05 marzo 2025

Pelotón de “cantidatos”

(Publicado el sábado 1 de marzo en Brújula Digital, Público Bo, ANF y EjuTv)

Los “espontáneos” son (o eran) esos jóvenes entusiastas de la tauromaquia que se lanzaban al ruedo para esquivar un rato al toro de lidia hasta que los sacaban o recibían alguna levantada que acababa con su carrera delante del toro. Nadie conocía siquiera sus nombres, pero en su más íntimo sentir, estaban convencidos de que habían realizado un acto heroico y vivido los tres minutos más importantes de sus vidas, aunque nadie se acordara de ellos al día siguiente. 

A medida que se acerca la fecha fijada por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para que se definan las alianzas que competirán por la presidencia de la república el 17 de agosto de 2025, están surgiendo como hongos (algunos venenosos), candidatos espontáneos que no tienen ni sigla ni posibilidad de obtener más del 1% de los votos, pero contribuirán con su oportunismo y su necedad a que los masistas ganen las elecciones.         

Todos estos candidatos espontáneos, que bautizaré como “cantidatos” por su cantidad, surgidos como mala hierba de un día para otro, en su cuarto de hora de visibilidad proclaman que quieren enfrentar al masismo (como al toro de lidia), pero parece que no se dan cuenta de que precisamente están asegurando con su pelotudez el triunfo del MAS en la primera vuelta electoral. 

Todos proclaman, además, que están en favor de la “unidad”, pero lo que demuestran es que están serruchando con fervor el piso de cualquier plataforma unitaria que tenga posibilidades reales de derrotar al masismo.           

Si sumamos el 1% de diez “cantidaturas” que proclaman ambos objetivos: derrotar al masismo y ser factores de unidad (en torno a ellos mismos), tendremos un 10% de perdedores que le resta posibilidades a la oposición articulada con seriedad, y por ello le hace el servicio al MAS en sus dos o tres versiones. Seamos claros, todas esas “taxi-cantidaturas” están beneficiando al masismo y cargarán la culpa en las próximas elecciones por haber atomizado a la oposición en la primera ronda electoral.

¿Qué pretenden estos espontáneos que llegan decididos a dinamitar los cimientos de la oposición? Sólo se me ocurren dos respuestas posibles:

1.      Pretenden negociar a último momento su 1% de intención de voto con la plataforma de unidad opositora, a cambio de figurar en la lista de diputados o para ocupar algún cargo en el próximo gobierno, cansados de su marginalidad actual. 

2.     Ya negociaron con el masismo para dividir el voto de la oposición. Es decir: se han vendido por 30 denarios sin ninguna vergüenza (hasta Judas se arrepintió, pero ellos ni siquiera palidecen).

No veo otra explicación. Si alguno de ellos viene a decirnos que realmente cree que su opción tiene alguna posibilidad de llegar a la presidencia, es que se trata de un ingenuo de cuerpo entero o de un cínico arribista.       

Otra vez ponen al proceso electoral en una situación precaria, como un circo lamentable de enanos a los que el payaso les ha calentado el oído (o el odio) para hacerles tropezar en el ridículo.      

En ese pelotón de pelopinchos hay de todo, como en un circo de pulgas. Incluso hay profesionales que merecían respeto, pero que ahora mueven a la conmiseración, como la diputada de Comunidad Ciudadana Toribia Lero, el periodista Andrés Gómez Vela y el luchador por los derechos humanos Manuel Morales, cuyo trabajo en el Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade) era muy útil, pero él carece de carisma como candidato y no obtendría (si realmente llegara a las elecciones) más del 1% de los votos. Ellos tres se han autoproclamado públicamente (aunque hayan montado un circo para que parezca que “las bases” les han rogado que sean candidatos). 

En otro grupo de autopostulados están los pollitos de Milei o de Bukele, como Branko Marinkovic, Jaime Dunn o Antonio Saravia (que ya no habla más de la candidatura que lanzó prematuramente), que sueñan con un trampolín como el que sacó a Milei del anonimato y lo llevó con una motosierra a la presidencia y al papel de payaso titular de la corte de Elon Musk. Bribones como Milei ya ha habido en la historia latinoamericana: Collor de Mello (Brasil), Abdalá Bucaram (Ecuador) o Fujimori (Perú), son algunos ejemplos de espontáneos que llegaron en poco tiempo y con poca vergüenza a la presidencia de sus países.        

Todos los cantidatos espontáneos quisieran probar suerte en la primera vuelta para añadir a su curriculum vitae que fueron “precandidatos a la presidencia de Bolivia en 2025”, sin pensar que gracias a ellos y a su megalomanía podría no haber segunda vuelta y que gracias a ellos podría ganar otra vez el MAS por goleada. Que se ahoguen en su propia verborrea por pelotudos.       

Veo con lástima y desazón el panorama político contagiado por el carnaval de los necios, donde los “cantidatos” desfilan en la comparsa pre-electoral de pepinos, embriagados por su ilusión del poder y su apuesta oportunista. 

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Tanta cosa antigua se pone de moda, 

que sería bueno que volvieran la ética, la vergüenza, 

la inteligencia y la honestidad. 

—Groucho Marx 

 

01 marzo 2025

Nefando está el carnaval

(Publicado en Brújula Digital, Público Bo, ANF y EjuTv el 22 de febrero de 2025)

Nefando está el carnaval, por desdeño mi cholita…” Esa podría ser la letra actualizada de la famosa canción de Edmundo Porteño Zaldívar, gracias a los gestores carnavaleros de Oruro, que se caracterizan por sus ínfulas grandes y su mente estrecha. 

Dibujo de Abecor 

Siempre sucede algo que nos avergüenza como país receptor de turismo. Los orureños se empeñan en hacer el ridículo, no soportan la crítica y llegan a extremos como censurar, enjuiciar o incluso encarcelar a artistas, periodistas o blogueros que simplemente han expresado lo que ven y lo que sienten cuando visitan Oruro. Este año, unos periodistas de esa ciudad tuvieron el desatino de declarar persona non grata a la presidenta de la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia (ANPB), como si eso le valiera un comino a la opinión pública que ya los conoce por torpes y chicatos. Mis amigos orureños del mundo de la cultura y de la academia, deberían rebelarse contra la mediocridad que impera en su ciudad.       

