16 mayo 2019

Todo cine es político

Sergio Zapata, Alfonso Gumucio Dagron, Santiago Espinoza y Andrés Laguna

Del 25 al 29 de marzo tuvo lugar el coloquio II Jornadas de Cine Boliviano organizado por el Centro Cultural de España en la Cinemateca Boliviana. Participé en el panel sobre "Cine y política: Imaginarios políticos en el cine boliviano" junto a Andrés Laguna y a Santiago Espinoza. 

Abordar el “cine político” es como patinar en una tautología. Sobra decirlo: todo cine es político, por acción o por omisión. No existe un cine neutro por la sencilla razón de que no existe un cine fuera de la realidad. La ficción más delirante permite niveles de lectura crítica que develan conexiones con un imaginario que tuvo el poder de desencadenar el proceso creativo. 

Jean-Luc Godard
Política significa acción pública, desde su origen etimológico tiene que ver con la ciudad (o el Estado) y el lugar donde cada uno de los ciudadanos se posiciona. En términos epistemológicos, la acción pública del cineasta o del artista en general, es un acto político porque desarrolla un discurso que  se organiza a partir de una interpretación y segmentación de la realidad. El solo hecho de seleccionar un espacio para la mirada, desarrollar un argumento, elegir una locación, un elenco de actores y por supuesto cada encuadre y cada movimiento de cámara, constituye una forma de posicionarse política y éticamente sobre y desde la realidad. La decisión de un desplazamiento de cámara hizo decir alguna vez a Jean-Luc Godard que “un travelling es una decisión moral”. 

"La chinoise", de Jean-Luc Godard
Del lado del espectador tampoco hay impunidad porque quien observa participa con su carga propia de sentidos y significados que buscan establecer una relación dialéctica, ya sea por afinidad o por negación. Quien analiza críticamente una película es partícipe de un acto colectivo con una trama de complejidad en la que se tejen impresiones, sensaciones, ideas y creencias. La riqueza de una obra está en su capacidad de ofrecer niveles de lecturas que van más allá de la imagen en dos dimensiones. En los márgenes de la pantalla hay un imaginario construido por cada espectador. 

El cine boliviano ofrece, como cualquier otro cine, esas posibilidades. En el plano creativo, no hay nada especial en el cine boliviano actual que lo haga diferente a otras cinematografías en la región. Esto no fue siempre así porque los niveles de desarrollo económico y tecnológico de la cinematografía latinoamericana fueron distintos en la época formativa de los cines nacionales. 

Jorge Sanjinés y miembros del Grupo Ukamau
Durante las décadas de 1960 y 1970 la emergencia del llamado “Nuevo Cine Latinoamericano”, de características explícitamente políticas, permitió el surgimiento de obras y teorías que indagaron sobre las necesidades nacionales y regionales de un cine que contribuya a la construcción de identidades y culturas propias, frente al avasallamiento de la industria cultural importada. La razón de ser del “Tercer Cine” fue la negación de un “primer cine” dominado por la industria y de un “segundo cine” de autor. La frase de Marx (Karl, no Groucho), guiaba el pensamiento de la época: “No basta interpretar el mundo, hay que transformarlo”.  

“No hay en América Latina espacio para la expectación ni para la inocencia. Una y otra son solo formas de complicidad con el imperialismo” leemos en la Primera declaración del Grupo Cine Liberación (Solanas y Getino), en 1968. Hoy podríamos parafrasear esa postura radical con una más adaptada a la realidad que vivimos: “No hay espacio para la pasividad ni para la indiferencia. Una y otra con formas de complicidad con el conformismo”. 

Lo que más debemos temer es el conformismo y la indiferencia, es decir, una manera de ver el barrio, la ciudad, el país o el mundo con ojos nublados, como si no pasara nada. El conformismo sigue siendo una forma de complicidad. 

Parecía más definible la lucha de las décadas de 1960 y 1970 contra el imperialismo o el colonialismo económico y cultural. La polarización simplificaba la toma de posiciones, la línea divisoria era más clara.  Sin embargo, los problemas actuales no son menos importantes: corrupción extendida en todas las capas de la sociedad, narcotráfico, contrabando, feminicidios, violencia contra los niños, extractivismo y depredación del medio ambiente… problemas que nos afectan cotidianamente y que están a punto de llevar a un punto sin retorno que pone en riesgo la existencia misma de la estabilidad social y ecológica. 

"Citizen Kane", de Orson Welles
El debate sobre el cine explícitamente político ha sido superado porque el mundo ha evolucionado hacia sociedades formalmente más democráticas (aunque no participativas), y porque las transformaciones tecnológicas y económicas plantean nuevos retos no solo desde la perspectiva de los creadores, sino también desde las percepciones del público o de los “consumidores” de las industrias culturales. 

No se puede aislar a Bolivia de las corrientes mundiales. Los mecanismos de coproducción con intervención de múltiples actores económicos alientan el desarrollo de un cine de autor, con ventajas (y limitaciones) que no teníamos tres o cuatro décadas antes. La proliferación de fondos de apoyo va de la mano con la multiplicación de festivales y la facilidad de hacer disponibles la obras digitalmente. Las oportunidades nunca fueron mayores para los nuevos cineastas. Una película puede ser fácilmente enviada a 50 o 60 festivales, y hasta por cálculo de probabilidades obtener varios premios, aunque no sea en los eventos internacionales de mayor prestigio. 

"Averno" de Marcos Loayza y "Muralla" de Gory Patiño
En ese contexto, hablar de un cine “de ruptura” sería una especulación bastante lejana de la realidad.  Lo que sucede en Bolivia como en otros países, es un fenómeno de multiplicación favorecido por las nuevas tecnologías y por las nuevas oportunidades de financiamiento. Se multiplican los cineastas y se multiplican los films.  En mi base de datos tengo carpetas sobre 227 cineastas bolivianos que han realizado al menos una película (largo, documental o cortometraje). 

Sería artificioso hablar de un “nuevo cine boliviano” que no existe sino como segmentación generacional y no por características narrativas o estéticas. Al contrario, hay una continuidad que puede ser rescatada como una virtud de la nueva generación. No se puede trazar una línea: “a partir de aquí empieza el nuevo cine en Bolivia”, porque no hay hitos para definir esa frontera. 

"Algo quema" de Mauricio Ovando y "Eugenia" de Martin Boulocq
El cine boliviano ha crecido como un árbol, sobre raíces muy sólidas y un tronco de obras fundamentales del que han crecido ramas en diferentes direcciones, incorporando a la mirada social y política del cine una diversidad de temas y expresiones. Hay ramas de ese árbol que son más débiles que otras, y quizás siguen siendo las más sólidas las que se ocupan de problemas que afectan al país, pero no son las únicas que describen el imaginario colectivo de los bolivianos. 

Ese panorama debería estar acompañado por análisis y desarrollos conceptuales ya sea producto de los propios cineastas o de los centros de estudio especializados, que se dedican demasiado a los aspectos técnicos y muy poco a la reflexión teórica. ¿Qué tanto piensan los cineastas bolivianos cuando hacen una película? ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿Cómo expresan sus reflexiones sobre la realidad nacional? ¿Para qué hacemos cine? ¿Para quién? ¿Qué aportamos con el cine? 

(Publicado en Página Siete el domingo 31 de marzo 2019) 
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No escribo como hablo, no hablo como pienso,
no pienso como debería pensar,
y así sucesivamente hasta las más profundas tinieblas. 
-—Franz Kafka