20 febrero 2022

Múltiples voces

(Publicado en Página Siete el domingo 13 de febrero de 2022)

Preámbulo a “Relato de un pueblo”

La historia transcurre en líneas paralelas, con lecturas diferentes. Los mismos hechos pueden ser recordados y contados con matices distintos, no solamente por el sesgo político sino por el peso que se otorga en la balanza de la memoria a la interpretación y a la vivencia personal.

No importa en qué orilla de la ideología se coloquen quienes piensan de una u otra manera, pero el cauce del río que los separa no debe dividirlos en lo fundamental: el ejercicio de los deberes y derechos ciudadanos, el respeto y la honestidad con el otro, la verdad sobre los hechos y la consecuencia con las libertades.

El río caudaloso de la historia, avanza regando a ambos lados generosidad y compromiso para permitirnos crecer como naciones libres y soberanas, basadas en valores humanos que tienden puentes desprovistos de intereses mezquinos.

La libertad es un principio humano que no debe ser violado con argucias políticas, y los derechos consagrados por las leyes no deben ser escamoteados con trampas y por capricho de unos pocos poderosos.

Por ello, es primordial conocer quién narra los hechos. No es lo mismo la voz independiente de los defensores de la verdad histórica y de los derechos humanos, que la avalancha de propaganda de un gobierno que controla los medios de información con recursos públicos.

“Relato de un pueblo: Derechos Humanos y resistencia democrática en 2019”, publicado por la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Paz, es una lectura testimonial que tiene un sesgo humanista ineludible: el respeto de los derechos humanos individuales y colectivos en un periodo fundamental de la historia reciente de Bolivia. No puede uno estar en contra de ese principio básico de transparencia.

El relato ha sido construido por muchas voces para contrarrestar el avasallamiento de la memoria por un relato paralelo basado en falsedades. Este es un trabajo colectivo que habla desde lo más profundo del testimonio y de la experiencia. Repasa sucesos de confrontación entre los bolivianos, y ofrece información indispensable sobre el contexto que llevó a esos hechos, las etapas sucesivas que permitieron que en Bolivia se establezca un régimen autoritario que controla todos los poderes del Estado y viola la Constitución, las leyes y las convenciones internacionales.

Entre esos hechos es importante mencionar: la aprobación forzada de la nueva Constitución Política del Estado en 2009, las elecciones generales de 2009 y de 2014, los intentos anti-constitucionales para prorrogarse indefinidamente en el poder, el referendo del 21 de febrero de 2016, las elecciones judiciales de 2017, el avasallamiento progresivo de todos los poderes del Estado, el uso y abuso de recursos del erario en la propaganda de una sigla política y una persona, y la violación de derechos individuales y colectivos. Esos, entre otros hechos con los que se llegó a las elecciones de 2019, marcadas por un fraude preparado con premeditación y alevosía.

El libro hace énfasis en cinco momentos cardinales de la lucha por la democracia en octubre y noviembre de 2019, para que no se olviden las jornadas de resistencia que marcaron la memoria de quienes participaron.

La primera etapa se produjo a lo largo de varios años con la estrategia de copar todos los poderes del Estado, violando la propia Constitución Política que se había aprobado según el diseño que quería el MAS, y que limitaba a dos periodos consecutivos la permanencia en la presidencia del Estado. El control del sistema de justicia, incluido el Tribunal Constitucional Plurinacional, permitió al MAS habilitar nuevamente a sus candidatos a la presidencia y vice-presidencia.

Evo Morales celebra su cumpleaños con jefes policiales

El segundo momento se produjo el día de las elecciones del domingo 20 de octubre, cuando la interrupción del sistema de transmisión de datos electorales en tiempo real, puso a la población en alerta ante un posible fraude para impedir una segunda vuelta electoral en la que el candidato Evo Morales perdería, según todas las encuestas. El conteo rápido de actas fue interrumpido deliberadamente durante 23 horas, al cabo de las cuales la tendencia fue revertida y los porcentajes que ofreció el Tribunal Supremo Electoral regalaban una victoria en primera vuelta al candidato del MAS.

La misma noche del domingo 20 comenzaron las vigilias ciudadanas para proteger el voto en todas las capitales de departamento. En pocos días se documentaron varios incidentes de maletas electorales trasladadas irregularmente a domicilios privados, papeletas marcadas en favor del MAS, material electoral en basureros, actas falsificadas, etc.

Cuando, a pesar de esas evidencias, se reinició el sistema de TREP el lunes y el TSE otorgó a Evo Morales la victoria en primera vuelta, la población redobló las vigilias y algunos grupos de ciudadanos enardecidos (en medio de los que se filtraron provocadores enmascarados) atacaron e incendiaron los Tribunales Electorales Departamentales (TED).

