29 abril 2024

Forqué, Goya y Platino

(Publicado en Brújula Digital, ANF y Público Bo el sábado 27 de abril de 2024)

Premios Platino

Los premios del cine iberoamericano más importantes se entregan en una secuencia donde suelen sobresalir los mismos filmes. Si bien el Goya equivale en España al Oscar de Estados Unidos o al César de Francia, su importancia está relativizada por la emergencia gradual de los premios José María Forqué y de los Platino, que en años recientes han logrado acaparar mayor público y atención en la medida en que incluyen a América Latina y se entregan en ceremonias vistosas en países diferentes (este año en México).

Como jurado de los Forqué y también de los Platino he podido apreciar la riqueza de más de 300 películas de América Latina y de España que se presentan cada año y que pasan por filtros de preselección, selección y nominación que van reduciendo la lista a una veintena de obras más representativas, distribuidas en una decena de categorías, y luego a cuatro o cinco nominadas. Influye cuando son coproducciones ambiciosas, su éxito comercial, o el respaldo de “grandes” de la industria (Almodóvar, Javier Bardem o Ricardo Darín, entre otros), pero en general podemos decir que las que llegan hasta el final son buenas, aunque no siempre es la “mejor” la que gana el premio mayor (esto es también subjetivo).

El 20 de abril se conoció a los ganadores de los Premios Platino. Pude ver antes todas de las obras finalistas, que también habían obtenido galardones en los premios José María Forqué. Las españolas La sociedad de la nieve y Cerrar los ojos, así como Los delincuentes (Argentina, Brasil, Chile) y Tótem (México), aspiraban al Platino a la mejor película. Al final ganó la primera, así como el premio a la Mejor Dirección para J.A. Bayona (La sociedad de la nieve), aunque también estaban en la lista final Lila Avilés (Tótem), Isabel Coixet (Un amor) y el chileno Pablo Larraín (El conde). En las demás categorías aparecen varias veces esos mismos títulos, ya sea por la calidad de sus actores y actrices, la fotografía, el guion, la música, etc., pero también otras obras como: Puan (Argentina, Brasil), Los colonos (Argentina, Chile), 20.000 especies de abejas (España), La pecera (Puerto Rico, España), La memoria infinita (Chile), entre otras.

Por razones de espacio abordaré solamente unas pocas obras que me han interesado, independientemente de que hayan sido o no premiadas.

La memoria infinita de Maite Alberdi

Empiezo con La memoria infinita (Chile) de Maite Alberdi, por una razón afectiva: este documental (que obtuvo el premio mayor en su categoría) muestra al cineasta y periodista de televisión Augusto Góngora, a quien conocí y admiré porque durante la dictadura de Pinochet decidió quedarse en Chile para dirigir Teleanálisis a principios de la década de 1980, reportajes en video que se distribuían clandestinamente, como elementos de contrainformación. Lo conocí cuando llegó a Cochabamba en 1989 y mantuvimos contacto durante algún tiempo. La película de Alberdi casi no aborda la vida profesional de Augusto, sino sus años finales, víctima de Alzheimer, acompañado por el amor infinito de su compañera Paulina Urrutia, a quien ya ni siquiera reconoce. 

Al comenzar el filme tuve una reacción de rechazo. Me pareció impúdico mostrar en esas condiciones dolorosas a quien conocí como un cineasta activo y combativo, dotado de un profundo compromiso político con su país. Sin embargo, no pude despegarme del documental y acabé convencido de que es una obra respetuosa de su vida y de su memoria, la memoria que perdió. Alberdi ha encarnado la mirada de Paulina Urrutia, sin invadir ese espacio de intimidad. De hecho, mucho de lo filmado con una pequeña cámara, es por la propia Urrutia. Augusto murió poco después, feliz en un mundo borrado, y esto es lo que quedará de él para muchos que no lo conocieron.

La sociedad de la nieve, de J.A. Bayona 

La gran ganadora de los Platino fue La sociedad de la nieve, que se llevó los dos premios principales: mejor película y mejor dirección, además de mejor fotografía, montaje, interpretación masculina y dirección de sonido. Me acerqué con desconfianza a esta nueva versión del accidente, en 1972, de un equipo uruguayo de rugby que se dirigía a Chile cuando el avión se desplomó en un lugar remoto de Los Andes. Sin embargo, el tema de por sí escabroso de la antropofagia (sin lo cual el hecho real no hubiera trascendido tanto), está tratado con mucho tino y dignidad, y el filme hace hincapié en otros aspectos: la organización social solidaria que permite la sobrevivencia. Aunque visualmente parece una obra sencilla y depurada (todo sucede dentro o alrededor del avión accidentado), hubo detrás de la cámara una enorme producción, como se puede apreciar en los largos créditos.

