26 diciembre 2021

Raíz e identidad del cine boliviano

(Publicado en Página Siete el domingo 14 de noviembre de 2021)

 En un artículo anterior mencioné el evento “Representaciones transformativas de la identidad nacional: Expresiones artísticas y culturales bolivianas”, una serie internacional de conversaciones virtuales organizada por Carolina Scarborough, boliviana radicada en Estados Unidos, especialista en arte latinoamericano de la New York University (NYU).

 La última sesión nos reunió con Raquel Romero, Diego Mondaca, Marcos Loayza, para hablar del cine boliviano como un medio incipiente que lucha por adquirir vigencia nacional e internacional. Mi ponencia se refirió a la “Trayectoria social e identidad del cine boliviano”, partiendo del presupuesto de que todo el cine que se ha hecho en Bolivia, desde sus orígenes, ha estado marcado por la preocupación por nuestra sociedad y nuestra cultura. A continuación, un apretado resumen.

 La producción de cine en Bolivia ha mantenido a lo largo de un siglo:

a)    La impronta de un cine independiente, obra de cineastas que pueden arriesgarlo todo para hacer cine, aunque por ello no reciban ningún reconocimiento y menos aún compensación económica.

b)    El compromiso de los cineastas con la identidad nacional e indígena, que ha sembrado la historia del cine boliviano con obras que cuestionan la realidad de manera crítica, y por ello se convierten en películas polémicas y con frecuencia sujetas a la censura.

Cuando a principios de la década de 1970 comencé a investigar la historia del cine boliviano, no había fuentes escritas, apenas algunos artículos cortos cuya información tuve que verificar. Las fuentes sobre películas que se pensaban desaparecidas eran fundamentales, pero más lo fueron las conversaciones que tuve con los cineastas y actores que aún estaban vivos.

 En 1938, en un diario de Cochabamba se publicó un artículo de Raúl Montalvo, titulado “Lo que es cinematografía en Bolivia” donde el autor se refiere vagamente a los filmes de Luis Castillo, de José María Velasco Maidana y sobre todo se ocupa de “La Guerra del Chaco”, de Luis Bazoberry García. Ese texto, tiene la virtud de referirse al primer filme, prácticamente desconocido hasta entonces, de Velasco Maidana: “La profecía del lago”.

 Trece años más tarde, el 1º de enero de 1953, después del triunfo de la revolución de abril de 1952, el diario La Nación publicó el artículo de Raúl Salmón: “Auspiciosas perspectivas del cine nacional”. Se trata de la primera síntesis histórica del cine boliviano con informaciones que pude verificar. Salmón se refiere a Luis Castillo, Arturo Posnansky, Velasco Maidana, Bolivia Films, el Instituto Cinematográfico Boliviano, y a una serie de cortos publicitarios rodados entre 1948 y 1952.  El autor obtuvo sus datos directamente de Castillo, el pionero del cine boliviano que estaba vinculado como camarógrafo a casi todo el cine que se había hecho en Bolivia antes de 1940.  Wenceslao Monroy, Gastón Velasco y Luis Llanos Aparicio, fueron también consultados por Salmón.

La chirola, de Diego Mondaca

 En 1954 el flamante Instituto Cinematográfico Boliviano (ICB) editó un número único de la revista Warawara, en la que figura un artículo sin firma, titulado “Breve historia del Cine en Bolivia”.  No se avanza mucho sobre lo publicado anteriormente, por el contrario, el texto no toma en cuenta los datos importantes proporcionados en el artículo de Salmón. En julio de 1958 la revista de artes y letras Khana publicó una separata de 16 páginas: “Historia del cine y su desarrollo nacional” de Marcos Kavlin, representante de la firma Kodak en Bolivia y miembro del Consejo Municipal de Cultura.  A lo largo del artículo se amplía y actualiza el texto de Raúl Salmón, pero los nuevos aportes sobre el período histórico anterior a 1950 no son significativos.  Kavlin, que falleció en 1977, me contó dos años antes que había basado su artículo sobre el texto de Salmón sin confirmar los datos allí consignados.

 Podríamos decir que el cine boliviano nació al mismo tiempo que la censura. Si bien antes de 1925 se habían realizado algunos cortometrajes y sobre todo se habían filmado “vistas locales” de acontecimientos públicos, las primeras películas de ficción reconocidas como tales son “Corazón aymara” de Pedro Sambarino, estrenado el 14 de julio de 1925, “La profecía del lago” (aunque filmada en 1923, se estrenó diez días después del filme de Sambarino), y “La gloria de la raza” estrenada el 9 de septiembre del mismo año, de Arturo Posnansky y Luis Castillo.

