29 noviembre 2023

Vía crucis sobre ruedas

(Publicado en Brújula Digital y Público.bo el sábado 23 de septiembre de 2023)

Desde fines del siglo pasado, más de la mitad de la población boliviana es urbana y la minoría rural se reduce cada vez más. Los últimos censos lo demuestran, aun cuando los gobiernos del MAS quisieran esconder las cifras para que no se ajuste como corresponde la representación ponderada y desproporcionada de los pobladores rurales en el poder legislativo.

El crecimiento canceroso de El Alto, La Paz o Santa Cruz no está acompañado por una mejora en los servicios y vías públicas. El tráfico se ha tornado insoportable y parecería que la gente ha perdido la esperanza de que mejore, mientras las autoridades son insensibles a la crítica.

En La Paz, cada día es un vía crucis sobre ruedas transitar entre el centro y los barrios de la zona sur, cada vez más saturados de oficinas y de comercios. Dejaron de ser barrios residenciales para recibir el rebalse de la ciudad que ya no puede contener más porque revienta. La cantidad de automóviles ha aumentado sin cesar en las últimas dos décadas, señal de que hay mucho dinero circulando (del narco, del contrabando y de la corrupción galopante). En diez cuadras de la Avenida Ballivián, la principal de Calacoto, hay más de 20 concesionarias de autos, incluyendo varias que venden vehículos de lujo que cuestan por encima de 70 mil dólares.

Las avenidas están repletas de autos particulares con una sola persona al volante, lo cual significa un desperdicio de espacio y una agresión contra el medio ambiente por las emisiones de gases que producen. En los cuellos de botella (como la curva de Holguín) no hay policías para ordenar el tráfico (pero aparecen por centenares en Calacoto para lucirse cuidando a un equipo de fútbol).

La responsabilidad del caos vehicular no es solamente de las autoridades municipales y nacionales, sino también de los usuarios. Las autoridades son incapaces de implementar planes de mejoramiento de la circulación en la ciudad, aunque hacen promesas demagógicas. En lugar de mejorar el transporte público para que la gente opte por el PumaKatari, no le dan el apoyo necesario. Los choferes del Puma tienen que hacer malabarismos porque los minibuseros y otros vehículos privados entorpecen su circulación. No hay un pinche policía para cuidar las paradas que sistemáticamente son avasalladas, incluso a diez metros de los ineficientes Comandos de la Policía de Tránsito, donde están dormitando todo el tiempo. En ciudades mejor organizadas el transporte público municipal tiene carriles exclusivos donde no pueden entrar vehículos privados (Transmilenio en Bogotá, Metrobús en México, SMT en Quito, etc.)

Los minibuses son una lacra urbana. Paran en medio de la calle para recoger pasajeros, no tienen paradas fijas, no respetan los pasos de cebra ni los semáforos, hacen “trameaje” sistemáticamente y son incómodas latas de sardina que han modificado la configuración de sus asientos para cargar más pasajeros.

Aplicando una fórmula inversa a la que se usa en ciudades inteligentes, la Alcaldía quiere crear nuevas vías, para atraer más automóviles. No se ha enterado todavía que en ciudades más amables del mundo se hace a la inversa: se gana espacios verdes y se mejora el transporte municipal, para que la gente deje sus autos en su casa. Hay que impedir los estacionamientos en las calles, y construir parqueos pagados que le cuesten bastante al usuario, para que piense dos veces antes de sacar su auto. Habría que multar a vehículos mal estacionados y crear el sistema de licencia con puntos para penalizar a los infractores, como se hace en otros países.

La responsabilidad de las autoridades nacionales es enorme porque el precio subvencionado del carburante redunda en más autos. Llegan al país miles de vehículos de contrabando, muchos de ellos robados en países vecinos. No existe control y sanciones para los autos “chutos”, por el contrario, hay una complicidad bochornosa: el diputado del MAS José Rengel Terrazas declaró ufano que había hecho su fortuna de más de 51 millones de dólares con el comercio ilegal de autos chutos. Que yo sepa, no está preso todavía.