Tótem de Lila Avilés

Las otras tres obras nominadas para Mejor Película ayudaron a que La sociedad de la nieve se llevara el palmarés, pues no estaban a su altura. Cerrar los ojos de Víctor Erice es un suspenso psicológico enigmático que tiene que ver con la memoria y la fuga de la realidad, una búsqueda de futuro a través de imágenes del pasado, con frecuentes homenajes al cine, es más, el cine es el centro gravitacional del argumento. Tuve que regresar a mis notas sobre la mexicana Tótem, de Lila Avilés, para recordar la primera impresión que tuve al verla. Es una película intimista sobre una familia mexicana (con muchas mujeres, personajes formidables) que atraviesa una etapa de dolor por la enfermedad terminal de uno de sus miembros, todo ello visto a través de los ojos de una niña de siete años, Sol, excelentemente interpretada por Naíma Sentíes. Filmada en estilo documental, un poco a la manera del extinto Dogma, es un buen drama sicológico con una raíz cultural mexicana profunda. De Los delincuentes, de Rodrigo Moreno (Argentina, pero en coproducción con Brasil y Chile), sólo puedo decir que no entiendo cómo llegó a quedar entre las cuatro nominadas, ya que se alarga innecesariamente sobre tres horas para narrar el robo de un banco, sin nada que destaque, y terminar en un final improbable. 

El conde, de Pablo Larraín 

En la categoría de Mejor Dirección me pareció que El conde, de Pablo Larraín merecía mejor suerte. Esta sátira poco convencional en blanco y negro que asocia abiertamente al dictador Pinochet con el vampiro “Pinoche” que nace en la Revolución Francesa, obtuvo el premio a la Mejor Dirección de Arte, nada más. El conde sale en busca de corazones frescos en las noches, sobrevolando Santiago, y sus hijos buscan los títulos de propiedad y las cuentas bancarias escondidas. Es una obra divertida y cáustica, pues con nombres y apellidos nos recuerda (a veces de manera demasiado didáctica en los diálogos) que Pinochet no sólo fue un dictador sino un tremendo ladrón de bienes del Estado. Todo ello narrado nada menos que por su amiga (y madre, en el guion) Margaret Tatcher.  

Un amor, de Isabel Coixet, es un melodrama bastante crudo sobre el infierno en que puede convertirse un pequeño pueblo (La Escapa, no por nada), idealizado por el personaje femenino principal (premio a la Mejor Interpretación para Laia Costa), que decide retirarse allí para huir de la ciudad y de la memoria del genocidio en un país africano. Uno podía esperar más de esta obra que recuerda a As bestas de Rodrigo Sorogoyen, pero concluye, luego de varias decepciones y acosos de seres humanos, con que el amor verdadero del personaje central, es un maltratado perro hermafrodita cuya triste mirada parece curar todos sus males.

20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola

La película 20.000 especies de abejas (2023), de Estibaliz Urresola se llevó cuatro merecidos premios. Basada en un caso real, es una obra narrada desde el punto de vista de un niño de ocho años, Aitor-Lucía (maravillosamente interpretado por Sofía Otero), que se cuestiona su identidad de género. La enorme complejidad del drama familiar y de la infancia trans se narra con absoluta maestría (algo notable para una ópera prima), equilibrio y sensibilidad, lejos de cualquier discurso político coyuntural.

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Un festival de cine es primero una fiesta y luego,
casi inmediatamente, una instancia de negocios.
—Gonzalo Maza    
 

23 abril 2024

Castigo divino

(Publicado en Brújula Digital, ANF y Público Bo el sábado 20 de abril de 2024)

Cuando publiqué la nota que sigue a continuación, no se había aún realizado la segunda vuelta en las elecciones para el rectorado y el vicerrectorado de la UMSA. Este martes 23 de abril, tuvo lugar la definición final entre los dos frentes, resultando en una paliza notable al rector saliente, con casi el doble del voto ponderado. A mi comentario anterior sólo puedo añadir que llama la atención que los docentes se hayan revelado más conservadores y apegados al poder prebendal muy vinculado al masismo, mientras los estudiantes votaron por un cambio de dirección. Aunque irrelevante desde el punto de vista del número de votos, me sorprendió que los docentes del CIDES, la crema y nata de la intelectual investigadora de la UMSA, hubieran votado casi parejo, con apenas un voto de diferencia en favor del cambio. Qué bueno sería que el voto no fuera secreto sino franco y digno. 

El martes 16 de abril fueron las elecciones para rector en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), la principal universidad pública del país, muy venida a menos debido a pésimas gestiones marcadas por la politiquería barata, la demagogia, la desidia y el descenso vertical de la calidad académica.

He frecuentado poco la UMSA, primero como estudiante de Medicina (en 1969), y luego de Filosofía y Letras (una buena experiencia porque tenía como profesores nada menos que a Jaime Sáenz y a Marcelo Quiroga Santa Cruz, entre otros de gran nivel). Di clases en el Taller de Cine como profesor invitado a fines de la década de 1970 (junto a Antonio Eguino, Paolo Agazzi, Luis Espinal), y participé en algunas actividades de investigación en la carrera de Comunicación hace 10 años, pero he mantenido desde entonces una distancia prudente para no enlodarme con el oportunismo y la mediocridad imperantes en ese ámbito donde gobiernan personajes con muy poca trayectoria en la investigación, pero mucho recorrido en la manipulación.

