13 junio 2012

Cerruto centenario

Oscar Cerruto en La Paz,  1971
Este miércoles 13 de junio el poeta Oscar Cerruto habría cumplido 100 años, pero murió relativamente joven a los 68 años de edad, el 10 de abril de 1981. Dejó detrás una obra literaria sólida, meticulosa, escrita con el mayor esmero. Su novela Aluvión de fuego (1935) es de lo mejor que se ha publicado sobre la Guerra del Chaco, los cuentos de Cerco de penumbras (1958), son ejemplares, y qué decir de sus poemas, reunidos en Cifra de las rosas y siete cantares (1957), Patria de sal cautiva (1958), Estrella segregada (1975), Reverso de la transparencia (1975), y Cántico traspasado (1975).  

Me pregunto si Oscar hubiera publicado otras obras si viviera. Y me respondo que probablemente no, porque su actitud frente a la literatura era muy parecida a la de Juan Rulfo: ambos eran partidarios de escribir poco pero con excelencia. Juan Rulfo eliminó más de un centenar de páginas del original de Pedro Páramo, y otras después de publicarse la primera edición, y Oscar corrigió tanto su novela de juventud, Aluvión de fuego, que prácticamente escribió otra.

La principal razón por la que en vida de Oscar Cerruto no se publicó una nueva edición de Aluvión de fuego, es porque él no quiso. Me consta, porque cuando lo visité en su casa me mostró un ejemplar de la primera edición, donde no había página, ni párrafo, ni línea de la novela, que no hubiese cambiado. “Es otra novela”, me dijo para explicarme porqué no quería que se publicara.

La tapa "buena" de Cerco de Penumbras
Ese celo casi obsesivo de Oscar por cada palabra, cada verso, cada página de su obra era parte de su personalidad meticulosa en extremo. Tengo dos ejemplares de la primera edición de Cerco de penumbras, porque son testimonio de ese rasgo de personalidad de Oscar. La tapa de uno de los ejemplares es ligeramente diferente a la otra. La diferencia es mínima entre ambas: su nombre y el sello editorial en letras rojas, y el título en la mitad superior de la portada. La edición “mala”, en cambio, tenía solamente letras negras sobre el fondo . Pero a Oscar la primera tapa no le gustó, y pidió que se volviera a imprimir. El título estaba en la mitad inferior de la tapa, no aparecía el sello editorial, y el nombre estaba en letras negras.  Además, decía solamente “La Paz”, mientras que en la tapa “buena”, se lee “Ciudad de La Paz”.

Así de meticuloso era Oscar, y esos detalles me quedaron grabados. No era muy afecto a las fotos, y me costó convencerlo para que se dejara tomar algunas. Esa sesión tuvo lugar en su departamento. Me hizo esperar un buen rato en la sala mientras se acicalaba. La corbata, el traje, la camisa blanca y el peinado tenía que estar impecable. Así era él. Posó casi inexpresivo, un poco incómodo.  Disparé cinco veces, y una de esas fotos es la que se ha reproducido muchas veces, en muchos libros sobre él y sobre su obra. Es la misma fotografía que yo incluí el año 1990 en mi exposición “Retrato hablado”, acompañándola de un breve texto.

Alfonso Gumucio y Oscar Cerruto, en La Paz, 1967
La personalidad de Oscar era bastante hermética, y me precio de haber logrado que se abriera conmigo para hablar de sus ideas sobre la literatura. Fue siempre cordial y generoso, tanto que la primera vez que me recibió para una entrevista fue el año 1967, cuando yo era apenas un mozalbete que no había terminado la secundaria. Esa entrevista salió en la revista Vínculo que se publicaba en el Colegio St. Andrew’s. Yo fungía como secretario de redacción, apoyado en esa iniciativa por Carlos Coello y Oscar Rivera Rodas.

La entrevista fue la primera publicación que hice en un diario de circulación nacional, en el suplemento "Presencia Literaria" que dirigía Juan Quirós, con un dibujo muy bueno de Clovis Díaz.

Cerruto, por Clovis Díaz
Oscar era parco, no hablaba mucho de su obra y dosificaba sus anécdotas, aunque algunas de ellas lo enorgullecían, por ejemplo su encuentro con Albert Camus.

Nuestras conversaciones derivaron inevitablemente en un texto de mayor envergadura, que se publicó como capítulo de mi primer libro, Provocaciones (1977), donde reuní los testimonios literarios de 14 escritores bolivianos que yo frecuentaba: Oscar Cerruto, Augusto Céspedes, Pedro Shimose, Oscar Rivera Rodas, Renato Prada Oropeza, Jesús Lara, Mariano Baptista Gumucio, Humberto Guzmán Arze, Augusto Guzmán, Arturo von Vacano y Jaime Sáenz. Titulé el capítulo de Oscar Cerruto: “Precisión, aluvión de poesía”.

Durante años he querido ampliar esa aproximación y escribir un libro sobre Oscar, un testimonio biográfico construido con base a las conversaciones que sostuvimos, nuestros intercambios de correspondencia, y una veintena de entrevistas con personas allegadas a él, ya sea su familia más cercana o sus amistades literarias, con quienes solía reunirse regularmente en las sesiones de Prisma que facilitaba Monseñor Quirós.

Como suele suceder, el tiempo avanza más rápido que uno, porque el tiempo no se dispersa sino que se concentra en cada minuto y el que viene después. Y al tiempo no lo exilian, no tiene que buscar trabajo, ya lo tiene desde siempre y para siempre. Son explicaciones, no excusas, para expresar las razones que me han impedido hasta ahora publicar ese libro en el que he seguido trabajando con la esperanza de acabarlo este año.

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Poesía es la unión de dos palabras
que uno nunca supuso que pudieran juntarse,
y que forman algo así como un misterio.
— Federico García Lorca