El propio Estado ha multiplicado de manera alarmante sus vehículos, para beneplácito de la empresa Toyota, cuyo gerente fue nombrado hace años embajador en Japón, como premio del gobierno de Evo Morales. Antes, en los vehículos oficiales eran obligatorias las placas distintivas, amarillas o verdes; ahora las familias de los funcionarios los usan como transporte privado, sin ningún control. Recordemos que Evo Morales asignó un 4 x 4 (con chofer y todo), a Noemí Meneses, su pareja que entonces era menor de edad.

En países civilizados hay carriles exclusivos para vehículos con más de dos pasajeros, como una forma de penalizar a los que circulan con una sola persona. Las restricciones de estacionamiento son cada vez más severas: los parqueos están estrictamente reservados para quienes tienen domicilio en esas calles y portan la autorización correspondiente. Gracias a cámaras bien colocadas, multas de montos considerables llegan automáticamente a los infractores.

En este país sumido en la desidia, en lugar de avanzar retrocedemos, hundidos en el caos que provocan los conductores y la demagogia política de las autoridades. 

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Cuando en un país reina el orden, es una vergüenza ser hombre pobre y común.
Cuando en un país reina el caos, es una vergüenza ser rico y funcionario.
Confucio
 

23 noviembre 2023

Un oficio en tiempo presente

(Publicado en Los Tiempos, Brújula Digital y Público Bo el sábado 14 de octubre 2023)

Sobre el oficio del periodista han escrito bellas páginas Ryszard Kapuściński, Gabriel García Márquez, Oriana Fallaci o Tom Wolfe, entre tantos otros que suelen ser citados. Ahora tenemos un libro escrito por periodistas bolivianos, que intenta compartir con las nuevas generaciones (que lamentablemente no leen) algunas enseñanzas que brinda la experiencia, y lo hace en forma de anecdotario, para que su lectura sea menos académica y más lúdica.

El periodismo es siempre una actividad en tiempo presente, que se cultiva minuto a minuto, que no admite retrasos ni sesudas elucubraciones, pero cuya intensidad es capaz de cautivar al lector y abonar con mucha anticipación material indispensable para los historiadores, que desde la comodidad de un cubículo revisan el pasado.

Periodistas de tomo y lomo: anécdotas de profesionales experimentados para colegas jóvenes armado por Antonio Barriga y Camila Bedregal, reúne en 336 páginas el anecdotario provisional de 70 periodistas bolivianos con varias décadas de experiencia, que narran, cada uno a su manera, momentos clave de su ejercicio profesional. El libro está organizado en varias partes: “Primicias”, “Inicios en el periodismo”, “Gajes del oficio”, “Situaciones inesperadas”, “Ritmo de trabajo”, “Profesión de riesgo”, y “Entrevistas”. Mi texto original aparece en una sección que no corresponde, pero si hubiera conocido de antemano la estructura que le dieron a la obra, habría contribuido en varias secciones narrando experiencias distintas.

Cuando Raúl Peñaranda, presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz (el más activo que hemos tenido en muchos años), me pidió un texto para esta obra colectiva, opté por narrar mis primeros pasos en el periodismo, entre 1969 y 1970, durante el gobierno del presidente Juan José Torres. Pocos recuerdan el diario El Nacional, que no sobrevivió a esa breve primavera democrática segada con violencia por el golpe de Banzer, pero para mí fue una escuela de periodismo comprometido con los destinos del país. A pesar del final trágico, no guardo sino buenos recuerdos.

El director de El Nacional era Ted Córdova Claure, y en la sala de redacción hacíamos crepitar afanosos nuestras máquinas de escribir una docena de periodistas, casi todos con más experiencia que yo, que era el novato. Bajo la batuta del jefe de redacción, el brasileño Paulo Cannabrava Filho (que nos visitó en La Paz en abril pasado), estaban Andrés Soliz Rada, Coco Manto, Pepe Luque, Junior Carvajal, Álvaro Barros Lemez y otros colegas identificados con lo que entonces era la izquierda, no la corruptela que se auto-etiqueta de izquierda ahora. Hacíamos periodismo con entusiasmo, seguros de que cada palabra que escribíamos contribuía a construir una opinión pública más crítica y consciente de los problemas de Bolivia, de América Latina y del mundo. Para alguien como yo, que hacía sus primeras armas en un periódico, era un privilegio contar con una página diaria a mi disposición, además de un par de columnas que firmaba con los seudónimos “Cienfuegos” y “Fedor”.