Julio Llanos fue agredido por grupos afines al MAS

La tercera etapa comenzó el miércoles 23 de la misma semana de octubre, cuando una amplia gama de instituciones se sumó al paro cívico y exigió transparencia y respeto al voto ciudadano. Varias instancias de la Iglesia católica, estudiantes y profesores de universidades públicas en todos los departamentos, gremios de médicos, de maestros, y cooperativistas, militares en servicio activo y pasivo, comités cívicos y colegios de profesionales, elevaron su voz para denunciar el fraude electoral. En esos días su reclamo fue acompañado por la Misión Electoral de la OEA, por la Unión Europea y varios países que pidieron al gobierno de Bolivia transparencia y una segunda vuelta electoral. 

Papeletas marcadas en favor del MAS

  

Los reclamos se apoyaron en peritajes realizados por expertos informáticos que revelaron irregularidades en las actas que el propio Órgano Electoral Plurinacional (OEP) publicó en su plataforma de internet. El ingeniero Édgar Villegas fue el primero en mostrar pruebas, y en pocos días se presentaron otros estudios independientes del ingeniero Rodolfo Salinas, de la Comisión Técnica, Informática y Jurídica del Consejo Universitario de la Universidad Mayor de San Andrés, del ingeniero Mateo Urquizo, del Colegio de Ingenieros de Santa Cruz, además de informes de las dos empresas de seguridad informática contratadas por el OEP, Neotec y Ethical Hacking, que confirmaron la existencia de un servidor externo que habría manipulado las actas durante el apagón de 23 horas. 


Francotiradores afines al MAS

 La incertidumbre de la población sobre un fraude electoral se convirtió entonces en una certeza probada científicamente. Ello motivó a más ciudadanos a salir a las calles a cerrar con cintas y banderas tricolor las principales arterias de las ciudades, impidiendo el paso de vehículos. Esta fase de participación ciudadana, que tuvo que enfrentar a grupos violentos, se extendió durante 21 días en los cuales el país estaba paralizado en espera de una solución política que solo podía pasar por la renuncia del presidente, directamente implicado en el fraude. En los primeros días de noviembre se produjeron las dos primeras muertes en Montero, por disparos de militantes del MAS, según pudo identificar la Policía que tomó presos a los agresores. En Cochabamba falleció tres días después un estudiante. Las agresiones a periodistas por parte de grupos de choque se repitieron todos los días.

Los pedidos de transparencia al Tribunal Supremo Electoral (TSE) se generalizaron, y en pocos días se convirtieron en pedidos de renuncia de los vocales. Desde fines de octubre numerosas organizaciones e instituciones de la sociedad exigieron además la renuncia del presidente Morales y nuevas elecciones sin su participación, como la única posibilidad de lograr una salida política para terminar con la polarización y la violencia.

La Policía Nacional se acuarteló en rechazo al fraude

Cansada de ser utilizada como instrumento de represión, la policía de Cochabamba se acuarteló el 8 de noviembre, y en las horas siguientes lo hicieron policías de otros departamentos. Las calles quedaron libradas a enfrentamientos desiguales entre vecinos desarmados y grupos afines al MAS armados de palos, cachorros de dinamita y bombas molotov preparadas en instituciones del Estado, como el ministerio de Culturas.

La cuarta etapa se inició con la renuncia del presidente, vicepresidente, ministros y parlamentarios del Movimiento al Socialismo, con el propósito de crear un vacío de poder y precipitar una profunda crisis política, económica y social. La policía y el ejército se replegaron, lo cual dejó el espacio libre para que simpatizantes del MAS salieran a las calles al grito de “Ahora sí, guerra civil”. Los ciudadanos de El Alto y de La Paz, que habían protegido las calles de sus barrios, se replegaron atemorizados a sus viviendas. La imagen de tiendas, casas y edificios con puertas protegidas por calaminas o planchas de madera se hizo cotidiana, ante el temor de una avalancha de asaltos como la que tuvo lugar en varias ciudades, donde grupos violentos vaciaron tiendas y robaron empresas industriales.

El miedo a la violencia hizo que los ciudadanos se pertrecharan en sus casas luego de comprar alimentos, agua y otros artículos de primera necesidad que dejaron las tiendas vacías. Se acabó el gas en garrafas y el combustible para los vehículos, las ciudades quedaron desiertas y abandonadas. Salir a la calle con una bandera boliviana se convirtió en una afrenta, por lo que simpatizantes del MAS no dudaron en atacar a personas indefensas.

Eduardo Castillo, futuro ministro del MAS 

El Movimiento al Socialismo circuló mensajes con la consigna de crear caos, y distribuyó dinero en efectivo a grupos como los que cercaron e intentaron tomar la planta almacenamiento de combustible en Senkata o cocaleros que llegaron desde el Chapare hasta Sacaba con la intención de ocupar la ciudad de Cochabamba. En ambos casos, el ejército intervino causando víctimas mortales. Algunos fallecidos eran solamente curiosos que merodeaban por el lugar, pero otros eran militantes con armas no convencionales. Esta cuarta etapa se caracterizó por el miedo de la ciudadanía en una situación de vacío de poder que fue aprovechada por vándalos motivados políticamente o por simple afán de pillaje.