En lo que me concierne, no tengo la menor intención de regresar al carnaval de Oruro. He estado allí una decena de veces en mi vida, sin duda en mejores momentos. Las últimas me han quedado grabadas como experiencias lamentables. No soy el primero que lo dice: la desorganización, la basura en las calles, las borracheras, los orines, la falta de servicios… todo contribuye a que uno se arrepienta de haber regresado.

La última vez, hace unos diez años, me alojé en el Hotel Edén sobre la plaza principal, supuestamente uno de los mejores, que ofrecía la posibilidad de ver el acontecimiento folclórico en asientos reservados en la esquina donde pasan las fraternidades. El hotel no era barato, pero sus instalaciones eran pésimas, con escasa iluminación y decorado de mal gusto. Si uno quería cenar después de las 9 de la noche, no había servicio de restaurante y menos aún en la habitación. Y esto sucedía en los dos días más importantes del año y durante la festividad más emblemática de esa ciudad sumida en la precariedad. Cometí el error de ir los dos días: el sábado de la entrada “sobria” y el domingo de la entrada “borracha”. Así es, aunque cueste creerlo: las 52 “fraternidades” (que pagan para ser parte de la Asociación de Conjuntos Folclóricos de Oruro), muestran lo mejor que tienen el primer día de la “entrada”, y las mismas vuelven a bailar por el mismo trayecto el segundo día, pero ya diezmadas, sin máscaras, tambaleándose por la borrachera de la noche anterior. Es un espectáculo penoso.        

Carnaval de Rio de Janeiro ©TerryGeorge

Hay comparaciones que duelen…En el carnaval de Río de Janeiro, que tuve la oportunidad de ver de cerca el año 2005, bailan en el famoso “sambódromo” solamente 12 escuelas de samba del Grupo Especial: seis la primera noche (domingo) y seis la segunda noche (lunes). Todo se hace con el mayor esmero y las reglas son muy estrictas: los jurados sancionan a los conjuntos de bailarines que se retrasan o se adelantan, o cometen otras infracciones. Todo está perfectamente cronometrado y medido: entre 70 y 80 minutos. Cada escuela de samba destaca por su creatividad y por el lujo de los trajes y de los carros alegóricos. Detrás de cada escuela de samba que termina su recorrido, aparece un pelotón de barrenderos para dejar todo limpio inmediatamente. Cada año eligen un tema nuevo y se lucen con lo mejor que pueden en cuanto a música, baile, trajes y coreografía. Cada año la escuela peor calificada desciende a la Serie A (segunda división) y la mejor de la Serie A sube al Grupo Especial (la primera división, como en el fútbol). Todos aceptan sin chistar la decisión de los jueces (en Bolivia los perdedores harían huelga, bloquearían los caminos o declararían persona non grata a los jurados).        

En Oruro les cuesta incluso repetir la misma cosa cada año, aunque ensayan fervorosamente tres meses antes. Ni siquiera tienen necesidad de componer nuevos temas musicales. La creatividad en la presentación de las fraternidades parece reducirse a la regresión cultural de bailes y disfraces. La ACFO no tiene idea de lo que significa que el carnaval haya sido inscrito en 2008 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Creo que deberían quitarles ese rótulo tan malversado y vapuleado. 

Por una parte, la vergonzosa borrachera general que he mencionado, y por otra, la distorsión en los trajes, en las máscaras y en las danzas. Es natural que toda manifestación cultural evolucione con el tiempo, pero generalmente para mejorar, no para empeorar. En este caso parece involucionar. Pocas fraternidades mantienen la tradición, la mayoría confunde la “innovación” con la chabacanería y la vulgaridad. Extraño los tiempos en que las máscaras de diablo, hechas en yeso, hojalata y vidrio, pesadas y probablemente incómodas, eran exponente de la habilidad artesanal. Ahora, la mayoría de los conjuntos de diablada usa máscaras de fibra de vidrio o plástico, con cuernos de un metro de largo, luces, llamaradas, humo y colores chillones. Todo kitsch y alejado de lo que hizo del carnaval de Oruro patrimonio mundial.      

La “novedad” de 2025: cobrar a los periodistas y fotógrafos un “impuesto” por hacer su trabajo de difundir el carnaval. Probablemente no se dan cuenta de que gracias a ese trabajo de difusión el carnaval recibe visitantes de todo el mundo y muchísimo dinero. La mentalidad angosta y pueblerina no permite ver más allá de ese cobro oportunista no fiscalizado. Con cabalidad, la página web de la Unesco señala entre los peligros que amenazan este evento cultural “la explotación financiera incontrolada del carnaval”.  

La propuesta de sustituir la industria extractivista que tanto daño ha hecho a Bolivia por la industria sin chimeneas, que es el turismo, no va a prosperar mientras los bolivianos sigan siendo ignorantes y depredadores. No olvido fácilmente las noticias grotescas que para muchos son ya “normales”: “Al menos cuatro personas fallecieron y 60 resultaron heridas en Oruro por el desplome de una pasarela”, “Declaran persona no grata a Rilda Paco en Oruro”, “Roban rieles del tren, se suspende el servicio a Uyuni”, “Roban estatuas de bronce en las plazas”, “Queman domos de empresa de turismo en el salar” y otros similares, además de los frecuentes accidentes con decenas de muertos (64 fallecidos en los dos primeros meses del año) porque los buses interdepartamentales circulan sin controles técnicos, con choferes borrachos o cansados, y cuando hay accidente graves, en lugar de suspender las licencias de las empresas por uno o dos años, sancionan seis días al chofer (cuando sobrevive).       

Tiktoker Rubén Blanco 

La cultura del turismo amable que existe en otros países de la región, desde México hasta el sur de Argentina y Chile, no existe en Bolivia. A unos amigos mexicanos que fueron al salar de Uyuni en 2024 les cobraron 10 bolivianos por usar los baños o por un pedazo de papel higiénico. En las pozas de aguas termales de la Reserva Nacional Eduardo Abaroa, la encargada malencarada del restaurante pretendía que coman entrada, sopa y segundo con la misma cuchara y se molestó cuando mis amigos pidieron cubiertos. No tenemos la menor idea de cómo tratar a los turistas, somos torpes, y así nos califican, tal como podemos ver en blogs y en videos de TikTok de influencers que viajan por el mundo y establecen comparaciones entre los lugares que visitan. Algunos tienen millones de seguidores que tomarán decisiones sobre sus próximos viajes con base en esos relatos. Probablemente muchos desistirán de viajar a Bolivia.      

