27 mayo 2018

Rivadeneira en Comala

 Cuando se cumple exactamente un año de la muerte del escritor Raúl Rivadeneira Prada, el “Negro” para los amigos, quiero recordarlo con la relectura de uno de los tantos libros suyos que tuvo la generosidad de obsequiarme con su rúbrica. Es una deuda que tenía con Raúl hace muchos años, lo es aún más ahora.


Este es un libro especial, muy diferente a todos los demás que publicó. Me lo regaló en México cuando estábamos en el exilio en 1981, pero fue publicado en Bolivia por la Editorial Difusión que dirigía nuestro común amigo Jorge Catalano. El libro lleva en la tapa un dibujo de Edgar Arandia y el título de Rulfo en llamas (1980). 

Conservo la edición príncipe celosamente no solamente por la dedicatoria sino porque el libro constituye un desafío innovador, casi temerario, de análisis literario de las dos obras magnas de Juan Rulfo aplicando a ellas la Teoría General de Sistemas, tan próxima al pensamiento de Raúl como alejada de Rulfo.

Bien hace Rivadeneira al señalar desde la introducción que su ensayo reúne “un conjunto de apreciaciones subjetivas originales”, porque así podemos disfrutar la lectura de esas apreciaciones sin tomarlas como dogma.

Jesús Urzagasti le regaló una hermosa presentación sobre el mundo de Rulfo, evocando la personalidad del mexicano: “Rulfo no es un escritor solar, es decir, omite la ilusión del medio día…” Jesús concluía su texto alegando que el trabajo meticuloso de Raúl pone a descubierto “el secreto orden, el andamiaje oculto de un artista y poeta que para reinventarse una morada latinoamericana funcionó a todo vapor con su organismo frente a la realidad mexicana”.


El propio Raúl añade una páginas más tarde: “Tanto más trascendental es una creación literaria cuanto más insistentemente toca a las puertas de la reflexión, de la conciencia y deja ancho el espacio por donde han de trajinar las interpretaciones, reinterpretaciones, búsquedas y nuevos hallazgos”.

Rivadeneira aborda Pedro Páramo y El llano en llamas (ambos títulos de magnífica sonoridad y ritmo) como una sola “totalidad” y “cuerpo coherente” para analizar el lenguaje, el código, la información, la incertidumbre y la comunicación con el tamiz de la teoría expuesta por Shannon y Weaver en 1949. La palabra “incertidumbre” fue la que más me intrigó, y en esta nueva lectura no logré desentrañarla completamente.

Luego de situar a los personajes en un contexto histórico, geográfico y cultural como si él mismo diera un paso dentro de Comala, Raúl se enfrasca en un análisis que intenta cuantificar palabras clave del texto y su frecuencia en los  relatos, como leit motif que inciden en el mecanismo de comunicación. Si bien las cifras me dejan algo indiferente, es en la interpretación textual de Raúl que la lectura se hace enriquecedora.

En su análisis de Rulfo reconoce un sistema de información con dos vertientes: a) señales que yacen en el entorno físico y humano y b) el contenido simbólico de esas señales. “Símbolo y sociedad humana son inseparables –afirma más adelante- desde que el hombre creó sus primeros instrumentos para enseñorearse sobre la tierra y desde que aprendió a relacionar objetos y funciones y de allí a otorgar a las cosas más de un significado”.


Raúl Rivadeneira y Luis Ramiro Beltrán
Algunos cuadros estadísticos no están bien desglosados y, la verdad, no añaden mucho al lúcido análisis textual que hace Raúl, dejando de lado a Shannon y poniendo más de su propio razonamiento. El intento de aplicar la métrica para que calce con la teoría resulta forzado. Él mismo lo dice:  “No bastan los datos objetivos (…) ni las simples declaraciones subjetivas”.

Nunca lo hice, pero me hubiera gustado preguntarle a Raúl si Rulfo llegó a conocer su libro (probablemente sí, en algún encuentro en Ciudad de México) y cuál fue su comentario al respecto. Nunca lo hice, por eso de que uno cree que el tiempo es elástico.

La muerte de Raúl Rivadeneira me sorprendió en México hace un año, país donde dos de sus textos académicos editados por Trillas La opinión pública (1976) y Periodismo (1977) han tenido múltiples reimpresiones y son verdaderos clásicos y lectura obligatoria entre los estudiantes de periodismo. 

(Publicado en Página Siete el sábado 19 de mayo 2018) 
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Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague

—Juan Rulfo