29 mayo 2020

Capobianco

  Con la muerte de Memo Capobianco el martes 12 de mayo me vino a la memoria la importancia que tuvo el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en un momento trascendental en la historia contemporánea de Bolivia. Veo a Memo con Jaime Paz, Toño Araníbar, Oscar Eid, Gloria Ardaya, Coco Pinelo, Miguel Urioste y otros todavía unidos en esos años por ideales que luego se quebraron y distanciaron a algunos. Nunca fui militante del MIR (ni de ningún otro partido) pero mi relación con ellos fue cordial en esos turbulentos años de la década de 1970 y más tarde sobre todo con Toño, Gloria, Miguel, Oscar, Coco y con Memo en la distancia. 

Memo me enviaba las obras que publicaba ya sea en papel o por correo electrónico. Me hizo llegar sus “Memorias de un militante” libro que leí en octubre de 2014 y sobre el que empecé a escribir un comentario que nunca llegué a publicar. En esa obra menciona a mi padre, y no fue la única vez que lo hizo. Memo era de los cruceños que tenían la hidalguía de reconocer lo que el “colla” Gumucio había hecho por Santa Cruz cuando estuvo a cargo de la economía boliviana durante dos gobiernos de Paz Estenssoro, de 1952 a 1956, y luego de 1960 a 1964 como ministro de Economía. 

En varias ocasiones en que Memo escribió sobre el desarrollo económico de Santa Cruz, mencionó a mi padre y siempre agradecí ese reconocimiento. A principios de agosto de 2012, con motivo del ingreso de Venezuela al MERCOSUR y la llegada con bombos y platillos del presidente Hugo Chávez a Brasilia, Capobianco publicó un texto donde señala que en el territorio de Santa Cruz no podía darse “dos o tres Vietnam”, como había prometido el militar venezolano, porque “se había operado una revolución productiva que ya tenía medio siglo de existencia”. Seguidamente argumentaba que dicha transformación se había producido como una “continuación” de la Revolución Nacional del 52 “mediante la migración masiva desde occidente” con ejes como la instalación del ingenio azucarero de Guabirá. Todo ello como un plan integrado “bajo la conducción de un ilustre ciudadano ‘colla’, Alfonso Gumucio Reyes, al mando de la Corporación Boliviana de Fomento (CBF)”. 

En enero de 2016 me hizo llegar la edición digital de “Así recuperamos la democracia”, un testimonio personal de 24 páginas con fotos. En ese testimonio recoge varios documentos en los que hace un recuento sobre el desarrollo de Santa Cruz en términos de política, geopolítica, desarrollo, institucionalidad, sociedad y economía, reconociendo en diferentes periodos a quienes contribuyeron en el crecimiento del departamento, incluso los aportes de regímenes a los que en algún momento de su vida de dirigente estudiantil y político había combatido. 

Este texto es interesante porque revela a un Guillermo Capobianco que llega al final de su vida con el ánimo de hacer las paces con todos y reconciliarse con la vida. Al final del texto, concluye: “Señor: cuando estoy al final de mi existencia material en este mundo al que me mandaste -estoy seguro- a cumplir una misión de humanidad que lleve tu sello y pronuncie tu nombre, nada tengo que reprocharte pues me lo diste todo: una madre “milagrosa”, una familia amante y solidaria y un mundo maravilloso fruto de tu creación a la que no logro entender todavía debido a su absoluta perfección”. Y más adelante concluye agradeciendo “por la oportunidad de dejar en el camino una pequeña huella mientras que somos testigos y a veces protagonistas de esta monumental aventura que es la vida y que la recibimos gratuitamente de vos”. 

Antonio Aranibar, Guillermo Capobianco y otros militantes del MIR
A veces firmaba sus mensajes como “Memo Capo”. El último, muy breve, data de marzo 2016: “Apreciado Alfonso, Te envío este recuerdo fotográfico de mi ultima visita a Concepción, pueblo donde nací. Un abrazo”. Al abrir el archivo encontré más que una foto: un texto amoroso sobre la genealogía de la familia, titulado: “Concepción de Ñuflo de Chávez: pueblo de los orígenes de la familia Capobianco”. 

Y el texto dice: “Serafín y Angelinita fueron la pareja fundadora. De ese amor surgieron quienes hoy forman la gran familia chiquitana de los Capobianco concepcioneños en Santa Cruz y en el país. Todos cambas chiquitanos de pura cepa... ¡Orgullosos de su estirpe! ¡La represa sobre el Rio Zapocó! Obra pionera construida por nuestra Corporación Regional de Desarrollo (CORDECRUZ) conducida en ese tiempo por el Ingeniero Jorge Capobianco Ribera. Hijo distinguido de Concepción. Memo y Ruli Capo en visita a Aldo Capo y al pueblo concepcioneño los últimos días de febrero de este año dos mil dieciséis”. 