Una vez tuve la desagradable experiencia de ver en Potosí a unos muchachos lugareños escupiendo las mochilas de turistas extranjeros. Esa imagen me quedó grabada como el símbolo de nuestra ignorancia y la pequeñez de nuestros valores. 

Otro tema relacionado al potencial turístico de Bolivia y a su permanente negación, es el que ha estado en cartelera en semanas recientes: la incapacidad de la línea aérea estatal, Boliviana de Aviación (BoA) de prestar un servicio eficiente y seguro. Sus aviones (alquilados) tienen un promedio de años superior al de los aviones de otras líneas aéreas que se respeten. Llegan a Bolivia luego de cumplir un circuito de vida útil en 5 o 6 países, pero somos rehenes del gobierno que se niega a abrir los cielos de Bolivia a la competencia. El proteccionismo, que puede justificarse en la agricultura y en la cultura, no se justifica en áreas de alta tecnología donde no podemos destacar. Los cielos abiertos son una demanda sentida de la población: queremos otras opciones que contribuyan a brindar mejores precios para los usuarios, nuevas rutas y un servicio seguro y eficiente que no tenemos ahora.       

Para que este país viva del turismo y genere 3 mil millones de dólares anuales, como espera mi optimista amigo Carlos Hugo Molina, falta mucho más de lo que él piensa. Para entonces Marte será un destino turístico más interesante y menos arriesgado. 

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El fútbol, la cerveza y, sobre todo, los juegos de azar, 
llenaban el horizonte de sus mentes. 
Mantenerlos en control no fue difícil. 
—George Orwell 
 

28 febrero 2025

Miradas sobre Bolivia

(Publicado el miércoles 26 de febrero de 2025 en Brújula Digital, Público Bo, ANF y EjuTv)

Bolivia es uno de los pocos países de la región que cuenta con una Cinemateca bien establecida, con edificio propio, cuatro salas de cine y sobre todo un verdadero tesoro en lo que yo llamo “el vientre de la ballena”: las bóvedas especialmente acondicionadas para conservar un acervo de varios miles de rollos de película. El Archivo Fílmico Marcos Kavlin, que reúne películas bolivianas que son parte de una colección mucho más amplia, fue debidamente catalogado durante la gestión de Mela Márquez y constituye un atractivo para investigadores que llegan a nuestro país para contribuir con sus pesquisas al mismo tiempo que aportan en la sostenibilidad de las actividades de la Cinemateca. 

David Wood

David Wood 

En febrero nos visitó una vez más David Wood, académico inglés que vivió 16 años en México, donde lo conocí cuando era investigador a tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, luego de obtener una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Cambridge, un doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos en el King’s College de la Universidad de Londres y un posdoctorado en la UNAM (México). Es autor de varios libros, entre ellos El espectador pensante (2017) sobre el cine de Jorge Sanjinés y el Grupo Ukamau, cuyo prefacio escribí. En coautoría con el historiador mexicano Aurelio de los Reyes, David ya había publicado Cine mudo latinoamericano. Inicios, nación, vanguardias y transición (2015), resultado de un coloquio donde me invitó a presentar una ponencia (luego incorporada en el libro) sobre José María Velasco Maidana, pionero del cine boliviano. Otros textos suyos han sido publicados en libros y revistas especializadas, por ejemplo “Cine documental y revolución mexicana. La invención de un género”, en el libro Fragmentos (2010), una estupenda edición de Pablo Ortiz Monasterio sobre la obra de Salvador Toscano. Esos son los títulos que tengo a mano, pero tiene otros más recientes.      

David regresó a Bolivia con un nuevo proyecto, “Internacionalismo en la pantalla”, que desarrolla como becario de investigación del UK Research & Innovation (UKRI) en el University College de Londres, que puedo resumir como un estudio crítico sobre la perspectiva cultural e ideológica de ciertos documentales de cine realizados en América Latina en la década de 1950 por cineastas europeos y estadounidenses. Como parte de esa investigación, la Cinemateca Boliviana ha digitalizado recientemente dos cortometrajes (por primera vez subtitulados en castellano por el propio David Wood y Elizabeth Carrasco): Artículo 55 (1951) fue dirigido por Leo Seltzer para el Servicio de Información de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y Miles como María (1958) que dirigió el inglés Harry Watt, es parte de una serie auspiciada por la Organización Mundial de la Salud y tiene la particularidad de haber contado con la participación de Jorge Ruiz como camarógrafo (y más que eso, como veremos). Wood ha tenido el rigor de buscar otras copias de este último documental en archivos de Europa, de manera que su hallazgo se complementa con el material que forma parte del archivo de la Cinemateca.      

La importancia de la investigación de David Wood, en lo que corresponde a Bolivia, radica en el análisis de las miradas sobre nuestro país. ¿Cómo nos veían en 1951 o 1958? ¿Qué país representaban esos cortometrajes que se difundieron ampliamente en la televisión de Europa y de Estados Unidos? ¿Qué podemos decir hoy sobre ellos los bolivianos?

Conscientes de la importancia de que estos documentales sean vistos y debatidos por el público boliviano, la Cinemateca y David Wood organizaron el pasado viernes 21 de febrero una sesión especial, de acceso libre, durante la cual se proyectaron ambas obras seguidas por un intercambio entre especialistas en cine, historia y antropología como Raquel Romero, Gabriela Paz, Cristina Machicado y Ramiro Molina, con la moderación del propio David Wood y una breve presentación mía. 

Artículo 55

La brevedad de las intervenciones no me permitió profundizar en el análisis de las dos películas que yo había mencionado en mi Historia del cine boliviano (1982), pero la oportunidad de verlas casi 25 años más tarde me permite un abordaje crítico más consistente, o por lo menos abrir paso a nuevas preguntas de investigación y que en su momento podía quizás haber esclarecido con el propio Jorge Ruiz durante nuestras conversaciones sobre su cine.