La carrera de Comunicación tuvo en el pasado mejores momentos, cuando estaba Carlos Soria Galvarro, Antonio Peredo o Cecilia Quiroga (entre otros), pero ahora da lástima por su baja calidad académica, con excepción de 5 o 6 profesores que conozco y cuya trayectoria los honra. Esa carrera no es ni un pálido reflejo de lo que fue, basta constatar que las artimañas políticas han permitido que llegue a decano de la Facultad de Ciencias Sociales un personaje que por méritos propios debería seguir proyectando diapositivas en el MUSEF.

Las dos principales candidaturas 

No necesito ser estudiante ni profesor en la UMSA para saber lo que sucede en esta universidad y para opinar sobre ella. En el ámbito público, todos los ciudadanos estamos habilitados para evaluar a las instituciones que dependen de nuestros impuestos.

Fue contundente el resultado de la primera vuelta en las que pretendía ser reelecto Óscar Heredia, conocido como el “chalinas” por la chalina roja que usa como imagen de marca de su campaña electoral permanente (desde que asumió el rectorado). La principal candidatura opositora, de María Eugenia García, vicerrectora de la UMSA, ganó con 38% de los votos, contra 32% para Heredia. Fue destacable que el tercer frente, Insurgentes, de Guido Zambrana, haya obtenido un 23.71% del voto ponderado. Un 44.75% de los estudiantes votó por el frente MAU, pero sólo 21.97% por el frente de Heredia, mientras 27.77% de los estudiantes votó por Insurgentes. Definitivamente los estudiantes no quieren al actual rector. 

No me gusta mucho la expresión “castigo divino” (título de este artículo), por su connotación religiosa o sobrenatural, pero se aplica a la paliza electoral recibida por Heredia. Prefiero la expresión en inglés: “Poetic justice”, es decir, “justicia poética”, que viene a representar lo mismo: cuando el vicio es castigado y la virtud premiada.

El prepotente y soberbio rector ha recibido el castigo de los estudiantes, sobre todo de las mujeres, que lo han repudiado por ser las principales víctimas de un reinado prebendal machista donde se encubrió a los corruptos (Quelali, Mendoza, otros) y se premió el oportunismo y la obsecuencia. Las prácticas políticas de penetración y copamiento del MAS fueron pan de todos los días en el manejo institucional, y se hicieron más evidentes a medida que se acercaban las elecciones. Docentes y directores acusados de acoso sexual y chantaje a estudiantes, siguen impunes y festejando, como es el caso del decano de Ciencias Sociales, exhibido públicamente por María Galindo.

Entre bomberos no se pisan la manguera… El tráfico de prebendas y favores es escandaloso. Si se hicieran auditorías de los centros de estudiantes y otras instancias creadas gracias a la autonomía universitaria para comprar y vender apoyos, se encontrarían muchas irregularidades. A diferencia de las universidades donde lo académico es primordial y el ambiente de compañerismo entre profesores y estudiantes es la norma, en la UMSA se respira un aire enrarecido que podría cortarse con cuchillo por su espesor tumefacto.  

Heredia arguyó que fue atacado, 
pero no existe ningún otro video que lo muestre

La campaña electoral ha sido virulenta y ha corrido mucho dinero para comprar voluntades. No han salido del bolsillo del candidato contumaz los recursos para organizar ágapes y repartir comida (con la peregrina idea de que los estudiantes venden su voto por un choripán). El uso de la televisión universitaria al servicio de Heredia dice mucho de la calidad del personaje, pero también de la pobreza espiritual de técnicos y periodistas que se prestaron a ese juego ilegal y espurio.

No sé si para la segunda vuelta el martes 23 de abril correrá más dinero para mantener el poder al MAS en la estructura y mecanismos de gobernabilidad de la UMSA, pero lo cierto es que sería mejor para la universidad y para el país la promesa de una gestión con énfasis en la calidad académica y rigor en el principal rol de toda universidad: la generación de conocimiento en favor de la sociedad.

Las funciones sustantivas de la universidad: docencia, investigación y extensión, han fracasado, salvo en algunas carreras que suelen ser mencionadas por la calidad de los estudios (historia, literatura, biología, medicina y alguna otra). La UMSA está enferma, tiene un cáncer de corrupción y oportunismo que la carcome. No recuerdo un buen rector de la UMSA desde Pablo Ramos y su vicerrector Rolando Costa Arduz. (La página web de la UMSA es tan mala, que ni siquiera tiene una lista de todos los rectores, es una universidad sin memoria).

Resultado final de la segunda vuelta electoral

Esperemos que soplen nuevos vientos que barran con los malos docentes, los acosadores y oportunistas sin méritos académicos. Ojalá se abra un periodo donde la investigación de calidad sea valorada y se apoye con recursos a investigadores serios (y se acabe con los tramposos que “publican” libros chapuceros, haciéndolos fotocopiar en la esquina). Y ojalá que la extensión hacia la sociedad se traduzca en proyectos de envergadura y de largo plazo, con una visión de futuro que la UMSA ha perdido completamente.

Se necesita un cambio de motor, no solamente de aceite. Se requiere una persona de agallas, con muchas ambiciones académicas y decidida a sacrificar su destino político, porque tendrá que lidiar con verdaderas mafias incrustadas en la UMSA, y erradicarlas. Basta ya de una autonomía universitaria donde cada facultad es una república independiente: la universidad necesita avanzar de manera conjunta sobre valores renovados.

