solamente lo recibe Bolivia en condiciones de vida muy precarias que él acepta con resignación, sino que además debe hacer frente a la mezquindad de quienes quieren difamarlo dentro de la iglesia metodista, donde irrita su manera de pensar con libertad. En compensación, conoce a Gregorio Iriarte, Amparo Carvajal y el grupo gestor de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB) en la recta final de la dictadura de Banzer.

 “Hoy es jueves 17 de julio de 1980” … Todo el libro está narrado en tiempo presente histórico, lo cual al principio me incomodó, como también me contrarió el exceso de explicaciones al pie de página (muchas podrían ser parte del texto principal), pero a medida que se avanza en la lectura el estilo optado por el autor se impone en el lector.

 Además de su vivencia política, de sus éxodos y retornos, de sus visitas a otros países, una buena parte del libro se ocupa de describir en detalle su dedicación a la “construcción de la casa”, metáfora del Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología (ISEAT) donde invierte lo mejor de su experiencia y pensamiento, sin esconder los “vicios ocultos” que a la larga producirán frustración y alejamiento.

 Sobre la teología de la liberación y sobre la educación popular deja también apuntes críticos que desnudan el mesianismo y el vanguardismo. Su mirada política sobre Bolivia, que se extiende sobre los años autoritarios del MAS, es como un espejo para el lector boliviano.

 Dejo el resto a la curiosidad de los lectores, que disfrutarán el relato de vida de este “electrón libre” de origen suizo, pero más boliviano que muchos de nosotros.

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No nos dejes ser tan prudentes. Que queramos contentar a todos. Tu palabra es hiriente como espada de dos filos. Además de las bienaventuranzas, también pronunciaste las maldiciones.
¾Luis Espinal