Artículo 55, la película de Leo Seltzer, un cineasta con limitada experiencia, pero narrada por José Ferrer, un prolífico y reconocido actor de cine y televisión de Estados Unidos, fue filmada en Bolivia en 1951 durante la presidencia de Mamerto Urriolagoitia, aunque difundida recién después de la Revolución Nacional de 1952, pero no en Bolivia porque no había aun televisión, y estos cortos estaban hechos para la televisión. En los créditos Leo Seltzer aparece como director y autor de la fotografía, y Doris Ransohoff como autora del guion. El título, bastante burocrático, remite al artículo 55 del Capítulo IX de la carta de las Naciones Unidas:       

Con el propósito de crear las condiciones de estabilidad y bienestar necesarias para las relaciones pacíficas y amistosas entre las naciones, basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, la Organización promoverá: niveles de vida más elevados, trabajo permanente para todos, y condiciones de progreso y desarrollo económico y social; la solución de problemas internacionales de carácter económico, social y sanitario, y de otros problemas conexos; y la cooperación internacional en el orden cultural y educativo; y el respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión, y la efectividad de tales derechos y libertades”.

Aunque no era la intención original, el documental sobre la visita a Bolivia de los 14 expertos de la Misión Keenleyside de las Naciones Unidas, es un breve diagnóstico (en 10:27 minutos) sobre la situación social y económica de Bolivia, país enteramente dependiente de la producción minera en condiciones precarias, con agudos problemas sociales y demográficos, desvinculado territorialmente y volcado sobre el altiplano. La frase “Bolivia is in trouble” (“Bolivia está en problemas”), pronunciada dos veces durante el documental, parece resumir lo anterior. Hay varios errores en el comentario, indicación de que la redacción no contó con la asistencia de algún boliviano que supiera diferenciar entre “incas” y aimaras, o entre coca y cocaína. Se dice literalmente: “la coca es una droga”, “los indígenas la mastican porque contiene cocaína”, lo cual no es cierto ahora ni era cierto entonces. Que la cocaína es uno de varios alcaloides que contiene la hoja de coca, es otro tema, y es mucho más grave en este siglo que 70 años atrás, porque el país ha sido avasallado por el narcotráfico.      

Como si dos o tres semanas de permanencia en el país bastaran para entenderlo, la narración del documental sugiere que la “asistencia técnica” es la solución para todos los males, pero los productores del filme no sabían (o no quisieron mencionar) que los problemas tenían su raíz en un sistema político y económico injusto y excluyente, donde la tierra productiva y las minas estaban en manos de pocos, la educación llegaba a una minoría, así como el ejercicio de otros derechos fundamentales. Los intentos de revertir esa situación después de la guerra del Chaco habían fracasado en parte por imposiciones externas. No necesitaba el breve documental ofrecer soluciones mágicas en nombre de la Organización de Naciones Unidas: ya existían planes ambiciosos desde la década de 1940, como el informe de la misión Bohan (muy completo), pero no serían tomados en serio e implementados (y mejorados), sino a partir del proceso revolucionario de 1952 con amplio apoyo popular.

A pesar de las limitaciones y de su enfoque sesgado, las imágenes muestran una realidad que no necesita una voz en off  para ser entendida, aunque algunas líneas del texto son reveladoras para el espectador de aquella época, por ejemplo cuando se refiere a la incapacidad de Bolivia de producir suficiente algodón para fabricar vestimenta, o a la precariedad del trabajo de mineros y palliris en la Patiño Mines (aunque no muestra las condiciones privilegiadas de vida de los ingenieros y ejecutivos de la empresa).      

La mirada miserabilista del cineasta revela rasgos importantes, pero omite datos básicos de lo que ya existía en aquella época, de manera pública y reconocida: la lucha de sectores mineros sindicalizados. No olvidemos que la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) había sido fundada durante el gobierno de Gualberto Villarroel (en 1944) con 60.000 miembros, y que la Tesis de Pulacayo era un análisis muy avanzado para su época, que hubiera podido inspirar el guion del documental si la intención hubiera sido realmente alentar cambios estructurales en el país. La tesis de inspiración trotskista del congreso extraordinario de la FSTMB en 1946 fue curiosamente publicada por dos diarios de la oligarquía, La Razón y El Diario, con la intención de mostrar los peligros que aguardaban si triunfaba el comunismo en Bolivia.  

Miles como María

Miles como María, escrita y dirigida por Harry Watt (según los créditos del film), es parte de una serie de tres documentales de aproximadamente 10 minutos cada uno, filmados en Bolivia, Nigeria y Birmania (hoy Myanmar), para la Organización Mundial de la Salud (OMS). La copia que conserva la Cinemateca Boliviana incluye los segmentos de Bolivia y Birmania (25:17 minutos), y es fácil constatar la enorme diferencia de contenido y de calidad entre ambos, al extremo de que uno duda que Harry Watt haya realmente escrito y dirigido ambas. Me queda la duda, inclusive, de que Watt haya llegado a Bolivia, ya que Ruiz hubiera conservado alguna foto con él, como hizo con John Grierson o con Willard van Dyke. La diferencia entre ambos guiones es notoria, tanto en el argumento como en la pertinencia de la narración, que en el caso de Bolivia es paternalista y ajena a la realidad, mientras que en el caso de Birmania parece existir una mayor compenetración y comprehensión del país. 

Desde el inicio hay en el comentario apuntes paternalistas y exóticos sobre las imágenes de Jorge Ruiz: “En un país remoto de América del Sur” y “esto es Bolivia, esto no es la luna, hay gente que vive aquí”, mientras la cámara muestra en los alrededores de La Paz el cañón de las Ánimas, paisaje turístico por excelencia. Más adelante, el relato sigue en primera persona con el personaje de María, representado por la actriz Rosario del Río, vestida de traje sastre y con zapatos altos en medio de un árido paisaje altiplánico, posando como enfermera citadina, tal como en La vertiente(1958), ese mismo año, representó a una profesora rural. La diferencia es que el largometraje de Jorge Ruiz, La vertiente, era una obra de ficción y el personaje era más verosímil en el ámbito tropical, mientras que el cortometraje de Harry Watt pretende ser una obra documental o al menos semi-documental.      