 La quinta etapa se desarrolló en paralelo: las negociaciones para una sucesión constitucional que devolviera al país la paz social. Con mediación de la Iglesia católica, representantes de la Unión Europea y de Naciones Unidas, y la participación de dirigentes de diversas fuerzas políticas, entre ellas el propio MAS, se llevaron a cabo reuniones que establecieron la ruta para el retorno a la vida democrática. La Asamblea Legislativa Plurinacional, con la participación de algunos diputados y senadores del MAS que no habían renunciado, avaló la sucesión constitucional. La senadora Jeanine Añez fue nombrada presidenta transitoria, con la principal misión de encaminar a Bolivia hacia elecciones democráticas y transparentes en el plazo más breve posible, con un Tribunal Supremo Electoral imparcial y con la participación sin exclusiones de todas las fuerzas políticas.

El mérito de este libro es que no tiene otro propósito que refrescar la memoria de los hechos y de las voces que narran esos hechos. Todo puede ser corroborado en las noticias de esas cinco semanas que transcurrieron entre el 20 de octubre y el 24 de noviembre de 2019. Testimonios recogidos por periodistas, observaciones directas y fotografías que se publicaron en plataformas virtuales, así como los relatos recogidos después de los hechos, forman parte de este documento que pretende que no nos gane la amnesia provocada por la avalancha de desinformación.

Yo viví esas jornadas, no me las contaron. Como tantos otros ciudadanos viví la indignación por las manipulaciones y el fraude. En las esquinas cercanas a mi domicilio estuve día a día en la resistencia pacífica de los vecinos, familias enteras envueltas en banderas bolivianas que extendieron de un lado a otro de las calles cintas y banderas para cortar el tráfico de vehículos. Vi adultos mayores que sacaron a las calles sillas o bancos, y mamás que se reunieron con sus hijos en los puntos de bloqueo. A través de los teléfonos celulares o de radios de transistores, todos seguían la evolución de las noticias. Una sensación de júbilo invadió a los “pititas” cuando Evo Morales reconoció que hubo irregularidades en el acto electoral, destituyó a los vocales del Tribunal Supremo Electoral y renunció junto con todo el elenco del MAS.

Pero ese día empezaron las jornadas de miedo que hicieron replegarse a sus casas a los vecinos, proteger sus puertas con calaminas y esconder la bandera nacional.

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Un pueblo habituado durante largo tiempo a un régimen duro
pierde gradualmente la noción misma de libertad.
— Jonathan Swift  

17 febrero 2022

Adagio del hombre incompleto

(Publicado en Página Siete el domingo 31 de octubre de 2021)

 La novela de Giancarla de Quiroga, “¿Un hombre diferente?” (Plural, 2020), ocupa en 150 páginas siete décadas del siglo pasado, desde la introducción de la energía eléctrica en una ciudad (que podríamos llamar Cochabamba, por una alusión temprana a Adela Zamudio), hasta el golpe militar del coronel Banzer en 1971 (por una mención casual a la televisión boliviana, que no existía antes de 1969).

 El párrafo anterior puede confundir al lector de esta reseña: no se trata de una novela histórica, aunque la historia aparece de manera necesaria como telón de fondo. En realidad, esta es la historia muy particular de un personaje, Buenaventura de Santa Rita Matos Enríquez, un hombre marcado desde su nacimiento por una condición física llamada criptorquídea (caracterizada por los testículos que al nacimiento no descienden al escroto) y por su inclinación homosexual nunca consumada.

 Podríamos decir que toda la novela es el relato de la lucha del personaje por aparentar normalidad en una sociedad pacata y pechonia (bolivianismo interesante), que no acepta ni aquello que considera una deformidad física, ni lo que califica como una desviación sexual. Buenaventura atraviesa casi toda la narración con ese secreto que lo consume y lo convierte en un ser retrotraído y aislado.

 La novela es también un retrato de época. Los tabús sociales en las primeras décadas del siglo XX, son tan fuertes que ni siquiera la curtida matrona que lo trajo al mundo, ni los médicos del Hospital Viedma, ni su amada madre, ni él mismo (esto llama mucho la atención) se dieron cuenta de su condición física hasta que, ya bachiller, una experimentada prostituta chilena lo descubre en un santiamén.

 Lo anterior dice mucho del ambiente represivo que vivían las familias tradicionales, sobre todo aquellas cuyos actos estaban guiados por la religión católica. La hipocresía en las normas sociales está señalada precisamente por el hecho de que Nelita, la madame chilena, se convierte en la persona de mayor confianza, una figura maternal que protege la integridad sicológica de Buenaventura, aunque no completamente su integridad emocional.