Mi texto en el libro que publica la APLP con apoyo de la Fundación Konrad Adenauer cubre solo esa primera experiencia, que condujo a otras a lo largo de los años siguientes. Al regresar del exilio que nos recetó la dictadura de Banzer, algunos nos reagrupamos en varios proyectos periodísticos, uno de ellos el programa radial Facetas, donde el “Gordo” Mendoza, Gonzalo López Muñoz, Humberto Vacaflor, Luis Minaya y yo contribuimos a darle un empujoncito final al dictador, apoyando la huelga de hambre.

Luego vino el semanario Aquí, dirigido por Luis Espinal, donde junto a Lupe Cajías, Antonio Peredo, René Bascopé, Gastón Lobatón, Raúl Butrón y Edgardo Vásquez, entre otros, vivimos las consecuencias de ejercer nuestro oficio en una publicación que denunciaba sin tapujos la corrupción y los afanes golpistas. El golpe de Natusch en noviembre de 1979 no pudo callarnos, pero sí el de García Meza, el 17 de julio de 1980, luego de un atentado de bomba y el brutal asesinato de nuestro director. Hubiera escrito sobre la experiencia única del semanario Aquí, pero hay tanto que decir, que tengo un libro en ciernes.

El nuevo exilio me llevó a México, donde trabajé en Excelsior, por entonces uno de los diarios más importantes, gracias a la “muñeca” de Gato Salazar quien me consiguió un espacio en la sección internacional, donde, entre otras cosas, traducía literalmente los artículos del New York Times sobre baseball, sin entender nada de ese deporte, hasta hoy enigmático para mí.

Ni los cambios de país por motivos de trabajo impidieron que siga ejerciendo como articulista en otras latitudes. Publiqué en El Nuevo Diario (Nicaragua), Página 12 (Argentina), Marcha y más tarde Brecha (Uruguay), y otros más. En diferentes etapas fui miembro de la redacción o corresponsal de una docena de medios internacionales. Una lista parcial que logré elaborar revisando mis archivos revela que publiqué a lo largo de medio siglo más de dos mil textos en 140 diarios y revistas de América Latina, Norteamérica, Europa, Asia y África, sin contar en la última década los medios digitales. Un promedio de 40 artículos por año, aunque en épocas más intensas, como la de Página Siete (la más reciente), he llegado a publicar dos o tres artículos semanales.

Casi sin quererlo he sido periodista toda la vida, o más bien, un escritor en los medios, ya que tuve el privilegio de publicar siempre con mi firma. La disciplina de escribir casi todos los días es indispensable tanto para los escritores como para los periodistas.

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Una prensa libre puede ser buena o mala,
pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”.
—Albert Camus
 

19 noviembre 2023

Guardatojos

(Publicado en Brújula Digital, PublicoBo, ANF y Los Tiempos el sábado 11 de noviembre de 2022)

Entre el humo de los chaqueadores y avasalladores de tierras, y los bloqueos de los cooperativistas mineros que saquean el oro de la nación, sufrimos uno de los períodos más dramáticos del autoritarismo masista, sin embargo, muy tolerante con los sectores que lo apoyan, no por nada los más corruptos: cocaleros, avasalladores de tierras, minería salvaje.

Los cooperativistas auríferos bloquearon La Paz (y la paz), dañaron oficinas del Estado y el ornato público, con guardatojos flamantes que nunca han sido raspados ni se han manchado con una gota de copajira. Sus guardatojos no tienen lamparín porque no alumbran ningún camino, como hicieron antes los mineros que forjaron historia. Estos son en cambio símbolo de la expoliación y el robo agravado de los recursos naturales y no renovables de los bolivianos.

Con guardatojos flamantes, estos impostores le hacen a Bolivia tres tipos de daño a corto y mediano plazo: daño económico, daño social y daño ambiental, como secuela de la extracción de oro que, según nuestras leyes, es del Estado, aunque sea extraído por particulares.

