30 junio 2020

De una vez

 Me perdí algo en la telenovela política boliviana. Como ya me aburre la saturación de noticias, me perdí algún capítulo del sainete. Hasta donde recuerdo, había una gran presión política para que el gobierno de la presidenta Añez promulgue la ley de convocatoria a elecciones para el 6 de septiembre, y ella se resistía a hacerlo en consideración de los riesgos de la pandemia. 


Hasta donde me quedé en la cadena de acontecimientos, la presidenta del Senado, por instrucciones de su jefe Evo Morales, amenazó con promulgar la ley si no lo hacía el gobierno. De lo que recuerdo, hace un par de semanas insultaban como “masista” al presidente del Tribunal Supremo Electoral, porque ese órgano del Estado dispuso las elecciones para septiembre. Un funcionario de lujo para cualquier país del mundo, pero denigrado en Bolivia. 

Hasta donde recuerdo, la opinión pública estaba dividida entre los que afirman que es un riesgo para la salud y la democracia hacer elecciones tan pronto, y los que acusaban al gobierno de prorrogarse usando como excusa la pandemia. Los primeros argumentan que la gente se puede contagiar al votar (riesgo para la salud) y que muchos no irán a votar por miedo al contagio (abstención, riesgo para la democracia). Los otros, que de todas maneras exigen elecciones lo antes posible, esgrimían argumentos basados en cálculos políticos, no en previsiones sanitarias. 


Hace semanas escribí que el MAS jugaba ambas cartas de manera sucia, en el estilo brutal del irresponsable “jefazo”: por una parte, exigía elecciones cuanto antes, y por otra, sacaba a sus huestes a las calles para aumentar los contagios y mantener al país en crisis sanitaria permanente. 

Pero, como digo antes, me perdí algún capítulo de la telenovela, porque no bien promulgada la ley de convocatoria a elecciones, los mismos que presionaban ahora acusan de irresponsable al gobierno. Ya no entiendo nada. 

Parece que hay dos verdades que es imposible conciliar, y ambas nos llevan a un desastre, pero ya no me importa: que suceda de una vez. 


La verdad número 1 es que la pandemia continuará. No hay solución para los próximos seis meses, ni en Bolivia, ni en ninguna parte. Ningún país ha eliminado el COVID-19, una montaña rusa con curvas peligrosas y bajadas espeluznantes. Donde ya no había casos, empiezan a aparecer de nuevo (China, Europa). Bolivia, a pesar de los esfuerzos realizados, es más frágil porque tiene una frontera extensa con Chile (que hasta ahora no ha podido frenar el número de contagios diarios) y con Brasil, que tiene como presidente a un demente que califica la pandemia mundial como “uma gripezinha”. 

La verdad número 2 es que todos queremos que la situación política encuentre una salida cuanto antes. La pandemia no estaba en los cálculos de nadie: ni de los que salimos con pititas y banderas a bloquear las calles contra el fraude electoral de Morales, ni de los masistas que orquestaron el engaño para eternizarse en el poder, ni de los aspirantes a llegar al gobierno. A todos nos sorprendió por igual y nos puso frente a un espejo que nos muestra como somos: intolerantes e irresponsables. 

Entonces, entre las dos verdades hay un dilema que no tiene solución. Quien diga que tiene una solución, miente. Resulta muy cómodo echar todas las culpas al gobierno: culpable si no convoca a elecciones porque quiere eternizarse en el poder, y culpable si las convoca porque pone en riesgo la salud y la misma democracia. 

¿Entonces qué? Sí que sí, o no que no. O sí que no, o no que sí. Parece una cantinfleada colectiva en la que todos se echan culpas (por no usar otra palabra) con ventilador. 


Lo voy a decir clarito: todos somos responsables, cada uno de nosotros. Todos somos comparsa en la telenovela. Todos somos campeones en ofrecer recetas y criticar. Y el día de las elecciones todos decidiremos por quien votar o si vamos siquiera a votar. Entonces, no se vale regar culpas al Tribunal Supremo Electoral, a Carlos D. Mesa, al gobierno o a Eva Copa (presidenta de un senado transitorio, cuyo mandato había concluido el 22 de enero). Todos hemos ejercido en coro opiniones para uno o para otro lado, que nos han llevado a este momento jocoso del sainete. 

En lo que a mi respecta, coincido con los quieren elecciones el 6 de septiembre. Creo que la votación se puede realizar con más orden que las ferias de El Alto y evitando el comportamiento desaforado de los narcos del Chapare o de Yapacaní. Pase lo que pase, que suceda de una vez para no prolongar la doble agonía. Y todos seremos responsables de lo que resulte: más pandemia y menos democracia. Pero sería lo mismo sin elecciones. 

(Publicado en Página Siete el sábado 27 de junio 2020)
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O ya no entiendo lo que está pasando
o ya pasó lo que estaba entendiendo.
—Carlos Monsiváis