Cochabamba ©Rodolfo Torrico Zamudio

 Hasta su madurez (más de 50 años según las referencias históricas), Buenaventura es un hombre emocionalmente inestable e inmaduro. Su tránsito por la vida, marcado en la adolescencia por una violación de la que es víctima en una sacristía, hace casi imposible su relación con las mujeres y los hombres por igual. Sin embargo, recurre en su imaginación a sucesivos enamoramientos platónicos con amigos con los que tiene fantasías sexuales nunca consumadas.

 Su inmadurez afectiva se transpira en la voz que guía la narración. La novela está narrada desde su perspectiva, aún cuando el relato alterne la primera con la tercera persona. Buenaventura no razona como adulto, como demuestra la cursilería con que expresa sus sentimientos y pensamientos secretos hacia otras personas. Siempre busca alguien que lo quiera y lo mime, ya sea con el amor incondicional de su madre o el cariño condescendiente de Nelita. Encerrado en su mundo de fantasía, logra sin embargo establecer algunas amistades entrañables por su generosidad y caballerosidad, en una época donde las mujeres se “conquistan” como si fueran terrenos baldíos y las amistades se forjan en torno a intereses económicos y de estatus social.  

 Sus fantasías eróticas son púdicas, descritas apresuradamente para acentuar la culpa que remolca el personaje con el sexo y la rémora para resolver su ambivalencia. De ahí que la expresión de sus deseos platónicos está contaminada por el lenguaje folletinesco de la época, y se mantiene incluso en su madurez, cuando lo adivinamos con más de medio siglo de edad.

Cochabamba ©Rodolfo Torrico Zamudio  

 Su mirada contamina la descripción de los demás personajes, a los que imagina con reacciones sentimentales similares a las suyas: el amor a primera vista, un primer beso o un encuentro fortuito que “cambia la vida”, y otros indicios de su inmadurez afectiva. Su mirada sobre quienes lo rodean está filtrada por esa concepción sensiblera que arrastra a lo largo de su existencia. Si bien el relato refuerza su perspectiva, la ausencia de otras miradas sobre él, impide que el personaje adquiera mayor espesor sicológico. 

A pesar de una educación privilegiada y de estar rodeado de profesionales como él, Buenaventura mantiene prácticas religiosas más cercanas a la superstición que a la fe. A lo largo de su vida acude a la confesión esporádicamente, no tanto por afinidad con los curas, como por una atracción irresistible hacia los templos solitarios, como aquel en el que fue violado de adolescente. No se entendería de otra manera que una persona culta, aunque inmadura en lo emocional, se conforme con lavar sus culpas imaginarias mediante tres avemarías y dos padrenuestros.

Cochabamba ©Rodolfo Torrico Zamudio  

 Debido a su condición física y a su preferencia sexual, Buenaventura vive una soledad opresiva a lo largo de su vida adulta. La soledad lo hace desinteresarse de la realidad concreta, alejarse de la ciudad y del país en el que vivió toda su vida. Quizás por ello no hay casi referencias precisas que permitan identificar los lugares o los momentos históricos. Sus únicos viajes transcurren entre su ciudad natal y La Paz, que adivinamos cada vez que se alude a “la Capital”. Tampoco hay mención de ningún viaje internacional, ni una noción de fronteras o contexto más allá de lo que rodea su vida inmediata, aunque el personaje está inspirado en alguien que sí viajó. Todo ello subraya el carácter introvertido, aislado y arrinconado del personaje, pero sin las características de un personaje kafkiano marcado por el dolor creativo, sino más bien de un personaje cuya negativa a trascender lo hace prescindible.

Giancarla Zabalaga de Quiroga 

 Si bien el contexto social en el que se desarrolla la mayor parte de la vida de Buenaventura es en extremo conservador y prejuicioso, no todo lo que lo rodea es retrógrado. Personajes femeninos como Beatriz, Iris o la propia Nelita demuestran que las mujeres se abren un espacio que ya no depende de las presiones sociales. Beatriz es una abogada exitosa, Iris tiene compromiso político con una agrupación “de izquierda” antimilitarista, y Nelita posee una sabiduría propia que ha adquirido en el contacto cotidiano con todo tipo de personas. En la novela es uno de los personajes más entrañables. Es una novela donde las mujeres pesan mucho y tienen fuerza.

 Giancarla de Quiroga ha mantenido constante su producción narrativa alternando novelas y cuentos. Entre sus obras recientes están “De amores y otros cuentos” (Plural, 2007), “Niños, niñas y mascotas (Gente Común, 2007), “Cuentos para un amigo con gripe” (Editorial 3660, 2015), “La noche de la fiesta” (Plural, 2016) e “Iniciaciones” (Plural, 2018).