Guardo con sincero cariño ese breve texto, no solo porque Memo quiso compartirlo conmigo, sino porque transpira por una parte el profundo amor por la tierra de su familia, y porque es además un botón de muestra sobre la importancia que tenía para Memo el rescate del testimonio y de la memoria, esa memoria que lo fue abandonando poco a poco, borrándose como las palabras que uno escribe sobre la arena. 

(Publicado en Página Siete el sábado 16 de mayo 2020)

____________________________ 
Prefiero menos vida con más vida
en vez de más vida con menos vida.
—Daniel Samper Pizano


......

06 mayo 2020

Contando muertos

 Estoy convencido de que la estadística es una de las ciencias menos exactas. Está hecha de caucho: puede doblarse en todos los sentidos. 

He seguido con un estrés que no me atrevo a ocultar, la evolución de la pandemia de coronavirus a través de todos los canales de información documental y estadística que he podido encontrar. Al principio tuve un comportamiento obsesivo: cada hora revisaba el incremento de casos y fatalidades en el mundo. Además, guardé cada día los cuadros estadísticos de Worldometers (lo que más se aproxima a cifras creíbles), para comparar la pandemia en países con mayor y menor población, y sobre todo con políticas públicas diferentes.

A lo largo de dos meses me quedó claro que los países cuyos dirigentes se rieron de la pandemia calificándola como una “gripita” (Bolsonaro, López Obrador, Trump, Boris Johnson, etc) fueron los que en pocas semanas mostraron las más graves consecuencias. Por fortuna los servicios de salud y la población de esos países no hizo caso a sus irresponsables mandatarios. 

Es obvio que no tiene sentido comparar cifras absolutas, sino cifras relativas a la población y al periodo de incubación del virus. En cifras relativas, nos sorprendería saber que los Estados con más contagios con relación a su población son los más pequeños: San Marino, El Vaticano, Andorra, o Islandia. En cifras relativas de fallecidos, los mismos países aparecían en lo alto de la lista, pero ahora Italia, Reino Unido y España les pisan los talones. 

Pero las estadísticas son mentirosas. En países de reducida población es más fácil registrar los casos y llevar una estadística completa. Algo que hemos aprendido es que los países con mayor población solo han reportado casos “confirmados” de muertes hospitalarias. Es decir: no entran en la estadística miles que mueren en su casa de enfermedades pulmonares o cardiacas atribuibles al COVID-19, pero no tomadas en cuenta porque no fueron confirmadas por pruebas virales. 

Los Estados que más pruebas de COVID-19 han realizado con relación a su población, son las Islas Faroe, los Emiratos Árabes, Gibraltar, Islandia, San Marino, Estonia, Brunei, Malta… Y entre los de mayor población: Italia, Alemania y España, con más de 30 mil pruebas por millón de habitantes. Bolivia figura en la lista de la vergüenza: solo ha realizado 496 pruebas por millón, y está por debajo de todos los demás países de América del Sur, incluso debajo de Suriname y Guyana. 

Ecuador es un ejemplo escandaloso, porque el país reconoce oficialmente solo 1.063 muertes, pero en dos semanas de abril fallecieron 6.700 mil solo en la provincia de Guayas, víctimas de “enfermedades respiratorias” que el gobierno no quiso sumar a las cifras oficiales de fallecidos por COVID-19. Los cadáveres se acumulaban en calles de Guayaquil, pero no en las estadísticas oficiales. 

Para poner al desnudo las trampas estadísticas detrás de las que se escudan los gobiernos, la Red de Epidemiólogos EuroMOMO, así como los prestigiosos New York Times y The Economist, están midiendo el “exceso de muertes”, es decir: comparando el número de muertes totales de un país en el periodo del coronavirus, con las muertes totales de años anteriores. El resultado es escalofriante, porque el incremento en algunos países llega a 350%. 

Desde marzo hay informes de especialistas en cuidados intensivos y autopsias que indican que la neumonía -tratada con respiradores mecánicos- no es la única causa de muerte, sino múltiples microtrombosis letales para cualquier órgano, no solo para los pulmones. Contrariamente a las directivas todavía vigentes, se pueden tratar muchos casos con anticoagulantes y antiinflamatorios. 

Una lectura “de comprensión” de las estadísticas, demuestra que no hay solo un indicador válido, pero las pruebas de COVID-19 son fundamentales. No resulta extraño que los países que figuraban con más casos y una tasa mayor de mortalidad, fueran aquellos que realizaron más pruebas de COVID-19. Los otros, simplemente escondieron en el closet a los muertos, colocándoles etiquetas tramposas: “enfermedad pulmonar”, “embolia”, “trombosis múltiple”, “infarto”, y otras. De pronto, a todos se les ocurrió morirse al mismo tiempo. Bochornoso. 

(Publicado en Página Siete el sábado 2 de mayo 2020)  
_____________________________   
La estadística es una ciencia que demuestra que
si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno,
los dos tenemos uno.
—George Bernard Shaw