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El mayor castigo para quienes no se interesan por la política
es que serán gobernados por personas que sí se interesan.
—Arnold J. Toynbee 
 

18 abril 2024

Recuerdo de Baba Agba

 (Publicado en Brújula Digital, Público Bo y ANF el sábado 13 de abril de 2024)

Jimi Solanke ©AlfonsoGumucio

Como suele suceder, me entero con retraso de la muerte de un amigo de otras latitudes. Se ha ido, el 5 de febrero de este año, Jimi Solanke, actor y director de teatro de Nigeria, con quien forjé una entrañable amistad durante mis cuatro años de trabajo en su país, a principios de la década de 1990, y con el que mantuve contacto esporádico hasta hace aproximadamente un año.

Jimi tenía ya 81 años, que en Nigeria no es poco porque la esperanza de vida está ubicada dos décadas más abajo. Con un vozarrón impresionante, era una fuerza vital tanto sobre el escenario como en el trato cotidiano. Una amplia sonrisa y una carcajada sonora lo caracterizaban, así como su estatura y su porte erguido, que destacaban aún más con la amplia colección de agbada que solía lucir, la ropa tradicional yoruba que incluye cuatro piezas: sokoto (pantalón), awotele (una suerte de chaleco), ambos cubiertos por la brillosa tela del awosoke, de amplias mangas y una fila (gorra). Menciono el detalle porque el conjunto de la vestimenta lo mostraba majestuoso y exuberante, como si fuera un “oba” (dignatario yoruba).

Con Jimi desarrollamos un hermoso proyecto de teatro popular mientras trabajé como director de comunicación e información en Unicef Nigeria. Consistía en formar pequeños grupos de teatro comunitario, con jóvenes de las provincias más remotas (Local Government Authority), y crear obras dramáticas de fácil representación sobre los diez temas de salud más apremiantes, para presentarlas en comunidades donde no llegaba ni la radio ni la televisión (en esa época no había internet ni celulares).  Las obras que escribió y dirigió Jimi estaban basadas en los capítulos de Facts for Life (Para la vida, en castellano), obra emblemática publicada en varios centenares de idiomas conjuntamente por la Organización Mundial de la Salud, Unesco y Unicef (alianza inédita hasta entonces), y que en Nigeria pude editar en 1991 en los cuatro idiomas locales más importantes: yoruba, igbo, hausa y pidgin English.

La experiencia del teatro popular fue maravillosa, con más de 40 grupos locales formados por Jimi Solanke, que representaban las obras en giras por las zonas lingüísticas pertinentes, actuando siempre en el centro de las aldeas e incorporando a los aldeanos en las representaciones que solían terminar con la algarabía de canciones y bailes. La gente disfrutaba tanto las obras, que al concluir bailaban con los actores y pegaban sobre sus frentes billetes de 20 Nairas. Las piezas de teatro transmitían con humor mensajes básicos sobre el espaciamiento de nacimientos, la maternidad sin riesgos, lactancia materna, desarrollo infantil, inmunización, diarrea, tos y catarros, higiene doméstica, paludismo y SIDA. En las ediciones nigerianas añadimos un capítulo sobre el gusano de Guinea, que era endémico en el país.

Todo esto lo recogí en un libro titulado Popular Theatre (1994) que no se ha publicado en castellano, del que me siento orgulloso porque a la vez de ser una aproximación al teatro popular, es un manual para formar nuevos grupos de teatro comunitario. La experiencia fue además reseñada por mi amiga Lynn Geldof (hermana del músico irlandés Bob Geldof) en su libro Community Empowerment (1994).

A lo largo de ese proceso de trabajo innovador de comunicación comunitaria, Jimi Solanke fue un estupendo cómplice y amigo. Con él viajábamos a las comunidades más remotas de Nigeria para apoyar el trabajo en prevención y salud, lo que además me permitía huir de la burocracia de mi oficina en Lagos. Nigeria era un país muy difícil (a mi predecesor lo habían evacuado con crisis nerviosa al poco tiempo de su llegada), pero iniciativas como ésta y otras que desplegué con ONG nigerianas y en talleres de desarrollo participativo en coordinación con los gobiernos locales, justificaron las úlceras que me aquejaron durante cuatro años.

La fuerza de Jimi Solanke nos arrastraba a todos con su entusiasmo indoblegable, su creatividad y su humor inagotable. Cariñosamente era conocido como el “tío Jimi” o como “Baba Agba” (abuelo), aunque su esposa Margaret, con la que estuvo casado 40 años, lo llamaba “Jimi show” por su permanente temperamento histriónico.

Hay temas más cercanos y coyunturas más importantes. Probablemente la muerte de este artista nigeriano no signifique nada para Bolivia. Quizás yo sea el único en este país que lo haya conocido y lo recuerde con cariño. Al fin y al cabo, vivimos muy encerrados sobre nosotros mismos, aquí y allá y en todas partes. Esto me lleva a pensar en las cicatrices que separan países y continentes, creando a veces distancias mayores que las geográficas. Qué bueno sería que la cultura pudiera anular esas distancias y que un artista boliviano en Nigeria fuera tan apreciado como uno nigeriano en Bolivia. Pero no es así en este pequeño planeta fragmentado por intereses políticos y herido por absurdas fronteras.