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En todo encuentro erótico hay un personaje invisible
y siempre activo: la imaginación.
—Octavio Paz 


11 febrero 2022

Llegan los premios Goya 2022

(Publicado en Página Siete el domingo 6 de febrero de 2022)

El buen patrón, de Fernando León De Aranoa

 Lo que más sorprende de “El buen patrón” (2021), comedia de Fernando León De Aranoa, es que haya obtenido 22 nominaciones para la edición 36 de los Premios Goya de España. Ninguna otra obra en la historia de estos premios había obtenido tantas nominaciones. No sé cuántas estatuillas obtendrá en la ceremonia que tendrá lugar el sábado 12 de febrero en el Palau de les Arts de Valencia, pero con toda seguridad no se merece más de un par, y resulta totalmente incongruente que haya sido nominada, por ejemplo, tres veces en la categoría de mejor actor de reparto. Otras nominaciones: mejor actor revelación, mejor actriz revelación, mejor fotografía, montaje, dirección, música, efectos especiales, dirección artística, vestuario, maquillaje, producción y por supuesto las de mayor peso: mejor película y mejor actor protagonista. Solo faltaban nominaciones como mejor película de animación, cortometraje, documental, o alguna otra categoría extravagante para hacer más grande el absurdo.

El buen patrón, de Fernando León De Aranoa

 Se trata de un enorme despropósito cuya única explicación es que el protagonista principal del film es Javier Bardem, que concentra mucho poder en el cine español actual. Vi dos veces la película para asegurarme de que la procesión de nominaciones correspondía a esa cinta y no a otra, y lo que encontré fue una buena comedia, pero nada más. Puesta al lado de las otras obras finalistas, “El buen patrón” no es más que una propuesta taquillera que tendrá sin duda mucho éxito comercial gracias a este empujón goyesco. Es un premio a la industria, no un premio al séptimo arte. ¿Qué diría Goya de tanta ligereza?

 La película tiene como protagonista al dueño de Básculas Blanco, supuestamente un “buen patrón”, aunque no lo es. No convence el tema, tampoco la dirección, ni las interpretaciones, la fotografía, la música, ni los papeles secundarios. La alegoría de las balanzas, el equilibrio, podía haber sido interesante, pero no funciona sino como paradoja (la escena en que equilibra la balanza con una bala). Lo único interesante es la relación de Blanco con una joven becaria, y la habilidad de esta para manipularlo. La ley de Murphy: todo lo que podía salir mal, sale mal. Los españoles tienen una palabra que se aplica: una gilipollada, al menos comparada a obras como “Mediterráneo”, “Maixabel” o “Madres paralelas”, candidatas a los principales premios.  

Mediterráneo, de Marcel Barrena 

 La mejor obra entre las nominadas es a mi juicio “Mediterráneo” (2021) de Marcel Barrena, una hermosa historia sobre la tragedia de los inmigrantes sirios que se ahogan en el intento de atravesar en precarias pateras el estrecho que separa las costas de Turquía de la isla griega de Lesbos. Muestra el contraste entre las hermosas playas para turistas y por otra las mismas playas convertidas en cementerios donde la marea bota niños ahogados. El detonante argumental es la foto del niño sirio Aylan Kurdi, una imagen que recorrió el mundo y sensibilizó a mucha gente. La película está basada en la historia real de Oscar Camps, socorrista de una empresa de Badalona, quien decide ir como voluntario a Lesbos, para ayudar a los socorristas griegos. Su decisión lo lleva enfrentarse a la indolencia de muchos, la inoperancia y corrupción de la guardia costera griega, y la crueldad de los traficantes de migrantes que los lanzan al mar sin reparos. Por ahí aparece en algún momento la bandera de Europa hecha jirones, igual que la de Grecia, símbolo de ese drama humanitario donde la Unión Europea no es más que un mercado despiadado.

 El director teje relaciones entre personajes sumamente interesantes, más aún cuando sabemos que existen en la vida real, por ejemplo, la dueña del hotel y restaurante Tokyma, un personaje solidario que acoge a los rescatistas o Santi Palacios, el joven fotógrafo que da a conocer el drama de los tres mil inmigrantes que intentan cruzar cada día desde Turquía. Uno de los episodios más impactantes sucede el 28 de octubre de 2015, cuando 242 personas fueron rescatadas en un masivo naufragio del que se ignora cuantas desaparecieron en el mar.

Maixabel, de Iciar Bollain

 Otra obra importante, también basada en hechos reales, es “Maixabel” (2021) de Iciar Bollain, la directora que filmó en Bolivia “También la lluvia” (2010) sobre la llamada “guerra del agua” de Cochabamba. El filme, que obtuvo 14 nominaciones en los premios Goya, empieza en Tolosa en julio del año 2000 cuando Juan María Jáuregui, joven político del PSOE, es asesinado por un comando terrorista de ETA con un tiro en la cabeza. Otro más de los 829 asesinatos de la tenebrosa ETA. 