Amanecer chipaya, de Alfonso Gumucio 

 Desde su título “Corazón aymara” indica su contenido social en favor de los indígenas. Un comentario publicado después del estreno lo dice claramente: “Corazón Aymara es uno de los innumerables gritos de aquel clamor que protesta contra la efectiva esclavitud de los indios, esclavitud que se manifiesta con las servidumbres feudales a que siguen obligados, con la indefensión, la incultura en que se han visto circunspectos deliberadamente, la extorsión de parte de patrones, corregidores, párrocos y otros elementos más que medran en las aldeas con el beneficio del esfuerzo indígena”.

 “La profecía del lago” no solamente es considerado como unos de los dos primeros largometrajes de ficción del cine boliviano, sino también el primer caso de censura, porque su argumento. Uno de sus actores, Donato Olmos Peñaranda, me comentó: “El tema es el de un señor millonario, con fincas cerca del lago, cuya mujer se enamora de un indio que cuida la casa.  En una escena de fiesta se veía a las señoras de la sociedad paceña.  Como el film escandalizó tanto el día de su estreno, no duró ni dos días en cartelera”. Un juez ordenó la incineración de la obra, que por suerte no se cumplió.

 La tercera obra estrenada en 1925 también aborda un tema que toca la identidad nacional, pues reconstruye visualmente episodios de la civilización de Tiwanaku. “La gloria de la raza” fue realizada por el arqueólogo Arturo Posnansky, lo cual lo coloca en una posición de autoridad científica para realizar una película sobre ese tema. Según las notas de prensa de la época, y sobre todo de un cuadernillo que se publicó con el guion del filme, el filme narra el encuentro en las aguas del lago Titicaca entre un arqueólogo y el último sobreviviente de la civilización uru. Una vez más, la preocupación por la identidad indígena constituye el eje central del cine pionero de Bolivia.

Raquel Romero

 Lo propio sucede con la última película del periodo mudo, una “superproducción” para la época: “Wara-wara” de José María Velasco Maidana, artista versátil (músico, cineasta y artista plástico), que supo aglutinar en torno al proyecto a lo mejor del mundo artístico. La película, estrenada a principios de 1930, reconstruye escenas de la civilización de Tiwanaku y el choque cultural que se produce a la llegada de los conquistadores españoles. Aquí también, la historia con “H” mayúscula se teje con la historia íntima de los amores de un capitán español con una joven ñusta indígena.

 Es difícil encontrar en los orígenes del cine en otros países de América Latina, una huella tan importante de la identidad nacional en absolutamente todas las películas de ficción producidas.

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El cine nunca es arte. Es un trabajo de artesanía,
de primer orden a veces, de segundo o tercero lo más.
—Luchino Visconti

 

22 diciembre 2021

MAS, nacional-socialismo

(Publicado en Página Siete el sábado 27 de noviembre de 2021)

 No solo porque compró su sigla y su bandera a la Falange Socialista Boliviana (FSB), sino por su forma de actuar y su estrategia de avasallar las instituciones del Estado, el MAS recuerda al nacional-socialismo que creció como la espuma en Alemania con Hitler y en Italia con Mussolini.

 Hitler adoptó la esvástica, el símbolo milenario hindú del bienestar y de la buena suerte, y lo convirtió en un símbolo del terror político, del mismo modo que el MAS retomó la bandera cuadriculada de siete colores de origen español (Sigo XVII), y la popularizó como la wiphala, bandera aymara que ahora simboliza la revancha social. Los símbolos cambian así de contenido, de acuerdo a quien los usa y abusa de ellos.

 Las camisas pardas de las milicias del nazismo, las azules de la Falange franquista, o las negras de los fascistas italianos identificaban a los grupos de choque militarizados, tal como ahora el azul flamea sobre los paramilitares del MAS o las rojas hacen reconocibles a las milicias bolivarianas de Nicolás Maduro.

 El nacional-socialismo creció como una ola imparable en la Alemania de la década de 1920 porque ofrecía inicialmente la promesa de mejores días para los obreros y para los oprimidos. También ellos fueron una “mayoría” de conversos, como una nueva religión que arrasa. Ya sabemos en qué terminó el nacional-socialismo. Basta leer un poquito sobre la llamada “Noche de los cristales rotos” en 1938, como un ejemplo emblemático de la violencia emergente en Alemania. Y cómo olvidar el holocausto, la barbarie de Mussolini o los fusilamientos de Franco.

 Estos son movimientos que en nombre de reivindicaciones sociales pretenden y consiguen el control absoluto del poder y de todas las instituciones del Estado, usando para ello consignas raciales y discursos de odio, como hemos visto en Bolivia durante tres lustros del MAS.