Jimi era también compositor y cantante. Grabó varios discos con composiciones propias. Atesoro uno de ellos que ahora estoy escuchando para recordarlo mejor.

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The fear of death follows from the fear of life.
A man who lives fully is prepared to die at any time.
—Mark Twain

 


12 abril 2024

Periodismo que irrita al poder

(Publicado en Brújula Digital el jueves 11 de abril de 2024)

La lectura de Contra viento y marea (2024) es a la vez estimulante y deprimente. En este país donde es tan fácil caer en el desánimo, depende del ánimo del lector pero también de la mirada que ejercen los autores, ex directores del diario Página Siete, que luego de 13 años de existencia cerró sus ediciones de la noche a la mañana por decisión de los empresarios y dueños del medio informativo (en el que contribuí durante una década como columnista regular y colaborador en los suplementos).

Lo primero que uno aprecia es la continuidad no solamente cronológica, sino de ideales. Esta es la breve historia de un diario independiente en cuya dirección se pasaron la posta cuatro experimentados periodistas que mantuvieron “contra viento y marea” la vocación de exponer la verdad de los hechos y la independencia de pensamiento. Cada uno de ellos presenta un relato que difiere en su enfoque, pero el conjunto refresca la memoria y queda como un testimonio de la lucha contra el autoritarismo, contra la impostura y contra la “posverdad” (o la mentira que reemplaza a una mentira anterior).

En los cuatro relatos se enfatiza la suerte fatídica que marcó a Página Siete desde su nacimiento, pero no se subraya suficientemente el gran aporte que significó el diario durante su existencia. Es cierto que el final fue tan traumático para los periodistas, como para nosotros los columnistas (a los que muy poco se nos reconoce) y sobre todo para los lectores que perdieron el único medio impreso que valía la pena leer en La Paz. Para todos fue dolorosa la muerte súbita, cuando el dueño cerró las ediciones sin anestesia y huyó del país dejando en la calle a 36 periodistas que se enteraron esa misma mañana. A esos periodistas les debe todavía seis o siete meses de salarios y beneficios sociales, a los columnistas nunca nos pagó un solo centavo ni nos envió por cortesía un canasto de navidad, y a los lectores los dejó colgados, sin poder siquiera acceder a la plataforma de internet. Todo el archivo digital de Página Siete se perdió de un plumazo mezquino, y con ello ejemplares de valor histórico que no recuperaremos pues no hubo edición impresa (los días después del fraude electoral de 2019 y varias semanas durante la pandemia). Los dueños no tuvieron siquiera la decencia de dejar acceso libre al archivo digital acumulado durante 13 años. 

Raúl Peñaranda, Isabel Mercado, Mery Vaca, “Gato” Salazar 

 

Raúl Peñaranda dirigió Página Siete durante poco más de 3 años (y escribió 72 páginas) y Juan Carlos “Gato” Salazar se hizo cargo durante un tiempo similar (60 páginas). Luego asumieron la responsabilidad dos mujeres ya vinculadas al diario antes de ser directoras. Isabel Mercado estuvo cuatro años (46 páginas) y Mery Vaca los dos años finales (57 páginas). En los cuatro testimonios hay diferencias de estilo y de contenido: Peñaranda hace énfasis en las dificultades para montar desde cero un nuevo proyecto y las presiones para que fracase. Salazar, en el capítulo más periodístico de todos, aborda los grandes temas que reveló el diario y los conflictos que ello supuso. Mercado subraya las crisis que tuvo que enfrentar por la coyuntura política (fraude electoral) y social (pandemia) y su desesperado intento de salvar el diario mediante innovaciones de contenido y el inicio de una migración al soporte digital. Finalmente, Vaca narra el desmoronamiento definitivo a pesar de su esfuerzo para completar la migración digital y un proceso de suscripciones (que no prosperó) para hacer sostenible el diario.

Peñaranda, periodista con visión empresarial, al que nunca le faltan iniciativas creadoras, narra con detalles (y anécdotas desconocidas para la mayoría de los lectores) la génesis del diario y las dificultades que enfrentó frente a un gobierno ávido de controlar todos los poderes y también el llamado “cuarto poder”: el pensamiento independiente expresado en los medios de información. Desde el inicio Página Siete hizo un periodismo fiscalizador de la cosa pública, señalando de manera crítica y bien informada las tremendas vulneraciones cometidas por el gobierno de Evo Morales, que se pasaba por el arco las leyes y su propia Constitución amañada. La falta de ética y la pobreza moral del régimen se convirtieron en norma, en lo grande y en lo pequeño. Jamás antes hubo una degeneración de valores tan profunda, permeando poco a poco en toda la sociedad. La impostura, el doble discurso y el engaño se convirtieron en los nuevos “valores”. 

