En su nueva etapa,
Paula Villegas Hincapié ocupa el cargo de gerente del Centro Cultural de las
Artes Audiovisuales del Instituto Distrital de las Artes (IDARTES). Ese es el
nombre completo de la Cinemateca, parte del complejo entramado cultural de la
Alcaldía Mayor de Bogotá. Paula Villegas, una artista en el campo de la video
danza, tiene la formación y la experiencia necesaria, ya que estudió dos
carreras que se complementan: comunicación social en la Universidad Bolivariana
de Medellín y artes plásticas en la Universidad Nacional. En España estuvo
durante dos años en Valencia para hacer una maestría en investigación y
creación en artes visuales, y otros dos años en Salamanca, donde completó una
maestría en historia del arte.
Trabajó cuatro años en el ministerio de Cultura,
en el área de televisión pública y otros tres años en la Pontificia Universidad
Javeriana de Bogotá, en el centro de creación e investigación conocido como el
Ático, un laboratorio cultural donde desde septiembre de 2010, las artes, las
tecnologías, la información y la comunicación convergieron con el concurso de
las Facultades de Artes, Comunicación y Lenguaje, Arquitectura y Diseño e
Ingeniería en busca de compartir conocimientos y experiencias de forma
colaborativa en un mismo espacio.
Visitar la nueva Cinemateca
de Bogotá acompañado por su directora-gerente, fue una oportunidad que me
permitió comparar esa experiencia con la de Bolivia y de otras filmotecas en
América Latina que he conocido a través de varias décadas.
A diferencia de la
Cinemateca Boliviana, la de Bogotá no es un archivo cinematográfico de la
producción nacional, sino una institución de promoción del cine y de
capacitación en artes audiovisuales. Hay otra entidad privada en Colombia, el
Archivo Fílmico, que tiene como misión el acopio, la restauración, la
catalogación y la preservación de la producción de cine en Colombia. Ambas instituciones reciben el apoyo del
Estado, algo que quisiéramos ver en Bolivia, donde la Cinemateca ha sobrevivido
a pesar del Estado, particularmente en los 14 años pasados.
Lo primero que llamó
mi atención al recorrer la Cinemateca de Bogotá es la dimensión y la estructura
del nuevo edificio, que cuenta con cuatro salas de cine, amplios ambientes dotados
del equipamiento necesario para ofrecer cursos y talleres de capacitación, un
salón para exposiciones temporales y la Biblioteca Especializada en Cine y
Medios Audiovisuales (BECMA) con espacio para alojar colecciones que
representan más de 50.000 unidades bibliográficas, hemerográficas,
fotográficas, iconográficas, gráficas, sonoras y audiovisuales. Tanto la
biblioteca, los espacios para talleres, una librería y el salón de exposiciones
se encuentran en la planta baja para facilitar el tránsito público, mientras
que las salas de cine están en el segundo y tercer piso.
El énfasis en la
capacitación es la principal vocación de la Cinemateca de Bogotá. De ahí que todos
los espacios están equipados con computadoras, estudios de filmación, y facilidades
que se ofrecen para que grupos de jóvenes puedan trabajar. Me dice Paula
Villegas: “Esta Cinemateca nació con el objetivo principal de expandir la
producción de contenidos audiovisuales, usando software libre y tecnologías de última
generación”. La Cinemateca ofrece becas para participar en los laboratorios y
esas actividades se realizan también de manera descentralizada en las
localidades, a través del proyecto Cinemateca Rodante. Además, una convocatoria
de residencia de proyectos, para jóvenes que llegan para trabajar durante un
mes o más en sus proyectos.
Los espacios incluyen
una sala de creación digital, con varias aulas para capacitación, no solo para
estudiantes de cine, sino para cualquiera que tenga interés en los procesos
creativos audiovisuales. Estos espacios están reservados para la creación de
contenidos inmersivos, e incluyen un estudio de televisión y facilidades de
postproducción.