 Los discursos de resentimiento social, como los que esgrime Choquehuanca cada vez que echa espuma por la boca, han dividido al país como nunca antes. Y no lo han dividido entre “indios” y “blancos” como quieren hacernos creer. Primero, porque no existe una supuesta pureza racial en un país tan abigarrado y mestizo como el nuestro. Segundo, porque la disputa por el poder es entre un sector oportunista altiplánico contra el resto del país.

 La simplificación nos quiere hacer ver la lucha de opuestos entre “aymaras” y “cambas”, pero no hay tal. Ni el gobierno del MAS es “indígena” (basta ver el gabinete de ministros), ni los cambas representan una amenaza racial. Lo que está en disputa es el poder económico y político.

 Para lograr sus objetivos de controlar territorialmente el país, el MAS ha implementado desde hace años una estrategia de avasallamiento que opera de la misma manera al invadir tierras de áreas protegidas o propiedades agroindustriales, o espacios de poder político e institucional. Los incendios que destruyeron millones de hectáreas de bosque para allanar el ingreso de los llamados “interculturales” (especuladores de tierras), son parte de esa estrategia, como lo son los ataques de bandas encapuchadas y armadas que responden a las consignas del MAS y el copamiento torpe del poder judicial y electoral.

 Juan R Quintana, el remedo de Hermann Göring en el MAS, amenaza con crear un “ejército de Evo” para “los próximos 50 años”, siguiendo el modelo hitleriano de organizaciones paramilitares, y el ejército boliviano no dice ni pío, los generales se hacen pis de susto. Esos grupos de choque actúan con violencia tanto en áreas rurales como en las ciudades donde se desplazan a las zonas donde hay manifestaciones pacíficas para quebrarlas con apoyo de la policía, que se acomoda destruyendo de un plumazo el prestigio que intentó recuperar cuando se negó a reprimir a la población. Hoy los jefes policiales hacen gala de servilismo para ascender rápidamente, mientras en privado hablan pestes del MAS. Han perdido el último átomo de integridad moral.

 En la misma dirección va el control del aparato judicial, o los intentos de prescindir simplemente de él (como quiso imponer la Ley 1386), mediante allanamientos o apresamientos sin orden judicial, o escuchas telefónicas ilegales (que el presidente Arce solía disfrutar personalmente cuando era ministro de Evo Morales). De ese modo, se impone el régimen para-policial del MAS y el resurgimiento del nacional-socialismo latinoamericano, muy lejos en el tiempo y en el espacio de su modelo original europeo.

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El nacionalsocialismo no es ninguna doctrina de inactividad;
es una doctrina de lucha. No es una doctrina de goce,
sino una doctrina de esfuerzo y de lucha.
—Adolf Hitler
 

18 diciembre 2021

Representaciones transformativas

(Publicado en Página Siete el domingo 31 de octubre 2021)

Luego de un año de preparación, tuvo lugar entre el miércoles 18 de agosto y el miércoles 20 de octubre el evento “Representaciones transformativas de la identidad nacional: Expresiones artísticas y culturales bolivianas”, una serie internacional de conversaciones virtuales organizada por Carolina Scarborough, boliviana radicada en Estados Unidos, especialista en arte latinoamericano de la New York University (NYU).

 Las siete sesiones de aproximadamente dos horas cada una, fueron grabadas y están disponibles en YouTube. Dada la fragilidad en el tiempo de las plataformas virtuales, incluso aquellas que parecen más establecidas, sería importante recoger las 22 ponencias del evento en un libro. Al fin y al cabo, el papel sigue mostrando mejor capacidad de resistencia contra la desmemoria. Su tangibilidad adquiere renovado valor cada vez que se producen apagones inesperados de tecnologías aparentemente invulnerables, pero que envían temblores en escala mundial cuando fallan.

 El conjunto de estas conversaciones, que contó con la participación de especialistas de primer nivel en Bolivia y en Estados Unidos, permite dar a conocer la fuerza del pensamiento cultural y del arte boliviano a nivel internacional, para cubrir de esa manera una ausencia señalada por la organizadora del evento: nuestro país ha tenido y tiene grandes artistas, pero en el escenario internacional no compite en las mismas condiciones con otros países de la región latinoamericana cuyos nombres suelen aparecer en letras más grandes en la cartelera cultural.