El maniqueísmo de la representación salta a la vista, y no solamente ahora, más de seis décadas después. Ya entonces se hacía cine con dignidad y conocimiento de la realidad, como lo prueba Vuelve Sebastiana (1953) del propio Jorge Ruiz (con guion de Luis Ramiro Beltrán). La mirada de Watt (si es que fue la suya) se detiene en objetos que pretenden subrayar el lado salvaje de ciertas tradiciones indígenas: el primer plano de los fetos de llama o del yatiri que balancea una lagartija tomada por la cola, se subraya con música de suspenso. “Yo podría hacer tanto por esta gente si me lo permitieran”, dice la enfermera, mirando compasivamente a las mujeres indígenas. Se lo permiten, “después de seis meses” de intentarlo, cuando una indígena embarazada deposita su confianza en ella. El discurso paternalista (o maternalista) idealizado se prolonga a lo largo de los 10 minutos del segmento filmado en Bolivia. 

Harry Watt, que introdujo el segmento de María en una sala de edición en Londres, vuelve a aparecer para decir que la OMS trabaja en muchos países e introduce entonces el segmento de Birmania, sin que aparezca otro título, de manera que el título general de ambas películas termina siendo Miles como María. La historia birmana es mucho más ágil, menos sombría y mejor narrada. ¿Se trataba de otro guionista? ¿O quizás la producción local tuvo más independencia en el proceso creativo?      

El episodio birmano parte de un principio similar que el boliviano, pero toma una dirección diferente. En lugar de la enfermera boliviana, un joven médico se enfrenta a la desconfianza de los pobladores de pequeñas aldeas, hasta que un brote de peste bubónica que él logra detectar, lo hace merecedor de la confianza de todos. No hay un intento de ridiculizar o denostar las tradiciones propias del país. El personaje del joven médico Aung Tan está integrado en la población local, no es culturalmente ajeno, viste como todos y habla la lengua local. Las imágenes de la comunidad son más realistas que en el segmento de Bolivia. Otra vez, el relato que comienza con la voz en off de Harry Watt, pasa a un relato en primera persona del personaje principal. En la imagen y en la narración hay un mejor ritmo, una progresión dramática que no deja al margen el humor e involucra mejor al espectador.  

La escena de la señora que visita regularmente al médico para quejarse de sus males y pedirle más pastillas de las necesarias, y el grupo de niños que observa divertido la escena, es un ejemplo de guion menos maniqueo y más creativo. La secuencia del caballo le otorga al falso documental un aire de aventura. Hacia el final, Harry Watt presenta las conclusiones. Luego de los 12 minutos del episodio birmano, Watt aparece en el mismo estudio de edición donde empezó, nuevamente para añadir un comentario sobre los países donde la OMS hace un trabajo de educación para la salud: “Por primera vez en la historia la salud se considera un derecho humano”. Con sus palabras se cierra el documental, y empiezan los créditos.      

La diferencia creativa entre los dos episodios, el de Bolivia y el de Birmania, plantea, por supuesto, otras preguntas. ¿Fue Jorge Ruiz el encargado de dirigir el segmento boliviano, con las deficiencias señaladas? Es muy probable, en la medida en que su forma narrativa es similar a muchas otras películas semi-documentales que realizó. ¿Aparte de su voz en off y de su breve aparición en un estudio de cine en Londres, qué papel jugó Harry Watt? ¿Quién supervisó la filmación en Bolivia y en Birmania? Mi hipótesis es que Harry Watt, cineasta conocido por producciones argumentales sobre la Segunda Guerra Mundial, como Target for tonight (1941), Nueve hombres (1943) o The overlanders (1946), sólo prestó su nombre y unos minutos de su tiempo para que esta serie de la OMS tuviera una mejor difusión. Miles como María es como un pelo en la sopa en su filmografía, algo ajeno a la coherencia del resto de su trayectoria. No es improbable que ese tipo de arreglo de conveniencia se hubiera producido. Jorge Ruiz me dijo años atrás que el guion de Miles como María había sido escrito por Paul Rotha, pero su nombre no aparece en los créditos.

Si bien una nueva mirada a Miles como María me ha servido para ratificar su carácter paternalista y maniqueo, no deja de sorprenderme lo que escribí sobre el documental en mi Historia del cine boliviano, hace nada menos que 45 años:      

“En 1958 hizo la fotografía de la película Miles como María, dirigida por Harry Watt por encargo de la Organización Mundial de la Salud. La primera parte de esta película de 30 minutos transcurre en Bolivia, y es la parte filmada por Ruiz. La segunda, en Birmania. En la parte boliviana se muestra el trabajo esforzado de una bella enfermera (Rosario del Río), que lucha por imponer entre los campesinos del altiplano algunas normas de higiene y salubridad. En monólogo interior la enfermera cuenta sus desventuras, mientras ensucia sus tacos elegantes y su pulcrísimo uniforme blanco en esas tierras inhóspitas. La mirada sobre el campesino altiplánico es paternalista, pero ello no es lo peor, es una mirada que no alcanza a comprender al campesino, y por lo tanto lo califica de buenas a primeras como un ser incomunicativo, hosco, incivilizado, que ‘no entiende que se lo quiere ayudar’. Miles como María obtuvo en la categoría de Televisión el Gran Premio en el Festival de Venecia 1958”.

En otro párrafo hice una comparación entre la perspectiva respetuosa de Jorge Ruiz cuando filmó a los chipayas en 1953, y la caricatura en Miles como María “donde un yatiri aparece como pariente próximo de Lucifer”. No recuerdo si mis apreciaciones críticas fueron parte de mis conversaciones con Jorge Ruiz. Sin duda, Jorge mismo filmó imágenes de las prácticas tradicionales (el yatiri, los fetos de llama, etc), y que en la edición que se hizo en Londres, con apoyo de música incidental y con el comentario de Harry Watt, se haya dramatizado excesivamente esos aspectos para subrayar el exotismo.     

El trabajo de investigación de David Wood, que para los estándares latinoamericanos puede parecer excesivamente especializado, nos ayuda a reflexionar sobre las miradas externas sobre Bolivia, particularmente en dos periodos clave de la historia nacional: inmediatamente antes del estallido revolucionario del 9 de abril de 1952 y siete años más tarde, en pleno proceso de la Revolución Nacional. Y desde el punto de vista de la historiografía del cine boliviano, nos permite hacernos nuevas preguntas. 

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Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. 
Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad. 
—Marco Aurelio 
 

25 febrero 2025

Coartadas

(Publicado en Brújula Digital, Público B y ANF el sábado 15 de febrero de 2025) 

La verdad se ha convertido en un enunciado caprichoso que cada quien filtra con el cernidor de intereses sesgados. 

