(Publicado en Página Siete el domingo 19 de septiembre de 2021)
La situación política en Nicaragua se deteriora día a día. La represión desatada por la dictadura de Ortega-Murillo alcanza por igual a dirigentes políticos de la oposición, periodistas, médicos, militantes históricos del sandinismo, como Dora María Téllez o escritores de relieve internacional como Sergio Ramírez. Al aferrarse con las uñas al poder, la dictadura ya ha superado con creces aquella de Anastasio Somoza.
También el cine y los cineastas son víctimas de la persecución. Es el caso de Oscar Danilo Ortiz, realizador de documentales que fue mi estudiante de cine en 1980, y que luego construyó una larga trayectoria profesional en Nicaragua y en otros países. Para sortear la represión, debido a las opiniones vertidas contra la dictadura, tuvo que huir de Nicaragua en agosto de 2021. Cruzó clandestinamente la frontera hacia Honduras, y luego de pedir ayuda a las autoridades de ese país siguió su viaje hacia Irlanda, donde se encuentra.
La carrera de cineasta de Oscar Danilo Ortiz comenzó hace 37 años en Managua. Lo recuerdo como un joven muy flaco, casi adolescente, cuando participó como delegado de la Juventud Sandinista en el Taller de Cine Súper 8 que impartí durante varios meses en 1980, en la Central Sandinista de Trabajadores (CST), con el apoyo de la oficina de Naciones Unidas y el Ministerio de Planificación. Del grupo de estudiantes, todos enviados por organizaciones sociales sandinistas, él fue el más persistente en su voluntad de hacerse cineasta.
Hasta entonces su experiencia se reducía a la fotografía, especialmente al trabajo con lentes, pero durante el taller hizo sus primeros ejercicios de cine, un breve documental de 3 minutos y luego asistencia de dirección en “Cooperativa Sandino”, la película con la que culminamos el periodo de aprendizaje. Más adelante perfeccionó su conocimiento y adquirió más experiencia en un proyecto auspiciado por TV holandesa VPRO y el grupo Tercer Cine, esta vez en video, una tecnología cuya calidad era todavía precaria, pero de menor costo en comparación con cine Súper 8. A partir de allí su trabajo de cineasta se entretejió con el de comunicador para el desarrollo, en numerosos proyectos institucionales que involucraron también actividades de radio y televisión dirigidas a comunidades.
Dirigió el documental “Testigos” (1987) siguiendo la trayectoria de un joven y su familia durante los tres años de su servicio militar en Nicaragua. Otro documental, “Son en sí menor”, aborda los esfuerzos de entidades gubernamentales, con el apoyo de UNICEF, para implementar iniciativas de desarrollo rural en beneficio de la infancia. Y en “Sinfonía en gris mayor” (2001) recogió testimonios de pobladores y organismos de cooperación internacional en la reconstrucción de las comunidades afectadas por el huracán Mitch, que azotó a Nicaragua. Realizó también “Angola, nome de mulher” sobre las iniciativas desarrolladas por el gobierno de Angola y la sociedad civil para disminuir la mortalidad materna e infantil.
Por otra parte, asistió en su calidad de asistente y técnico audiovisual en el documental “Papa ¿peregrino de la paz?” (1983) sobre los polémicos acontecimientos durante la visita de Juan Pablo II a Nicaragua (producción de Channel Four de Inglaterra); “La otra invasión” (1984) sobre la brigada de médicos norteamericanos voluntarios que visitan las zonas de guerra para brindar atención a las comunidades (producción de la televisión pública de Los Ángeles); “Granja abierta” (1985) sobre la experiencia de reos convictos en granjas de readaptación de régimen abierto (para la televisión canadiense); “Reboluta” (1985) sobre los movimientos juveniles en la década de los años 1980 en Nicaragua (para la televisión suiza); y “Chicas de la calle” (1992) sobre un grupo de niñas indigentes adictas a drogas en el mercado Oriental (para Unicef).
Fue coordinador de Movilización Social y representante de la universidad Johns Hopkins, director ejecutivo de la fundación Centro para Programas de Comunicación en Nicaragua y posteriormente director de Comunicación y Movilización Comunitaria del proyecto Servicios Esenciales de Salud en la Republica de Angola. Supervisó el desarrollo de estrategias de comunicación y movilización para incrementar conocimientos, actitudes y practicas positivas en agua y saneamiento, salud sexual y reproductiva, y entretenimiento educativo. Como consultor contribuyó con múltiples instituciones de cooperación internacional.
Sin duda su participación como miembro del Comité Nacional de la Coalición Nacional de Nicaragua y su asistencia técnica a la Unidad Nacional Azul y Blanco en la elaboración de la estrategia de comunicación, lo pusieron también en la mira del gobierno de Ortega-Murillo.
Desde la década de 1990 la producción de cine en Nicaragua fue desapareciendo: “No se ha contado con auspicio y mucho menos interés por la promoción de la producción nacional, ha habido una que otra iniciativa con mucho esfuerzo, por ejemplo, Gloria Carrión con ‘Memorias del viento’, y ‘Pantalla desnuda’ de la cineasta franco-nicaragüense Florence Jaugey”, apunta Oscar Danilo Ortiz.
Al igual que en Bolivia, la dictadura de Nicaragua “ha centrado todos sus esfuerzos en imponer su narrativa de golpe de Estado y de estigmatizar a la oposición política como terroristas. No es casual que haya adquirido estaciones de televisión y 19 radio emisoras. El problema es que el gobierno Ortega-Murillo esta desfasado en términos de manejo de comunicación y ha estructurado todo un marco jurídico para judicializar a cualquier voz disidente o denuncie las atrocidades que ha cometido. Existe una ley de cyberdelitos que sanciona con cárcel a quienes denuncian la falta de transparencia o de atención frente a la pandemia del COVID19”, añade Ortiz. La semejanza con Bolivia salta a la vista.
La situación de la pandemia está rodeada de mentiras oficiales, gente sin vacunar, centenares de casos y muertes sin registro. Las directrices de organismos internacionales destacan la importancia de mantener una información actualizada, frecuente y transparente con la sociedad, y una fuerte participación de las comunidades para que el sistema responda de forma segura a las necesidades esenciales, pero “el gobierno hace todo lo contrario y está a nivel mundial en segundo lugar de los países que no comparten información epidemiológica con la OMS, menos con la población”.
El cineasta nicaragüense vivió la dictadura de
Somoza y asegura que los Ortega-Murillo lo han superado en los niveles de
atrocidades cometidas, todas documentadas por expertos: “Ortega está entre los diez
millonarios de Centroamérica y ha declarado que no va a dejar el poder por nada
del mundo. Un alto porcentaje de la resistencia cívica en contra de la
dictadura proviene de sectores que históricamente estaban vinculados al
sandinismo, ese sandinismo desapareció, solo ha quedado una dictadura familiar
déspota y sin escrúpulos”.