 Uno de los tres miembros del comando terrorista, es un “arrepentido” que no quiere reconocerlo, pero acaba reuniéndose con la viuda de Jáuregui en el marco de un programa de reconciliación. Esa relación entre los personajes y las interpretaciones de ambos actores, hacen de “Maixabel” una obra conmovedora. El reencuentro de las víctimas con los victimarios es una manera de cauterizar la herida profunda que no acaba de cerrarse en España y que la película describe magistralmente. Hay una secuencia memorable donde el terrorista arrepentido Ibon (Luis Tosar) sale con permiso de la cárcel, conduce un auto por los lugares donde cometió atentados, mientras la banda sonora nos lleva al pasado con el sonido de los disparos y las explosiones. Aunque no me parece una gran obra cinematográfica, es fundamental para la memoria sobre hechos históricos relativamente recientes que todavía marcan a España.

Madres paralelas, de Pedro Almodóvar 

 Me atrapó “Madres paralelas” (2021) de Pedro Almodóvar, que obtuvo ocho nominaciones. Otra vez un film que se basa en hechos reales y que llega a la selección final de los premios Goya. La historia de fondo es el hallazgo de una fosa común de víctimas asesinadas por los franquistas y las excavaciones que realiza un equipo forense para identificar los restos y devolverlos a las familias. En realidad, ese fondo histórico pasa a un segundo plano para dar paso a una historia de mujeres muy bien narrada. Dos de las actrices fetiches de Almodóvar, Penélope Cruz (Janis) y Rossy de Palma (Elena) ayudan a recrear la atmósfera de las mejores películas del director. La trama se teje en torno a la relación compleja entre dos madres solteras, que tienen más en común de lo que imaginan. Los diálogos no son muy buenos y la música de Alberto Iglesias es invasiva (demasiados violines), pero los principales personajes femeninos sostienen la tensión dramática y el interés por el enrevesado desarrollo argumental. Como suele suceder en Almodóvar, la fotografía y la escenografía compensan las carencias, otorgando al filme una atmósfera que lleva el sello del director tantas veces premiado.  

Libertad, de Clara Roquet 

 

 La cuarta nominada es “Libertad” (2021) de Clara Roquet. Se trata de su primer largometraje, por lo que su inclusión en la selecta categoría de “Mejor película” no deja de sorprender. Piensa mal y acertarás: quizás es parte de la estrategia para favorecer a la comedia de Bardem. En una casa de playa, una abuela con Alzheimer avanzado (Angela) es cuidada por Rosana, empleada colombiana que la comprende mejor que Teresa (Nora Navas), su propia hija, quien llega de vacaciones con sus dos hijas, una de ellas Nora (María Morera), adolescente que es el personaje central y narradora del filme. Llega también Libertad (Nicolle García), la hija de Rosana, una muchacha díscola que maltrata a su madre. Nora hace amistad con Libertad, y ambas salen a escondidas para correr aventuras en el pueblo. No pasa gran cosa hasta la mitad del filme. Nora y Libertad, por diversos motivos, reaccionan con rebeldía contra sus madres. Inducida por Libertad, Nora descubre un mundo que por su condición social no conocía. La película trata de mostrar las diferencias en los valores de ambas jóvenes.

 En un próximo artículo me referiré a un puñado de películas que también fueron seleccionadas para los premios Goya, algo así como la “segunda división”. 

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Nadie se conoce. El mundo es una farsa,
caras, voces, disfraces; todo es mentira.
—Francisco de Goya 

 

09 febrero 2022

Canciller a palos

(Publicado en Página Siete el sábado 22 de enero de 2022)

 ¿Qué se puede decir de un canciller cuyo acto visible más importante ha sido enfermarse con Covid? Para todo lo demás ha sido invisible: el operador entre sombras de un aparato represivo motivado por la inquina y la venganza política.

 En la primera escena de la farsa de Molière “Médico a palos”, Sganarelle, un leñador pobre y borrachín, es apaleado para que admita ser médico (que no es) y asista a un ricachón que le brinda fortuna. Atraído por esa vida de la que nunca antes gozó, Sganarelle decide adoptar para siempre el disfraz de médico, aunque no le va del todo bien al final de la obra.

 La farsa del despistado y poco diplomático ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia no ha sido tan divertida. Ni siquiera intenta asumir “a palos” el papel para el que nunca estuvo preparado. Cuando aparece en los titulares es siempre por motivos ruines, pero la mayor parte del tiempo asume la condición de “desaparecido”.  

 Cuesta concebir que a la cabeza de las relaciones internacionales de Bolivia esté una persona que supura sed de revancha y balbucea resentimiento social, y que, a la legua, muestra ignorancia sobre temas de diplomacia. Detrás de él se adivina la sombra de Choquehuanca, su inspirador, y de Evo Morales quien nombra embajadores de su entorno.