El relato de Peñaranda es una vitamina para los desmemoriados que prefieren la amnesia voluntaria porque les permite acomodarse mejor. La violencia en Chaparina, el turbio tráfico de influencias de Gabriela Zapata y su relación secreta con Evo Morales y con Juan Ramón Quintana (“mi Rey”), la corrupción de Santos Ramírez (el amigo de “cama y rancho” de Morales), involucrado en el asesinato de Jorge O’Connor (otro corrupto), el elefante blanco de la planta de urea, la carretera a través del TIPNIS y la inmensa cantidad de contratos directos sin licitación, son apenas algunos de los escándalos que destapó Página Siete. Las denuncias se hacían con nombre y apellido, de ahí que pasarán a la historia bichos malosos como García Linera, Quintana, Romero, Llorenti, Salvatierra, Dávila, Suxo, Achacollo, Choque y otros que rodeaban al cacique encumbrado en el poder. La ausencia de justicia hace que todos ellos andes libres todavía, sin ser procesados. No puedo dejar de recordar a muchos otros de menor trascendencia, que han estado transitando por las “puertas giratorias” del gobierno, pasando de uno a otro cargo durante más de 17 años, bien aferrados al poder y sin hacerse notar demasiado, pero beneficiándose siempre de contratos rentables en instituciones públicas.

La falta de transparencia del gobierno, señalada por Peñaranda en su texto, fue cada vez mayor, y las denuncias del diario provocaron la ira de los esbirros digitados por Quintana. Los ministros atacaban a Página Siete por turnos bien concertados y con el mismo guion, como calesita del poder autocrático. Incapaces de rebatir la verdad, ventilaban mentiras en contra de la persona del director, que dio un paso al costado para preservar la integridad del diario.

El texto de Juan Carlos Salazar no le dedica mucho al hostigamiento que pesaba sobre Página Siete durante su gestión. No es un capítulo que hable de la persona del director (que sin duda tendría mucho que contar), sino de los principales temas que ocuparon a Página Siete en ese periodo, en un estilo de crónica que hace apasionante la lectura. Por un lado, el sonado “caso Zapata” (tráfico de influencias, mentiras y manipulaciones), luego la corrupción multimillonaria y masiva en el Fondo Indígena, que enterró la idealización de los “movimientos sociales” al desnudarlos como corruptos y oportunistas. A esos escándalos hasta ahora impunes se sumaron temas tan importantes como el referendo del 21 de febrero de 2016, que acabó mostrando el rostro autoritario de Evo Morales que se aferraba al poder por todos los medios y contra la voluntad mayoritaria del país. Bolivia dijo NO, y todo lo malo que se precipitó a partir de allí es de responsabilidad exclusiva de Evo Morales, que tendría que enfrentar un juicio de responsabilidades más pronto que tarde. 

Ya para el anecdotario, Salazar narra en detalle la triste historia del vicepresidente García Linera, mentiroso recalcitrante, que pretendió hacerse pasar por licenciado en matemáticas. El pez muere por la boca… Página Siete no hizo sino subrayar las contradicciones y mentiras de los gobernantes, que solitos se metían en camisa de once varas por abrir demasiado la boca. Evo Morales, García Linera y Choquehuanca son los mejores ejemplos de mentira e impostura. Como la verdad irrita tanto al poder se profundizaron los ataques y amenazas contra Página Siete, no solamente de palabra si no de hecho. Todo el poder se ejerció contra la prensa independiente, con rabia y con saña.

El relato de Salazar está sembrado de citas de grandes periodistas, lo cual le otorga un sesgo más académico que el de los otros relatos del libro. Salazar analiza la función del periodismo independiente en un marco más amplio, con referencias a otros países, que son útiles para definir por ejemplo aquello que se ha dado en llamar la “posverdad” tan propia de los gobiernos populistas (Putin, Trump, Bolsonaro, Chávez, Kirchner, etc), que el gobierno del MAS no ha cesado de emplear desde sus inicios.

“La mentira es mentira, aunque se llame posverdad. Y la posverdad es el prefascismo”, dijo Antonio Caño, ex director de El País de España, citado oportunamente. Eso tuvimos y eso tenemos: un prefascismo autoritario y sordo.

Mi reflexión al leer el libro era: ¿Cómo sigue libre un maleante de la talla de Evo Morales? Y no pude dejar de pensar en el narcotraficante colombiano Pablo Escobar, quien se las arregló también para tener legitimidad pública y apoyo popular suficiente para llegar a ser electo diputado suplente por la Alianza Liberal, mientras sembraba de violencia su país.

Los textos de Isabel Mercado y de Mery Vaca son desgarradores testimonios de una muerte anunciada y los esfuerzos realizados para prolongar la agonía y quizás, milagrosamente, salvar al herido de muerte.

Isabel narra los esfuerzos para fortalecer la edición dominical, la creación de la revista Rascacielos (que fue una bocanada de aire fresco en su momento), los Dossier 7 de investigación, y la continuidad en la publicación de algunos libros en la nueva rotativa (que apenas se menciona en el libro). El suplemento semanal Decisión 2019, fue un esfuerzo extraordinario que parecía diseñar un camino de recuperación de lectores para la edición impresa, pero los acontecimientos políticos posteriores al fraude electoral, la feroz arremetida desde el poder y luego la pandemia, echaron por tierra las mejores intenciones. Esta última circunstancia obligó a acelerar la migración a una plataforma digital, tarea pionera en Bolivia, pero mal pagadora en un país donde hay tan pocos lectores con posibilidades de pagarse una suscripción.