Insisto mucho en este tema porque cada vez tengo menos paciencia con la gente imbécil. Me cansan, por ejemplo, aquellos que salen en defensa de la corrupción masista con el manido argumento de que “siempre hubo corrupción en Bolivia” o “en todos los países hay corrupción”. Y cuando quieren defender al cacique del Chapare: “en la iglesia católica también hay pederastas”, o “es parte de la cultura indígena que las mujeres despierten a la sexualidad cuando son adolescentes”, y otras estupideces del mismo estilo.       

Me hartan esas coartadas porque son cómplices de la decadencia moral y ética que se ha convertido en la norma en esta sociedad. Sería más honesto que los abogados de la corrupción del MAS, locales e internacionales, confesaran que no quieren reconocer que se equivocaron, que apostaron por un proyecto no solamente fallido en lo político y en lo económico, sino corrupto y carente de valores. Pero no tienen el valor de reconocer sus errores y se aferran a una mirada idealizada de la mayor impostura de nuestra historia. 

La “reserva moral de la humanidad” siempre fue una patraña. La única reserva que hay en el Chapare es la de los precursores químicos, las pozas de maceración de hojas de coca y la “línea blanca” de lavadoras y secadoras (los electrodomésticos más vendidos en el trópico de Cochabamba) que se utilizan para procesar la droga. 

La Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn), aprehendió el 26 de noviembre de 2024, por casualidad, en un control de rutina, a ocho mujeres de pollera que transportaban paquetes con 20 kilos de cocaína adheridos a sus cuerpos, en las partes íntimas. El vehículo en el que viajaban fue interceptado en Roboré, Santa Cruz, cuando las sospechosas provenientes de Chimoré se dirigían a Puerto Quijarro para cruzar la droga a territorio brasileño.         

Ese es apenas un botón de muestra de lo que sucede todos los días, multiplicado por mil. Una semana antes, en otra frontera, las autoridades chilenas arrestaron a una persona que llevaba en un atado nada menos que 1.200.000 US$ (un millón doscientos mil dólares). Procedencia: Cochabamba. Así es, cada dos o tres días otra noticia similar. ¿Cómo es que cada mes se destruyen decenas de fábricas de cocaína en el Chapare y la producción y exportación no disminuye? Lo anterior nos da una dimensión de la enormidad de ese negocio ilícito tan íntimamente ligado a la política. El narcotráfico no es sino una de las formas de corrupción en Bolivia. 

Lo repetiré hasta la saciedad: la corrupción ha penetrado la sociedad boliviana porque ha sido alentada con el paradigma desde el poder durante los gobiernos del MAS. Hay que ser claros, para aquellos que insisten que “siempre hubo”. No señores, nunca antes hubo en Bolivia una corrupción tan extendida en los poderes del Estado y en la sociedad, nunca. Mientras que los casos de corrupción en los cien años anteriores (incluyendo a las dictaduras militares) se limitan a unas decenas, en los 20 años del MAS se multiplicaron de manera que ya es difícil llevar la cuenta. Además, hay una diferencia en la dimensión de lo robado, por eso, meter a todos en la misma bolsa es la coartada para justificar al MAS.         

Aunque lo subrayo cada vez que puedo, a nadie parece escandalizar el caso del diputado suplente masista José Rengel Terrazas (que sigue siendo diputado, algo que cuesta entender), imputado (no solamente acusado) de haber hecho transferencias a nueve bancos internacionales por un total de 51 millones de dólares (la parte que se conoce…). El tipo sigue merodeando por la plaza Murillo y asistiendo impunemente a las sesiones de la Asamblea Legislativa. No ha negado los cargos, peor aún, afirmó que ganó ese dinero ingresando a Bolivia autos “chutos”… Si eso fuera cierto deberían juzgarlo además por contrabando, pero es improbable que con ese tráfico haya acumulado tanto en tan poco tiempo: ¿cuántos autos chutos hay que contrabandear para acumular 51 millones de dólares? 

Primer bribón: Santos Ramírez 

La corrupción del MAS empezó desde el mismo día que Evo Morales asumió el gobierno en 2006. Esto no les gusta escuchar a los masistas de la primera camada ni a los actuales, porque son cómplices por su silencio. El primer caso sonado de corrupción fue el de Santos Ramírez, amigo “de cama y rancho” de Morales, un profesor rural al que nombró nada menos que presidente de la principal empresa del Estado: YPFB. La corrupción del sujeto (que ahora está libre disfrutando los millones robados) saltó a la vista cuando sus cuñados asesinaron a un joven empresario (igualmente corrupto), que se aprestaba a entregar 400 mil dólares de coima por un contrato.      

El desfalco descarado del Fondo de Desarrollo Indígena (Fondioc), que enriqueció a una veintena de dirigentes de los “movimientos sociales” prefabricados por Evo Morales, es otro botón de muestra. No se trata de pillaje en pequeña escala, sino de un verdadero asalto al erario: entre 300 y 600 millones de dólares, supuestamente destinados a un millar de proyectos productivos, fueron depositados en las cuentas personales de Nemesia Achacollo, Melva Hurtado, Damián Condori, Juanita Ancieta, Hilarión Mamani, Julia Ramos, y otros bribones de la “reserva moral” indígena-originaria. El denunciante, Marco Antonio Aramayo, murió preso con 256 procesos encima, luego de haber transitado durante siete años por 57 cárceles de Bolivia.      

Evo Morales y Gabriela Zapata 

También está el caso de Gabriela Zapata, una de las amantes conocidas de Evo Morales, cuyo poder de facto le permitió hacer negocios con la empresa china CAMC (que no tenía registro legal) por valor de 557 millones de US$ (perforadoras para YPFB, San Buenaventura y ferrovía Bulo-Bulo). Luego de unos años de cárcel, Zapata vive muy bien en Cochabamba, sin trabajar. Teresa Morales, que firmó uno de esos contratos y luego quebró Enatex, está muy bien, gracias.       