 Desbaratar y hacer añicos el escalafón diplomático, corolario de un arduo trabajo de clasificación de profesionales de carrera y con muchos años de experiencia, fue una de las mayores torpezas de Mayta, pues se tradujo en el cese del 90% de funcionarios del servicio exterior, por ser “diplomáticos de nariz respingada, que les gustaba ir a los salones a doblar el dedo meñique mientras se dedicaban a cócteles”, (según dijo). Con ese encono se llevó en el saco a muchos diplomáticos de carrera que trabajaron en gobiernos del MAS.

 El resultado de darle prioridad a su vesícula biliar, fue un año de abandono de las 36 misiones diplomáticas de Bolivia. Despidió sumariamente a diplomáticos de carrera, pero también a personal administrativo y consular, incluso a secretarías, auxiliares y choferes de contrato local, que trabajaron para Bolivia durante décadas. Embajadas y consulados quedaron como cascarones vacíos sin poder atender las necesidades de la comunidad boliviana, ni mantener un mínimo de actividades de relacionamiento con las autoridades del país huésped.

 Mucho más tarde llegaron los masistas con prontuario, que fueron nombrados entre gallos y media noche en comisiones de la Asamblea Legislativa donde ni siquiera se entrevistó a los candidatos, como es mandatorio. Las solicitudes de plácet se enviaron directamente a los gobiernos, sin pasar por las misiones diplomáticas como debe ser. Los pocos embajadores fueron escogidos directamente por el “jefazo”: Pary, Arce Zaconeta, Llorenti, Michel, Aguilar, Tapia, entre otros fieles incondicionales.

 Al abogado Mayta el cargo le queda tan grande como traje de pepino de carnaval, un pepino que asumió el rol de castigador. Anda chicoteando con matasuegra a todos los diplomáticos de la gestión de la presidenta Jeanine Añez, y ni siquiera ha leído los informes y recomendaciones que dejaron los funcionarios salientes, cumpliendo con la normativa.

 La cancillería se ha dedicado con ahínco a buscar excusas para perseguir a decenas de diplomáticos, y como no ha encontrado motivos, lo hace con banales argucias administrativas. Por ejemplo, confeccionó una larga lista (14 páginas) de “procesados” por no haber presentado en la fecha exacta su declaración de bienes (aunque casi todos lo hicieron al entregar sus cargos). Otros son acosados con cartas administrativas, simplemente para saciar la sed de desquite de Mayta que, aunque no figura como masista en el TSE, no necesita carnet de militancia para hacer buena letra con sus jefes.

 Los anónimos Torquemada de la cancillería, para quienes la tierra es plana, no revisan en sus indagaciones los 15 años de gestiones de Choquehuanca, Pary o Huanacuni, donde se dilapidó el dinero a manos llenas cuando organizaron en Bolivia costosas reuniones internacionales y usaron recursos del Estado para recetarse innumerables viajes internacionales, en su mayoría superfluos. Urge una auditoria independiente de los tres lustros de malos manejos.

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Gobernar es el arte de crear problemas
con cuya solución mantiene a la población en vilo.
—Ezra Pound 

06 febrero 2022

Madurar en la guerra

(Publicado en Página Siete el domingo 9 de enero de 2022)

 “No se dejen influenciar por un entusiasmo juvenil. No permitan que eso les lleve a tomar una decisión de la cual ustedes después se van a arrepentir. Van a dejar atrás a sus padres, a sus madres, a sus hermanos, a sus hermanas, a sus amigos, a sus novias. Toda la vida que ustedes han conocido hasta ahora se va a quedar aquí. En el Chaco escasea el agua, no hay comida, a veces hasta la munición falta. Ustedes van a ir a pasar hambre y sed, van a ver morir a sus camaradas, a sus amigos al lado suyo en manos del enemigo. Queridos cadetes voluntarios, y solo voluntarios, que quieran ir a combatir a la guerra del Chaco, dar tres pasos al frente”. 

Es enternecedor y convincente el énfasis en las palabras del oficial del Colegio Militar, el Mayor Flavio Palenque (Francisco Ayala) que trata de disuadirlos antes de que los 162 cadetes den los tres pasos al frente y cuando los dan, les vuelve a hacer la pregunta, casi rogándoles paternalmente que desistan, pero todos, sin la menor duda en su decisión, vuelven a dar otros tres pasos como voluntarios.

Esa es una de las escenas más vibrantes de la película “Tres pasos al frente” (2020, 147 minutos) de Leonardo Pacheco, joven cineasta de Cochabamba, que con 20 años de edad emprendió el desafío de realizar un largometraje histórico. Lo hizo luego de una investigación rigurosa sobre ese hecho histórico y sobra la época de la guerra del Chaco, con enorme cuidado por los detalles, hasta el grosor de las telas de los uniformes, pero sin adentrarse en la crítica del enorme absurdo que constituye toda guerra y en especial la del Chaco, aunque lo sugiere a través de las frases de corte machista de algunos jefes militares.    