 Todos quienes trabajamos en el campo de la cultura hemos sentido en algún momento la sensación de aislamiento y marginación, atribuida en algunos casos a nuestra mediterraneidad y en otros a la falta de compromiso del Estado con la cultura. Nos sentimos encuevados, aunque dentro de las fronteras podamos hablar -como lo hacía Pedro Shimose hace muchas décadas, de una “cueva iluminada”. El resplandor está adentro y nos permite plasmar obras en los muros, pero ello rara vez trasciende a menos que los artistas se trasladen físicamente a otros espacios fuera de Bolivia.

 Algunos artistas bolivianos han tenido mejor proyección internacional que otros, en parte por la ventaja de haber vivido en Europa o Norteamérica, como fue el caso de María Luisa Pacheco, que desarrolló su pintura a partir de la cultura andina, pero con una mirada enriquecida por el contacto con las vanguardias artísticas durante los años que vivió en Nueva York. Este mismo evento prueba que las puertas se abren mejor para los artistas (o investigadores) que se establecen fuera de Bolivia o que tienen la oportunidad de mantener un pie afuera.

 “El propósito de esta serie es el de proporcionar un espacio artístico, cultural y conceptual a fin de poder examinar más de cerca el proceso de construcción de identidad boliviana, visto a través de un enfoque y un lente filosófico muy específico: el de sus expresiones artísticas y culturales. Todo esto con la finalidad manifiesta de reintroducir la producción cultural de Bolivia en el panorama artístico latinoamericano e internacional”, expresan los organizadores de “Representaciones transformativas de la identidad nacional”, a tiempo de reconocer que “en el contexto del arte latinoamericano, la historia del arte de los países menos explorados es, hoy por hoy, un terreno casi virgen”.

 

“En estos tiempos inciertos, con el surgimiento de crecientes amenazas a la democracia y una crisis económica que continúa ampliando las desigualdades sociales y raciales a nivel global, es más importante que nunca el poder dar voz a las comunidades minoritarias, más vulnerables y poco reconocidas, a la vez que aprendemos de ellas”, añaden.

 La serie contó con siete paneles para abordar, en la mayoría de ellos, diversas expresiones de las artes visuales a través de la historia de Bolivia, desde el arte rupestre y la producción más antigua de textiles, hasta el cine actual, como expresión audiovisual que prolonga la misma problemática enfrentada por la pintura. Estos son los paneles y los ponentes:

 1. Mestizaje y ruptura en el arte boliviano modernista (Fernando Calderón, Michele Greet, Valeria Paz);

 2. Una Revelación en torno a tres siglos de pintura colonial (Carlos Mesa, Suzanne L. Stratton-Pruitt, Marcus Burke)

 3. ¿Qué es el arte visual indígena? Origen e identidad en al arte global (Pamela Calla, Tara Daly, Sharon Pérez, Rosemery Mamani);

 4. Expresiones artísticas y culturales transformativas de la identidad boliviana (Lucía Querejazu, Claudia Joskowicz, Fernando Casas);

 5. Arte rupestre y textiles: El génesis de la cultura visual boliviana (Roy Querejazu, Véronica Cereceda);

 6. La construcción de la identidad nacional en la prosa literaria boliviana (Eduardo Mitre, Javier Sanjinés, Mónica Velásquez Guzmán);

 7. Un medio cinematográfico incipiente: su impacto en la imagen y la identidad de Bolivia (Alfonso Gumucio, Raquel Romero Zumarán, Diego Mondaca, Marcos Loayza).

 En tiempos de pandemia, los eventos virtuales se han multiplicado con ventajas y desventajas. La proliferación no siempre ha estado acompañada de calidad, y es frecuente el riesgo de caer en el facilismo de “talking heads” que pontifican sobre cualquier cosa. Por ello, la serie “Representaciones transformativas de la identidad nacional” es excepcional, porque es el resultado de una preparación meticulosa para poner en conversación, tanto en inglés como en castellano (ambos con traducción simultánea), a académicos que hablan de sus investigaciones y a artistas que muestran su obra y reflexionan sobre ella.

 Sobre este punto dicen los organizadores: “El modo tradicional mediante el cual el mundo del arte da a conocer la producción cultural de un país, o de un artista especifico, suele ser a través de una exposición. Sin embargo, las circunstancias sin precedentes de la pandemia mundial han cambiado la forma en que podemos trabajar y la forma tradicional de hacer las cosas. Lo verdaderamente importante en este contexto, es que estos paneles ofrecen una oportunidad única para aprender sobre la compleja historia y cultura de Bolivia, además de presentar a los artistas establecidos y emergentes de este país Andino”.