“Tuvimos que elegir
entre ser un centro cultural o un museo de cine, y escogimos ser un centro
cultural, ya que no tenemos archivos fílmicos, salvo una cantidad pequeña,
copias internacionales de tránsito que se fueron quedando en la Cinemateca. Toda
la nacional se entrega a Patrimonio Fílmico. Nosotros tenemos algunas copias
interesantes como “El acorazado Potemkin” (1925) de Eisenstein, o “Nanook el esquimal”
(1922) de Robert Flaherty. Tenemos una copia única, que no existe en todo el
planeta, de un film donde aparece Benny Moré, y un documental sobre el Che
Guevara que es una copia única. Estamos acondicionando una bóveda para guardar
todo eso”, agrega Paula Villegas.
Las copias residuales que películas del cine mundial que circularon alguna vez
en las salas de cine de Colombia, se conservan en la Cinemateca y se digitalizan
allí gracias a una máquina especial para ese fin, quizás menos sofisticada que
la que conocí en la Cinemateca del Ecuador, pero suficiente para preservar los clásicos
del cine mundial y de América Latina, como “La perla” (1947) de Emilio Fernández.
Con apoyo de un proyecto de Ibermedia, se están cambiando los envases de las
películas, descartando los de metal.
“Algunas de las
copias estaban mal conservadas, olían a vinagre. Hemos estado separando las
copias que olían a vinagre de las otras, y vamos a colocarlas poco a poco en la
bóveda a una temperatura adecuada. Lo ideal sería tenerlas todas a unos 5
grados de temperatura”, me explica Henry Caicedo, arquitecto de formación, a
cargo de la restauración, digitalización y preservación, luego de un
entrenamiento que recibió en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de
los Baños, en Cuba.
Además de libros, la
Cinemateca de Bogotá publica regularmente dos colecciones de revistas: los
“Cuadernos de cine colombiano”, de aproximadamente 200 páginas, y la Revista
Cinemateca, con un formato más ligero (20 páginas), con artículos de
divulgación sobre las actividades y la programación de la Cinemateca. Ambas
publicaciones están muy bien diseñadas y su contenido incluye artículos, crítica
de cine, entrevistas, fotografías, etc. El formato de “Cuadernos de cine
colombiano” es cuanto más interesante cuanto que cada número está a cargo de un
“editor invitado”. Por ejemplo, David
Melo para un especial sobre “Cine y televisión” (Nº 25), Jaime Tenorio para “Instrumentos
del Estado para el fomento del cine” (Nº 26) o Isabel Torres Reyes para “Sonido”
(Nº 29). Estos tres números corresponden a 2016, 2017 y 2019.
En los pisos superiores,
la Cinemateca cuenta con 4 salas (3 de cine, equipadas en 4K y proyectores de
35mm), que funcionan por las tardes en horarios intercalados. Además, un salón
múltiple para talleres, foros, clases, contenidos inmersivos, 360, y con
interacciones con teatro y otras artes.
“Uno de mis espacios
favoritos es para la primera infancia, lo estamos recién adaptando. Es para que los niños puedan experimentar. Está destinado a los más pequeños, a veces
vienen colegios en las mañanas, pero por las tardes está abierto al público”,
dice Paula Villegas. “La sala E se equipará con butacas retráctiles para otro
tipo de creaciones y experiencias. Aquí no se muestra programación de cine,
pero se realizan actividades relacionadas con eventos y festivales”. La sala de
cine más grande es 272 personas, y las otras dos salas cada una para 75
personas. Durante mi visita, en el curso de la mañana, en la sala más grande había
una actividad de cine club con adultos mayores, familiarizándolos con un ciclo
de clásicos del cine mexicano.
Cuando la cultura es
una prioridad para el Estado, ya sea en el nivel nacional o municipal, encontramos
experiencias alentadoras como la Cinemateca de Bogotá.
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El olvido no es lo contrario de la memoria.
La memoria es, esencialmente, recuerdo y olvido.
Sólo puede recordarse sobre un fondo de olvidos.
Sólo puede olvidarse sobre un fondo de recuerdos.
—Luis Ignacio Helguera