Los últimos estertores le tocaron a Mery Vaca, aunque Isabel Mercado hizo todo lo posible para apoyarla e inventarse formas de sostenimiento económico del diario (algo que hubiera correspondido hacer a los dueños capitalistas, y no a los periodistas). Aunque en ningún lugar del libro se dice cuál era el tiraje de Página Siete en sus diferentes etapas, queda claro que este disminuyó drásticamente en paralelo a la disminución de la publicidad, la reducción de periodistas y del número de páginas de información. Leemos con tristeza el desenlace final, en las condiciones indignas en que se produjo por decisión de los dueños. En su carta de despedida, Garáfulic sólo agradece a los lectores, y no a los periodistas y menos a los columnistas. Es una despedida hosca e indolente. A mí no me dan lástima los inversionistas, que siempre tienen parte de su patrimonio en otros países y nunca pierden. No sufren las angustias de llegar a fin de mes sin pagar los servicios esenciales.

Aunque los exdirectores apenas lo mencionen (salvo Isabel Mercado, que le dedica una página), la gente compraba (o consultaba en línea) Página Siete sobre todo para leer las columnas de opinión. Basta preguntar de manera aleatoria a los lectores. Los más de 50 columnistas regulares eran el puntal del diario independiente. Otro pilar fueron los suplementos (Inversión) y las ediciones especiales que hacían los propios periodistas, (ellos sí rentados), sobre diferentes temas de actualidad. Por ejemplo, los excelentes suplementos sobre las elecciones (Decisión 2019) y también aquellos informes (Dossier 7) que abordaban en profundidad temas diversos (minería salvaje, deforestación, feminicidios, construcciones ilegales, etc). El suplemento Letra Siete (s0bre literatura) e Ideas, que luego se fusionaron, contaba con las generosas colaboraciones regulares y ocasionales de muchos intelectuales notables. Sin las páginas de opinión las ediciones de lunes a sábado no hubieran tenido el mismo atractivo.

La información era importante en las ocasiones en que se destapaban asuntos polémicos, como los que señala en su capítulo Juan Carlos Salazar, pero no era lo más relevante en el día a día del diario, porque además esa misma información circula de muchas maneras y llega rápidamente a los lectores a través de las redes virtuales.

Me precio de ser amigo de los cuatro directores, y los tres últimos saben que como lector y columnista los molesté muchas veces (también a Baldwin Montero, subdirector en la última etapa) porque me fijé en algún error en un nombre, un pie de foto equivocado, titulares mal escritos o alguna foto sin el crédito correspondiente (entre ellas varias de mi autoría). Más de una vez les dije: “Fusilen al corrector”, hasta que me explicaron que por la situación de carestía no había nadie que corrija y que los propios jefes de sección eran los responsables de corregir. Esa mi actitud de “pulga en la oreja” era parte de mi apoyo crítico para que el diario se editara de manera intachable. Realmente lo leía con lápiz en la mano y como yo, probablemente otros que han lamentado la manera en que se liquidó a Página Siete.

Ahora queda como testimonio para el futuro este libro, el objeto-libro que no desaparecerá tan fácilmente porque quedará en bibliotecas y se multiplicará en versiones digitales cuando se haya recuperado la inversión de la edición impresa.

El prólogo de Sergio Ramírez, uno de los grandes narradores de América Latina, nicaragüense exiliado en España, debiera ayudar en la difusión, pero en este país tan ignorante nadie sabe quién es ese escritor que además fue vicepresidente de Nicaragua.

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Si la democracia ha sido diseñada para limitar al poder, la prensa contribuye a ella como fiscalizadora del mismo.
—Juan Carlos Salazar 
 

06 abril 2024

Ciudad en agonía

(Publicado el sábado 6 de abril en Brújula Digital, Público Bo y ANF)

Deberían estar trabajando 24 horas, con reflectores durante la noche, siete días a la semana, aprovechando que no ha vuelto a llover copiosamente en La Paz. En las noticias sobre desastres naturales en otros países, vemos centenares de obreros y maquinaria trabajando sin descanso y con capacidad de resolver problemas en pocos días. Aquí los responsables de la Alcaldía cruzan los dedos (hasta los de los pies) para que no llueva…

Las cicatrices de las lluvias del 25 de enero, del 14 de febrero y de la madrugada del 9 de marzo están todavía frescas, pero la suerte acompaña a la ciudad porque no ha vuelto a llover torrencialmente desde el 20 de marzo cuando en apenas 20 minutos el río Huayñajawira colapsó la calle 8 de Calacoto y al unirse con el Choqueyapu terminó de destruir la plataforma de Gramadal y el parque Bartolina Sisa, en Aranjuez. Apenas ha lloviznado un poco desde entonces, sin embargo, no vemos movimiento de maquinaria y de trabajadores en la proporción que sería necesaria para impedir que otra crecida del río La Paz vuelva a erosionar el único camino que comunica con Mallasa y Río Abajo.