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Otros han visto lo que es, y preguntan por qué.
Yo he visto lo que podría ser, y me he preguntado por qué no.
—Pablo Picasso 

14 diciembre 2021

Epifanía retroactiva con Dr. Jekyll y Mr. Hyde

(Publicado en Página Siete el sábado 13 de noviembre de 2021)

 Tuve en estos días una suerte de epifanía retroactiva mientras revisaba, para un trabajo de investigación, los hechos ocurridos hace exactamente dos años, inmediatamente después de las elecciones del 20 de octubre de 2019 y del fraude electoral orquestado por el gobierno de Evo Morales.

 Mientras leía la prensa de entonces y la de estos días, tenía la impresión de que se entrelazaban indisolublemente. Hay cosas tan parecidas, que (pandemia aparte), la historia parece repetirse y el actor principal es nuevamente Evo Morales, con sus llamados a cercar ciudades, a organizar marchas, a tomar las calles, a organizarse en grupos de “soldados” (los militares no dicen nada, muy calladitos y sometidos) para defender un proceso corrupto en el que el propio Morales debería estar pagando muchas cuentas.

 La epifanía me causó un estremecimiento, pues ya conocemos cual es el resultado de los llamados a enfrentamientos entre bolivianos. Hace dos años muchos pagaron con sus vidas mientras Morales daba instrucciones por teléfono a un narcotraficante que tenía mandamiento de apremio, Faustino Yucra, que probablemente ahora está libre como tantos otros criminales que engruesan las filas del partido azul neofascista.

 La fuerza bruta y la violencia por encima del diálogo, el avasallamiento torpe, por encima de las leyes y de la Constitución, caracterizan a una organización política que mueve a grupos violentos con dinero cuya proveniencia es dudosa. La población reconoce en estos días al dirigente cocalero camorrero, que a patadas consigue lo que quiere, como siempre incapaz de sostener una discusión con alguien que piense de manera diferente. Lanzar sus huestes a las calles con palos y cachorros de dinamita es la única manera de actuar que conoce.

 En ese escenario de confrontación y amedrentamiento repite su manera de actuar en 2002-2005 y en 2019, primero cuando pugnaba por llegar al poder y luego cuando se vengaba por haberlo perdido. Se repite literalmente su táctica de crear inestabilidad en las calles, pero al mismo tiempo en instituciones como el poder legislativo. Juega sus piezas en varios espacios y cuando pierde, patea los tableros.

 En ese afán lo acompaña David Choquehuanca, que se despojó en menos de un año de su discurso esotérico de la hermandad y la paz entre los bolivianos. Su verdadera cara siempre fue la de la revancha y el odio racista, que alienta en todas las concentraciones políticas con militantes del MAS.

 Mientras tanto, el “presidente” de Bolivia (pero no de todos los bolivianos), sufre un grave trastorno de personalidad a tiempo de cumplir su primer año como no-presidente. Probablemente Arce Catacora (“Arcínico” para los amigos) padece de esquizofrenia o bipolaridad, pues tiene una personalidad “for export” y otra personalidad que conocemos dentro de Bolivia. Su caso clínico es parecido al del Doctor Jekyll y Mister Hyde (la obra de Robert Louis Stevenson), donde el desdoblamiento de personalidad deriva en actos criminales. O si se quiere, (para los que no entienden de literatura), la mano izquierda no sabe lo que hace la mano derecha.

 La distancia entre el discurso de Arce y sus acciones es cada vez mayor a medida que transcurre su desorientado gobierno. Para los discursos se ha vuelto un campeón, como otros de la escuela masista, que pueden hablar mucho sin decir nada y mentir sin sonrojarse. Lastimosamente, los hechos de gobierno demuestran todo lo contrario. La marioneta de Evo Morales se recetó un viaje con frondosa comitiva a la 26 Cumbre sobre Cambio Climático, un gasto insulso porque su gobierno no tiene nada que ofrecer al mundo, solo palabras sin contenido. Fue una gira turística más que otra cosa.

Avasalladores en Guarayos

 En Glasgow se mandó un discurso que es una pieza de antología. Afirmó que su gobierno lucha en favor de la Pachamama, de la “madre tierra”. Lo hizo dos días después de que avasalladores de su partido político invadieron, encapuchados y con armas, propiedades en la provincia Guarayos, con el propósito de apoderarse con violencia de tierras para especular con ellas. Lo hizo al mismo tiempo que se quemaban miles hectáreas en Pilón Lajas. Lo hizo en nombre de un gobierno que causó mediante decreto la quema de más de cinco millones de hectáreas en la Chiquitanía. ¿No se da cuenta, o será que simplemente es cínico?

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Algunas personas son tan falsas
que ya no son conscientes de que piensan justamente
lo contrario de lo que dicen.
—Marcel Aymé