Eran casi niños en 1933, adolescentes flacos y desgarbados, el uniforme les quedaba grande. Querían ser militares porque en esa época la carrera militar tenía prestigio. No era una escalera para enriquecerse, como lo fue desde 1964 cuando los militares obtuvieron privilegios, riqueza y la prepotencia que todavía se mantiene. En la década de 1930 el uniforme militar inspiraba respeto, simbolizaba patriotismo y compromiso con el país. En las familias tenía que haber un militar (y una monja). Esos cadetes menores de edad eran la generación de reserva que Bolivia preparaba en el Colegio Militar para tener oficiales de categoría en caso de que la guerra fuera a prolongarse. Pero el tiempo venció los pronósticos y las derrotas en el frente de la guerra del Chaco precipitaron la necesidad de contar con combatientes más jóvenes. 

 Este es un film sobre la inocencia perdida. También la del director, que con 20 años emprendió la tarea de filmar el largometraje. Eso tiene mérito, 137 actores y un equipo en total de más de 300 personas es un desafío para cualquier cineasta, más aún para uno muy joven con poca experiencia previa. El desafío fue mayor toda vez que el guion pasó por las manos del ejército, que lo aprobó antes de dar el apoyo que los productores necesitaban. El Regimiento Tumusla para las escenas exteriores, la Escuela de Armas, la Escuela del Estado Mayor, fueron los escenarios para la recreación histórica.

 Uno de los episodios se inspira en anécdotas de los abuelos del director, que escuchaba desde su niñez y que fueron abriendo su apetito por narrar. Su consejo, ahora, es que los jóvenes no se contenten con ver la película, sino que busquen en los libros las fuentes de la memoria histórica.

 “Tres pasos al frente” se suma a otras películas sobre la Guerra del Chaco, entre las cuales hasta ahora la que más me ha convencido es “Chaco” de Diego Mondaca, sobre la que ya escribí anteriormente. En 2022 tendremos el estreno de la película de Jorge Sanjinés, con la que Bolivia habrá sumado en apenas seis años cinco largometrajes que revisan uno de los hechos históricos más importantes del siglo pasado, ya que de la Guerra del Chaco surgió la generación que habría de cambiar los destinos del país, transformando a Bolivia de un país feudal a un Estado revolucionario y reformista, con todas las limitaciones que ello tuvo y las imposturas que se sumaron a los procesos de resistencia contra las dictaduras militares y de lucha para reconquistar espacios democráticos.

 La película de Pacheco tiene muchos defectos y debilidades que es importante señalar, aunque probablemente el propio director ya es bien consciente de ellos. Una de las mayores debilidades está en la dirección de actores. Trabajar con actores sin experiencia profesional conlleva siempre ese riesgo. Aquí vemos actores muy jóvenes con extraordinario talento, y otros que contribuyen a desplomar el nivel general de interpretaciones. La sobreactuación del actor que representa, por ejemplo, al general Kundt, es insoportable. Los acentos “paraguayos” muy poco convincentes. Al final de cuentas, hay más frescura en los más jóvenes, para quienes la filmación fue como un juego de descubrimiento, aunque hay escenas de melodrama exacerbado, poco verosímiles.

 En otros niveles, la producción es precaria quizás por falta de recursos. Las grandes producciones bolivianas suelen tenerlos para hacer en el exterior el trabajo de posproducción, sobre todo en estudios de sonido que corrigen todas las fallas de la banda sonora. Gracias a expertos y equipos especializados.  No ha sido aquí el caso, por ello se nota demasiado los desniveles en el sonido, mal calibrado, o la música incidental tan invasiva, que adquiere protagonismo propio y saca al espectador de su estado de concentración en la progresión dramática. La música no debería nunca distraer al espectador de lo que está en la pantalla. Cuando la mucha se nota demasiado, es mala señal.

 En general, la progresión argumental es lenta. Casi no sucede nada esencial para la historia en la primera hora del largometraje, pero hay que reconocer que esa primera hora sirve para adentrarse en la personalidad de los principales protagonistas y quizás constituye el mayor acierto del director, muy intuitivo para retratar a los adolescentes, y menos afortunado para darle vida a personajes tan acartonados como “históricos”.

 A tres de meses de haber visto el film un par de veces, no he retenido en la memoria las escenas de combates en el frente de guerra, ni el heroísmo de los combatientes. Se me han grabado más los rostros lozanos que dialogan, que se quieren y que se apoyan. Las relaciones humanas entre los jóvenes oficiales están mejor representadas que las escenas espectaculares donde los diálogos son pobres y las actuaciones grandilocuentes, teatrales. Es en el cotidiano de los personajes donde el director logra un desarrollo convincente.

 En resumen, la obra es otra prueba de que es mejor decir poco, pero decirlo bien, que pretender abarcar mucho y no poder lograrlo.

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Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras.
—Cicerón