Con nostalgia (ya que solía trotar allí los fines de semana) fui a ver el camino peatonal de la avenida Hernán Siles Zuazo, que ha desaparecido completamente por la violencia con que llegó el agua de cinco ríos que confluyen frente al parque de Las Cholas. A lo largo del trayecto, hay ahora un alto promontorio de piedra suelta para proteger la plataforma asfáltica. La enorme cabeza monolítica del mariscal de Zepita (obra de Ted Carrasco) apenas sobresale entre el cascajo y la arena. No soy ingeniero, pero me pregunto si otra lluvia torrencial no se llevaría esas toneladas de piedra suelta arrumada a ambos lados, poniendo en riesgo los puentes que están más abajo en el curso del rio: el de Aranjuez y el de Lipari. ¿No sería más lógico y práctico armar gaviones? El cascajo puede mantener el cauce del río cuando no hay mucha agua, pero otra crecida de dos metros podría retrocedernos a la situación de mediados de marzo.

Mi impresión es que la alcaldía ni tiene plena conciencia de la emergencia ni voluntad política. Está parchando aquí y allá, como hizo sin mucho éxito en la calle 17 de Obrajes, pero no enfrenta el problema con obras de mayor magnitud (las “super obras” son tan ridículas como los arreglos cosméticos de la plaza Abaroa). ¿Están esperando que vuelva a producirse una desgracia? Parecería que sí, porque las calles y avenidas siguen saturadas de material de arrastre, arena, arbustos y piedras que obviamente taponean las bocas de tormenta, tragantes y rejas de los desagües. En Achumani, tres semanas después de desbordarse el río Huayllani, siguen colmadas las calles con escombros. La maleza crece por todas partes y EmaVerde parece que no existe. Si no limpian la ciudad aprovechando los días secos, no será ninguna sorpresa que vuelva a suceder lo peor si cae otra fuerte lluvia.

En mi recorrido por Aranjuez vi 5 palas mecánicas y tractores en el rio, pero más de veinte máquinas estacionadas en corralones de la Alcaldía. ¿Serán tractores que ya no sirven? Podría ser, pues este es un país donde se guardan sin límite de tiempo cosas que no sirven y que solamente ocupan espacio, pues ni las mantienen adecuadamente, ni las reparan, ni las venden como chatarra. Son la imagen y semejanza de la burocracia, siempre allí, pero inservible.

Hice el trayecto de regreso por el “sendero del Águila”, desde cuya altura se puede apreciar la porción del barrio Amor de Dios y de la avenida Hernán Siles Zuazo que ha sido arrasada. El sendero está también afectado por derrumbes, no es un paseo para recomendar a nadie. En cualquier momento se pueden desprender rocas que ruedan hasta el mismo barrio Amor de Dios, donde ya ha habido que lamentar desgracias en el pasado. ¿A quién se le ocurrió lotear esa zona y permitir que se construyan viviendas? Entre los derrumbes y el río que amenaza con comerse la plataforma, hay apenas unos metros de inseguridad e inestabilidad.

Es típico de esta ciudad que construyan donde menos conviene. Los aires de río deberían ser terrenos municipales libres de construcciones, según la Ley 482 que establece una franja de seguridad de 25 metros. 

Para más prueba de la corrupción, muy cerca, junto al puente Amor de Dios, están dos torres inacabadas de Las Loritas, construidas en el peor lugar que se pueda imaginar. Por el momento las obras están detenidas (es un decir, pues han seguido levantando tabiques de ladrillo), porque carecen de autorizaciones municipales, pero deberían implosionarlas de una vez, demolerlas por completo antes de que concejales y funcionarios corruptos (Sogliano, Chain y otros bribones) otorguen permisos para continuar construyendo, como sucede con tantos edificios ilegales en La Paz. La ciudad entera está plagada de edificaciones fuera de norma. Cada una de ellas es un testimonio de la corrupción imperante.

Al alcalde Arias le ha tocado bailar con la más fea (tanto que le gusta bailar). Sus predecesores tienen también parte de responsabilidad, pero ello no lo exime de la propia. Perdió todos los meses de la época seca en estupideces, incapaz de plantear obras de infraestructura con visión de largo plazo. Revilla hizo diques de concreto en el rio Irpavi, y avanzó lo más que pudo en la canalización y el doble embovedado del rio Choqueyapu que permitirá unir mediante un nuevo camino la avenida del Poeta con la Costanera y Kantutani a la altura del ingreso a Obrajes. Arias no hizo ni un metro más, pero volvió a inaugurar con bombo y platillo la obra como si fuera suya. En México llaman “chuchuka”,  a quienes se apropian de la obra de otros, en referencia a un ave que hace enorme alharaca cuando se sienta sobre huevos que no ha puesto.

Deberían estar prohibidas las inauguraciones de obras que no están terminadas. Basta ya de “primera piedra” y otras sandeces. El mejor alcalde será el que haga obras sin poner su foto en anuncios espectaculares (como hacía Evo Morales como si la plata saliera de su bolsillo). El mejor alcalde será el que entregue obras sin alharaca, sin discursos demagógicos y sin pretensiones de participar en alguna contienda electoral.

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God the first garden made, and the first city Cain.
Abraham Cowley