Se han publicado libros enteros sobre la corrupción del MAS, de modo que aquí no vamos a gastar más espacio señalando los centeneres de casos registrados y debidamente documentados (muchos de ellos procesados por la propia justicia impuesta por el MAS, tan difícil que era esconderlos). A quienes afirman que “siempre hubo corrupción” los convoco a mostrar casos precisos de gobiernos anteriores, con nombres y montos, para ver si son equiparables a las sumas astronómicas robadas por dirigentes del MAS y malos bichos afines a Evo Morales, todos impunes. 

Lo curioso es que algunas personas “progresistas” que han tenido una trayectoria intachable desde el punto de vista ético, justifiquen la corrupción de la “izquierda” (que no es tal), mientras se espantan de la corrupción neoliberal, que fue indudablemente menor según todos los parámetros. Sucede lo mismo en Argentina, donde los seguidores de los Kirchner, conocidos bribones que ostentaron el poder, justifican su corrupción con el argumento de que ellos representan más al pueblo que esa mayoría que votó por el energúmeno y desaforado Milei. En su irracionalidad, el despecho político se parece mucho al despecho amoroso.             

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Il n’y a pas longtemps, c’étaient les mauvaises actions qui demandaient à être justifiées, 
aujourd’hui ce sont les bonnes. 
—Albert Camus 


22 febrero 2025

Achachi 95

(Publicado el miércoles 12 de febrero de 2024 en Brújula Digital, Público Bo y ANF) 

Este martes 11 de febrero del 2025 Luis Ramiro Beltrán Salmón habría cumplido 95 años de edad. Diez años atrás, meses antes de su muerte, solía bromear sobre su edad con sus amigos: “ya soy achachi 85”. Tomaba su vejez con buen humor y sabiduría. Qué casualidad que este lunes 10 de febrero recién pasado, la Real Academia Española eligió como “palabra del día” precisamente el bolivianismo achachi, “persona de avanzada edad”.      

Dibujo de Pepe Luque

A sus 85 años estaba bastante disminuido, los últimos tiempos se desplazaba con dificultad, más flaco que nunca, sus trajes le quedaban demasiado grandes y era una pelea cotidiana convencerlo para que se alimente. Su esposa Nohorita Olaya sobrellevaba con el infinito amor de siempre las nuevas obsesiones de Luis Ramiro, su temor por la inseguridad o su extrema preocupación por la limpieza. Cerraba con doble llave todas las puertas de su departamento cuando salía, aunque fuera por un par de horas, y se limpiaba las manos con alcohol repetidas veces durante el día. Esto, cinco años antes de la pandemia del coronavirus. Probablemente hubiera sufrido mucho con la incertidumbre que nos tocó vivir a todos en 2020.     

Envejecer es siempre un proceso difícil, que unos viven con mejor fortuna que otros. La vejez nos cobra la factura de todo lo que hicimos mal o lo que no hicimos bien en la vida cuando podíamos hacerlo, y a veces cuando queremos comenzar a cuidar nuestro cuerpo en la recta final, ya no sirve de mucho. El organismo se deteriora, las tuberías fallan, los cimientos ceden y el sistema eléctrico hace corte circuito. 

Luis Ramiro fue un intelectual completo, un pensador acucioso, profundo y comprometido, cuyos aportes a los estudios sobre comunicación fueron fundamentales, sobre todo en el campo del desarrollo y de las políticas públicas. Su permanencia en la Unesco fue seminal por la contribución a las reuniones que derivarían a fines de la década de 1970 en la conformación de la comisión internacional encargada de elaborar el Informe MacBride, un monumental diagnóstico de la información global con 82 valientes recomendaciones que pusieron muy nerviosos a los grandes centros del poder mundial, sobre todo a Estados Unidos, que se retiró de la Unesco como represalia. Si bien Luis Ramiro no fue miembro de la comisión presidida por el premio Nobel de la Paz Sean MacBride, produjo insumos clave que fueron incorporados en el informe final, publicado en 1980. Gabriel García Márquez fue la cara latinoamericana en ese selecto grupo de 16 personalidades mundiales, junto al chileno Juan Somavía.  

Durante las más de tres décadas en que forjé mi estrecha amistad con Luis Ramiro, admiré siempre su dedicación absoluta al trabajo, su integridad a toda prueba y su minuciosidad en los detalles. En el tiempo que estuvo en Quito como asesor regional de Comunicación de la Unesco, apoyó numerosos proyectos innovadores, varios de ellos en Bolivia. No se limitaba a distribuir salomónicamente los pocos recursos con que contaba, sino que hacía un seguimiento esmerado del contenido y de la ejecución de cada uno de los proyectos. A ratos, era tan minucioso para que todo fuera correctamente implementado, que se convertía en un “pain in the ass”, locución gringa que es más expresiva que su equivalente en castellano: “dolor de cabeza”. Mi primo hermano Mariano Baptista Gumucio, otro gran amigo suyo desde la década de 1950, lo llamaba con cariño “fatiguillas”, en alusión a su perfeccionismo.           

Su nivel de exigencia y su perfeccionismo se fueron agudizando con los años. Cuando a mediados de la década de 1980 otorgó un pequeño apoyo a CIMCA (la institución que fundé en 1984 y dirigí hasta 1990) para realizar actividades de apoyo a las radios mineras de Bolivia, estuvo “encima” de nosotros desde Quito con una impaciente persistencia. Con los recursos que obtuvimos, hicimos en Potosí el primer Coloquio Internacional sobre las Radios Mineras de Bolivia, publicamos afiches, folletos y el primer libro sobre el tema: Las radios mineras de Bolivia (1989), que coordiné con Lupe Cajías. Luis Ramiro seguía cada paso y era tremendamente exigente con el rendimiento de cuentas: no debía faltar ni una factura original (en tiempos en que en las minas no era común que se extendieran facturas).        

Era igualmente riguroso y exigente consigo mismo, lo cual explica en parte la calidad de sus textos sobre comunicación, que siguen siendo un referente internacional para las nuevas generaciones de estudiantes y de estudiosos. Para escribir un nuevo artículo o ponencia para un evento, reunía meses antes toda la información sobre el tema. No quería dejar pasar ni un detalle o referencia. Cierta vez que iba a escribir sobre comunicación y desastres naturales (creo recordar que ese era el tema), me escribió con meses de anticipación para solicitar referencias que yo pudiera tener. Por suerte, ya era la época de San Google y pude enviarle algunas, sumadas a las que tenía entre mis papeles y libros. 

