27 junio 2010

Nicolás Ortiz Pacheco

Caminando con los dedos por los rincones menos explorados de mi biblioteca, encuentro un pequeño libro, folleto más bien, que había leído hace muchos años. “Anécdotas de Nicolás Ortiz Pacheco” compiladas por Carlos Castañón Barrientos, en base a los aportes periodísticos y crónicas de Augusto Guzmán, Martha Nardín de Urioste, Enrique Finot, Juan Guerra, Luis Ríos Quiroga, Porfirio Díaz Machicado, entre otros. El opúsculo fue publicado en 1975 por Antonio Paredes Candia.

Como saben los bolivianos que no son desmemoriados y que leen un poco, Nicolás Ortiz Pacheco fue uno de esos personajes ingeniosos y ácidos que ha dado la literatura y la sociedad boliviana en la primera mitad del siglo pasado. Ortiz Pacheco se caracterizo por su sentido de humor, los juegos de palabras, las tomaduras de pelo, y las críticas a las malas  a las “buenas” costumbres de la sociedad.

Pero no solamente.  Escribió excelentes poemas, y en especial uno que mi padre me recitaba de memoria, y que me sirvió para ponerle el título a mi primera película documental: “Señores Generales, Señores Coroneles”.  Como se puede inferir, el poema titulado “Apóstrofe” fue escrito con dedicatoria a los militares durante su actuación en la Guerra del Chaco. Sus primeros versos dicen así:

Señores Generales,
Señores Coroneles,
mientras en vuestra patria sólo hay males,
en vuestras altas vidas sólo hay mieles.


Y aunque llena de gloria,
muy breve es vuestra historia;
Tiempo y un cuartelazo… ¡General!
Tiempo y genuflexiones… ¡Coronel!

En sus memorias, Carlos Medinacelli (citado por Castañón) escribió que lo que iba a quedar de Nicolás Ortiz Pacheco en la posteridad era precisamente este poema, que también fue conocido como “Anatema contra los altos jefes”.

Mi amigo Luis Rico podría ponerle música a estos extraordinarios versos.
En una próxima nota regalaré el poema en su integridad, ahora quiero comentar la recopilación de anécdotas que hizo Castañón Barrientos, y añadir una que no está registrada, que solía contar mi padre:

A Ortiz Pacheco lo habían operado de hemorroides y se encontraba hospitalizado.  Recibió la visita de su amigo Gregorio Reynolds, poeta fino y delicado, quien lo saludó de esta manera: “Que buen semblante tienes Nicolasito”. A lo que el ácido poeta y cronista respondió estruendosamente: “No me han operado del semblante sino del culo, carajo”.

Una variante de esta anécdota figura en la recopilación, pero hay otras que destacan por su ingenio. El mismo Gregorio Reynolds fue víctima de otra humorada de Ortiz Pacheco, cuando le pidió su opinión sobre unos sonetos que había escrito: “¿Qué te parecen mis versos Nicolasito? –No me gustan Gregorio… -¿Pero por qué? Si son pura música. –Pues entonces ¿por qué no les pones letra?”, respondió Ortiz Pacheco.

Cuenta Castañón que Ortiz Pacheco, muy dado al alcohol, era muy indisciplinado como profesor en un colegio de Sucre donde enseñaba. La directora del establecimiento decidió enviarle una carta señalando que “en apenas siete días había cometido diez faltas”, a lo cual Ortiz Pacheco respondió que ella en su carta, en sólo diez líneas había incurrido “en más de siete faltas gramaticales”, lo cual tampoco estaba bien.

Así se suceden las anécdotas del autor de “Plenitud de plenitudes” (obra póstuma). Tanto el centenario del nacimiento –en 1893- de Ortiz Pacheco como los 50 años de su muerte –en 1953- pasaron casi desapercibidos. Ojalá se pudieran recopilar sus textos y poemas, para salvar -para la memoria de los que vendrán- la personalidad y la obra de este singular personaje.