El daño económico se ve en las cifras. Estos empresarios de la expoliación intensiva exportaron 3 mil millones de dólares en 2022, pero solamente pagaron al Estado 60 millones, es decir, un 2% (cada uno de nosotros paga 10 veces más por lo que nos pagan o lo que compramos). Desde el año 2006 los mineros auríferos se han llevado 16 mil millones de dólares. Los cooperativistas que ahora presionan al gobierno para que les permita penetrar en áreas protegidas y pagar aún menos impuestos, son parte de mafias internacionales de comercio clandestino de oro, en alianza con similares “mineros” peruanos, brasileños o chinos, que extraen de la tierra que es de todos, el oro que es de todos, y lo comercian como propio.

No estamos hablando de una explotación artesanal de pobres andrajosos que lavan unos gramos de oro acuclillados en la orilla de un río, sino de una expoliación masiva, con grandes maquinarias y dragas (con diesel subsidiado por el Estado) que en el proceso de separación del metal usan mercurio que acaba en los ríos y en la sangre de las poblaciones indígenas.

El daño ambiental está estrechamente vinculado al daño económico y al daño a la salud, ya que empobrece áreas enormes donde aniquila la naturaleza. A los explotadores ilegales de oro, les importa un bledo que muera la naturaleza o enferme la gente. Acaban con los bosques, envenenan los ríos, los peces y otros animales, y enferman a las comunidades indígenas. Peor aún, pretenden criminalizar a quienes defienden las áreas protegidas.

Ignorando el Convenio de Minamata, entre 2015 y 2020 los mineros auríferos depredadores, han importado y llevado de contrabando a países vecinos (donde está prohibido) 1.156 toneladas de mercurio. Ahora exigen 125.000 hectáreas en áreas protegidas, además con “seguridad jurídica”: la impunidad garantizada. Todo por encima de la Constitución Política del Estado, ese invento masista que es puro verso.

Los ríos pierden profundidad por los sedimentos de la minería salvaje. El Parque Nacional Apolobamba ya ha sido completamente avasallado. Los pueblos indígenas aledaños emigran o se extinguen. Más del 85% de los mineros cooperativistas operan sin licencia ambiental, ya que en muchos casos corrompen a las comunidades para obtener su aval.  

La cruel paradoja es que el gobierno masista se proclama “defensor” de la madre tierra, y mientras mantiene ese discurso “for export” para endulzar los oídos de cómplices ingenuos, por debajo alienta los avasallamientos y la minería salvaje.

Si a los violadores de menores se los condena con 2 a 6 años de prisión, ¿cuál debería ser la pena máxima para los que violan a su madre, la madre tierra?

El daño social de la política corruptora y corporativista del MAS ha destruido al histórico sindicalismo boliviano. Los cooperativistas mineros privados fueron avalados por el gobierno de Evo Morales para destruir a la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), acabar con la democracia sindical y erigir un poder autoritario absolutista.

Con corrupción, represión y complicidad de algunos dirigentes mineros, el cacique del Chapare quebró la espina dorsal de la organización sindical cuya trayectoria ejemplar fue referente de las luchas sindicales no sólo en Bolivia sino en toda la región. La FSTMB pensaba en el país, no en sus bolsillos. Los mineros eran pobres, pero sus reivindicaciones no eran sólo salariales sino una agenda política que favorecía a todos los bolivianos. Los dirigentes eran gente honesta que no se dejaba corromper porque se guiaba por principios e ideología, y no por avaricia. Eran comunistas, trotskistas, nacionalistas o maoístas, de notable valor e integridad como Juan Lechín, Simón Reyes, Víctor López, Irineo Pimentel, Alberto Jara, Domitila Barrios de Chungara o Filemón Escobar, para no citar sino a unos cuantos que tuve el honor de frecuentar en las décadas de 1960, 1970 y 1980.

Tanto dinero mal habido manejan los cooperativistas auríferos, que por dos días de bloqueos en La Paz (el 6 y 7 de noviembre), pagaron 500 Bs a vendedoras y desempleados, de pronto convertidos en “familia cooperativista” para tener como rehén a la población paceña. Videos y testimonios muestran claramente los pagos que reciben los bloqueadores. Esa práctica de pagar y acarrear es otra prueba de la desnaturalización y perversión de la protesta social.

Pero el régimen del MAS no hace nada, aunque todavía hay quienes escuchan con fervor evangélico las mentiras que esgrimen con fines de propaganda los “defensores de la Pachamama”.

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El hombre es un animal que estafa,
y no hay otro animal que estafe fuera del hombre.
Edgar Allan Poe