Ya he contado alguna vez en otro espacio lo que sucedió cuando su buen amigo Manuel Chaparro, profesor en la Universidad de Málaga, lo invitó a dar varias conferencias en España. Si preparar una conferencia significaba para Luis Ramiro meses de trabajo y mucho sufrimiento físico, varias conferencias se convertían entonces en un atentado a su salud. Al poco tiempo de viajar a España a mediados de noviembre de 2006, al cabo de la primera conferencia en Madrid, fue internado de emergencia y operado allá de una úlcera que había reventado. Nohorita tuvo que viajar de urgencia para acompañarlo.        

Era aún peor cuando se trataba de sus libros. En realidad, casi todos son colecciones de sus textos académicos dispersos, pero hay uno muy importante que desde su incepción fue pensado como libro: La comunicación antes de Colón (2009), concebido, investigado y escrito en estrecha colaboración con Karina Herrera-Miller y otros colegas bolivianos que participaron en el proyecto tangencialmente. También aquella vez me escribió para que le enviara desde Guatemala referencias sobre la comunicación en la sociedad maya precolombina. Le dedicó toda su energía a ese proyecto porque era consciente del enorme aporte que sería estudiar la comunicación en América Latina antes del desembarco de los españoles. A todas luces, es un libro valioso y es una pena que no haya tenido una nueva edición de lujo, con todas las ilustraciones que de manera modesta presentaba la primera. Viajamos juntos al XII Encuentro de Felafacs en La Habana, a fines del 2009, donde Luis Ramiro presentó el libro mientras yo presentaba la edición en castellano de la Antología de comunicación y cambio social (2008). Días después hicimos lo propio en Ciudad de México, lado a lado con dos importantes académicos mexicanos: Beatriz Solís Leree y Raúl Trejo Delarbre, que presentaron nuestras obras en el Centro Cultural Casa Lamm, una hermosa casa de 1911. 

Luis Ramiro pudo completar el proyecto y publicar la obra La comunicación antes de Colón en buena parte con el apoyo comprometido de Karina Herrera-Miller, pero nunca pudo culminar otro proyecto que era muy cercano a su vida personal: un libro donde iba a narrar la historia de la muerte de su padre durante la Guerra del Chaco en el fortín Florida y la búsqueda de sus restos que emprendió su madre, doña Becha, años después. Esta iba a ser quizás la obra más personal e importante para Luis Ramiro, a juzgar por el tiempo que le dedicó y la cantidad de información que reunió sobre la Guerra del Chaco. Una enorme sección de su biblioteca, en el departamento del piso 17 del edificio El Escorial, reunía centenares de libros y varios miles de artículos que debían servir de base para la escritura de esa obra tan íntimamente ligada a su existencia y a su forma de ser. Su pesquisa era equivalente a la de doña Becha cuando se lanzó a Paraguay hasta recuperar los restos de su marido. Pero Luis Ramiro nunca pudo terminar su libro más querido porque la obsesión por investigar los detalles fue retrasando la escritura misma de la obra y nunca llegó al final del camino.       

Karina Herrera-Miller y LR Beltrán 

Su paso como presidente del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia le otorgó a ese organismo credibilidad y seriedad, pero a un costo muy alto para la salud de Luis Ramiro, que empezó a declinar desde entonces. Largas jornadas de trabajo y desagradables enfrentamientos con la politiquería cotidiana de baja ralea no podían resultarle indiferentes a un hombre cuya integridad estaba fuera de toda duda. Su cuerpo sufrió más porque no tenía una actividad física que pudiera compensar esas tensiones y presiones políticas.       

Aunque no practicaba ningún deporte ni hacía ejercicio, era un fiestero impenitente. Muchos que lo conocieron no saben que compuso con Raúl Shaw Moreno (orureño como él) el bolero “Contéstame”, que fue grabado por el puertorriqueño Johnny Albino y el Trío San Juan. Bastaba reunir a unos cuantos amigos para que empezaran a aparecer maracas, charangos minúsculos, zampoñas, quenas y percusiones de diversa índole, todos instrumentos artesanales porque lo importante era el ambiente que contribuía a crear Luis Ramiro como animador principal, intérprete y director de orquesta de la “jocoriza”. Su ocurrente conversación y su buen humor hacían las delicias de los amigos. Esas veladas inolvidables hablan de una faceta que complementa de manera armónica la figura del pensador y académico que fue. 

Gumucio, Beltrán y Martín-Barbero 

Algo que recordamos varias generaciones de amigos y discípulos suyos es su inmensa generosidad. Contrariamente al deporte nacional de “yo mimé conmigo” y a las capillas que se crean en el mundillo cultural de Bolivia a la manera de logias masónicas, Luis Ramiro abría las puertas de su casa y compartía todo lo que sabía y lo que tenía. Su voluntad de servicio a los demás y su apertura a las nuevas generaciones no tenía límite. Alguna vez lo he visto pasar días o semanas escribiendo el prólogo para el libro de alguien que apenas conocía. Lo hacía siempre con palabras generosas, como un regalo inmerecido.        

Nohora Olaya y LR Beltrán 

Luis Ramiro comenzó a escribir su propia biografía y llegó a publicar el libro Mis primeros 25 años. Memoria ilustrada y breve (2010) donde cubre menos de un tercio de su vida, hasta 1955, la época en que participó como guionista en la película de Jorge Ruiz, Vuelve Sebastiana (1953), y comenzó a vincularse con la comunicación para el desarrollo a través de su trabajo en el Servicio Agrícola Interamericano (SAI), mientras colaboraba como corresponsal para algunos medios y agencias de otros países. De ahí para adelante conocemos su vida profesional y la importancia de su trabajo teórico, reflejado en numerosas publicaciones y semblanzas escritas por colegas.        

Este año del bicentenario sería justo rendirle homenajes a Luis Ramiro Beltrán por todas las contribuciones que hizo en la poesía, en el cine y sobre todo en la comunicación para el desarrollo. 

El próximo 11 de julio se cumplirán diez años de su muerte. Con Karina Herrera-Miller estuvimos a su lado en el hospital Arco Iris hasta las últimas horas de la noche, cuando se despidió de Nohorita, su esposa, con una mirada silenciosa.

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Para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica, y también mucha ética. 
Hay tantos malos periodistas que cuando no tienen noticias se las inventan.
—Gabriel García Márquez